Me había llevado un rato convocar a la unidad a aquella reunión. Cada miembro de la misma se había retirado en una dirección distinta, y la convocatoria era necesariamente discreta, así que debía ser tratada debidamente, aún a pesar de no poder ofrecer grandes explicaciones. Pero allí estábamos, la unidad, o lo que de ella quedaba después de la trágica pérdida de Sarge. Por mi parte, mientras los demás se acomodaban, me planté cerca de una pared en posición de descanso, las manos unidas a la espalda y las piernas ligeramente abiertas, esperando.
Una vez estuvimos juntos, siendo precisamente Stardust la última en llegar, observé con cierta mezcla de sentimientos, de entre los que imperaba la curiosidad, cómo Stardust daba un abrazo a Hammer tras advertirle de las consecuencias de aprovecharse de ello. Sin embargo, sus palabras de ánimo tras ello me desconcertaron, llegando a apartar mi mirada, pues repitió algo que yo le había dicho, pero atribuyéndoselo a alguien recto y admirable.
Tan sólo la mitad de aquella afirmación podía ser verdad.
Nuestra rubia compañera dejó en claro el objeto de aquella reunión, algo en lo que yo tenía intención de aportar mi punto de vista. Pero cedió la voz a Ronin para que compartiera las nuevas llegadas del alto mando, y esas nuevas no se hicieron esperar. La primera de ellas fue un guantazo en mi rostro, sin casco protector. Un guantazo con un guantelete al rojo vivo, arrastrando mi piel quemada como ya había padecido en el pasado. Cabo. Me ascendían a cabo, a un puesto de mando intermedio. ¿Yo, en un puesto de mando? Negué con la cabeza, haciendo mecerse mi casco a un lado y al otro.
- Señor, con el debido respeto... es un error. -Indiqué de mala gana. Si hubieran tenido ocasión de ver mi rostro, algo que no deseaba por nada del mundo, habrían notado cómo fruncía el ceño con molestia. Ya era un obseso de las normas y la disciplina siendo, prácticamente, el último mono dentro de la unidad. Ponerme en una posición de mando sólo podía traer problemas, a mis compañeros y a mí, a la unidad en sí. Desconocía quién sería una mejor opción, pero tenía claro que la mejor opción no podía ser yo.
Pero había más. Resultaba que Sarge se había ganado la libertad tiempo atrás, pero había renunciado a ella para permanecer con la unidad, con nosotros. Bajé mi rostro en silencio, meditando acerca de ello. ¿Qué clase de vida habría tenido, en caso de haberse marchado? ¿Qué clase de vida tendría yo? Mientras Ronin explicaba que su plaza y otra más pasarían a nosotros al terminar con aquella misión, trataba de imaginar qué sería de mí si me concedieran la libertad. ¿Volver a la vida civil? Por muchoque conmutasen mi pena, no me dejarían ingresar en los Marines Espaciales, dejaría de ser un militar.
- Dos de tres seréis libres. -Añadí tras las palabras de Ronin al respecto, alzando nuevamente mi rostro cubierto de metal para mirar a los demás. Ronin ya había dejado claro que él se quedaba fuera de aquel reparto, y yo haría lo mismo. Nada me esperaba fuera del ejército, así que esas dos plazas se las repartirían entre Stardust, Hammer y Engla- No hay nada para mí ahí fuera. Vivo para ésto. Hurra.
Quedaba el asunto de la misión en sí. Ronin dejó claro que el agente de NOM era un observador y no debíamos obedecer una sola orden ni indicación suya. La civil, por su parte, tenía un puesto de asesora, tampoco aceptaríamos órdenes suyas pero la escucharíamos, aunque asignó por fortuna a Armin mantenerse cerca de ella y ganarse su confianza, la misma que todos los demás parecíamos incapaces de tener en ella.
- Con su permiso, señor, quisiera decir algo al respecto. -Indiqué a mi superior, aguardando a que me concediera permiso para hablar. En ese momento, di un paso al frente y miré a mis compañeros a los ojos un breve instante antes de tomar la palabra- Tal y como yo lo veo, ambas personas suponen un problema, a diferentes niveles. Hemos realizado con éxito muchas misiones juntos, pero siempre hemos sabido que podíamos contar los unos con los otros. Con nuestras peculiaridades y manías, podíamos confiar. En esta misión eso va a cambiar, ya ha quedado claro. -Señalé con seriedad- El agente de NOM busca premeditadamente descentrarnos. Desconozco si lo hace porque es su personalidad o porque busca activamente un objetivo con ello. Cada palabra que ha salido de su boca ha tenido como objeto, en sus propias palabras, "tocar los cojones". El enfrentamiento, los insultos o comentarios mordaces, no servirán con alguien así. Se mueve en esas heces como pez en el agua. Bajo mi punto de vista, lo mejor que podemos hacer es sencillamente ignorarlo. Tiene su misión, que la cumpla y no moleste. Punto.
Aguardé un instante para ver la reacción de mis compañeros en sus rostros.
- La civil me preocupa más, debo reconocerlo. No porque en medio de una misión como ésta parezca empeñada en atraer la atención de cuanto hombre pueda poner los ojos en ella. Ni porque se muestre escasamente predispuesta a compartir con la unidad la información por la que, supuestamente, ha sido enviada con nosotros como asesora especialista. Me parece evidente que es una manipuladora, que sabe jugar con las palabras y confundir a quien la escuche, algo que cabría esperar en cualquier caso. No en vano dirige una secta religiosa, ¿no es lo que hace esa gente? ¿Comer el coco a la gente? Pero, insisto, lo que más me preocupa no es eso, sino el objeto de su culto. Su secta se dedica, al parecer, a "divinizar" a los alienígenas. Y acude en esta misión con nosotros, donde existen muchas posibilidades de tener que enfrentarnos a ellos. En caso de contacto hostil, ¿en qué bando se sentirá más tentada a militar? -Cuestioné abiertamente, dejando que sopesasen la respuesta- Creo que existe una posibilidad, por pequeña que esta sea, de que esté aquí con su propio objetivo personal: unirse a sus "dioses" alienígenas y ganar su favor. Y seamos honestos, es una civil sin preparación militar y esta en inferioridad, no va a enfrentarse a nosotros abiertamente, pero alguien como ella podría cometer pequeños sabotajes y actos que nos dejen desprotegidos en momentos puntuales. Propongo mantener un régimen de control exhaustivo sobre nuestro equipo de forma regular, no permitir a la civil acceder a las equipaciones y material crítico, y mantenerla bajo exhaustivo escrutinio en todo momento. Como medida de precaución. -propuse, mirando muy especialmente a Armin, encargado de permanecer cerca de ella.
Tras aquellas palabras, di un paso atrás y aguardé a lo que los demás tuvieran que aportar.
No soy un antisocial, jajajaja, iré a la reunión, se dijo a sí mismo Engla. Y, mientras se dirigía a la reunión “clandestina” , pensaba que Anvil era un gusano con menos inteligencia que una cucaracha. Pero se decía que las cucarachas podían sobrevivir a un holocausto nuclear.
Aunque no eran capaces de recuperarse después de un pisotón de unas pesadas botas.
Engla tomó asiento sobre una de los contenedores de munición. Observó las expresiones sombrías o serias de sus compañeros, aparte la de Armin, que por mucho que lo intentase no acababa de ser un buen actor.
-Stardust, sería más divertido con una granada de verdad. Más emocionante. -torció la sonrisa mirando a la chica. A la niña le faltaban unos cuanto tornillos y eso le molaba al gigante de cabellos y barba blanca. Nunca sabías con seguridad que es lo que la chica haría. Como ahora, que al parecer ella había convocado esta reunión. Quería contarles algo. Vale. Por si acaso la noticia era muy dura, Engla se puso de nuevo las gafas de ver la realidad tal como era. Sin soltar de su cara esa sonrisa cínica y casi estúpida.
Antes de revelar secretitos, el nuevo jefe de la Sección Negra, Ronin, porque era el nuevo jefe, ¿no? , les puso al corriente de algunas novedades. El grandullón no movió un músculo de su hierático rostro. Un nuevo cabo y libertad para dos. Para los que regresen.
-Enhorabuena, Spartan -se sumó al reconocimiento de Ronin.-Enhorabuena a los que obtengan ese perdón.
No quería pensar que sus compis pasarían por encima de cualquiera para lograr esa libertad. ¿O sí? El alma humana era un pozo cuyo fondo podía estar lleno de serpientes, afilados colmillos impregnados de dulces y amargos venenos. Bien lo sabía él.
Dos regalos llenos de ponzoña, reflexionó. “Sarge, eres un hijo de puta. Hasta el final ”.
(Al poner el turno me he encontrado con el nuevo de Spartan. Digamos que Engla escucha -y ya al siguiente veré sus reacciones ;-) )
La cantina. Si hay un lugar que ha permanecido inmutable a lo largo de las centurias ha sido ese. Da igual que hablemos del siglo XVII en una isla de mala muerte del Caribe, o un pub escocés de finales del XIX, incluso, una de esas frías salas perfectas de las que disfrutaban cualquiera de los directivos de cualquier empresa de éxito. En la Tierra o en cualquier colonia del sistema solar. Daba igual. Siempre era lo mismo. Un sitio donde se gestaba el futuro del mundo. Un retiro. Un refugio donde lamer las heridas o resguardarse del frío.
Era mi lugar. Aquí y ahora. Y lo tenía todo para mi. Encontré un pequeño paquete que el Nom había tenido la idea de regalarme escondido tras unos botes de crema de jamón sintético. Molí una pequeña cantidad y aspiré el aroma.
Embriagador. Como la entrepierna de una muchacha a punto de llegar al climax.
Iba a rellenar el depósito del brazo de la cafetera express cuando una voz sonó a mi espalda. Dulce... había que reconocerlo... pero inoportuna.
Porque... por eso, por su simpleza, precisamente, necesitan ser dirigidos. Un buen pastor que maneje el rebaño con mano firme. Y un buen par de perros - añadí, con una sonrisa, ya recompuesto de la desagradable interrupción - ¿quieres? - ofrecí a la joven freak.
La chica se sentó a la mesa, con su café en la mano, saboreándolo... una imagen que resultaba turbadora. Sentimientos encontrados. Me jodía haber desperdiciado esos granos de valor incalculable pero, por otro... los beneficios de mi generosidad podía ser pingües en el futuro. Era una inversión. Y así lo tomé.
Solos... al mismo lado... aunar fuerzas... confiar...
Repetí, junto a otras palabras que pronunció Amatista. Hasta que dijo "confiar"...
No, guapa, no me fio de ti, no me fio de nadie. Estás aquí con una misión. Y la cumplirás. No necesitas que confíe en ti, se que no me traicionarás. Los tentáculos del Partido llegan hasta el último rincón de nuestra galaxia. Lo sabes, y actuarás en consecuencia.
Pero tú si debes confiar en mi. Debes mantenerme al día de todo aquello que veas y oigas y que pueda tener interés... no, incluso aunque consideres que es algo trivial, debes informarme a la mayor brevedad posible. Haz tu trabajo, y serás recompensada. El Nom sabe cuidar de los suyos. Considera eso que estás bebiendo un adelanto.
Y, a la vez que pronunciaba esas palabras me acerqué a la joven y le agarré un pecho - mmm, terso y... voluptuoso. Una agradable combinación.
Me senté entonces frente a ella esperando que dijera algo más... estudiando su posible reacción ante mi evidente falta de educación y respeto hacia su persona.
Armin permanecía de pie y, como había prometido, entregó un par de cuencos de helado, uno para Engla y otro para Stardust.
— Ya os dije que el helado ayuda, o eso aprendí al tener en mi base de datos la serie de Friends... — sonrió a su compañera tras sus palabras. — Estamos juntos en esto, es momento de estar unidos.
Tras las palabras de Ronin y Spartan, el androide dio un pequeño paso, como si incluso pidiera permiso para ello. Su sistema había trazado miles de parámetros, datos que para la mente humana parecerían inconexos o sin sentido, pero que, para una máquina, tenían todo el sentido del mundo.
— Creo que lo harás bien, hay un buen nivel de éxito contigo como cabo, Spartan, lo acabo de calcular... — miró a Ronin. — Como a Spartan, no necesito la libertad... Sobre el papel sé lo que significa, pero... ¿Se quiere algo que no se siente? — se silenció unos segundos con la mirada fija, inanimada. — Referente a la civil, le hice un chequeo antes de la reunión, asegurando que fuera realmente humana, y así es. Referente a la misión, piensa que somos un grupo de bajo coeficiente intelectual... Bueno, ella se refirió a nosotros como "monos", aunque a mí me gusta más referirme a ellos como primates... Intenté sonsacarle más cosas, pero no se fiaba demasiado, eso sí, los niveles de confianza conmigo son más elevados... En torno a un 60% que con el resto del equipo... Así que creo que Rinin acertó en eso de ganar su confianza.
Tras eso, espero al resto, por si tenía que aclarar alguna cosa o añadir tras sus intervenciones.
Aún no sabía identificar el sentimiento de dolor que le había causado la desaparición de Sarge. No estaba acostumbrado a sufrir por alguien de aquella forma e, incapaz de ahondar en el porqué, prefirió sumirse en ese estado de seminconsciencia y enajenación que tanta felicidad le causaba.
El tiempo dejó de existir para él. Cuando fue convocado a la reunión con sus compañeros, Hammer no tenía ni idea si habían pasado segundos, horas o quizás años. Lo único que sabía era que se encontraba más relajado, un poco más animado, con menos dolor en el alma y tan capullo como siempre.
Con un hombro apoyado contras unas cajas y los brazos cruzados sobre el pecho, observó a los otros con una sonrisa torcida en los labios y los ojos entrecerrados en un gesto de socarronería. El cabrón de Hammer parecía haber vuelto.
—Ni se me ocurriría, preciosa —dijo, ampliando la sonrisa y aceptando el abrazo de Stardust—. Aunque preferiría que usaras mis pelotas para otras cosas…
Sabía que ella era muy capaz de llevar a cabo un acto tan terrible terrible y cruel para él; pero aún así Hammer no podía evitar correr ciertos riesgos cuando de gilipollez se trataba. Rodeó con sus manos la cintura de la mujer apoyándolas en la parte más baja de su espalda, quizás demasiado baja, mientras la atraía hacia ella. Le dio un beso en la frente antes de susurrarle al oído un gracias. Una palabra que pocas veces habían oído salir de su boca, si es que alguna vez la había dicho.
Después vinieron las explicaciones, las notificaciones, los comentarios. Al fin y al cabo era ese el motivo de aquella reunión realizada a espaldas de los dos invitados indeseados. ¿O no?
Por raro que pareciera, Hammer se mantuvo en silencio. Ni comentarios obscenos, desagradables ni palabras airadas. Simplemente fue reaccionando a las noticias que escuchaba con gestos y miradas. Curiosidad por lo que Stardust quería contarles, indiferencia ante las noticias de Ronin, gesto despectivo al nombrar a la civil y un asentimiento de cabeza hacia Spartan. Fue precisamente con él con el único que rompió su mutismo.
—Felicidades capullo —dijo, pero a pesar de su peculiar felicitación no había mala intención. Hammer sabía perfectamente que de todos ellos el cabeza cubo era el más indicado para ascender. Aunque solo fuera porque hasta cuando follaba le debía dedicar a su amante frases del código militar.
Y la otra noticia… Ese as en la manga que se había guardado el cabrón de Sarge… Hammer lo único que hizo fue encogerse de hombros cuando la escuchó. Era bonito saber que tenía posibilidad de escapar de toda aquella mierda, aunque sabía que la mierda que lo podía esperar al otro lado sería aún mayor. Si se quedaba en la unidad o se iba se la sudaba y lo único que podía influir en su deseo de largarse de allí sería la poca cantidad de tías, y que estuvieran buenas, que pasaban por allí.
Además, estaba convencido de que en esa oferta había gato encerrado. Quizás la presencia del representante del partido tuviera mucho que ver en esa idea de Hammer.
—¿Qué nos tenías que contar, preciosa? —preguntó a Stardust. Intentaba encontrar otro tema en el que pensar distinto a la oportunidad que se les brindaba.
Fui lo suficientemente ingenua como para creer que tras la afirmación de Hammer de que no osaría a propasarse no vendría palabra alguna más, pero me equivoqué. En ocasiones tenía la impresión de que mi compañero no podía evitar hacer aquel tipo de comentarios. ¿Sería realmente así?
- Lo sé… - respondí con resignación mientras procedía a abrazarle.
Comprender, aceptar, aquello era parte de lo que me había propuesto; y en ello estaba, tratando de aliviar el dolor que Hammer sentía mostrándole mi apoyo, pero llegó a provocar que me pusiera algo tensa, notando cómo sus manos se posaban en la parte baja de mi espalda. Por un momento creí que iba a atreverse a tocarme el culo, y por mucho que tuviera que comprender y aceptar, no iba a comprender y aceptar según qué cosas. Por suerte no terminó pasándose de la raya, consiguiendo Hammer sorprenderme con lo que hizo a continuación. Besó mi frente, y me dedicó un gracias, logrando que casi pudiera verle como un niño inocente durante unas milésimas de segundo. Sonreí de manera amplia, y terminé pronunciando aquellas palabras que acabé extendiendo al resto. No estábamos solos, nos teníamos los unos a los otros, y aquello ya era mucho más de lo que otros tenían.
Mi ceño se frunció al creer que Spartan terminaba apartando su mirada de la mía, aunque con aquel casco nunca se sabía, y antes de sentarme sobre aquella caja tomé el helado que Armin me trajo y escuché las palabras de este. Miré el interior de aquel cuenco ilusionada. Dos bolas de helado, de cacahuete y de chocolate, tal y como Engla había pedido.
- Estas son las bolas que me gustan. – bromeé riendo, logrando abstraerme del torbellino que había en mi interior, probando tras ello aquellos dos sabores de helado que me supieron a gloria. - Tienes razón. – respondí a Engla cuando este me habló de aquella granada que terminé posando en mi regazo para poder sostener debidamente el cuenco. – En general todo es mejor con un poco de explosivo plástico. – añadí con una pequeña sonrisa.
Terminé teniendo que dejar atrás las bromas, anunciando el por qué de aquella reunión y cómo mi propósito en ella también había cambiado, pero antes, dejé que Ronin nos dijera lo que tuviera que decir; y es que como mínimo esperaba que compartiera que ahora era nuestro nuevo líder, aunque finalmente aquello fue algo que simplemente se dio por hecho. Anunció que tenía dos novedades, y las narró una tras otra, proponiéndose ser breve. La primera consistía en el ascenso de Spartan, algo que generó reacciones diversas, destacando la suya propia. El dios del reglamento no estaba contento con aquella decisión, mientras la mayoría le daba la enhorabuena. Armin hasta hizo cálculos para apoyar aquella decisión, aunque algo me decía que aquello no convencería a Spartan.
- Al menos a ti te han considerado para el puesto. – le dije encogiéndome de hombros. – Es para sentirse orgulloso. – afirmé convencida de ello.
Sentía cierta envidia, no podía evitarlo. Siempre había querido medrar en mi carrera militar, aunque no sabía si se podía llamar ya carrera militar a lo que hacía en la Sección Negra. Suponía que sí, al menos para mí podía ser así. Fuera como fuese, nunca ocuparía un puesto como ese, jamás me sería confiado; y quizás realmente no estuviera preparada para ello, y ese era el verdadero problema.
Tras un suspiro de frustración, una nueva cucharada con helado de ambos sabores se coló en mi boca, abriéndose mis ojos como platos mientras escuchaba a Ronin explicar aquello de que la libertad que Sarge se había ganado sería para otro; algo que se mantenía tras su muerte, habiéndose prometido además una segunda liberación. Agradecí tener la boca llena, pues de lo contrario seguramente habría dicho algo, y ser una bocazas en aquel momento no resultaba conveniente. Sin embargo, quizás sí debiera decir algo, pero algo más meditado.
- No me jodáis. ¿Ahora nadie quiere salir de aquí? – pregunté entre confundida e indignada ante las reacciones de varios de mis compañeros a aquella noticia.
Yo preguntándome si debía contarles ya o no lo que sabía sobre aquel asunto, pues no quería perjudicarles de modo alguno, y salían con esas… No lo entendía, pero me negué a tratar de entenderlo, al menos por el momento, continuando dando cuenta de aquel helado mientras Ronin continuaba hablando; abordando ya lo relativo a Anvil y Amatista y dando instrucciones al respecto. Spartan también quiso hablar entonces sobre ellos, pidiendo permiso para hablar antes, tras lo que se extendió mucho más en compartir sus impresiones acerca de aquellos dos; lo cual era de agradecer. Contábamos con la ventaja de ser más en lo que ya parecía una misión con tres bandos, y tener más puntos de vista podía hacer que se nos escaparan menos cosas.
- ¿Pero cómo voy a ignorar tanta gilipollez? – refunfuñé cuando Spartan explicó cómo resultaba conveniente actuar ante el agente del NOM.
En cuanto a la civil, además de contarnos qué opinaba sobre ella, señalando cosas en las que yo también había pensado, desarrolló una teoría que resultaba bastante interesante; y que a priori no parecía ser incompatible con lo que sabía. Tampoco creía que aquella teoría se correspondiera tal cual con la realidad, había mucho que no sabíamos, pero su esencia era algo que debíamos tener muy en cuenta; resultándome acertada la idea de tomar precauciones en cualquier caso.
- ¿Votos a favor? – dije ante la propuesta de vigilancia, levantando mi brazo con ímpetu al mismo tiempo que erguía mi espalda.
Armin también nos dio algunos datos, entre los cuales se encontraban que la princesa Disney nos consideraba tontos. Tenía claro que pensaba eso sobre mí, pero me extrañó que pensara eso de todos y que se lo contara tan abiertamente a uno de los nuestros.
Me encontraba pensativa, con mi ceño fruncido, cuando me vi sorprendida por la voz de Hammer; quien me instaba a intervenir. Ello hizo que dejara la granada y el cuenco ya sin helado sobre la caja de forma súbita y me pusiera en pie, tratando de dar a aquel momento un amago de solemnidad que no era realmente necesario; quizás solo trataba de reforzar el dique que contenía cuanto había en mi interior. Carraspeé, y tomé al fin la palabra.
- Yo también tengo dos cosas que contar. – comencé a decir con seriedad, tiñéndose mi voz en seguida de una ligera tristeza. - La primera es que es mi libertad la que Sarge quería comprar. Como la mayoría no parece apreciar la oportunidad de salir de aquí, supongo que os dará igual, pero era justo que lo supierais; si es que se pretende respetar su deseo. – y es que tampoco estaba segura de ello, después de todo, la gente del partido no sabía nada de eso. – Estoy segura de que Sarge nos hubiera sacado a todos de aquí si hubiera podido. Así que si el NOM os ofrece salir… Pensadlo un poco más.
Aquellas palabras quizás suponían tirar piedras sobre mi propio tejado, pero qué le iba a hacer. Podía estar loca, sentir una irremediable atracción hace los explosivos, pero no era una mala persona. No, no lo era.
- Por otro lado… - tragué saliva, incómoda, no por lo que tenía que decir, sino por aquello en lo que podía desembocar lo que tenía que decir. – Tengo información sobre Amatisa. Información que reunió Sarge, y parte de sus hipótesis, básicamente. – anuncié antes de comenzar a entrar en materia, intuyendo que tras lo que iba a decirles me arroyaría una corriente de preguntas. – La secta de Amatista ya no existe. Comenzó a liderarla tras la desaparición del anterior líder, la purgó de hombres, y el NOM terminó desmantelándola. El resto de mujeres están en un gulag, puede que aún vivas.
No había hecho más que empezar, y ya me temía que mis compañeros estarían alucinando.
- Lo más importante viene ahora. – continué, tratando de resultar lo más clara y concisa posible, ahorrándome las conjeturas que podría compartir más tarde; y que quizás ellos mismos terminaran haciendo antes que yo. – Esa marca que tiene la mujer, se la hicieron los alienígenas, pero no dejaron señal alguna más allá de esa cruz aun tratándose de cirugía invasiva. Sarge creía que esa marca es para reconocerse entre ellos.
Con aquella revelación, miré a Spartan brevemente, preguntándome cómo encajaría eso en su teoría.
- ¿Alguien conoce a un tipo llamado “El Flaco”? Amatista está relacionada con el partido, al parecer a través de él o algo parecido. Es una perra más del partido, pero no sé si la estarán obligando de alguna manera, lo que sí parece es que la consideran prescindible. – hice una pausa tras abordar aquel nievo tema, tratando de rememorar cuanto tenía que decir. No era sencillo. Ojalá hubiera tomado notas. – A parte de todo esto, hubo una noticia sobre la aparición de un cuerpo troceado con tal habilidad, que Sarge parecía creerlo la obra de un doctor; y por alguna razón parece relacionar a Amatista con ese doctor.
Concluí así por el momento, esperando haber sido del todo clara, pero tenía mis dudas al respecto. Había logrado mantener mis sentimientos a raya durante aquellos momentos, pero al terminar de hablar, noté cómo las piernas me temblaban. Me senté nuevamente entonces, y tomé aquella granada, apretándola con una de mis manos mientras trataba de mantener la entereza a la espera de las palabras de mis compañeros.
Engla pensó que la Sección Negra debería llamarse la Sección Idiota. Les ofrecían, supuestamente, la libertad, y por los comentarios y expresiones de sus compañeros, la mayoría la rechazaba. Él, aceptaría. ¿Qué haría con esa libertad? No lo había pensado, vivía en un presente anclado en el pasado. Quizá se uniría a una banda de mercenarios;o transportistas. O, tal vez, regresaría a la panadería, aquel trabajo de tantos años atrás, le gustaba. Pero si se quedaba aquí, Engla no se sentía preso. A fin de cuentas, viajaban a lugares que nadie había pisado ni soñado, y se metían en líos imposibles para la mayoría de los mortales.
Libertad. Tanto le daba, pero no la rechazaría.
Agradeció el helado con un cabeceo a Armin, y comenzó a paladearlo junto a Stardust, ambos los más listos del variopinto grupito. –Podría comerme un litro de golpe. –afirmó, sonriendo por la broma de la chica acerca de las bolas. Spartan habló de sospechas, proposiciones y recomendaciones, Ronin y Armin, de confianza. Y monos.
-Amatista también es mona –intervino, bromeando. Monos. Eso reflejaba que la actitud de Nom y la sectaria encajaba con la Sección de los Idiotas.
La guinda la puso la niña con sus diferentes revelaciones e intrigas de Sarge. Arqueó una ceja, casi curioso.
Sorprendido.
El gigante negó con un movimiento de cabeza sobre ese Flaco, y siguió dando buena cuenta del helado
–¿Se le hizo la autopsia a Sarge? Lo mismo se lo han cargado – apuntó, dejando su cuenco vacío a un lado. –Y si no queréis el perdón, la detective y yo os enviaremos una postal desde la Tierra o las playas de Pandora. Armin, ¿más helado? No tardaremos en entrar en calor.
Tak se quedó pensando en la información de Stardust y en lo que había manifestado cada uno. Algunas cosas podían esperar, y otras no. No era fácil saber cual era el camino correcto, porque un mínimo desvío podía tener consecuencias irreparables a largo plazo. Pero tampoco podía demorarse, había mucho por hacer y el tiempo era limitado.
- Gracias Stardust, es información valiosa. Spartan, sé que lo harás bien, eres el adecuado para el puesto.
Pensó unos segundos para ordenar sus pensamientos.
- Hablaremos de quienes obtendrán la libertad a la vuelta, no gastemos a cuenta. Si están dispuestos a deshacerse de un activo de la Sección Negra por el resultado de esta misión, es que será cualquier cosa menos fácil, concentremonos en lo que tenemos por delante.
Miró a Stardust.
- Serás la encargada de la seguridad de la civil cuando estemos en el Demeter, mantente cerca de ella. Si bien Armin parece ser el más compatible a priori, lo necesito con Hammer en la vanguardia cuando ingresemos, y tu condición de mujer probablemente nos juegue a favor. No la presiones, pero tal vez puedas obtener algo de información, intuyo que no nos la dará voluntariamente salvo que se sienta en confianza. Necesitamos saber a qué nos enfrentamos y puede que ella sea la clave. Presiento que hay algún motivo más allá de su encuentro con hombrecitos verdes para su presencia aquí. Tal vez haya negociado algún servicio a cambio de las mujeres de su culto, necesitamos saber si esto es así.
Luego se dirigió a Spartan.
- Quiero que le eches un ojo a Nom cuando yo no pueda hacerlo, debemos tenerlo a la vista en todo momento.
Miró hacia arriba. No sabía por qué lo hacía. Tal vez pensaba que los altavoces estaban elevados para dar una sensación de superioridad o algo así.
- KAREN, informanos por favor sobre las actividades que están realizando nuestros invitados mientras nosotros estamos aquí.
Luego habló a los demás.
- Nos reuniremos con ellos antes de ingresar al Demeter, cuando estemos todos listos, para indicarles cual será el lugar y la función de cada uno. Si alguien tiene algo más para decir sobre la misión, este es el momento.
Luego daría por terminada la reunión para que todos pudieran prepararse para la incursión.
Afortunadamente, nadie podía ver el interior de mi casco, donde dolorosamente enarcaba una ceja, precisamente la que más me costaba levantar. Era la segunda vez que lo hacía en poco tiempo, siendo la primera al observar el gesto afectuoso entre Stardust y Hammer, no por éste, sino por cómo éste bajaba sus manos hasta el límite de la espalda de la experta en demoliciones. ¿Había algo entre ellos, o era una especie de provocación?
La segunda terminaría siendo más importante. No podía saber si nadie decía una mierda acerca de mi teoría sobre la civil, la mera posibilidad de estar metiendo al enemigo entre nuestras filas, bien porque ya lo habían sopesado ellos, bien porque les importaba una mierda. Puede que ni siquiera me estuvieran escuchando, qué sabría yo. La única que se pronunció tras hablar yo fue Stardust, pero acerca de su imposibilidad de ignorar al agente de NOM y sus gilipolleces. Respecto a lo demás, propuso al menos votarlo, algo que me resultaba inconcebible en el estamento militar y, por tanto, entendí como una broma más de las suyas. Pero ni por esas el resto dijo nada.
La misma respuesta di a sus palabras que al resto, apenas un movimiento de mi casco para evidenciar que miraba en su dirección, y poco más. Poco costaba alcanzar la determinación de que, si para una vez que hablaba más de la cuenta esa era la reacción, merecía más la pena regresar mis viejas costumbres y hablar lo justo y necesario. "Sí, señor", a sus órdenes, señor", con el debido respeto, señor"... y poca cosa más. Era un soldado, al fin y al cabo, no un investigador ni un espía. Esos eran asuntos para gente más inteligente que yo.
Sí atendí, por supuesto, a las explicaciones de Stardust. Incompletas, llenas de incógnitas y misterios sin resolver. Comenzando por las intenciones de Sarge. ¿Por qué era la libertad de Stardust, precisamente, la que trataba de obtener? Estuve tentado de preguntarlo abiertamente, pero me pareció impropio hacerlo. Por un lado, era cuestionar las decisiones de Sarge, que ya no estaba para defenderlas. Por otro, la respuesta podía ser algo... personal. Y sinceramente, no era asunto mío. Aunque me alegraría por ella si lograba salir de todo aquello, aunque debía reconocer que echaría de menos sus locuras, algo que jamás confesaría a nadie. Más complejo me parecía lo relativo a la sectaria civil, su secta o lo que quedaba de ella, la marca...
Reconocerse entre ellos...
Aquello casaba demasiado bien con mi teoría de que la mujer lo que buscaba era contactar con los alienígenas. Demasiado para nuestro bien, porque si resultaban ser hostiles su lealtad estaría con ellos. Y eso, en mi mentalidad militar, de buenos y malos, de los míos y mi enemigo, la situaba a ella entre el enemigo.
Anoté mentalmente los datos acerca de ese Flaco y el hipotético doctor, aunque no me decía nada en absoluto. Por el momento, al menos. Ronin comenzó a impartir instrucciones, asignándonos a Stardust y a mí, respectivamente, la vigilancia de la civil y el agente. Probablemente, en nuestra precaria situación, éramos la mejor opción, o la menos mala. Al menos con Stardus no le serviría de nada a la sectaria ir de calientabraguetas por la vida. Y yo sabía ignorar las gilipolleces de Anvil como ignoraba todas las demás, con escrupuloso silencio. ¿Quién sabía? Lo mismo hasta le ponía nervioso que no le siguieran el juego.
- Señor, una pregunta antes de que se disuelva la reunión. -Solicité a nuestro superior- Hasta ahora, tan sólo Sarge y usted tenían permisos de administrador para dar instrucciones a KAREN. Ahora Sarge no está, y con ello el control sobre la IA se ha reducido en un cincuenta por cierto. ¿Hay algún protocolo al respecto? -Cuestioné, tanto por la posibilidad de que Ronin fuera abatido como por que no estuviera en condiciones de ejercer su autoridad sobre ella. Si eso sucedía, ¿qué estaba programada KAREN para hacer? ¿Concedería ella permisos de administrador a alguien más; se autogestionaría por su cuenta, de forma autónoma?
En su eterna tranquilidad aparente, Amatista observó a través de un más que evidente recorrido visual al Agente Nom y soltó una dulce carcajada en cuánto lo escuchó hablar. Aceptó el café mientras que con sus manos cobijó la taza o vaso para contener ese calorcito que necesitaba.
Al analizar cada palabra, la intensidad de su mirada se impregnó de curiosidad.
—Entiende, más allá de cumplir una misión que es tan simple como cuidarte ese culo moreno que tienes. Ya he cumplido con mi parte, centré toda la atención en mi para que desconfíen, sospechen, me vean como un peligro inminente mientras tú puedes hacer de las tuyas—dijo al descruzar sus piernas, jugando con las vistas y las distracciones un segundo, solo para tenerlas de nuevo como antes—. Pero no te confundas, nada es gratis en esta vida.
Ladeó la cabeza hacia un costado y pudo observar el avance por parte de Anvil, la osadía convertida en acción y deseo. Con su mano deslizó la yema de los dedos sobre la piel para apartarla lentamente, solo hasta que avanzó hacia el cuello del mono así pudo dar un tirón y acercarlo a pocos centímetros de su rostro.
—No soy tu puta personal, para eso debes hacer muchas cosas y no te veo para la labor. Debemos trabajar juntos, nos beneficiamos y ponemos en línea recta a los monitos estos— comentó en un tono más peligroso—. Me gustan los hombres osados, pero más los que saben cuál es su lugar. Somos socios, aliados, como quieras llamarle. Pero no solo yo te informaré, lo harás tú. Es un juego de a dos...
Le sopló el rostro y lo apartó. Cuando se sentó, divertida se quedó mirando sus ojos.
— Establezcamos bases, no tenemos a nadie más aquí.
Karen había efectuado la autopsia a Sarge. Armin había ayudado. Cualquier de ellos, con conocimientos médicos o sin ellos, podía entender el informe. Ninguna droga, ningún nanodron en el torrente sanguíneo. Un infarto provocado por una vida de excesos; tabaco, alcohol y un extra de adrenalina. A Sarge le había matado su trabajo. Muerte natural.
O quizás había sido la cercanía de la libertad. Llevaban tanto tiempo siendo prisioneros, sintiéndose atrapados, que el hecho de que les arrojasen la libertad a la cara les hacía sentirse como si alguien hubiera conectado sus genitales a la batería de un camión. Ronin zanjó el tema. Hablarían de ello a la vuelta. Fácil, puede que no volvieran todos.
Se desgranaron las palabras, información. Spartan recibió un ascenso. Alguien repitió helado. Ronin pidió información a Karen sobre sus invitados.
—Están bailando. Un vals, ella lleva un largo vestido con escote de barco del color del oro y él un elegante traje blanco con gemelos que brillan como diamantes.
Curioso. Anvil no parecía la clase de tipo capaz de bailar un vals. Karen siempre escuchada. O eso les gustaba creer. Como Dios, era omnipresente, siempre vigilante. Ella debía saberlo todo, controlarlo todo. Los sistemas, la nave, a ellos. Rota como estaba, había funciones que se habían degradado dentro de su cerebro positrónico. Ella nunca hablaba de la intimidad de los demás. Los buenos niños se meten en sus propios asuntos, cotilla. Decía.
Habían gastado saliva. Las dudas menguaban, pero permanecían, como ascuas en una hoguera. Spartan lanzó una a Ronin sobre el control de la IA. Por lo que sabían era Karen quien confería esos permisos. No había protocolos o normas que seguir. Ni militares ni por parte del NOM. Karen era una IA defectuosa. No se la podía controlar. En su arbitrariedad, que de ser humana se hubiera tildado de locura, se encontraban los patrones de sus decisiones.
Ronin no tuvo ocasión de responder a Spartan, Karen se adelantó.
—Una chica tiene derecho a guardar sus secretos. Una chica debe guardar sus secretos —altavoces, arriba, como un dios, sino como una madre que contempla a sus hijos desde su posición de privilegio —. ¿De qué tienes miedo, mi niño? Mamá siempre cuidará de vosotros. Y lo hará con el corazón.
Faltaba la tarta de manzana y un beso de buenas noches.
Asentí, divertido, ante la reacción de la joven. Divertido, si, y satisfecho. Tremendamente satisfecho. Mi gesto había cumplido su función. Ubicarla. Reaccionó con elegancia y firmeza, sin perder la calma. Eso me gustaba, más en un ambiente tan opresivo como sin duda nos íbamos a encontrar en la Démeter.
Mantener la cabeza fría. Ver todo con objetividad. Cualidades, por desgracia, bastante escasas hoy en día. Me alegraba que Amatista las tuviera.
Bien, señorita Amatista, ha superado la prueba. No me interesa su físico. Tan solo quería ver como actuaba ante mi... falta de decoro. En ese aspecto puede estar tranquila. No volveré a tocarla.
Me levanté con brusquedad, acercándome a una velocidad extraña a la máquina de café. Me serví otro corto y la limpié, en profundidad, para que no se notara que había sido usada, volviendo a esconder los preciosos granos y evitar que esos tarados de color oliva me lo sisaran. Me senté de nuevo frente a la joven y continué.
Tenemos acuerdo. Si, que el flujo de información no cese entre nosotros. Por desgracia, dudo mucho de que pueda ganarme la confianza de esos tíos. Por eso no lo voy ni a intentar, además... les sonaría extraño y sospecharían más aun sobre mi persona. Seguiré en mi papel de lobo solitario... por ahora. Seré desagradable, "predecible" tal vez, tienen una imagen prefijada de los tipos como yo, quiero hacer jugar ese prejuicio en mi favor.
Ah, y ya sabe, si alguno se sobrepasa, como bien sabrá, el Nom no tolera los abusos o las violaciones. Así que, solo tiene que decírmelo y, en base al reglamento, proceder a castigarlo - sonreí.
Armin escuchaba con atención, sus movimientos robóticos eran escasos, sin demostración de sentimientos en su semblante inmutable, sin pestañear. Sus ojos amarillentos se movían de manera errática pero decidida, creando una sensación extraña pero familiar para sus compañeros.
— Esto corrobora mis resultados — añadió tras las palabras de Stardust sobre la abducción de Amatista, y continuó hablando. — Sabéis que me fijo en todo, por eso creo que, con un alto índice de acierto, el partido la necesita por algún motivo, ya sea porque tiene conexión con los extraterrestres u otra cosa que no sabemos. No tendría sentido enviar a Anvil con ella a bordo, sabiendo que no tenemos buena relación con ellos, ¿verdad? — mantuvo una postura recta, apenas moviendo el pecho al hablar. — Según lo que nuestra compañera Stardust nos dice, parece que tiene algún tipo de contacto relacionado con el partido, pero no parece llevarse con Anvil — se tomó unos segundos para revisar algo en su memoria. — No tengo datos sobre "El Flaco", necesitaría su nombre original en lugar de un seudónimo, lástima... Pero si la tuviéramos de nuestro lado, podríamos saber realmente su propósito como propone Ronin. Anvil me preocupa algo más, será más difícil tenerlo en el lado correcto.
Referente a la autopsia de Sarge, Armin confirmó y ayudó a interpretar los resultados a sus compañeros. El robusto miembro del equipo había fallecido de forma natural, con altos índices de alcohol y nicotina, pero sin nada destacable en comparación con el resto de controles que se habían realizado. Su hora había llegado en el peor momento posible.
Ante las palabras de Karen, Armin esbozó una sonrisa, creando una expresión extraña en su rostro sintético. Aquella defectuosa IA tenía un toque peculiar que, algún día, intentaría corregir.
— Su afirmación sugiere que están peleando, lo cual confirma mis palabras anteriores. Creo que no pertenece al partido directamente, pero es importante para ellos — comentó Armin mirando a sus compañeros después de la intervención de la inteligencia de la nave. — Recordar que en sus circuitos existe "el mundo al revés" viendo con un prisma diferente las cosas... Gracias, mamá, por cuidar de nosotros — añadió, sabiendo que contestaría algo así ante las palabras de Spartan.
- ¿¡QUÉ!?
Aquella exclamación reverberó en la sala todo lo que lo permitía lo llena que esta se encontraba. Ronin me había asignado “encargarme” de la civil, y eso suponía todo un fastidio. Resoplé de manera exagerada, hinchando mis carrillos para soltar el aire, aunque la resignación no tardó en invadirme; y pronto el convencimiento de que era mejor que aquello fuera así.
- Está bien, yo me ocupo, pero como resulte ser ella ese “doctor”, la llevo clara. – acepté a regañadientes, tampoco había otra opción mejor. Además, también creía que resultaría más sencillo que la civil terminara confiando más en mí que en cualquiera de mis compañeros a excepción de Armin. – Y que conste que acepto principalmente por vosotros. Si hizo desaparecer a todos los hombres de la secta, está claro que le resultan un estorbo. Seguramente tolera más a Armin porque ni siquiera es humano, lo que encaja con la teoría de Spartan y con la posibilidad de que además de ver a los aliens como dioses, pueda ser uno de ellos.
Distintos temas fueron saliendo a la luz, como nuevas órdenes y preguntas, también algún chascarrillo, pero salvo las explicaciones que terminó ofreciendo Armin, apenas se tocó a mi parecer lo más importante de todo lo que se trataba. Teníamos a una psicópata manipuladora y amante de los aliens en nuestro bando que probablemente escondía grandes secretos, y los demás no parecían muy interesados en indagar en ese tema. Ni siquiera habían mostrado extrañeza ante todo lo que les había contado. No sabía si estaban en modo Engla, pasando de todo, o tenían demasiada confianza en mí; y ninguna de las dos cosas me parecía buena. Sabía que no haría nada que les perjudicara, pero podía equivocarme, o estar perjudicándome a mí misma sin darme cuenta.
Menudo asco de situación.
Refunfuñé por lo bajo un buen rato, anestesiado mi dolor, escuchando también cómo se hablaba del funcionamiento de Karen y de lo que el Señor y la Señora NOM estaban haciendo. ¿Bailar? ¡Ja! Eso no se lo creía nadie, aunque tampoco pensaba que estuvieran peleándose tal y como Armin creía. Karen no funcionaba así, o eso pensaba yo.
Miré hacia arriba, sorprendida, cuando Karen se pronunció acerca de los secretos. ¿Me estaba mandando algún tipo de mensaje? Podía ser que sí, aunque quizás simplemente hablaba de sí misma, de su particular filosofía.
- Mami… No dejes de cuidar de mí… - musité con tristeza cuando Karen terminó de hablar, notando cómo mis ojos amenazaban con aguarse, pero entonces me obligué a sonreír.
No había motivos para ello, pero a veces eso funcionaba. El Doc me lo había dicho, uno de ellos. A veces era el cuerpo el que daba el primer paso, y después era la cabeza el que lo seguía.
- Estaba esperando a daros toda la información para empezar a conjeturar sobre todo eso de Amatista, los aliens, y el NOM… Pero como parece que no os interesa mucho, me ocuparé yo de hacer de detective como dice Engla. – terminé por afirmar, encogiéndome de hombros, tras lo que miré a Armin. - Si descubres algo, házmelo saber, ¿vale? – mi mirada se dirigió a Spartan entonces, de quien había esperado aún más algún tipo de aportación tras su inicial rica intervención. – Y si ya no te gusta tu teoría, me la quedo. Ahora es MI teoría. – le saqué la lengua mientras le guiñaba un ojo, dejando escapar una leve risa entonces, pero la necesaria seriedad terminó por regresar. - Puede que Amatista esté siendo obligada a colaborar con el NOM para liberar al resto de mujeres como también cree Ronin. Un líder de secta, sin secta, no es nada. Puede que incluso esos aliens necesiten su culto, quién sabe para qué. Y con todo eso de la marca, yo también pienso que Amatista podría estar de parte de los aliens como decía Spartan. Así que entre que se deshace de los hombres, idolatra a aliens o es una de ellos, es una jodida manipuladora, puede que una asesina a sangre fría, y no hace más que empeñarse en no dar ningún tipo de información... Vigilarla a ella y nuestro equipo, como se sugería, es lo menos que podemos hacer. No sabemos de qué son capaces esos hombrecillos del espacio, ni ella.
Debatían inquietudes sus compañeros. Dudas, interrogantes, sospechas de verdaderos motivos de los dos civiles, complots y vigilancia. Los comprendía, pero a él le parecía demasiada cháchara absurda. Esto era la Sección Negra, la puta Sección Negra, no te hacías preguntas, las preguntas demoraban el movimiento del dedo en el gatillo. Y las dudas, mataban a tu propia gente.
Rehusaban la posible libertad y le daban vueltas a un carrusel que no conducía a parte alguna. Así era la mente humana. Caótica. Y, a fin de cuentas, lo mismo Anvil y la señorita de la secta de las tetudas, estaban tan perdidos como todos ellos. Con sus intereses, de acuerdo, pero, ¿acaso no querían todos el éxito en la misión? ¿Enviaban a Amatista para que se aliase con los posibles ET? ¿Qué sentido tenía eso?
El mismo que plantear tanta cuestión. Ninguno.
Apuró su segundo helado, sin dejar de escuchar. ¿De verdad creían que la sectaria se iba a dejar engañar por una falsa confianza? Karen tenía razón en algo, eran unos niños ingenuos.
Pero torció el gesto con eso de la autopsia. Por algún motivo, no se lo creía. Tal vez porque era un tipo al que le gustaba dudar de la oficialidad.
Desancló su fusil a la espalda y lo sustuvo en su mano igual que si fuese un mondadientes. Comprobó su estado y munición una vez más y lo dejó en sistema “seguro” . Crugieron los huesos de su cuello al moverlo de izquierda a derecha y en rotación.
-Todo claro. ¿Nos vamos ya a la Deméter? –miró a Hammer – Quizá está llena de guapas alienígenas.
KAREN siempre había sido una incógnita para él. Se resistía a pensar en ella como nombre y lo hacía siempre como acrónimo. Detrás de su actitud había una sospecha permanente de mal funcionamiento, lo había en todos, hasta los que funcionaban "bien", y que la disfunción en la IA de la Fobos fuera evidente no lo relajaba para nada.
Sin embargo, la respuesta sobre las actividades de Nom y Amatista lo tomó de sorpresa. Armin, que la entendía mejor, interpretó que en su descripción podía estar informando lo contrario. Pero también podría ser que estuviese jugando con ellos. Tak se preguntaba si no les fallaría en algún momento importante. Le hubiese gustado decirle que no eran sus hijos, que se ponga seria, que se hiciera un autodiagnóstico. Pero temía que aquello la lanzaría al abismo de la locura cibernética y ya no habría escapatoria, ahí en los confines del espacio.
Las teorías de sus compañeros eran para tener en cuenta, asintió a cada una pero no agregó nada más, pensaba que cada cosa que dijera de allí en adelante tendría otro peso, debía medirse. No obstante, respondió a Stardust.
- Star, no quiero que sienta que la estamos investigando, la predispondrá mal y sospechemos lo que sospechemos debemos dejar abierta la posibilidad de que realmente sea una ayuda con lo que sea que encontremos, no demos ninguna teoría por cierta y actuemos en consecuencia con ello. Esto va para todos. Si Nom es un observador, bueno, que observe. Si en algún momento deja de observar lidiaremos con ello, debemos estar atentos. Con Amatista lo mismo, si vino para apoyarnos, esperemos y recibamos ese apoyo, aunque nos mantengamos vigilantes por las teorías que tenemos.
Esperó a ver si alguien tenía algo más para aportar, y si no ya sería tiempo de que cada uno se dedicase a los preparativos finales antes del misterioso encuentro.
No pude evitar suspirar al oír a KAREN. Puede que me permitiera aquel gesto por estar en una reunión informal, o que literalmente estuviera tan sobrepasado que me fuera imposible remediar aquel gesto. La IA de la nave me saturaba, era algo con lo que no lograba lidiar. Guardar secretos, decía. Todo en aquella puta misión eran secretos guardados, y nos íbamos a meter de lleno en la boca del lobo sin saber una mierda.
Puede que la única verdad que haya dicho KAREN fuera que Amatista llevaba escote.
Por lo demás, me importaba poco lo que aquellos dos estuvieran haciendo. Tanto si bailaban como si follaban o se peleaban, aunque esa última opción tenía sus ventajas. Puede que uno matase al otro y nos quitase un problema de encima.
Tenía claro que a los demás no les interesaba demasiado el asunto. No los culpaba, al fin y al cabo éramos soldados. Lo nuestro era apuntar y disparar, no investigar. Desde luego, no era lo mío, aunque todo aquello me diera tan mala espina. Al menos, estaba Stardust, que se lo estaba tomando muy a pecho. Me gustaba su actitud, aunque no la tenía por demasiado discreta. Tal vez me equivocaste con ella.
- La teoría es toda tuya. -Le concedí, ignorando su broma al sacarme la lengua- Informa de cualquier dato relevante que la apoye o la descarte.
Las instrucciones del sargento fueron claras y concisas, y nos dejaban a la expectativa de lo que pudiera suceder y lo que pudiéramos descubrir sobre la marcha. Sólo quedaba ponerse en marcha, y desgraciadamente para todos, les había caído encima la mierda de tenerme como cabo. Hurra.
- ¡Ya habéis oído, soldados! ¡Revisión completa de equipo, el personal y el almacenado! ¡El almacenado lo quiero precintado para evitar manipulaciones! ¡Y listos para pasar revista antes del contacto con el Demeter! ¡Andando!
Lanzaba las órdenes con la misma firmeza que un instructor metiendo en vereda a los cadetes de la academia, imprimiendo energía a cada palabra para enardecer los corazones de los soldados. No era lo mío. Ni mandar, ni hacer de niñera de nadie. Ni custodiar agentes del puto gobierno. Lo mio era estar en la punta de flecha de mi unidad, el más cercano al peligro, disparando sin cesar y liberando las llamas del infierno sobre nuestros enemigos.
O puede que, en el fondo, sí estuviera en mi lugar. Entre el enemigo y los míos. Porque el enemigo, puede que estuviera entre nosotros.
Una sonrisa asomó en su rostro de muñeca, una que no reflejó alivio, ni nada interpretable.
—Me parece estupendo, tener este vínculo desde las sombras para tejer redes y tener un cuidado sobre nuestras espaldas seguro — dijo en un tono calmado, obviando lo de la prueba —. Cuentas con mi apoyo, seré oídos. De momento tengo la sensación de que se han comido mis actitudes y creen que me como todo. Prefiero que me vean como una zorra.
Tras esto siguió bebiendo el café con absoluta paz.
—Descuide, no le tengo miedo a nada y me las cobro sola. De todos modos cuento contigo en caso de que algo suceda— respondió —. La chica y el subnormal del casco, esos dos parecen la manzana podrida de este cajón. Será interesante hacerlos saltar, pero todo a su debido momento. Mantengamos las apariencias o mejor dicho "las falsas" apariencias.
Ya con todo aclarado, Amatista se incorporó luego de haber tomado el café. Se quedó observando al Agente durante unos largos segundos.
—Nos mantenemos en comunicación. Hasta luego.
Sin más que decir, se retiró de allí.
Sus niños, oh, sus niños, sin nadie que los cuidase, allí, al límite del Borde, en el filo del universo, donde lo conocido se convertía en un puñado de polvo de estrellas sin nombre arrojado sobre una superficie que era líquida y sólida. A veces se hundían, a veces rebotadan. La realidad, la vida, la Sección Negra cabalgando de nuevo hacia la muerte. Sin papá oso. La misión debía seguir adelante, claro que lo haría. La vida no se detenía. Los corazones quedaban marcados, los recuerdos se volverían agrios. Había que seguir adelante, el Partido vivía de sus promesas. Eran marines, el mundo les necesitaba. Eran una de las fuerzas primordiales del mundo. Un grupillo de diablillos a punto de cortar la manzana que condenó a la humanidad. Arrogantes necios, pretenciosos hombrecillos. No eran el centro de nada.
Fobos, personificación del horror. Antes de cada batalla, el dios se mostraba ante los soldados. Se colaba en sus corazones, los sacudía como el mejor gancho de derechas, y los dejaba postrados. El Fobos esta vez había ido demasiado lejos. Tras él, el mundo conocido, recuerdos. Un ataúd a la deriva en la vastedad del universo. Enfrente, el rostro de la vida. Deméter. Con su cuerno de la abundancia, con la vida manando de cada uno de sus poros, los senos cargados de leche, el cabello del color del cereal. Oh, la vida, esa perra.
Ronin había recibido los galones. Pesaban como quintales de plomo sobre sus hombros. Eso podía partir a un hombre por la mitad. Spartan había sido ascendido a cabo. Otra placa, otro pedazo de metal tras el cual ocultar su rostro. Stadust había vuelto a tener cinco años, cogida de la mano de su padre ausente, prendida de un fantasma. Hammer, siempre en la cuerda floja, dando un paso en falso, cayendo, alzando la mano antes de ser engullido. Pero esta vez no había nadie allí arriba para ayudarle. Engla, con sus gafas de sol. La vida, la muerte, eso no iba con él, cojones. Él quedaba fuera del tablero. Pero era un peón también. Armin, estático, radiante, un asidero estable al que ni la más terrible tormenta podía hacer cimbrear. ¿O sí? Anvil, el yunque contra el que chocaban ilusiones, sueños y desvaríos, una pieza de equilibrio que rompía la balanza. Amatista, uno de esos pedazos de polvo de estrella, que ni se hundía ni rebotaba.
Un puñado de almas ociosas. Equipo, material, planos. Se movían como hormiguitas por las entrañas de la nave. Preparativos. Una misión. Un trabajo, eso era todo. Atormentados, heridos, con cicatrices dentro y fuera. Una unidad, pero solitarios. No había nexo, no había pegamento para sus pedazos. Cada resquicio, cada agujero, era una oportunidad para que el frío del espacio les llenase.
Oh, sus niños, sus pobres niños.
—Dos horas, diez minutos, cincuenta y siete segundos para alcanzar el Deméter.
Sus niños. Un asunto menor si se comparaba con el infinito, el universo, las estrellas. Un asunto menor que le preocupaba.
Si alguien quiere cambiar alguna pieza de su equipo ahora que sabe de que va la misión, que lo indique por el off-topic, podéis hacerlo mientras os preparáis para la misión. Quizás alguno quiera llevar alguna Biblia con él, es bueno tener a quién rezar.