Partida Rol por web

Desde todos los rincones del imperio hay algo que llama a sus habitantes a visitar Altdorf alguna vez, los errantes, vagabundos, caballeros y eruditos pasan por la ciudad para visitarla, dejar parte de ellos y llevarse un pedazo. La lucha contra la corrupción de la impía mancha del caos es ahora más tangible que nunca. Pues los magos celestiales que escrutan el futuro en las estrellas han determinado el fin de la Capital del Imperio muy pronto, pues los avatares de los poderes ruinosos y los dioses del caos caminan por las calles esperando la oportunidad de surgir. 

Es así, como ustedes, algunos miembros cercanos a la corte y otros viajeros casuales se han acercado y encerrado en este fortín, sabedores que entre vosotros existe el caos absoluto. Sin duda los avatares del caos han sido atrapados.... pero ¿quién de vosotros lleva consigo la mancha del mal?

Solo cuando Altdorf vuelva a estar libre de la Corrupción del Caos, la estatua de Sigmar dejará de brillar con furia, y los símbolos sagrados del cometa de dos colas volverán a apagarse

Aquel al que considereis culpable de llevar consigo la corrupción del Caos, y llevar sobre sí la mácula de los poderes ruinosos, a aquel que conspira contra el Imperio y desea la aniquilación de toda forma de vida se le tiene reservada la horca

El fin de la Capital del Imperio está pronto, tal y como han vaticinado los magos celestiales. Y ahora me encuentro aquí, en la corte de Altdorf, encerrado en la fortaleza junto a otros y otras, sin saber quién de entre ellos esconde el mal en su alma dispuesta a apoderarse y acabar con todo.

No hay duda que estamos todos atrapados aquí, tanto impíos como puros, víctimas o verdugos. Quien salga victorioso lo mostrará solo el brillo de la estatua de Sigmar, hasta entonces, solo me queda luchar. 

Aparto mi mirada de la estatua para dirigirla al resto de habitantes del imperio encerrados aquí conmigo. De quien fiarse? quien será un aliado? Ojos alerta Jorjos, ojos alerta.

Gertha miró a aquel variopinto rebaño enarcando una de sus cejas, suspicaz. Con la gente de Kislev uno siempre sabía a qué atenerse; eran rudos y secos, directos como un hacha lanzada contra tu cabeza. Nada imaginativos, al menos los hombres. En Altdorf todo era más complicado, más enrevesado. No había nada más que ver las coloridas ropas de unos, los hábitos de otros, los peinados de las mujeres o las joyas en sus manos y cuellos. En Kislev el mal cargaba directamente contra sus murallas. En Altdoft entraba por la puerta de atrás con una máscara puesta.

Por fortuna para ellos una, aburrida, misión diplomática la había llevado a la ciudad. Y su sentido del deber la había instado a encerrarse en aquel fortín, con la intención de esclarecer la situación, salvar unas pocas almas y hacer lo mejor que sabía hacer: cazar.

—El mal nos ha seguido hasta aquí, de eso no hay duda. No hay más que contemplar las feas caras de algunos para saber que mucho se esconde tras ella, y si no es el caos, tenéis un problema amigos —una pequeña sonrisa carente de humor se perfiló en su rostro curtido por los vientos invernales. Dio un paso al frente —. Mi nombre es Gherta Escarcha, vengo de Kislev. Allí patrullo las zonas bajas de las murallas para que ninguna sabandija se cuele por donde no debe. Allí, mi gente protege al Imperio. Yo haré lo mismo aquí.

Era su deber. Dio un paso atrás, no sin antes dejar bien a la vista las dos hachas ligeras que siempre portaba consigo. Y mi padre no quería que viniera armada.

—¿Tenéis nombre o debo llamaros con un silbido, como a los perros?

Una risotada fue la primera respuesta ante la provocación de Gherta, pero no era una risotadas de burla, sino una de celebración.

Jajajaja. Así es como deben ser las mujeres: De fuera, insolentes y con más huevos que los hombres.

Se apartó el grueso cigarro de la boca y escupió al suelo un proyectil con tanta fuerza y práctica, que ni siquiera llegó a describir una parábola antes de pasar a formar parte de la colección de mugre de Altdorf.

Mi nombre es Bragg Burgsen, pero si quieres puedes llamarme Papá Oso.

​​Bromeó con una sonrisa totalmente exenta de la más básica educación. 

Vengo de lejos. De tierras salvajes. He visto dólmenes con runas prohibidas, he oído el ulular de las brujas de las marismas, he enfrentado horrores y he tenido que tirar muchos calzoncillos que lo demostrarían. Así que principalmente soy un superviviente.

Dando un par de caladas a su pipa, aquel frágil hombre mayor echó un vistazo por encima a todos los presentes, y tras esto se atrevió a hablar, no sin antes dar una calada más en la pipa. Alejando de sus agrietados y secos labios la pipa, este hombre señalaría a todos los presentes.

-Ahora mismo supongo que tenemos que tratar de decidir quien es el culpable entre nosotros, con todos los que somos es probable que haiga tres... pero ante la falta de más información, os pido a todos que me votéis a mi. No os preocupéis. He vivido una larga vida, y no creo que esto me mate, al contrario, demostrará mi inocencia y no sacrificaremos a nadie que puede ser valioso, ni entraremos en empates...

-Mi nombre ya lo diré después de la votación, esto importa más.

Con esto dicho, el hombre volvió a su pipa, y continuó fumando, esperando que el resto de los presentes o bien dijeran cosas más interesantes al respecto, o bien confirmaran sus votos contra él.

-Mi nombre es Lilianna, aunque eso carezca de importancia mi tarea para el Norte no tanto. Provengo de Middenheim, por tanto, mejor que nadie entiendo el ímpetu de nuestra compañera Kislevita. Normalmente, me he encargado de mantener seguros los túneles bajo la ciudad de aquella amenazas que se esconden en las sombras.

Recientemente, fue requerida en la capital, y bueno aquí me hallo encerrada con ustedes.-de reojo miró al extraño anciano.-Es algo muy arriesgado lo que planteáis buen hombre, no creo que en algo como  la  vida humana se deba proceder a la ligera. Aunque mucho hayáis vivido solo Sigmar sabe cuanto os queda por vivir.-

  Son palabras de gran peso, para alguien quien se niega a darnos su nombre, por lo debo suponer entonces que si esperas que te hagamos casos señor de "nombre incógnito" ¿ te señalemos con el dedo o similar ?. 

   Por mi lado pueden llamarme Altonatha, con experiencia en el frente, pero nunca la suficiente como para considerarme una experta en estas cosas, mucho menos en esto de buscar soluciones de corte tan... Pragmáticas.

-Ante ustedes se presenta la que conocen los humanos como Floresta, embajadora del Pueblo Oculto de Alfheim- dije con una profunda reverencia. - Vengo para ayudar en poner freno al Caos en los límites del Imperio. No se engañen, no por amabilidad, ni por gusto. Es simple interés. Nuestra madre, teme que el Caos penetre en nuestras mágicas y luminosas tierras. Y sin duda la mejor manera es pararlo antes de que llegue a nuestras puertas.

- Tengo curiosidad por las costumbres de las gentes de aquí y estaría dispuesta a compartir información de las mágicas tierras de donde provengo a cambio de buenas conversaciones.

Y allí estaba ella, rodeada de una multitud de lo más variopinta. Un sueño hecho realidad. Pensó con mofa. Es lo que tenía ser una elfa que odiaba al 98% de seres con la capacidad de hablar de esta existencia. Pero estaban ahí para cumplir una misión y eso es lo que haría. Observó a cada uno de ellos.

A la primera "mujer", si es que se le podía llamar así, que habló. Pobrecita, debe ser que en Kislev no tienen espejos... Luego vinieron el grandullón, el mártir, la buena samaritana, la desconfiada y el hada del bosque. Todo muy entretenido.

Adoptó una pose contra una pared más cómoda. Levantó una mano pidiendo turno para hablar. Me llamo Ariel y mi intención es la de solucionar esto cuanto antes, como la vuestra. Pero seamos sinceros, no tenemos nada de nadie como para empezar a apuntar a gente con razonamiento real. Así que, está claro que vamos a tener que empezar por algo. No me parece mal votar al que se ofrece como blanco. Le señala con la cabeza. A no ser que lo haga porque eso le haga ser más fuerte o tener más poder. No era por ser desconfiada, pero cabía la posibilidad. Pero como son todo suposiciones. Se encoge de hombros.

Observo con aburrimiento como se desentraña este "bizarro" grupo y sus respectivas presentaciones.
-Con educación seria una gran inicio, Kislevita.-
Dirigiendole un tono seco y firme a la que se presento como Gherta. Para continuar con un tono tranquilo hacia el resto.
-Me presento como Eloise Stiel, soy oriunda de Altdorf y me dirigía de regreso cuando este evento me encerró aqui con ustedes.-
Haciendo una saludo cordial a todos los presentes. Para dirigirme un momento al anciano que se postulo.
-Creo que debería reconsiderar su proposición noble anciano, hay maneras menos tortuosas para que uno abandone este mundo.-
Dirigiendole una mirada inexpresiva a la horca, luego a el y asi volver a mi lugar cerca de una ventana y de nuevo a mis pensamientos.

Llegó a la plaza conforme se iba arremolinando más y más gente, todos de distintos lugares y hablando de frenar la amenaza que parecía unirles a todos.

-Johannes Schultz -dijo únicamente, llevándose la mano al sombrero de ala ancha y carraspeando- . Siempre he vivido aquí, y haré lo que sea necesario para que así siga siendo... No hay lugar para las fuerzas del mal en estas tierras, no mientras yo esté -dijo, observando a todos los presentes y retirándose a un segundo plano, atento a lo que dijeran.

Sonrió al tal Burgsen, parecía ser el único hombre de verdad allí.

—De oso tienes bastante, pero te falta mucho para que te llame papá —terció, divertida.

Algunos se fueron presentando, otros aún callaban. Sus enemigos estaban entre ellos, entre las sombras, en silencio o interpretando un papel. No podía confiar en nadie. Por supuesto respondió a ¿Eloise?

—He sido educada, no he dicho palabrotas aún.

Aunque algunas de aquellas personas no le gustasen podía, y debía, reconocer en ellos a potenciales aliados. Todos eran desconocidos. Se habían presentado, como ella. Todos menos uno. Uno había sido especialmente perturbador. Miró al anciano que había pedido morir.

—Nadie quiere morir, ni siquiera por una buena causa. ¿Cuál es la vuestra?

Recorrió la sala, buscó una silla y se sentó. Aquello le llevaría tiempo. Pasó unos momentos acariciando el filo de sus hachas, pensativas, antes de volver a retomar la conversación.

—O bien sois el enemigo que trata de confundirnos, o bien no lo sois y tenéis una visión especial del mundo. Y si es así ¿No sería mejor compartir vuestra visión en vida que perecer con ella? Sería un desperdicio¿De verdad podéis ser útil más allá de la muerte? Los muertos no hablan, señor. Los muertos callan.

La intervención de Bragg fue seguida por una un tanto desconcertante y que en seguida captó la atención de muchos. Demasiados para el gusto de Bragg.

¡Paparruchas!

Veo que hay por aquí muchos poco viajados... Ya les dije que yo me he movido mucho y he visto mucho. El viejo no es el primer masoquista que veo, pero sí el primero que ha alcanzado su edad a pesar de serlo y también el primero con una estrategia tan frontal. Esa gente no es de fiar, siempre quieren sufrir daños ellos mismos antes que cualquier otro, y eso no es natural.

​​​​​​​Se acercó al anciano y le dio una palmada en el hombro.

No seré yo quien le ayude a cumplir un deseo tan ridículo, abuelo. Y si sus motivos son otros, entonces su muerte puede esperar un poco.

Entonces se giró hacia Gherta que, nuevamente, había hablado justa antes que él.

Lo único que te falta para llamarme Papá es ser consciente de cuánto deseas hacerlo, nena.

Como respuesta no era buena, pero podría haber peleado por ser mejor si la hubiera pronunciado alguien cuya arrogancia estuviera justificada. Y también si inmediatamente después Bragg no se hubiera rascado la entrepierna.

Viendo ya como algunos empezaban a señalarlo, tratando de salvar la corta vida que le quedaba en este mundo, este simplemente tomó un largo trago de su pipa antes de volver a expulsarla, llenando la zona en la que estaba de un denso humo que tan solo se dejaba ver las brasas de la pipa.

-No entiendo porqué no queréis votarme ahora y evitar algún empate o la muerte fortuita de alguien inocente. Además, después de estas votaciones se demostrará mi inocencia. A mi modo de ver son todos ventajas para los que aquí aún nos consideramos inocentes... ¿Y el precio?. Absolutamente nada...

Poco a poco todos empiezan a hacerse notar, a presentarse, o a explicar sus motivos por los que están aqui. Gherta demuestra una verdadera altanería, obviamente demostrando su orgullo, como buena defensora que dice ser.  Y no podía faltar un hombre rudo como Bragg, un viajero que ha visto horrores y otras cosas prohibidas. ¿y si uno de esos horrores se le ha metido dentro?.

-Aquí nadie es fiable, forme parte del imperio o sea un viajero o extranjero de otras tierras – miro a los susodichos, especialmente parándome en la elfa Floresta – pero venir para arriesgar la vida en un momento tan crucial para el imperio, solo por “interés y curiosidad”, me parece totalmente absurdo – la miro con desconfianza – y poco confiable. Espero que no te interesen “las costumbres” de ese viejo -digo dirigiéndome a él – que curiosamente dice que nos “dirá su nombre” al acabar la votación, cuando supuestamente pedía que le votásemos a él. Los muertos no hablan viejo, de que nos sirve tu nombre después de muerto? Si quieres suicidarte ahí tienes la horca, ahora danos un buen nombre o una mejor explicación de tu extraña petición.

Todos sospechábamos de las palabras del viejo ahora. Eso no era bueno, es imposible saber a ciencia cierta quien es inocente y quien está corrupto aquí.

-Mi nombre es Jorjos Baldleof. He servido al imperio desde que tengo memoria. Y esta vez seguiré haciéndolo hasta que no quede ni un corrupto entre nosotros. - *y visto el repertorio de personal, los hay bastante peligrosos.

-Porque cuando anunciéis que me colgaréis a mi, alguien irrumpirá aquí a decir "¿Pero qué hacéis?, insensatos si el es... bajadlo de inmediato". Así que, me ahorraré mi presentación, sabréis que soy leal, y nadie será colgado al azar sin tener ningún tipo de información extra... ni tampoco se producirá un empate.

La confianza que tenía el anciano en su plan era tan solo la que un loco tendría en su mundo de fantasía o un sabio en los conocimientos que hubo adquirido a lo largo de incontables años y experiencias a lo largo de su vida. Aunque parecía ser difícil que aquel hombre consiguiera algo que no fuera cáncer de pulmón, o de traquea...

-Aunque supongo que esto puede ser una mentira... pero confiar en mi palabra es la única opción que tenéis a eliminar a otro a ciegas... ¿Qué será lo que escogeréis?.

-El dilema moral que plantea el viejo es muy peligroso. Yo creo que precisamente lo postula sabiendo ni mucho menos todos lo votaremos a él al completo, me huele a un clásico divide y vencerás. Sin embargo, esa división no nos permitirá separar sin más la paja del grano. Aunque en tu mente el plan funcionase, seguiríamos mezclados los inocentes con los impuros en el anonimato que da el rebaño.

Eso por no mencionar que una vez muerto no podrás entonar tu nombre, a menos que haya algo más oculto tras tus intenciones que nosotros no sepamos. Además, si te matásemos y resultases ser inocente el caos habría obtenido una pequeña victoria, pero si fueses culpable tu ardid habría fallado ante la unidad del Imperio.- no había una respuesta fácil ante aquella situación, tan solo esperar tratando de dilucidar las verdaderas intenciones de todos los allí congregados.

-Si fuera un culpable, no me expondría tanto. A fin de cuentas, estaría siempre marcado por alzar la voz y ser tan, sospechoso, como algunos dicen que soy. Mucho menos daría la excusa perfecta para que cualquiera con temor a ser votado por su "fuerte" personalidad... o incluso a votar al azar y terminar con más bajas de inocentes.

El hombre escondido detrás de aquella nube de humo, tomaría una leve pausa mientras las brasas de la pipa se intensificaban en color, y tras unos segundos, aquel humo volvió a intensificarse con una mayor cantidad del mismo. Al parecer aquella pausa había sido hecha para fumar un poco más.

-Podéis votarme ahora. Y si soy inocente hay dos resultados posibles: Si digo la verdad, demostraré mi inocencia. Si miento, moriré... pero creo que ambas opciones os convienen más, pues seré un leve estorbo.

-Podéis no votarme. Y si soy inocente no lo sabréis... y si soy culpable tampoco... Y probablemente ocurra algún empate de inocentes, que sería el peor de los casos... y quizás algún inocente más importante que yo muera...

-Podéis votarme ahora. Y si soy culpable... bueno, uno menos. Quedarían dos.

Las brasas tras la nube de humo, se volvió a intensificar, y esta a crecer.

-Lo miréis por donde lo miréis, tenéis la opción de votarme, o arriesgaros a matar a un inocente al azar o a causar un empate... ¿Qué es lo que escogeréis?. La decisión es vuestra, pues yo ya se a quien votar...

Todo lo que dices puede ser cierto, pero puede esperar a mañana, porque hay una posibilidad que no has mencionado y es que por votar por tí e intentar ajusticiarte antes que cualquier otro, todos parezcamos menos tú.

Personalmente, eres un buen candidato para ser votado mañana si no hay nada mejor y un pésimo candidato para ser votado hoy ante el riesgo de que tus mentiras encierren un riesgo real para todos los demás.

O dicho de otro modo: ¡¡Paparruchas!!