Personaje | Casa | Edad | Especialidad | Relacion |
Aileen Mackay | Griffindor | 24 | - Diplomacia? | Conocida de vista |
Alexander Ravensoft | Ravenclaw | 26 | DAO | No respondió |
Aster Hare | Hufflepuff | 24 | - Diplomacia? | - |
Augustus Malfoy | Slytherin | 26 | DAO | Amistad o más bien...Ya veremos.... |
Elizabeth Mcgreggor | Hufflepuff | 24 | Magizoología | - |
Eris Harper | Ravenclaw | 24 | -Alquimia? | - |
Evelyne Dupont | Griffindor | 24 | Diplomacia | No respondió |
Fiosrsach Blawenblosm | Ravenclaw | 24 | Magizoología | - |
Gideon Fawcett | Slytherin | 25 | Magizoología | Compartimos curso, relación cordial, distante |
Isobel Balnaid | Griffindor | 25 | DAO | Tormentosa relacion :P |
Kane Gryson | Slytherin | 26 | DAO | Compartimos profesión, cordial |
Kieran Moribhan | Hufflepuff | 26 | DAO | relación de vista, cordial |
Lucien Bertrand | Ravenclaw | 24 | Alquimia | Amistad |
Meredith Goldstein | Griffindor | 25 | Diplomacia | Cercana, amistad distante |
Naiche Marshall | Hufflepuff | 24 | Alquimia | - |
Piper Brady | Griffindor | 24 | Magizoologia | Contigo no, bicho |
Tiberius Mortimer | Slytherin | 24 | Alquimia | - |
La habitación estaba en penumbra y el sonido de su respiración llenaba el silencio denso que se le antojaba insoportable. Su perfil se marcaba con el haz de luz cetrina y tenue que penetraba por el tragaluz de la mazmorra.
El día estaba turbio y encapotado, con ese bochorno de finales de verano que pegaba la humedad fría a la piel. El sosiego se rompía con el rasgar de la pluma sobre el papel, mientras su mano rozaba el pergamino rugoso con una sinuosidad decadente, recorriendo los pliegues de la superficie mientras ella, de reojo observaba la sinuosidad de los dedos expertos imaginándose que los arrastrase sobre su piel dejando a su paso un rastro de ardor helado.
El aula se había quedado solitaria tras la marcha del último compañero y tan solo restaban dos personas separadas por un abismo que los unía como un imán. El crepitar del cabo arrojaba una suerte de luces y sombras que parecían acariciar los secretos que desvelaban sus pupilas dilatadas, expectantes y velando a la imaginación el rubor que incendiaba las mejillas de la joven.
Los labios voluptuosos de él se entreabrieron con una morosidad sensual que aceleró el vaivén de su busto, preguntándose también si esa parsimonia se sentiría tan vívida y suave sobre los suyos propios incitada ante la promesa de un contacto efímero en un duelo de lenguas.
Ensimismada en el deleite de fantasear con el sabor a canela tibia de su piel, no se percató de cómo resbalaba el papel sobre la madera, deslizandose por la dermis del pupitre flotando ligero hasta el suelo.
Su compañero desvió la mirada, indolente y se agachó a recogerlo con una peligrosa mirada ladina.
Entendió su significado cuando su vientre dio un vuelco al sentir su indice enroscarse en el tobillo, ascendiendo rebelde por la pantorrilla, sobre las medias que transmitían todo su ardor, hasta una liga primorosamente bordada, levantando en su rebeldía, la falda larga para perderse en los recovecos de los recovecos de su corva, aventurándose irreverente y osado por la cara interior del muslo que irradiaba palpitaciones a cada milímetro que avanzaba.
Involuntariamente, cerró los ojos, dejando caer la cabeza hacia atrás, abandonada a la líquida sensación sensual que nacía en algún punto del bajo vientre, indefinida y desconocida, mordiendo el libidinosa el labio inferior con el abandono de quien se siente decadente entre los susurros de su consciencia
Y a las puertas del cielo, la tempestad golpeaba en su pecho, convirtiéndola en una criatura anhelante de una satisfacción ignorada cuyo gemido brotó al retirar el elemento de su tortura. Acomodó la tela de la saya cuando los ojos de la muchacha suplicaba por la culminación de un gozo ancestral.
Reconociendo la misma voracidad en su igual, no dudó en recorrer el contorno de su mandíbula con un pulgar que abría los labios, que antes pinzaban los dientes, preguntándose si aún podían calmar como bálsamo la calentura que le consumía.
Se asomó a la ventana de sus ojos reconociendo la anticipación que los hacía vibrar en un mismo tono, al unísono, en una respiración pesada que los diluía en un único ser febril, embebidos del interior, el uno en el otro. La distancia que los separaba irradiaba un fervor y resbalando la yema sobre la seda de la comisura, entreabrió la boca, acortándola furiosamente, robando un gemido lúbrico.
Al contacto, la piel del hombre se evaporó como una burbuja explosionada en su faz, desapareciendo volátil y traicionera entre las sombras del candil.
Abrió los ojos, sola en su dormitorio, perdida en lo vívido de su ensoñación que había dejado el rastro de una dolorosa humedad en su centro