Partida Rol por web

Hogwarts. Seminario de Artes Arcanas {18+}

Isobel L. Balnaid

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09/06/2024, 03:00
Isobel L. Balnaid
Personaje Casa Edad Especialidad Relacion
Aileen Mackay Griffindor 24 - Diplomacia? Conocida de vista
Alexander Ravensoft Ravenclaw 26 DAO No respondió
Aster Hare Hufflepuff 24 - Diplomacia? -
Augustus Malfoy Slytherin 26 DAO Amistad o más bien...Ya veremos....
Elizabeth Mcgreggor Hufflepuff 24 Magizoología -
Eris Harper Ravenclaw 24 -Alquimia? -
Evelyne Dupont Griffindor 24 Diplomacia No respondió
Fiosrsach Blawenblosm Ravenclaw 24 Magizoología -
Gideon Fawcett Slytherin 25 Magizoología Compartimos curso, relación cordial, distante
Isobel Balnaid Griffindor 25 DAO Tormentosa relacion :P
Kane Gryson Slytherin 26 DAO Compartimos profesión, cordial
Kieran Moribhan Hufflepuff 26 DAO relación de vista, cordial
Lucien Bertrand Ravenclaw 24 Alquimia Amistad
Meredith Goldstein Griffindor 25 Diplomacia Cercana, amistad distante
Naiche Marshall Hufflepuff 24 Alquimia -
Piper Brady Griffindor 24 Magizoologia Contigo no, bicho
Tiberius Mortimer Slytherin 24 Alquimia -
         
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29/08/2024, 02:23
Isobel L. Balnaid

La habitación estaba en penumbra y el sonido de su respiración llenaba el silencio denso que se le antojaba insoportable. Su perfil se marcaba con el haz de luz cetrina y tenue que penetraba por el tragaluz de la mazmorra.

El día estaba turbio y encapotado, con ese bochorno de finales de verano que pegaba la humedad fría a la piel. El sosiego se rompía con el rasgar de la pluma sobre el papel, mientras su mano rozaba el pergamino rugoso con una sinuosidad decadente, recorriendo los pliegues de la superficie mientras ella, de reojo observaba la sinuosidad de los dedos expertos imaginándose que los arrastrase sobre su piel dejando a su paso un rastro de ardor helado.

El aula se había quedado solitaria tras la marcha del último compañero y tan solo restaban dos personas separadas por un abismo que los unía como un imán. El crepitar del cabo arrojaba una suerte de luces y sombras que parecían acariciar los secretos que desvelaban sus pupilas dilatadas, expectantes y velando a la imaginación el rubor que incendiaba las mejillas de la joven.

Los labios voluptuosos de él se entreabrieron con una morosidad sensual que aceleró el vaivén de su busto, preguntándose también si esa parsimonia se sentiría tan vívida y suave sobre los suyos propios incitada ante la promesa de un contacto efímero en un duelo de lenguas.

Ensimismada en el deleite de fantasear con el sabor a canela tibia de su piel, no se percató de cómo resbalaba el papel sobre la madera, deslizandose por la dermis del pupitre flotando ligero hasta el suelo.

Su compañero desvió la mirada, indolente y se agachó a recogerlo con una peligrosa mirada ladina.

Entendió su significado cuando su vientre dio un vuelco al sentir su indice enroscarse en el tobillo, ascendiendo rebelde por la pantorrilla, sobre las medias que transmitían todo su ardor, hasta una liga primorosamente bordada, levantando en su rebeldía, la falda larga para perderse en los recovecos de los recovecos de su corva, aventurándose irreverente y osado por la cara interior del muslo que irradiaba palpitaciones a cada milímetro que avanzaba.

Involuntariamente, cerró los ojos, dejando caer la cabeza hacia atrás, abandonada a la líquida sensación sensual que nacía en algún punto del bajo vientre, indefinida y desconocida, mordiendo el libidinosa el labio inferior con el abandono de quien se siente decadente entre los susurros de su consciencia

Y a las puertas del cielo, la tempestad golpeaba en su pecho, convirtiéndola en una criatura anhelante de una satisfacción ignorada cuyo gemido brotó al retirar el elemento de su tortura. Acomodó la tela de la saya cuando los ojos de la muchacha suplicaba por  la culminación de un gozo ancestral.

Reconociendo la misma voracidad en su igual, no dudó en recorrer el contorno de su mandíbula con un pulgar que abría los labios, que antes pinzaban los dientes, preguntándose si aún podían calmar como bálsamo la calentura que le consumía.

Se asomó a la ventana de sus ojos reconociendo la anticipación que los hacía vibrar en un mismo tono, al unísono, en una respiración pesada que los diluía en un único ser febril, embebidos del interior, el uno en el otro. La distancia que los separaba irradiaba un fervor y resbalando la yema sobre la seda de la comisura, entreabrió la boca, acortándola furiosamente, robando un gemido lúbrico.

Al contacto, la piel del hombre se evaporó como una burbuja explosionada en su faz, desapareciendo volátil y traicionera entre las sombras del candil.

Abrió los ojos, sola en su dormitorio, perdida en lo vívido de su ensoñación que había dejado el rastro de una dolorosa humedad en su centro