Partida Rol por web

Cernunnos miró al mago y asintió cuando Mara contestó.

— Así es. Lo único que sabía en aquel momento es que alguien relacionado con un agente del enemigo me estaba espiando. Si tener demasiada información al respecto sólo me preocupé por interrumpir vuestra visión, sin llegar a tomar medidas más... drásticas.

Sonrió, sarcástico, cuando Raymond dijo que lo que estuviera ocurriendo no es asunto suyo.

— ¡Oh! Pero, sí lo es... Suyo y de cualquiera que no se sienta cómodo si un antiguo dios de la muerte y de las plagas vuelve a recuperar su poder y hace de Seattle una nueva Samaria... Si no recuerdo mal, al Concilio Blanco no les gusta demasiado ese tipo de alteraciones en el poder, y unos días antes de que Mara llegase aquí Nergal acumuló la suficiente energía como para tomar una forma física en su ciudad.

Por último, miró a Au Fae con gesto decepcionado y luego giró la cabeza para observar a Tarvos un momento. El ogro, nervioso, miró hacia otro lado.

— Y, ¿qué es lo que has descubierto de la Orden de la Hoja Caída? No son sino los perdidos sidhe de Otoño, joven Au Fae. Por necesidades del momento, la mayoría de ellos son guerreros, sí, pero no es su objetivo. Si conseguimos parar a Nergal, seguramente tengamos el poder suficiente como para que este feudo no tenga que estar oculto durante más tiempo y entonces nos hará falta todo tipo de gente: desde guerreros — vuelve a mirar a Tarvos — hasta embajadores o artistas. — Con cuidado, coge los objetos que le da el joven, los observa y los vuelve a dejar en la mesa al alcance de Au Fae. — ¿Estás dispuesto a renunciar a tu herencia tan fácilmente? No eres un guerrero, pero tu linaje sí proviene de Otoño. ¿Volverás a unirte a nosotros?

Au Fae siente un escalofrío al escuchar las palabras de Cernunnos. ¿Se unirá a Otoño tal y como le propone el antiguo dios o renunciará a él y seguirá siendo uno de los descarriados changeling independientes?

Raymond negó con la cabeza mienras jugueteaba con su sombrero.

Lo siento. No compro lo que vendéis. Al menos no así sin más.
En la biblioteca interactuasteis y nos identificásteis perfectamente a la señorita Wright y a mí mientras mirabamos un eco del pasado, lo que implica un tremendo poder. Que de eso no pongo duda alguna. Y no veo motivo para que no lo supieséis la primera vez que la lastimasteis. Pertenecéis a una facción Shide de la que no había oido hablar nunca, y no sólo yo que eso podría ser más habitual. Y resulta que sois los únicos que conocen ese... peligro y que podéis detenerlo.
Obviamente al Consejo no le gustaría lo que decís. Pero sinceramente, y tendréis que perdonad mi brusquedad, no tengo prueba alguna de que no seais vos precisamente ese peligro que avisais.
Y sí, soy muy consciente de que podéis acabar con nosotros sin más. Pero eso sólo reafirmaría mi teoría. Claro que el tener razón no me dejaría menos muerto.

Se encogió de hombros.

Lo siento. Pero necesito pruebas de todo eso que decis. Si no, para mí seguis siendo el malo de la pelicula. Un malo muy educado y sinuoso, pero el malo al fin y al cabo.

Podía parecer un suicidio decirle eso a semenjante ser. Pero lo cierto es que no tenía nada que perder. Estaban vivos por su voluntad. Y a pesar del respeto, temeroso respeto, que le tenía a Cernunnos sabía cosas de él gracias al contacto que mantuvieron.

Estuve en silencio mientras hablaban. La verdad es que seguía con ganas de irme. Incluso tras las palabras de Cernunnos. Aunque las palabras del mago consiguieron arrancar una ligera sonrisa sarcástica en mi rostro y me pronuncié con un tono socarrón.

Que un villano te llame villano, sólo puede significar dos cosas. O eres el mayor de todos los villanos... o eres un héroe. Por ahora me decantaría por la segunda opción.

Añadí finalmente. Apreté los labios hasta formar una fina línea y resoplar por la nariz.

No todo es blanco o negro, al menos no de donde vengo. Cuando los dioses se enfrentan, los mortales se apartan. Además, existe un concilio que se encarga de este tipo de cosas. Lo natural es que, antes que estorbar, me aparte y espere a que la guerra termine.

Sí, quizá sea mi legado, pero no os conozco y no sirvo para estas cosas. Lo siento, pero es la verdad. Quizá necesite unas horas para pensarlo, pero no creo que cambie de idea.

Si en el mundo normal encuentro información, quizá podría hacerla llegar.

Mi modo de hablar reflejaba bastantes dudas, incluso en las partes que estaba seguro.

Raymond estaba tratando de ignorar a Au Fae, al que consideraba responsable de toda la situación actual, pero cuando comentó aquello haciendole parecer el malo de la pelicula fue el colmo.

No te conviene seguir por esa línea. De momento me he contenido cuando no tengo por qué hacerlo. No fuerces tú suerte.

Se sintió mal por Tarvos, el ogro no había revelado nada especial sobre la Orden de la Hoja Caída solo había confirmado su existencia como protectores de feudo de Otoño nada más y nada menos, aún así no puedo evitar sentirse culpable al respecto y esperaba que no fuera a ser castigado por ello. Habría intervenido en su favor ante Cernunnos de no haber sido por la escena entre los presentes.

Escuchaba al dios astado como un eco del pasado reciente, tanto que solo hacía unas horas del mismo. Habría querido ser capaz de analizar las palabras que dedicaba a unos, tal vez hasta intervenida pero no quería tentar a la suerte, solo salir de allí con los suyos.

-basta, por favor, basta – se pronunció con serenidad cuando de repente se sintió drenada por las emociones emergente a su alrededor – creo firmemente que hemos robado bastante tiempo al señor Cernunnos y tendrá asuntos mucho más importantes que atender – dijo como muestra de respeto hacía su anfitrión mirando severamente al mago y a fae – es hora de marcharnos, si le parece bien a nuestro anfitrión – se volvió a mirar al dios astado expectante

No todo era blanco o negro ¿donde quedaba la gama de grises? ¿donde la multicolor? Resoplo aferrándose al brazo de la silenciosa Jade. El señor Grend “sentenciaba” a Cernunnos como el enemigo cuando no había dicho que pudiera detener a Nergal, a quien le parecía recordar era una especie de Hades versión Sumeria más oscura, si no que todos estábamos involucrados en mayor o menor medida. Quisiéramos o no reconocerlo. Lo único que nos quedaba era reagruparnos, hablar y decidir cada uno por nuestra cuenta que implicación queriamos tener en todo aquello. Tal vez ninguna. Tal vez huir de Seattle fuera la mejor opción. Pero no todo era tan fácil como huir, bien lo sabía.

El sidhe clava la mirada en el mago durante un momento, que no tarda en sentir el frío recorriéndole la columna vertebral.

— Así es — dice finalmente. — Sabía quienes eran y, con usted sabiendo lo que estaba buscando en la tienda de su amigo y el hermano de la señorita Wright colaborando con mi enemigo tomé la decisión de no dejarles ver nada más de lo que ya habían visto. ¿Usted habría actuado de forma diferente? Después de todo, nada de lo que le ocurrió a su amiga fue un daño drástico.

Niega con la cabeza con un ligero gesto de desesperación.

— Parece que su Consejo está demasiado ocupado con la guerra contra la Corte Roja como para preocuparse de nada más... De otra forma ya deberían haber investigado el poderoso ritual mágico que se realizó un par de días antes de nuestro primer encuentro. El ritual que trajo de vuelta a Nergal.

Nergal. Uno de los dioses mesopotámicos asociados al Inframundo, así como a la guerra y a la peste. Con ese nombre algunas cosas empiezan a cuadrar: la zona de la 27ª biblioteca a la que accedió Cernunnos, el libro de la tienda de Darren, la armadura de las sombras espectrales a las que han estado combatiendo en el exterior... Incluso el hecho de que los partidarios del dios llamen "guerra" a lo que Cernunnos considera mera rivalidad.

Mara había relacionado enseguida el nombre del dios la primera vez que el sidhe lo había pronunciado, aunque ahora Raymond también se dio cuenta de que no era la primera vez que escuchaba hablar sobre la concentración mágica que le estaba mencionando.

Cernunnos se dirigió entonces a Au Fae y sonrió.

— No. No todo es blanco o negro. Nosotros somos la mejor prueba de ello. Pero has visto lo que las sombras de Nergal le han hecho a nuestro bosque. ¿Puedes apartarte ante eso sabiendo que existe el riesgo de que el siguiente lugar al que vaya sea vuestra ciudad? — Pasea la mirada por todo el grupo y se fija en la humana. — ¿Podéis ignorarlo cualquiera de vosotros?

El sidhe miró a Raymond una vez más. Parecía resultarle interesante la discusión que el mago mantenía con el joven changeling pero, al menos por ahora, Au Fae mantenía la protección de Otoño, así que no parecía buena idea escalar esa discusión en este feudo. Mara les interrumpió intentando poner algo de calma y Cernunnos se volvió finalmente hacia ella. Por sus palabras, parecía que estaba leyéndole la mente.

— ¡Humanos! ¡Tan precipitados para todo excepto cuando hay que tomar decisiones importantes! Será mejor que penséis en vuestra propia casa, pues el tiempo aquí trancurre de forma diferente a como lo hace en vuestro mundo. — Separó la solapa de su chaqueta y buscó algo en un bolsillo interior. Sacó una pequeña rama reseca. — Cuando toméis una decisión sobre lo que vais a hacer, o si finalmente piensas que quieres esa información sobre tu patrón, quémala.

Se volvió entonces hacia el ogro y le hizo un gesto con la cabeza. — Tarvos, acompáñalos a la salida...

No necesitaba más hostilidades, había tenido suficiente y el viaje había sido lo suficiente intenso para dejarla agotada como para querer pensar en la escena que estaba viviendo. Cernunnos sabía como apretar las tuercas a cada uno.

¿Podía? Se repitió en su cabeza la pregunta y la inmediata respuesta la hizo avergonzarse de si misma por una breve fracción de segundo. Más o menos lo que tardo en darse cuenta de la nueva invasión del dios astado en su mente.

-gracias – pronunció en humilde aceptación ante el presente que le ofrecía, procurando no tocar la piel de Cernunos al tomarla y examinando la rama seca entre sus dedos antes de guardarla

Por un instante sintió la tentación de alzar la mirada y posarla sobre los ojos de él, tal vez pudiera tomar la información accidentalmente si así lo hacía pero rechazo semejante estupidez porque si tan atento estaba a sus pensamientos él mismo podría evitarlo. O incluso buscarlo si con ello obtuviera algo que quisiera pero ¿de ella? Dudaba que quisiera nada de ella, aunque tal vez si de su patrón.

Dispuesta a seguir al ogro, a quien sonrió cuando le ordenaron acompañarlos, dedicó un asentimiento final a Cernunnos y se giró aún del brazo de Jade para dirigirse a la salida con toda la premura que le fuera posible.

La mejor idea que he escuchado desde que llegamos.

Dijo Raymond cuando el Lord de otoño dijo que volvieran a Seattle. Desde luego que Raymond no era tan estupido como para pasar por alto las palabras de Cernunnos, y tenía gente a la que contactar urgentemente en cuanto regresaran. Pero el mago no podía dejar de censurar las acciones del shide. El daño no había sido "drastico" como dice, pero podía haberlo sido. Y algo le decía que tampoco le habría importado de ser el caso. Estaba en una guerra, y sólo le importaba ganar. No el cómo.
Miró al señor del lugar a la cara, sin importarle cruzar su mirada.

No. No todo está justificado. A pesar de que no podamos permitirnos ahora mismo más guerras.

Realizó una inclinación de cabeza y se colocó el sombrero. Listo para irse.

De nuevo con amenazas.

Suspiré, Cernunnos dejaba claro lo que pasaba y lo que pensaba, así que básicamente interpretaba que o estabas a todas con él o no estabas con él. Sencillamente me encogí de hombros con un aire de indiferencia.

Sólo he estado unos meses en la ciudad. No es que me importe demasiado, la verdad. Al fin y al cabo algunas cosas deben ser destruidas para que otras puedan nacer. Es el día a día de la madurez y todo eso.

No pretendía discutir con él, sólo dejar clara mi postura.

Un placer, Cernunnos. Y siento no habernos conocido en mejores circunstancias.

Sin mucho más, dejó claro que sobrábamos. Se aseguro de que o bien Mara o bien Jade estuviesen entre él y el mago, era lo más seguro para ambos.

El enorme ogro asintió e hizo un gesto hacia la puerta, cediéndoos el paso. Caminó detrás de vosotros, mirando a Raymond con gesto torvo, pues no le había gustado demasiado la forma en la que el mago se había dirigido a su señor. Pero aún más notable era su expresión de lástima al mirar al joven changeling, como si le diese pena ver lo que estaba dejando atrás pero sin conocerle lo suficiente como para saber hasta qué punto le importaría.

Salís de la casa y parpadeáis un par de veces, descolocados de nuevo al daros la impresión de que habéis crecido al cruzar el umbral, o que la casa ha mermado al verla desde el exterior, no sabríais decirlo. Cruzáis de nuevo el claro que rodea la mansión en dirección a las dos estatuas que, al parecer, sirven de portal de entrada a esta zona del bosque.  Cuando llegáis a ellas, el ogro se para y hace una ligera inclinación hacia Mara.

— Ha sido un placer, señorita Wright. Para volver a casa, sólo tienen que pasar por aquí... Ya saben, caminando recto y sin mirar atrás... — Titubea un momento, antes de decidirse a añadir. — Y, si finalmente deciden ayudarnos, queme la muestra que le ha dejado mi señor.

El ogro se calla de repente cuando una corriente de aire pasa a su lado. Antes de que os déis cuenta, el niño que estaba allí se encuentra justo debajo de la nariz de Mara.

— ¡Y no te olvides de tu promesa! ¡Tienes que volver para jugar al escondite! Si no lo haces, me enfadaré contigo... ¿Vale? — Añade con una sonrisilla triste mirando a la chica.

Mara se despide de sus dos acompañantes mientras Jade sigue mirando todo a su alrededor, ensimismada, como si quisiera guardarlo para siempre en su memoria. Por su lado Au Fae y Raymond hacen todo lo posible para no mirarse el uno al otro, manteniendo a las dos mujeres entre ellos.

Finalmente, siguiendo las instrucciones de Tarvos, cruzáis el umbral.