Suspiro, cansada de todo, el interés por lo que tenga que decirme se mantiene, aunque no creo que vaya a durar mucho. Pero no voy a estar tomando decisiones que se antojan indiferentes. -Me da igual...- Absolutamente todo. Las dos últimas palabras no han sido pronunciadas, pero por algunas notas del tono no hay que ser demasiado listo para saber como continuaba la frase…
Me retiro de Samuel y de su contacto, sin mirar a ninguno de los dos hombres que conozco, y me dirijo al mostrador, una corta distancia sola, sin ayuda… un preludio de lo que va a ser el resto de mi vida. Acuden unos mareos y vértigos, pero los consigo controlar, sin que se note… demasiado.
Al llegar, me apoyo, pues sigo sabiendo el límite dentro del que tengo que moverme, no estoy para heroicidades. Lo tengo bastante claro. Saludo con la cabeza y una expresión ausente a la enfermera que se encuentra detrás del soporte. Seria -Soy Audrey Osborn,- Señalo entonces la puerta por la que acabo de salir, con mano cansada pero estable -De esa habitación. Déme mi bolso y mis objetos personales...
Suspiro otra vez, pesadamente, me falta el aire, las fuerzas… las ganas de vivir, de nada. Pero de vez en cuando parece llegar una idea racional a la sorprendida mente, la que acude ahora es que será mejor no parecer una loca, ni pagar mis problemas con nadie, esa es una de las pocas cosas que aprendí del último desastre, de la otra vez que pasé por un hospital parecido a éste, como para no haber aprendido esa pequeña lección, pague con creces su desconocimiento… así que acabo la frase con una desidia, camuflada, en el susurro -Por favor.
La mujer, que se encontraba situada tras el mostrado, no había prestado atención a lo que ocurría en el pasillo.
Los años de experiencia le habían enseñado a abstraerse de todo lo que ocurría en las cercanías de su puesto de trabajo, siempre y cuando no tuviera que ver con alguna urgencia médica.
Demasiadas veces eran las que los familiares de los pacientes decidían que el pasillo era un lugar mucho mejor para mantener conversaciones, y poco importaba que se les indicara que fueran a la sala de espera, pues al cabo de unos minutos estos eran sustituídos por otros individuos procedentes de una habitación diferente.
Ese fue el motivo de la mirada sorprendida cuando la enfermera sintió que las palabras de Audrey iban dirigidas a ella.
Por un instante pareció que iba a pedirle que repitiera lo que acababa de decir, pero finalmente, la información llegó hasta su cerebro aunque fuera con un par de segundos de retraso.
Los ojos se enfocaron y, ahora sí, se fijó en la mujer pelirroja que tenía delante, repasando mentalmente los historiales que se encontraban en su poder, para relacionar el nombre dado con los motivos del ingreso de aquella que se había declarado a sí misma como paciente del hospital.
Un momento, por favor. - respondió bajando la mirada y dejando que sus dedos volaran sobre el teclado que tenía delante, fijando la mirada en el monitor - Disculpe, señorita Osborn, pero al parecer aún no ha sido dada de alta. Me temo que no puede abandonar el hospital hasta que el médico de su consentimiento.
Ese fue el instante en que Samuel decidió ocupar un lugar junto a Audrey, mientras que James se acercaba tambien, aunque manteniendo aún un par de metros entre él y el mostrador.
Perdone señorita - el tono de voz, del compañero de trabajo de Audrey, se mostraba seguro, al igual que las manos que, entrelazadas, tenía colocadas sobre la superficie que tenía ante sí, sosteniendo en ellas una cartera, la cual abrió y extendió ante la mujer para mostrar su identificación - pero es necesaria la presencia de la señorita Osborn para ayudarnos con la investigación. Si ella considera que se encuentra en condiciones de acompañarme, asumiré la responsabilidad.
La mujer no parecía nada convencida, pero la identificación ayudaba bastante a aclarar las ideas, por lo que, tras fruncir el ceño de forma considerable, mostrando su contrariedad, finalmente asintió con un gesto seco. - Está bien, pero debería presentarse mañana para observación.
Tras aquellas palabras volvió su atención nuevamente hacia Audrey, tras lo cual se levantó y se encaminó hacia un pequeño armario que se encontraba a sus espaldas, tomando algo de él y volviendo nuevamente a su posición - Aquí tiene su bolso, señorita.
Escucho con un poco de la educación que descubro todavía dentro de mí, sin que en mi gesto se vislumbre que me importa mínimamente lo que me dice, sólo que las sílabas que pronuncia están llegando a mis oídos, aunque sin que me importe demasiado el significado… Irme… quedarme… ¿De verdad es tan importante? Lo dudo, lo dudo mucho. El resultado es el mismo.
Es entonces cuando llega lo más parecido a un caballero andante, en mi ayuda, o quizás eso pensará él, a lo mejor no es por mí, sino simplemente por su propio interés, porque… déjalo, Audrey, no gastes energías en algo que te importa tan poco.
Me froto el lado derecho de la cara con la mano, los ojos se me cierran mientras siguen hablando, el raciocinio me abandona por momentos, el interés ya es casi inexistente…. ¿Por qué sigo en esto? ¿Por qué se empecina todo el mundo en no dejarme tranquila? Suspiro resignada, escucharé lo que tenga que decir y me iré para siempre. No puede tardar mucho.
Recojo el bolso, sin mirar a la mujer a los ojos -Gracias.- ¿Ha dicho algo de que tengo que venir? ¿Cuándo? ¿Y para qué?... las preguntas desaparecen conformen son pronunciadas en mi mente, evaporándose instantáneamente, si no me he molestado en retener la información, mucho menos voy a preguntarla de nuevo…
Me separo de ella, de ellos, deslizándome un poco por el mostrador, para ver si está el móvil… la herida vuelve a abrirse, o puede que en realidad nunca se haya cerrado lo más mínimo. Está. Justo al verlo mis padres vuelven a ser una lacerante realidad, los últimos conocedores de que nuestro mundo ha cambiado para siempre. Los pobres van a sentir algo peor de lo que yo he aguantado durante estos tres años. Ojalá pudiese cambiarme con ellos y aliviar su dolor, ni me lo pensaría ni me importaría, yo ya tengo práctica… Vuelvo a guardarlo, aplazando lo inevitable y me giro a los dos hombres que están a mi lado. Malditas las ganas de estar con ellos…
No tengo mucho tiempo, Samuel.- Coloco el bolso en el hombro, levantando lentamente la mirada al compañero de trabajo, siéndome indiferente lo que pueda leer o lo que reflejen, ni él ni nadie que no sean mis padres. -Tú dirás... Tampoco es relevante a dónde tenga que encaminar mis pasos. Puede que mi cuerpo sea lo único que les siga...
Aquí no. - insistió nuevamente con gesto de preocupación, quizá anticipando lo que podría ocurrir cuando soltara la bomba con la que había venido cargado hasta el hospital. Desde el mismo instante en que lo había descubierto le había estado dando vueltas a la forma de decirlo, buscando la mejor forma, sólo para descubrir que no había ninguna buena. Quizá por eso se le antojaba tan difícil el comenzar e intentaba retrasarlo lo máximo posible - A mi me han traído, así que podemos ir en tu coche James. Tu vehículo es seguro y no tiene oídos ajenos. Ya sabes dónde vamos.
Mientras hablaba encaminaba sus pasos hacia el final del pasillo, donde se encontraban los ascensores, pulsando el botón de llamada y manteniendo la mirada fija en las puertas, las cuales se abrieron al momento. No había hecho falta esperar al ascensor, puesto que se encontraba ya en aquella planta.
Maldijo por ello para sí mismo, pues eso le había robado unos cuantos segundos de la engañosa tranquilidad de la que disfrutaba en aquel momento, acercando el instante en que ya no podría retrasarlo por más que lo deseara.
En completo silencio, con una Audrey que se dejaba llevar, bajaron hasta el aparcamiento y caminaron hasta donde se encontraba el coche de James.
No lo había cambiado. Era el mismo que tenían cuando todavía estaban juntos y que fue lo único que se quedó él además de su ropa.
De repente él y sus cosas habían desaparecido, dejando un hueco vacío en el armario y otro menos visible en la propia Audrey.
La decisión de la colocación en el interior del coche fue tomada en completo silencio, quedando James como conductor, Samuel justo a su lado y Audrey con toda la parte trasera para ella, aunque lo mismo le hubiese dado que la dejaran en aquel aparcamiento. No le importaba nada excepto sus progenitores...ellos le habían dado la vida y ahora ella estaba obligada a quitársela a ellos. Se odiaría por ello. Un dolor más que añadir a los anteriores.
Cuando se introdujo dentro del coche, debido a lo raro del movimiento, sintió más que vió que James quitaba algo del salpicadero y lo metía deprisa en el interior de la guantera.
Por un momento la curiosidad ganó la batalla y observó atentamente el lugar del salpicadero donde debía estar lo que James había apartado de la vista. Parecía un portafotos, ahora vacío.
El sonido del motor le indicó que finalmente se ponían en marcha. Quizá tendría que haberse negado a subir al vehículo, pero ahora ya era tarde y Samuel tendría que decir aquello que supuestamente era tan importante. ¿Acaso podía haber algo más importante que la muerte de su hermana? A juicio de él sí que lo había, pero ahora habría que comprobar si ella era de la misma opinión.
Cuando nos enteramos de lo ocurrido fuimos rápidamente para allá. - comenzó sin aviso previo - Me habían informado del nombre de quien habitaba allí y supe inmediatamente de quien se trataba.
Cuando los bomberos terminaron de apagar el fuego entramos y pudimos comprobar que los daños se centraban casi exclusivamente en el salón, así que investigamos el resto de la casa y encontramos una habitación que disponía de un ordenador y diversas notas colocadas a su alrededor...vuestros nombres se encontraban en varias de ellas. - ahora que había comenzado le resultaba casi imposible parar de hablar, hasta que hubiera expuesto todo lo que sabía - También había otras que hacían referencia a nuestro querido presidente - la ironía se marcaba en cada una de sus palabras - y a ciertas actividades que, al parecer, realiza en el sector norte.
Finalmente nos llevamos el ordenador para poder estudiarlo en el laboratorio. Si hubiese sido un incendio normal no lo habríamos hecho, pero tratándose de una bomba debíamos seguir los procedimientos. - al parecer quería justificarse por llevarse propiedades de la hermana de Audrey, pero continuó casi en seguida - Carlee era una buena escritora pero no alguien que sepa esconder documentos en una computadora, así que no tardamos mucho en encontrar algo interesante...tenía un archivo con una imagen escaneada de un documento procedente de la industria farmaceutica Dwiglent. Se trataba de un informe de sus laboratorios con los datos de las pruebas de un fármaco y una lista de nombres de personas que habían servido de conejillo de indias.
En él se indicaba que no podía comercializarse porque provocaba malformaciones en los fetos de mujeres embarazadas e incluso abortos repentinos, pudiendo causar incluso la muerte de la madre.
Por fin se hizo el silencio. No cabía duda de que los ocupantes del coche sabían lo que vendría a continuación, pero ninguno quería escucharlo realmente, pero Samuel sabía que no podía parar ya y finalmente dejó que, casi en un murmullo, escaparan aquellos sonidos que había repetido una y otra vez en su cabeza - Audrey, tu nombre estaba en esa lista.
El coche frenó violentamente, apartándose a un lado de la calzada. James no gritó, ni dijo que aquello era imposible...simplemente se inclinó sobre el volante, apoyando la cabeza en él, dejando que sus hombros temblaran, ya que no podía controlarlo en ese instante.
Todas las lágrimas que había acumulado durante tanto tiempo se derramaban ahora, augurando que ya jamás pararían.
El tiempo se ha parado. Desde el momento en el que comienzo a seguirles (casi arrastrándome) por el pasillo del hospital hasta el de arrancar el coche lo único existente es una duermevela, eso sí, dolorosa como pocas.
Pero vuelve, con toda la brutalidad de la que es capaz, con unas frases que desgarran, pues escuchar la desgracia por su boca no hace sino llevarme al edificio de nuevo, a ese estruendo y ese caos, a esa sensación de sinsentido que me acompañará ya para siempre. A los valiosos últimos segundos que pasé con ella, besando su aterciopelada mejilla…
La mirada está en el suelo del coche, no sé por qué, pero verlo me recuerda aquella única vez que fui aquí dentro sin ser la copiloto, esa en la que se me escapaba la vida en forma de líquido rojo… un recuerdo fugaz, breve pero intenso. Como si se tratase de un preludio del tema de conversación… o la continuación de la pesadilla.
Samuel continúa, está componiendo un rompecabezas que desconozco por completo, con unos detalles oscuros que hacen que la poca lucidez que tengo cobre vida, que recupere una concentración en la realidad que ya no tenía ningún aliciente para mí…
No hay palabras, discursos o simples exclamaciones que puedan reflejar mínimamente el torbellino de pensamientos y sensaciones que me abruman durante el momento en el que no se escucha absolutamente nada dentro del coche, la mirada está perdida en el centro de la parte delantera, y las manos aprietan con fuerza el jersey, en una zona que ha sido acariciada con devoción por dos de las tres personas que poblamos el coche ahora. Alcanzo a parpadear, sin poder razonar sobre nada, mientras que a la vez la mente está, sigue, marchando y volviendo, a aquella, a esta época, vertiginosa y lentamente, sin ningún control sobre nada.
Justo cuando Samuel sentencia es cuando me siento morir...
** Felicidades señor y señora Palmer, van a tener un niño.- El rostro ilusionado y sonriente de ambos pasaba de mirarse entre ellos al monitor de la ecografía, las manos entrelazabas se apretaron intensa e instantáneamente cuando escucharon el sexo del futuro bebé. La felicidad casi no les entraba en la cara. El nombre del pequeño llegó entonces a la mente de cada uno, Audrey se había emperrado, si era un niño, deseaba otro James, en su fuero interno quería que fuese igualito que su marido, y quería empezar por eso, porque tuviese el mismo nombre. James rogó al inmenso océano, en silencio, que fuese pelirrojo como su madre, mientras, se inclinó para besar la frente de la joven.
Tiene el tamaño normal para el tiempo de gestación en el que usted se encuentra, pero son necesarios ciertos cuidados...- Asintieron inmediatamente, lo que hiciese falta. -Verán, a partir de ahora el feto va a crecer rápidamente, así que le voy a proporcionar un complemento vitamínico.- El médico se puso algo tenso, serio, de hecho dudó por un momento, pero ellos estaban tan contentos que ni se percataron. -Vitalgamar.- Y le dio a James un bote de pastillas verdes, el color preferido de Audrey, el supuesto color de la esperanza…
Tome una pastilla después de desayunar y otra antes de ir a dormir.- Y entonces, demostrando la unión que tenían y que todas sus expectativas e ilusiones estaban dentro de esa ya incipiente barriguita, contestaron al unísono, firmemente convencidos:
Por supuesto.- Se miraron divertidos por haberlo vuelto a hacer…**
…. Por ser la mejor forma de escapar de este dolor. Morir para dejar de sentirlo, pues ha cobrado vida propia y se va a llevar la mía en el camino.
Un gemido de puro y concentrado sufrimiento se escapa mientras el coche para violentamente, una respiración agónica es exhalada, cierro los ojos para controlar el mareo que se apodera sin piedad de mi ser. Cada célula de mi cuerpo quiere desintegrarse, está luchando para unirse al lacerante dolor, rendirse y no tener que volver a sentir otra sacudida como la provocada por lo último escuchado. Para siempre. Por lo que sé con seguridad.
Pero no puedo, no quiero. Un segundo en el que decido vivir, aunque el motivo no esté claro todavía, es sólo una sensación, un atisbo de algo, después de tres años algo está cobrando vida dentro de mí. Cuando me quedaba practicamente nada para estar muerta.… Si hubiese querido, habría muerto, lo creo, lo sé… pero no. No voy a hacerlo. He decidido que no voy a hacerlo…
Una de las manos corre a abrir la puerta del coche que se compartió en otra vida. Un mareo que no es ni remotamente parecido al que sentí aquel día. Tengo que expulsarlo, tengo que expulsarlo para que no me destruya. Ahora no. Varios centímetros, suficientes, los justos y necesarios para poder caer en el espacio exterior, en el asfalto, respirando un aire fresco que no alivia el agitación que se está produciendo, la que se origina en lo más profundo de mi ser. En mi vientre.
Me dejo caer sobre mis flexionadas rodillas, saliendo inmediatamente después en interminables arcadas el dolor y la bilis que había dentro de mí, todo lo que me había estado estrangulando desde ni se sabe cuándo. Van acompañadas de lágrimas, es tanto lo que tiene que ser expulsado… una liberación que es casi exigua, pues queda mucho dentro, pero que consigue romper el bloqueo al que he estado acostumbrada desde hace tres años. El que me ha acompañado durante ese largo tiempo. Las barreras no sirven ya, son demasiado pequeñas, no pueden estar si lo que quiero es seguir viviendo...
Si Audrey Osborn supiese lo que es sentir la lluvia sobre una misma hubiese deseado que la recorriese en el agónico momento, que fuese intensa, liberadora, que la ayudase a aliviar lo que la desgarra, quedarse bajo ella un buen rato al finalizar las náuseas, sentirse limpia de cierta manera…
Pero también eso le ha sido robado.
Un sonido, similar al que ella misma había provocado al abrir la puerta trasera del coche, se abrió camino entre los ruidos que su cuerpo generaba al dejar salir de él lo poco que le quedaba en el estómago, aunque en realidad parecían proceder de lo más profundo de su alma, quejándose por unas heridas tan profundas que, irremediablemente, habían quebrado su espíritu, un espíritu que en la juventud había sido indomable, pero que ahora, golpe tras golpe, se había doblegado a la tristeza.
Las palabras de Samuel debían ser el golpe final. Una herida tal que la hubiese desangrado interiormente hasta ahogarla sin remedio...pero no era así. Algo se revelaba. Una fuerza que debía proceder de algún sitio ajeno a ella, pues Audrey sabía que no hubiese debido existir ni rastro de nada que no fuese dolor o tristeza. La pérdida lo había ocupado todo sin dejar el mínimo resquicio a cualquier otro tipo de sentimiento.
Pero al parecer se equivocaba. Quizá en algún lugar recóndito de su ser existía un mínimo escondrijo donde se habían aletargado sentimientos que ya no le pertenecían, y que ahora pugnaban por salir para recomponer los fragmentos de una mujer que apenas lo era.
En ese instante, con un ligero sobresalto, sintió que una mano se apoyaba sobre su hombro. No necesitaba mirar para saber a quien pertenecía.
Era la misma mano que tantas veces había sostenido la suya mientras caminaban por una calle completamente repleta de personas, pero sintiéndose que se encontraban solos. La misma que solía buscarla cuando, en la oscuridad de una sala de cine, la película dejaba de tener sentido porque no era capaz de transmitir los sentimientos que ellos mismos compartían. Una mano que había sido sus sostén en el pasado, pero tambien la que se había apartado cuando más la necesitaba, por mucho que ella misma provocara que la sensación fuese justamente la contraria.
Esos dedos le habían acariciado las mejillas, los brazos...cada centímetro de su piel. Y ahora regresaban del pasado para volver a posarse sobre ella.
Le sujetaban el hombro, tirando de ella para hacer que se volviera hacia aquel que se había aproximado.
Cuando lo hizo se encontró con el rostro descompuesto de James, de cuyos ojos surgían sendos torrentes de lágrimas.
Era curioso. No recordaba haberle visto llorar nunca, ni siquiera cuando la desgracia había hecho acto de presencia para destruir la familia que habían creado, pero ahora parecían surgir todas las lágrimas juntas.
Por supuesto ella no lo había visto todo. James había asumido el papel de fuerte pese a encontrarse destrozado. Lo hizo para intentar aligerar la carga de ella, sin darse cuenta que quizá eso mismo había ayudado para que ella lo apartase de sí misma. Pero no era la primera vez que lloraba. A veces, por las noches, cuando se encontraba en casa solo tras superar un día de trabajo, se sorprendía con el rostro húmedo mientras rememoraba momentos del pasado.
Infinidad de veces se encontraba mirando fíjamente el teléfono con una mano en el auricular, sabiendo lo que quería hacer...a quien quería llamar, pero siempre terminaba apartándola para no reabrir las heridas de la persona a quien quería incluso más que a sí mismo.
Pero ahora no podía mantenerse al margen. No quería hacerlo. Las palabras dichas por Samuel le habían corroído como el ácido, pasando de la más profunda tristeza a una rabia casi incontenible. Un cúmulo de sensaciones surgidas en apenas un segundo y que amenzaban con hacerle estallar la cabeza.
Pero Audrey era diferente. Su simple presencia también provocaba que otro de sus órganos amenazara con lo mismo, pero este se encontraba en el centro de su pecho y simplemente avisaba latiendo mucho más rápido.
El abogado observó el cabello de aquella que había sido su mujer. Un cabello con el que había jugueteado en multitud de ocasiones. Aún recordaba su tacto, su olor, así como la profundidad de aquellos ojos que ahora se volvían hacia él, pese a no estar seguro de si aquella era una mirada que le reconociera o si su dueña simplemente se había ido lejos del lugar donde se encontraban.
Audrey, - musitó tras humedecer sus labios un par de veces. La simple creación de aquella palabra, que había repetido tantas veces en la oscuridad de su habitación, le costó un tremendo esfuerzo. - levanta, por favor.
Apoyó su otra mano sobre el hombro libre de la mujer y tiró de ella levemente hacia arriba, ayudándola a alzarse. - Perdóname. No se por qué lo hice. Por qué te dejé sola. - puede que no fuera el momento adecuado para dejar surgir la culpa que reinaba en su interior desde largo tiempo atrás, pero puede que fuese la última oportunidad que tuviera para hacerlo. Al fin sus propios muros habían caído y, aunque fuese egoísta, necesitaba hacerle saber que nunca había dejado de quererla, que sus pensamientos habían permanecido fijos siempre en ella pese a no encontrarse a su lado. Pero para todo eso no tenía palabras aún, así que hizo lo único que podía hacer.
La atrajo hacia sí y la estrechó entre sus brazos con fuerza, apoyando su mejilla sobre el cabello de ella y dejando que su olor se filtrara nuevamente hasta lo más profundo de su ser.
Un minuto despues puede que tuvieran tomar una decisión del siguiente paso a realizar, pero ahora, con aquel gesto, James intentó volcar sobre Audrey todo el amor que siempre había contenido y que ahora surgía nuevamente de cada uno de sus poros, intentando envolverla con él.
Me froto los ojos, lo único para lo que todavía llegan las fuerzas. El contacto del asfalto y la oscuridad azul es lo único que mis sentidos captan, eso y un regusto amargo, e intenso, en la boca.
Levanto despacio la mirada que sigue algo perdida, por inercia, al escuchar mi nombre, al notar un contacto en el hombro, encontrando lo que debe ser lo más parecido al reflejo de mi propio dolor en otra persona. En él.
Me incorporo con cuidado, siguiendo su impulso, escuchando las palabras que se cuelan en el calmado espacio entre ambos, un significado que no quiero saber, una época que no quiero recordar. Una oleada que no estoy preparada para sentir.
El abrazo abre la herida, eso no es bueno... cierro los ojos, no puedo perderme ahora en lo que ocurrió, no puedo arriesgarme... No tengo nada que perdonar, no me hizo nada que yo no quisiera, yo quería que desapareciese de mi vida, él sólo me hizo caso. Como siempre. Me encontraba tan mal en aquel momento que ni siquiera me dolió.
Es entonces cuando cojo fuerzas de flaqueza, a la vez que aire y me separo un poco, lo único que puedo, luchando por no abandonarme. Bajando la mirada al espacio entre el y yo. Sin escuchar ni decir nada. No quiero hacerlo. No quiero hablar de eso, sé que tampoco puedo, puede que entonces si que muriese... No me voy a arriesgar, tengo que centrarme. Debo saberlo todo de lo otro, de lo que me mantiene con vida… por ahora. De la mayor injusticia que he escuchado nunca. Me retiro de su cálido hombro un poco más pero sin apartarme del todo, no soy tan fuerte. Para mirar hacia ambos, necesito decirlo, para saber que estoy viva y que es por esto.
Ella me lo dijo, que iba a hacer justicia, que iba tras Dwiglent,- ¿Por qué no le insistí más en que dejase esa investigación? ¿Por qué no me enteré antes de sus intenciones? La voz, contra todo pronóstico es estable. Soy la primera sorprendida. -Que… que hacen experimentos con humanos… y yo ni siquiera me planteé que…- Coloco una mano en la frente, apartando el flequillo de mi pelo, susurrando unas palabras que, aunque sean evidentes, debo pronunciarlas -Lo hacía por mí.
Por su sobrino.
Inspiro profundamente mientras muerdo mi labio inferior, muy dolorida, pero sin poder parar, me alejo del todo, es lo que tengo que hacer, al fin y al cabo. Un paso y un abismo de distancia -Habló de una conspiración, de que los Hijos del Sol la saben.- La mirada se detiene en Samuel, a través del cristal del coche, fija y seriamente. La otra persona que me ha hablado de ellos en el mismo día. El hombre que ha ignorado todos los protocolos y sacado la información del escenario, jugándose el puesto…. como poco. Como si supiese lo que podía encontrar.
La… la han matado. La han matando ellos.- Ya no lloró, ahora sólo odio a esos miserables. Ahora que por fin ha encajado el puzzle en mi cabeza. El dolor sigue ahí, pero quiero aliviarlo, ahora sí que quiero. Se lo debo. Miro a James, pretendiendo ser firme. Samuel dijo que lo sabe, ¿Cómo? ¿Por qué? Da igual -¿Adónde me lleváis?
Es muy raro estar tan cuerda cuando hace apenas unos minutos te has sentido tan loca.
James no hizo intento alguno por retenerla, por mucho que le costara el permanecer estático observando cómo ella se alejaba aunque fuera unos centímetros. El gesto de Audrey le dejaba claro lo que ya sabía...la había perdido hacía mucho tiempo y una disculpa junto con un abrazo no sería suficiente para salvar el abismo que los separaba, sobre todo si ella misma ya había tomado una decisión, como al parecer así era.
No podía culparla, y mucho más si pensaba en la situación que Audrey estaba atravesando en aquel momento.
De hecho él mismo debería centrarse, puesto que la noticia dada por Samuel había profundizado en su alma como la hirviente hoja de un cuchillo, destrozando todo lo que había encontrado a su paso para hundirse con saña en su interior.
En ese instante llegó una nueva afirmación por parte de Audrey. Unas palabras que consiguieron lo que parecía imposible...abrir aún más la herida que clamaba en su pecho.
Sólo pudo mirarla con tristeza, pero las palabras no acudían hasta sus labios. Por suerte Samuel lo veía todo desde una distancia, tanto física como emocional, más cómoda y él supo encontrar las frases necesarias para responderla.
Quizá no era el momento para una revelación así, claro que, ninguno era bueno.
¿Acaso crees que fuimos nosotros? - el hombre aún no estaba completamente seguro de haber entendido correctamente la afirmación de Audrey, pero todo le hacía pensar que ella estaba acusando a los Hijos del Sol - Hace tiempo que sabemos que Dwiglent oculta trapos sucios, pero nunca antes habíamos conseguido pruebas como esta. Está claro que tu hermana tenía recursos de los cuales nosotros no disponemos, y te aseguro que no es porque no lo hayamos intentado.
No respondió a la última pregunta de la abogada, puesto que, visto lo visto, no sabía si ella querría acompañarlos tras sus últimas palabras.
Todo dependía de la reacción de ella.
La mirada se pierde en los ojos de Samuel, confusa por lo que dice, tardando un segundo más de lo normal en volver a contestarle, tras conseguir captar el significado de las palabras en su totalidad y de averiguar el motivo del malentendido. Mi culpa, claro que sí. ¿De quién si no?
Niego con la cabeza cuando termina de hablar, impotente de no haberme explicado bien, ahora que el tiempo vuela. Ahora que tengo un motivo por el que me importa. Tengo que intentar controlar el remolino que noto a mi alrededor, debo hacer todo lo posible.
Me he expresado mal.- Suspiro levemente. -No me refería a que los Hijos del Sol hayan… hecho eso. Ella me habló bien de...- ¿Tu? ¿Vuestro? -...del grupo.- Aprieto los labios, que lo tenga claro en mi cabeza no significa que sea fácil hablar de esto ni de mi querida hermana. -Hablaba de los otros… los que tienen el poder. Sé que han sido ellos.- Lo miro sincera, también triste, algo que ya no va a desaparecer nunca. -De verdad.
Quiero ir, Samuel, necesito averiguar quien ha sido...- Las lágrimas quieren salir, pero no puede ser, todavía no me puedo abandonar a eso. No separo los ojos de los suyos. Aguantando como puedo. -Quiero que se haga justicia..- No tengo ni idea de cómo, ni siquiera un atisbo, pero es una certeza que ha ocupado mi corazón conforme ha sido pronunciada. Eso sí, tendré que hablar antes con mis padres, no me olvido de ellos, no lo haría aunque pudiera.
Lentamente, abro la puerta del coche, para entrar. Me noto mareada, lista para caer de nuevo, un dato que no necesitan saber, ahora tengo que estar firme y entera. O por lo menos aparentarlo. Levanto la mirada a James, un segundo nada más. No puedo darle otra cosa, sólo más silencios. No debería sentirme culpable por ese motivo, por lo que implica el comportamiento de ambos y la conversación, no se puede decir que él me lo haya contado todo. Pero no estoy para ese tipo de delicadezas ni reproches.
Llevadme, por favor.- Y me siento por fin. Suspirando cansada. Totalmente derrotada.
Vayamos pues. - asintió Samuel tras comprender que había malinterpretado las palabras de Audrey. Debía reconocerlo, aunque fuese a sí mismo...se encontraba demasiado susceptible y eso sólo podía deberse a todo lo que estaba ocurriendo a lo largo y ancho de Hoffnung.
Posiblemente la abogada pensara que lo ocurrido a su hermana era un hecho aislado, pero él tenía más información y algo se revolvía en sus entrañas. Era una sensación que no podía describir, pero que parecía gritarle desde dentro que las cosas iban mal, que todo se precipitaba hacia un punto. El problema era descubrir cuál era ese punto. - James, ¿te encuentras bien para conducir? Si quieres lo hago yo.
Pero el aludido respondió con una simple negativa, completamente muda, agitando lentamente la cabeza hacia los lados.
Conducir le relajaba y, ahora mismo, necesitaba hacerlo. Debía intentar poner sus ideas en orden, las cuales se habían desbaratado completamente en las últimas horas.
Mientras se había mantenido alejado de Audrey, el contener los sentimientos había sido posible. Complicado pero posible. Pero desde el momento en que recibió la llamada del hospital el control había desaparecido y, en su mente, se mezclaban imágenes procedentes del pasado con las de la actualidad, provocando que sus ideas se embarullaran cada vez más.
Y para colmo, Samuel había dado el golpe definitivo. Se sentía vacío, como si cualquier cosa que hubiese poseído hasta el momento se desvaneciera entre sus dedos, dejando un oscuro agujero donde antes se encontraba su vida.
Sin embargo debía esforzarse por continuar, aunque fuera únicamente para encontrar respuesta a todas las preguntas que ahora le asaltaban...preguntas que en realidad se podían resumir en una sola. ¿Por qué?
Arrancó nuevamente y se amoldó nuevamente al excaso tráfico existente, aunque apenas se fijaba en lo que le rodeaba. El camino ya lo conocía perfectamente y su retina parecía captar únicamente una palabra que se iluminaba repetidamente, cada vez más clara...venganza.
Los minutos transcurrieron lentamente, cada uno sumido en sus propios pensamientos, hasta que James realizó un giro más cerrado de lo normal para descender por una rampa que se adentraba en las profundidades de un edificio.
Era un edificio más, aunque este, al igual que ocurría con el lugar donde trabajaban Audrey y Samuel, se encontraba destinado a oficinas, las cuales, a esa hora, se encontraba prácticamente vacías, así como los garajes por los que transitaban en esos momentos.
James llevó el coche hasta el segundo sótano, donde lo aparcó en el lugar que más adecuado le pareció, puesto que tenía donde elegir.
Hemos llegado. - indicó Samuel - Ahora accederemos a las instalaciones que tenemos. Únicamente las conocen aquellos que pertenecemos a los Hijos del Sol, pero en tu caso haré una excepción, ya que las circunstancias son demasiado especiales como para considerar otra cosa.
Se acercó hasta una pared vacía, a pocos metros de donde se encontraban, y acercó la mano a una zona que ocultó con su propio cuerpo.
Un instante despues se escuchó una especie de siseo y la pared se deslizó hacia atrás, alejándose de Samuel, para al segundo siguiente desplazarse a la derecha, ocultándose tras la parte de muro que había permanecido fijo.
Por el hueco de la puerta oculta podía verse una fuerte luz blanca, que iluminaba el garaje. A través de la abertura les esperaba un pasillo.
El codo se apoya en la puerta y el rostro pasa a esconderse en la mano de ese brazo, lo primordial son los ojos, que se cierran a la vez. Algo parecido a alivio cuando Samuel acepta, pero nimio en comparación con el que haría falta para sentirme bien… ni siquiera consigue “regular”.
El coche arranca y el movimiento me relaja, me adormece, los músculos se dan una tregua mientras los recuerdos comienzan a acechar, siendo recibidos en una mente tan exhausta que ni se plantea apartarlos pese a saber con seguridad lo devastador que será… despertar de ellos.
**La cena familiar era en casa de la mayor, de Carlee, Audrey insistió en eso, su motivo no era otro que conseguir que Shonna estuviese delante, quería regalarle eso a su hermana….
Los manjares estaban en su punto cuando llegaron los padres de las hermanas, tranquilos, sosegados, unidos. Como siempre. Sonrientes de ver a todos reunidos un viernes más, otro cualquiera… o quizás no, quizás este era especial.
Carlee miraba con curiosidad a la miembro mas joven de la familia, en silencio y pensativa, mientras que Audrey no hacía más que esquivarla y apartar la mirada, con rubor en sus mejillas y sin separarse del hombre que colmaba de amor su corazón, sonriente. Sabía que no tenía mucho tiempo hasta que Carlee lo adivinase, o lo leyese en su mirada.
James se levantó, y todos, menos su novia, pensaron que iría a por servilletas o algo parecido, pero lo que hizo fue quedarse ahí y sonreír, encantador. -Gracias por invitarnos a esta estupenda cena, Carlee, y a todos por venir.- La perfecta voz de James, o así se lo parecía a Audrey, inundó el salón. Ella estaba segura de que todos oían bombear su corazón a toda velocidad. -Hace ocho años que conozco a Audrey, y tres que me considero parte de esta familia.- El silencio era absoluto ahora, el desenlace, ya era casi evidente para la mayoría de los presentes, las amplias sonrisas lo corroboraban. Él bajó la mirada, a su chica, su eterna enamorada y le tendió la mano para que se pusiese junto a él, gesto al que ella ni se planteó negarse. El apuesto hombre cogió una copa con vino, y la alzó.
Me siento muy afortunado de esto, y de que… bueno de… - Se miraron, y entonces, por un instante, pareció que el mundo se había parado, que no había ninguna vida submarina fuera, se perdieron el uno en el otro, se regodearon en el futuro que estaba por venir, pletorita la voz cuando sentenció la buena noticia -… de poder deciros que vamos a ser uno más. Pues ayer mismo nos enteramos de que Audrey está embarazada.
Todo el mundo puede imaginar el resto de la escena, brindis, abrazos, felicitaciones, besos… se olvidaron de la comida que había en la mesa, por supuesto, no tenía ninguna importancia ya. Una locura, feliz, en la que había un pequeño silencio, un momento mágico en el que Audrey se regodeó de vez en cuando durante muchísimo tiempo:
James abrazaba a la pelirroja que se encontraba en su pecho, regalándole de vez en cuando otro de los tantos cálidos besos a la frente que le daba siempre a Audrey, mientras ella se encontraba perdida en la mirada de su hermana, sonriendo felices ambas, la una pendiente de la otra y sin necesidad de hablar, profundamente deleitadas en esa complicidad de la que siempre hacían gala y en la que eran capaces de contarse lo que sentían cada una, en silencio, disfrutando de una dicha que era evidente en ambos rostros.**
Un minuto, una hora, ¿Cuánto llevábamos en este coche? Ni lo acierto a calcular ni me importa, son pocas las cosas que ocupan ahora mismo mi mente. Ninguna es material, ni algo tan exiguo como el paso del tiempo. Mis pies los siguen, captando retazos de la realidad que me rodea, del desconocido decorado. De la sutil mención a que soy la única persona de la reunión que no pertenece a esta organización…
Pero lo sé, sigo confiando en ellos, es demasiado tarde para no hacerlo. Suspiro un momento y espero a que mis ojos se acostumbren a la luz reinante para continuar caminando, despacio, pues tienen que durarme las fuerzas, ni siquiera me atrevo a hablar hasta no poder apoyarme.
La debilidad de Audrey era patente a ojos vista, mostrando una extrema inseguridad en cada paso que daba, llegando incluso a tambalearse con aparente riesgo de terminar con su cuerpo tendido en el frío suelo por el que ahora caminaban.
Se trataba de un pasillo completamente blanco, ausente de todo adorno excepto de unas líneas de colores que discurrían por el suelo en caminos paralelos que se alejaban en la distancia, hasta llegar a un lugar, en el lado izquierdo, donde parecía converger otro pasillo con el que transitaban, Sólo entonces todas las líneas continuaban su avance, excepto la roja que realizaba un brusco giro en esa dirección para desaparecer tras la esquina.
Cuando apenas habían dado unos cuantos pasos por el luminoso espacio que había descubierto Samuel, un siseo indicó que el muro volvía a moverse para colocarse en su posición original, dejándolos aislados del aparcamiento donde se encontraba el coche de James.
Sobre el muro que se había desplazado, se mostraba claramente el número 1, lo que parecía indicar una especie de numeración para las puertas.
¿Sería necesaria numeración si únicamente existiera un acceso? La respuesta era rotunda. No.
Audrey no lo sabía, pero James había conducido hasta el acceso más directo hacia el Foco, evitando así el tener que desplazarse por el interior de la estructura utilizada por los Hijos del Sol. Una estructura que ellos no habían creado, sino que se encontraba allí desde la creación de la Cúpula por parte de los Antiguos.
Ellos simplemente la habían descubierto y acondicionado para sus intereses. Uno de los cuales era poder moverse por toda la ciudad sin ser vistos, utilizando el kilométrico entramado de pasillos que existían.
Aún así, todavía tenían unos minutos por delante hasta llegar al lugar donde se dirigían, y parecía claro que la mujer no sería capaz de realizar el camino por su propio pie, por lo que su ex-marido se acercó hasta ella, tomándola por el brazo con toda la delicadeza de la que fue capaz.
No había otra intención en aquel gesto, o eso intentaba, que simple y llanamente darle un sustento temporal a las excasas fuerzas de las que disponía la joven.
Y así, acomodando la velocidad a la que las piernas de Audrey permitían, los tres avanzaron durante unos cuantos minutos, bajo la atenta mirada de unas cámaras de seguridad situadas cerca del techo, ajenas a los sentimientos que bullían en el interior de los observados, siendo únicamente fieles a los movimientos realizados.
Así llegaron ante una doble puerta trasparente, que se abrió al colocar Samuel su mano sobre un dispositivo colocado en el lado derecho, emitiendo un siseo que indicaba que aquellas puertas no era una simple medida de seguridad contra intrusos, sino que eran presurizadas...significase eso lo que significase.
Ya casi hemos llegado. - indicó Samuel tras cerrar la puerta cuando ya habían pasado los tres - Este lugar se llama el Foco, y podría decirse que es el centro de todo, tanto de Hoffnung como de la estructura de los Hijos del Sol.
Volvió a encabezar la marcha y tomó el primer pasillo de la derecha. Ahora las paredes no eran iguales a las que habían recorrido durante su trayecto, sino que en determinados momentos eran sustituídas por zonas acristaladas que permitían la visión de laboratorios bien pertrechados, tanto de utensilios como de trabajadores que se movían de forma realmente organizada.
También podían verse puertas a ambos lados, que permitían el acceso a despachos o zonas de descanso. Realmente era como si existiera una ciudad bajo otra ciudad.
Una de esas puertas fue elegida por quien los dirigía, abriéndola de par en par para permitir su paso, aunque él esperó para acceder el último a la estancia.
Aquella habitación dejaba atrás el monótono color blanco, pues sus paredes se encontraban pintadas en color pastel, permitiendo así que los ojos pudieran descansar de tanta luminosidad.
En el centro habían colocado una mesa que permitía acomodar a una decena de personas alrededor de ella.
Un poco más allá, quizá buscando algo más de comodidad, se situaban dos sofás, uno frente a otro, separados únicamente por una pequeña mesa.
Quizá debamos dejarla descansar un rato. - sugirió Samuel mientras James la acompañaba hasta uno de los sillones - Acaba de salir del hospital y aún no está recuperada.
El recorrido parece que no va a acabar nunca, así se siente cada célula de mi cuerpo. Un camino sinuoso, diferente y subterráneo en la urbe enterrada, como si fuese por los engranajes de la gran ciudad, puede que justamente sea eso. Algo parecido a la curiosidad se mezcla con la inmensa tristeza que deja respirar muy poco, lo justo para seguir sintiéndome levemente viva. Aunque todo en el interior esté marchito, con toda seguridad.
De vez en cuando se escapan suspiros, por el esfuerzo, por la situación, por el cansancio que amenaza con no dejarme cumplir mi objetivo… enterarme de lo que realmente pasa, saberlo y tomar las decisiones necesarias, aunque ciertamente ya hay esbozos… poder completar esta fase para poder enfrentarme a la siguiente, no sé cual puede ser peor, pero ambas son necesarias, ver a mis padres, poder estar con ellos y ayudarlos, ya veré como me las averiguo para pasar esa prueba. He pasado otras, no con una nota especialmente alta, pero las he pasado.
Me detengo cuando la senda cesa para ellos, es bastante dudoso que yo pudiese deshacer el camino sola, pues no me encuentro tan bien como para retener tantos detalles, no existen las condiciones para asimilar todos los retazos.. ni mucho menos. Quedo ahí, tras la segunda explicación de mi compañero de trabajo, junto al sitio que parece una sala de espera, escuchando la nueva información del sitio, de las pocas cosas que consiguen retenerse, son mínimas las que mantienen el interés.
No puedo Samuel, - Negando con la cabeza, otro pequeño esfuerzo. No hago ningún amago de acercarme más a los sillones, todo lo contrario, me suelto del otro acompañante, de mi ex marido, pues no voy a los sillones, mi meta es otra.
No puedo, no quiero arriesgarme a que estén preocupados por mí, ya van a tener motivos de sobra para sentirse mal, no me puedo plantear que eso ocurra - tengo que ir con mis padres enseguida. Lo que sea, ya.
Aprieto los labios, ¿Cuánto más va a durar esta agonía? ¿Cuánto mas voy a seguir jugando con mis límites? No quiero ni pensar que acabe por no llegar, quizá por ese motivo me deje ayudar por James en el camino, es mejor no pensar en otras posibles opciones. Mejor ni buscarlas. El caso es que no debo arriesgarme a descansar en esta parada –Por favor.
Está bien, si es así como lo quieres no os haré esperar más. - respondió compungido un Samuel que parecía haber dejado su dureza, de la cual hacía gala en el trabajo debido a las circunstancias que debía afrontar, atrás.
Miró un instante en dirección a James, esperando alguna respuesta por su parte pero recibiendo únicamente un leve gesto de asentimiento.
Hasta ahora se había preocupado sobre todo de cómo afectaría la noticia a Audrey, porque James parecía capaz de afrontar las cosas con más entereza. Al menos así lo parecía por lo que había demostrado en los últimos años...sin embargo ahora dudaba. El hombre estaba seriamente afectado y no era para menos, aunque Samuel intuía que allí había algo más de lo que se mostraba a simple vista.
Desde hace unos años - comenzó - intentamos seguir de cerca los negocios y todo lo que rodea a Roger Dwiglent, incluso antes de convertirse en presidente de Hoffnung.
Tenemos la certeza de que su compañía farmaceutica realiza investigaciones ilegales, llegando a utilizar a personas para experimentar.
No es necesario decir que, pese a la seguridad de que esto ocurre, no tenemos prueba alguna que poder esgrimir contra él o su compañía, pues todo aquel que sabe algo termina por desaparecer antes de poder denunciarlo.
Como así había ocurrido con Carlee. Esa fue una realidad que Samuel no declaró en voz alta...no hacía falta alguna, pues los presentes ya debían imaginar a quien podía achacársele la muerte de la mayor de las Osborn.
Hasta ahora, los comentarios de Samuel, no eran otra cosa que la repetición de lo que ya se había dicho en el coche minutos atrás, por lo que continuó sin detenerse a observar las reacciones de aquellos que le escuchaban.
Sin embargo, está claro que había otros medios para conseguir la información que a nosotros nos rehuía, pues Carlee consiguió dejar unos cuantos informes extraídos de alguna fuente muy cercana a Dwiglent. - le contrariaba no tener aquellas notas en un momento como ese, pero en cuanto las habían descubierto se aseguraron de ponerlas a buen recaudo antes de que desapareciesen sin dejar rastro - En esos informes se relatan ciertos experimentos llevados a cabo utilizando a los desfavorecidos del sector norte. Podéis creerme cuando digo que algunos de dichos experimentos parecen completamente ilógicos. Sacados de lo más profundo de una mente enfermiza.
Rememoró las líneas que había tenido la desgracia de leer. Esos informes habían sido redactados por alguien de caracter tan científico que asustaba, relatando las diversas fases de los experimentos como un simple observador casual, fijándose únicamente en los resultados sin tener en cuenta el dolor, tanto físico como mental, que debían estar produciendo en los sujetos utilizados para la investigación.
Teniendo en cuenta eso, poco importaba el fin buscado, cuando los medios para conseguirlos convertían en monstruos a aquellos que pretendían conseguirlos, perdiendo toda humanidad.
Muchos de esos animales, por llamarlos de alguna manera, podían encontrarse justo a tu lado cuando salías a cenar en algún restaurante, o cuando caminabas tranquilamente por los pasillos de un centro comercial.
Eran iguales, al menos en lo que conlleva al exterior, a uno mismo...pero su interior era más oscuro que el más profundo de los abismos.
Pero hubo otro tipo de experimentos. - prosiguió centrándose en lo que realmente les importaba tanto a Audrey como a James - Estos, lejos de elegir a alguien que ha sido dado de lado por la sociedad, utilizaron la aletoriedad como medio. Se trataba del desarrollo de un nuevo componente, el cual ocultaron en forma de simples vitaminas, y utilizaron determinados centros médicos de la ciudad para desde allí suministrarlos y poder realizar un seguimiento.
No habían sido probados con anterioridad en humanos, pero sí se sabía que las consecuencias producidas por su uso continuado podían llegar a causar la muerte.
Por lo visto hubo varias fases, pero una de las últimas era suministrarlo a mujeres embarazadas, para que ese "medicamento" afectara directamente a un feto en gestación.
Dudó si debía decir el motivo de la investigación, pues por mucho que le había dado vueltas seguía pareciéndole algo completamente irreal. ¿Cómo podían haber llegado a pensar que lo conseguirían? Era una completa locura.
Finalmente decidió decirlo, pues de nada serviría ocultarlo. Además, tenía la seguridad de que aquella sería una de las preguntas con las que le acosarían una vez terminada su exposición de los hechos.
Al parecer, farmaceuticas Dwiglent pretendía encontrar la forma de potenciar la mente, otorgándole más capacidad y posibilidades incontables. Y no estoy hablando únicamente de mayor inteligencia, sino de capacidades que se escapan a la imaginación. - él mismo se escuchaba y, si no fuera porque lo había leído, hubiese considerado que estaba preparado para que lo encerraran en algún sanatorio mental - Por eso la prueba con fetos. Visto que no habían conseguido resultados aparentes con personas ya adultas, pensaron que debían provocar esos cambios desde antes del nacimiento, pues así conseguirían sus objetivos.
Por desgracia, el medicamento lo único que provocó fueron abortos y, en muchos casos, la muerte de la propia madre.
La verdad empieza a abrirse paso en la improvisada sala de reuniones, una realidad que parece sacada de la peor de las pesadillas de un loco. El gesto cambia a una profunda incredulidad, no por considerarlo inverosímil, pues lo que cuenta cuadra con lo escuchado últimamente y le da cierto “sentido”, mucho menos por ser irrespetuosa, sino por el esfuerzo de asimilar que de verdad hay personas que sean capaces de hacer esas cosas y que otras tantas las padezcan, y que resulta que mi destrozada familia y yo formamos parte de la inmensa locura que está contando Samuel…
**La menor de los Osborn abrió la puerta, sonriente, algo que era una costumbre ya en su vida. Pero a su hermana mayor se le esfumó la sonrisa que llevaba cuando la vio aparecer -Estás muy pálida, Audrey.- La pequeña suspiró -Oh, vamos, Carlee, sólo estoy embarazada de ocho meses…- Se rió un poco y hizo sitio para que su (todavía seria) hermana, pasase, cogiendo la mano de la susodicha y colocándola en su barriga, el pequeño James saludó a su tía en forma de patada, la única forma de la que el niño podía. Ahora sí, ambas sonreían a la vez, enternecidas -Definitivamente, va a ser futbolista.- La futura madre lo decía con el orgullo de todas las primerizas.
Se sentaron a la mesa que estaba terminando de poner el abogado -¿Estás de acuerdo conmigo en que está algo demacrada James?- Ese fue el saludo, eso y una cara seria. Audrey suspiró fastidiada, no tenía ganas de que el tema de conversación durante la cena fuese ese –Sí, sí que lo estoy...- Y se encogió de hombros mirando a su mujer, continuando con voz culpable –Lo siento, pero es verdad que lo pienso.- y se sentó. Audrey se les quedó mirando, casi enfadada, ambos con expresión preocupada, taciturnos.
Escuchadme bien los dos. Estoy bien, comiendo bien, tomando las pastillas para el bebé… por no decir que el médico dice que todo marcha perfectamente….- Acarició la barriga, se había convertido en un acto reflejo para ella. El nene le dio otra patadita de las suyas. La sonrisa acudió, imposible que no fuese así -No nos pasa nada. Dejadlo ya, por favor.
“Estoy pensando seriamente que no me gusta ese médico o esas vitaminas o lo que diablos sea que te está sentando mal” Pero Carlee fue prudente y se calló. Se mordió la lengua. Mucho tiempo después se arrepentiría de ese silencio. Así que siguió, pero de forma más liviana –De acuerdo… pero ve pensando en cogerte la baja por maternidad, Audrey.- James la miró esperanzado en que aceptase, Audrey supo en ese instante que él ya lo había estado pensado y que el pobre no sabía como sacarle el tema. También supo que debía ceder un poco, y reconocerse que ciertamente se encontraba cansada bastante a menudo –Bueno, sí, eso no es mala idea.- James reprimió un suspiro de alivio, se limitó a sonreír, enamorado y más animado.**
La mano se va a la cabeza, en un vago intento de mantenerme entera, apretándola contra la frente mientras cada palabra que dice Leidakof es un fuerte golpe más para una mente que ya está exhausta desde hace bastante… pero que ha hecho la promesa de aguantar hasta el final. Se lo debe a las dos personas que faltaran siempre ya.
A los dos que no he perdido… los dos que ME HAN ROBADO.
En el centro del pecho comienza a florecer algo impensable hace apenas un día, tal odio, tal furia, tal deseo de venganza…. Aunque mis seres queridos no estuviesen directamente afectados hubiese luchado contra esta injusticia, los desfavorecidos son mi vocación desde que acabé la universidad, pero si encima toca de lleno a los más apreciados…. se reafirma la idea de que hay una única salida, un evidente camino a seguir, sin importar las consecuencias, pues éstas ya han sido pagadas.
Que sensación tan extraña, sentir que he nacido para pelear contra esto. O morir.
Trago saliva, pastosa y amarga en su sabor. El aire se hace denso, pero la resolución es la misma. Nada aparta mi concentración de lo que ha dicho Samuel, nada apartará nunca esta furia que se está apoderando de mí. Ni siquiera la tristeza. Y eso, en mí, ya es decir.
Mi hermana me dijo que lo que estaba escribiendo lo sacaba de las fiestas a las que acudía, que a todo el mundo se le escapaba algo con el alcohol y todo eso. Los papeles desconozco de donde los sacó.- Sueno coherente, firme al pronunciar cada sílaba… Mejor, porque me queda mucho que seguir así.
Repaso cuidadosamente y con doloroso cariño cada rato que pasamos hablando de eso en nuestra última cena juntas, ella tan segura de si misma, tan inocente de lo que se le venia… tan confiada en que estaba a salvo. Y yo, tan estúpida y metida en mi maldita burbuja. Ojala, me perdones Carlee, aunque yo nunca lo haga.
Su editor estaba al tanto de algo pero no sé de cuánto. Le dijo que podría publicarlo sin problemas.- La rabia ya es patente en la voz, todo este tiempo sin conocer el grado de peligro en el que se encontraba, y... ¿Ese hombre no la previno? maldita sea, yo creí a través de la boca de mi apreciada hermana que todo saldría bien. Cierro los puños, intentando controlarme, algo que no debería ser difícil pues a eso sí que estoy acostumbrada.
Separo la mirada de Samuel, dirigiéndola hacia James, es más que evidente que él está metido en todo esto de alguna forma, no está aquí por casualidad. Lo acepto, es su vida, lo respeto. Pero… -¿Tú lo sabías? ¿Sabías lo que estaba haciendo Carlee y que podía estar en peligro?-… ahora que he empezado, quiero saberlo todo.
Olvidar o perdonar… eso ya es otro tema.
James no esperaba que, de repente, la atención de Audrey fuera puesta en él. Hasta ese mismo instante se había sumido en el mutismo, escuchando cada palabra que pronunciaba Samuel, las cuales, en su inmensa mayoría, eran desconocidas hasta aquel mismo momento.
Pero se vió obligado a resurgir de su propio dolor para sentir una acusación en los ojos de Audrey. La conocía desde hacía años y nunca la había visto mirar así, con una promesa de odio si la respuesta dada no era la correcta.
Por primera vez en su vida sintió que aquella mujer, con la que había estado casado, era realmente peligrosa...y no pudo sino alegrarse de no tener más que una respuesta que dar.
No, - respondió meneando levemente la cabeza. El cabello, normalmente bien peinado hacia atrás, había conseguido liberarse de su reclusión y ahora un mechón caía sobre su frente - no sabía nada. Es cierto que he mantenido el contacto con Carlee durante estos años, - se dio cuenta demasiado tarde de la ligereza con el que había usado el nombre de la fallecida, pero le costaba hacerse a la idea - y que estaba detrás de algo, pero nunca me dijo de qué se trataba...si hubiese sido así yo mismo la habría hecho desistir.
Ella no sabía que yo formaba parte de los Hijos del Sol, ni que ya estábamos tras la pista de ese desgraciado.
Podría decirle a Audrey que lo sentía, y sería una falsedad...pero no podía negarse a sí mismo que, ahora mismo, Carlee había pasado a segundo plano, pues el propio dolor que sentía por su pérdida, ocupaba demasiado espacio como para dejar hueco para algún otro sentimiento, por nada ni por nadie.
Por un instante ese pensamiento casi le hizo sonreir, pero no nada parecido a la felicidad, sino por la ironía que suponía el encontrarse vacío y, al mismo tiempo, tan lleno de algo.
Dolor, frustración, ¿rabia? No, rabia no. Ya llegaría el momento más adelante, pero por ahora no sentía ira pese a saber hacia dónde dirigirla.
Y en ese instante comenzaron a sonar sirenas por todo el complejo, provocando que Samuel volviera rápidamente, de forma instintiva, el rostro hacia el techo...como si allí pudiera encontrarse la respuesta.
El sonido era estridente y se clavaba profundamente en los oídos, hasta hacerse claremente insoportable.
Quedaos aquí. - dijo Samuel rápidamente - Veré lo que ocurre y os vendré a buscar.
Salió rápidamente de la habitación, dejando a ambos con la respuesta de James aún flotando en el aire.
Lo normal, o más bien politicamente correcto, hubiese sido estar mirándolo fijamente mientras James contesta a la pregunta, pero el corazón amenaza con no resistirlo cuando revela que ha mantenido el contacto con mi querida hermana durante todos estos años.
Preguntas de todo tipo acuden a la cabeza, a cuál más dolora, desde profesionales o prácticas sobre el, adecuadamente calificado como, “desgraciado”, a otras que demuestran la vulnerabilidad que desata el hecho de que hayan mantenido conversaciones de algún tipo. Imaginar que es afirmativa la respuesta a si hablaban de mí o mi estado anímico produce un fuerte y desgarrador dolor entre pecho y espalda, bajándose inmediatamente la mirada y cerrándose los ojos, mientras la boca se aprieta intentando dar coraje, entereza… algo, lo que sea, que no provoque un desmoronamiento que no debe producirse, uno que está pidiendo realizarse desde que salí del hospital. El definitivo.
Suspiro pesadamente, mirando hacia cualquier sitio cuando termina de hablar. He tenido suerte, pese al ruinoso estado anímico sigo firme…. Bueno, en realidad, simplemente de pie. El pelo ha caído en cascada sobre los ojos cuando he bajado la vista, ocultando los ojos y la expresión de insondable dolor que no deja de reflejarse, y que tardará en hacerlo, si es que eso llega a ocurrir algún día. La rabia va y viene, cual barco a la deriva.
Mientras que la caída fue lenta, paulatina, el rostro, al elevarse, lo hace con brusquedad y rapidez, hacia el mismo lugar que Samuel, por pura inercia. Los sentidos tornan a estado de alerta por el cambio tan imprevisto que se ha producido alrededor, desorientada sobre lo normal de la situación, mirando con expresión confusa al hombre que queda a mi lado cuando Leidakof se marcha. Otra vez James, de nuevo la persona con la que he compartido una gran parte de mi vida, el más familiar de la reunión y, pese a eso, siendo realista, también un extraño.
¿Qué… qué pasa?- Me llevo las manos a las orejas, tapándolas en un vano intento de amortiguar el dolor que produce este ruido, pese a que los físicos no importan demasiado ahora mismo, se avecina uno de los otros, mirarle a los labios para intentar descifrar si contesta a alguna de las, con bastantes probabilidades, estúpidas preguntas que estoy realizando... no lo pienses Audrey, no pienses en sus labios ni nada relacionado con él... tienes que verlo como el hombre que pertenece a los Hijos del Sol... -¡¿Esto es normal?!- Intento gritar, ser audible bajo el estruendo, he perdido la cuenta de los esfuerzos -¡¿Por qué puede ser este ruido?!
La expresión de James no dejaba lugar a dudas. Él mismo desconocía la respuesta a la pregunta planteada por Audrey.
Al cabo de un minuto, el estridente ruido se extinguió, provocando que el silencio reinante fuese casi doloroso.
Pero las luces seguían parpadeando a intervalos, lo cual parecía indicar que, fuese lo que fuese que ocurría, no había terminado.
Justo cuando James iba a responder que no sabía nada, la puerta se abrió de forma brusca, golpando con fuerza la pared al completar el giro completo.
En el vano se encontraba un hombre al cual Audrey no había visto nunca. Era bastante alto y musculoso, aunque la edad ya había comenzado a hacer estragos y el sobrepeso era claramente perceptible.
Llevaba el pelo largo, o al menos así era por detrás, ya que este parecía haber huído, casi completamente, de la parte superior de su cabeza.
¡James! - exclamó - Samuel me envía para que me sigáis. Hay que ir a la zona interna del Foco porque van a aislar el resto del complejo. Al parecer los del oceanográfico han encontrado grietas en la cúpula.
Hablaba con extrema rapidez, señal inequívoca de la urgencia que le embargaba en aquel momento. No cabía duda de la extrema gravedad que transmitían sus palabras, pues si eso era cierto y la cúpula no aguantaba, todo lo que conocían desaparecería en un instante.
James no tardó ni un segundo en ponerse en movimiento, tomando a Audrey por el brazo casi con brusquedad, tirando de ella hacia la puerta. - Vamos. No podemos perder tiempo.
Parpadeo aturdida mirando hacia James, asustándome, no es buena señal que él no lo sepa, o no debe serlo, ya que no sé el tiempo que él lleva conociendo este sitio y el grado de familiaridad que tiene con él. Aparto la mirada cuando es evidente que no se va a dignar a contestarme, es mejor no sufrir gratuitamente. Me concentro en hacer fuerza para evitar que los tímpanos se rompan, sería la guinda del pastel.
Las manos van separándose, despacio, cuando el ruido mengua hasta desaparecer por completo, trago saliva, un alivio mínimo, suspiro, menos mal. Levanto la vista cuando un rostro desconocido irrumpe en escena, bruscamente, pegando un brinco hacia atrás tras el golpe al entrar, pasando la expresión a profunda perplejidad con lo que dice, negando incrédula con la cabeza, definitivamente hoy se han desatado todos los maremotos, y no estoy segura de cuántos más voy a poder aguantar.
Cuando termina de hablar me inunda la misma sensación que acudió cuando hablé con Lily de la posibilidad de que alguien pudiese poner una bomba en la cúpula: Inmensa y asfixiante Claustrofobia. Mis padres. La ciudad en su totalidad. Y la de que el mundo se ha vuelto loco.
El estado de parálisis por estar intentando razonar coherentemente se ve interrumpido cuando James tira de mi brazo, procedo a seguirlos, sin soltarme de él, pues no confío en que no caiga al poco de comenzar a correr, objetivamente sé que necesito ese apoyo, esa fuerza. Todavía estoy exhausta. Todavía estoy desecha.
Pero.. ¿Qué... que pasa con los demás?
¿Qué pasaba con los demás? Esa era una buena pregunta, tenía que admitirlo. Los habitantes de Hoffnung se encontraban sentenciados si la cúpula cedía, incluídos ellos mismos.
El Foco podía ser aislado del resto de la ciudad, pero ¿cuanto durarían tras el desastre? ¿Un día? ¿Un mes? Todo dependía de las provisiones acumuladas, pero antes o despues sucumbirían al hambre o la sed.
Sólo quedaba una opción, pero él no era el indicado para comentarla.
Seguro que Samuel ya está pensando en eso. - respondió James mientras caminaba junto a ella tras el hombre que había venido a buscarlos - Aquí abajo existen cosas que aún no has visto y que, si estamos en lo cierto, pueden significar la salvación de toda la ciudad.
Su mente retrocedió en el tiempo, al día que bajó por primera vez hasta aquella red de caminos que se encontraba bajo Hoffnung.
Había sido el propio Samuel quien le había "reclutado" para los Hijos del Sol, y James había aceptado casi sin pensarlo.
Las ideas de estos comulgaban bastante con las suyas, pero lo que le decidió realmente era que necesitaba sentir que pertenecía a algo. Acababa de perder las dos cosas que más quería y deseaba, sintiéndose completamente solo entre la multitud.
Su futuro hijo...muerto. Su matrimonio...completamente deshecho. Él era simplemente una cáscara vacía que se movía más por costumbre que por otro motivo. Y tenía que llenar esa cáscara con algo.
Despues, con el paso de los meses, había ido descubriendo los secretos que se ocultaban bajo la superficie. Algunos los entendía, pero la mayoría le eran completamente ajenos.
El lugar donde se encontraban en ese momento no había sido construído por ellos. Databa de la misma época que Hoffnung comenzó a existir.
Muchas dudas rodeaban la creación de la ciudad, así como algunos materiales utilizados para construirla. Y toda esa información se había perdido en su mayor parte.
Esa era una de las tareas de los Hijos del Sol. Intentar comprender el cómo y el por qué de las cosas.
Al cabo de un minuto, con Jeff a la cabeza, traspasaron la última puerta y accedieron a una amplia sala circular de enormes dimensiones, la cual parecía rodear otra sala, mucho más pequeña, que se encontraba situada en el centro. Si aquel lugar no era llamado El Foco, ningún otro podría serlo.
El círculo interno era una sala de reuniones con las paredes acristaladas, mientras que el círculo externo se encontraba totalmente repleto de enormes escritorios con multitud de monitores colocados sobre ellos.
Por cada dos monitores había una persona controlándolos, pero la mayor actividad se encontraba junto a una mujer que, sentada ante una pantalla, tenía que soportar la mirada de un grupo de personas sobre su hombro.
En ese lugar se encontraba Samuel. En aquel instante, aunque mantenía puesta su atención en los monitores, también hablaba con tres personas que se encontraban cerca suyo. Una mujer y dos hombres.
La mujer debía medir, más o menos, el metro setenta de estatura. Su pelo era negro azabache y le llegaba más allá de los hombros. Su ropa había conocido tiempos mejores, pues se encontraba sucia como si se hubiera estado revolcando por un suelo repleto de mugre.
Junto a ella, y con las ropas en las mismas condiciones, se encontraba un hombre espigado, con el cabello alborotado y negro como el carbón. Su rostro se encontraba adornado con una perilla.
Por último, el segundo hombre, portaba barba y pelo largo. Su ropa estaba limpia, nada que ver con las de aquellos que se encontraban a su lado. Bajo una de las mangas de su camiseta llegaba a adivinarse un vendaje reciente.
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