Partida Rol por web

No era un día como cualquier otro, el calendario marcaba el treintaiuno de octubre y el reloj anunciaba las cinco de la tarde. La noche de Halloween era una de las más importantes en St. Agnes. Era tradición, una ocurrencia para mantener la bromas al margen, una tradición que consistía en que, por una noche, las puertas del internado estarían cerradas, y todos los estudiantes y docentes dormirían en el bosque en una acampada. Y si aún no habías encontrado un compañero o un grupo para compartir tienda, o habías dejado las compras de los malvaviscos para último momento, estabas en las últimas horas para hacer todo lo que no hiciste durante la semana. Las clases ya habían terminado y un grupito de estudiantes se encontraba en la sala de estudiantes pasando el tiempo, esperando a que se hiciese la hora para marchar al bosque.

Súbitamente, la puerta de la estancia se abrió de par en par e ingresaron dos estudiantes cuchicheando entre sí, cerrando la puerta tras sí. Uno se traía algo sospechoso entre manos.

- ¡Cierra las ventanas! - Le ordenó Alfie a su amigo y compinche, quién le hizo caso inmediatamente, mientras se dirigía al centro de la habitación soltando unas risitas flojas y arrodillándose frente a la mesa ratonera. - Miren lo que me llegó de eBay - Anunció ante los presentes, con los ojos brillosos de quien tiene un juguete nuevo. El pelirrojo colocó una especie de tablero de madera sobre la mesa ratonera, y quienes estaban lo suficientemente cerca podían comprobar que se trataba de un juego de Ouija - ¿Jugamos?

Claire se encontraba charlando animadamente con Felicia, Bryan y Karl, esperando que llegue la hora de internarse en el bosque. -No entiendo por qué debe ser obligación que todos vayamos a acampar..- comentó con frustración -Es decir, ¿a quién podría parecerle divertido?- terminaba de hablar cuando ingresan otros dos estudiantes a la sala a quienes no tenía registrados. Estos hicieron cierto llamado de atención interrumpiendo la conversación y provocando que Claire no pueda evitar mirar de reojo lo que se traían entre manos aquellos dos.

¿La ouija?- preguntó en tono sobrador. -debes estar bromeando.- 

Y allí estaba Felicia, sentada sobre una de las tantas mesas de la sala de estudiantes mientras charlaba con sus amigos. Al encontrarse fuera del horario de clases, podía lucir uno de sus bonitos modelitos de colores claros y como no, unos zapatos con bastante plataforma para contrarrestar su baja estatura. Dentro de la sala también pudo localizar a algunos outsiders; el chico que le hacía los deberes, una chica que no le sonaba en absoluto y Bill, el cumpleañero. Desde luego el destino había elegido una buena fecha para traer a una persona como él al mundo. Halloween era una de las noches preferidas para Felicia, sino la preferida de todas. Al menos así había sido en su infancia, pues en el internado tenían esa estúpida costumbre de acampar afuera y cerrar las puertas del internado. Ella seguía sospechando que hacían aquello para que los profesores se montasen su juerga dentro del edificio mientras los alumnos se morían de frío y asco. – De poco nos sirve quejarnos, Claire, sólo nos queda aguantar el marrón... – Suspiró, pero pronto su cara cambió a una pequeña sonrisa a la vez que se inclinaba sobre su grupito de amigos. – ... A no ser que hagamos la noche más divertida... ~ – Propuso, levantando ambas cejas. La abeja reina de St. Agnes tendía a tener bastantes buenas ideas en lo que a bromas crueles se refería... ¿Y qué mejor que la noche de Halloween para llevar a cabo alguna? Su plan se vio frustrado por dos energúmenos que entraron en la sala cargando un tablón de ouija. Felicia no tardó en fruncir el ceño confusa. – ¿Pero a vosotros qué mosca os ha picado, frikis? No quiero ni saber de dónde habéis sacado eso.

Carter no me habia contestado mis mensajes y ya habia armado mi bolso para la acampada en el exterior. La idea me resultaba entretenida hasta por el simple hecho de poder ver otro aire y hacer algo distinto, pero por ahora no tenia nada mejor que hacer sino esperar, asi que me dedique a mi mejor pasatiempos.

Mirar a Felicia.

Con disimulo miraba sus movimientos y sus actitudes, desde donde estaba me costaba escucharla pero se notaba que no estaba de acuerdo con lo del tablero de la Ouija que trajeron dos chicos. Asi que como iba a estarlo yo?

Con parsimonia puse mi cabeza sobre mi bolso que ya estaba sobre la mesa y me quede observando.

Felicia era tan... perfecta.

-¿Y a qué hora es exactamente tu cumpleaños? Para felicitarte en el momento preciso y eso- Preguntaba Brad a Bill, una de las pocas personas que podía considerar de su entorno, ya que ambos sostenían la base de la pirámide social del lugar. Y no era una corazonada. Alguien había publicado en internet un organigrama del internado. Había rulado por las redes sociales como porro en pandilla punki. “Sistema de relaciones sociales” o algo así se llamaba la jodida imagen.

Ese no era el motivo de que le hablara, claro. El chico le caía bien por sí mismo. Ambos tenían una amistosa competición por ver quien se quedaba ciego antes por culpa de las pantallas. El Nerd se moría de ganas por saber si el regalo que le había comprado era de su agrado.

Entonces entraron Alfie y su amigo dando grandes aires a un juego de madera, que no era ni más ni menos que la ouija. –¿En serio? ¿Un tablón de madera para hablar con los muertos? ¿Han pagado por eso?- Se preguntó a sí mismo, sin decir nada. Porque cada cual se gastaba su dinero, o el de sus padres, en lo que quería. En su cuarto (El de su casa en Londres) tenía varias figuras de star wars y otras frikadas. Algunas preservadas en su envoltorio original como piezas de museo. No era quien para juzgar.

La reina los calificó de frikis y los trató con la amabilidad que parecía ser su protocolo diplomático hacia ese grupo social.

♦En la cabeza de Brad:

Se levanta y le grita: -¿Cómo que no quieres saber de dónde lo han sacado?- Le señala con el dedo. –¿Tan poca atención tienes a todo lo que no tiene que ver contigo?... ¡De ebay! ¿LO HAN SACADO DE EBAY, POR DIOS SANTO! Solo hay que escuchar algo que no sea tu propia voz. ¡SE LO HA TRAIDO UN REPARTIDOR DE EBAY!... ACABAN DE DECIRLO, EN UNA FRASE DE SIETE PALABRAS- Y ya que estaba, se desahogaba del todo: -Y vosotros leales súbditos sois peores, sois como dolly…- Evidentemente no pillarían la referencia y tendría que gritarles de nuevo: -LA OBEJA DOLLY. ¡EL PUTO CLON!

♦En el mundo real:

Brad se acercó a la mesa y se sentó en el suelo ante ella cruzando los espaguetis que tenia por piernas. –A mi no me da miedo jugar.- Planeaba haberlo dicho un poco más alto, en plan desafío para que los demás se unieran o le hicieran caso (pero de buen rollo) o algo. La verdad que no sabía ni que quería. Ni en este momento ni en general. Pero tenía 16 años y era un superdotado ateo aparcado por unos padres que no le querían en un colegio de monjas de mierda… ¿Cómo iba a saber que quería?... Pensándolo bien quería gritar, tirar una silla a través de la ventana y comerse un helado de ron con pasas mientras venían los del psiquiátrico a llevársele. De momento se conformaba con que Alfie no dijera algo del estilo “Esa invitación no te incluía a ti”

La acampada no le hacía ninguna gracia a Karl, la sola idea de dormir sobre la tierra con lombrices, bichos y vaya uno a saber qué otro tipo de suciedad en bosque le revolvía el estómago. Había sido criado en el campo, sí, pero el recuerdo de esa antigua vida de granjero le parecía tan lejano al rubio que le sabía más a una pesadilla que había tenido alguna vez que el recuerdo de una tierna infancia. Pero ahora en St. Agnes tenía un estatus que mantener, había encontrado su lugar entre los populares e inclusive era el favorito de la reina. Y estaba seguro que podía llegar aún más lejos si se lo proponía.

Secundó la idea de Felicia con una sonrisita autosuficiente mientras asentía en silencio. - Le podríamos dar una sorpresa al cumpleañero... - Propuso en voz baja, asegurándose de que el fenómeno del internado no le oyera. Quién sabe cómo podía reaccionar ese loco. Iba a desarrollar su plan cuando sintió la mirada de otra persona puestas sobre ello. Sus orbes azules recorrieron la sala para encontrarse con una chica de unos cursos inferiores, cuyo nombre no recordaba ni le importaba - ¿Y tú qué miras, enana? ¿Se te perdió algo?

Arrugó su nariz cuando vio a dos perdedores entrar al sitio y descaradamente invitarlos a jugar con un tablero que se sabía casi satánico. Dejó escapar una carcajada burlona y observó la situación divertido. - ¿De verdad quieren jugar a esto? - Karl no era muy creyente a pesar de la educación recibida por sus padres, el único dios que le interesaba era Hermès - Bueno, puede ser divertido. - Comentó en dirección a Felicia y Claire, quienes lógicamente se mantenían escépticas ante el juego.

Estaba a punto de levantarme a ver el juego de la tabla, cuando Karl me hablo. A mi, A MI!! Al menos prestaba atencion. Casi le habia tomado una foto.

Le sonrei sin muchas ganas dandole a entender que no importaba nada que el dijera. La misma actitud que hubiese tenido Felicia ante una impertinencia sin importancia, o al menos eso pensaba yo.

Volvi a mi celular, era mas animado que una estupida table de madera.

Tu teléfono vibra anunciando un nuevo mensaje.

Extraño ¿Verdad?

Felicia sacó el teléfono y frunció el ceño ligeramente al ver los mensajes. – ¿Virgen? ¿Cómo lo ha...? Oh. Claro... – Pensó, rodando los ojos antes de responder.

- ¡Voy! - Acompañando a su amigo, Ryder se dirigió hacia las ventanas para cerrarlas y también correr las cortinas. La estancia casi quedó a penumbras por unos segundos hasta que el moreno encendió una lámpara que se encontraba en una esquila de la sala. Estaba ansioso por empezar a jugar, Halloween era el momento idóneo y difícilmente podrían llevarlo a cabo en la acampada - Vamos, no sean amargados... - Comentó mientras se arrodillaba al lado de su amigo, frente al tablero.

Su casi dio un brinco cuando sus compañeros entraron de manera tan brusca, y no tardó en contagiarse del mismo entusiasmo que los chicos tenían por jugar a la Ouija. - Ohhh, yo quiero jugar ¿Podemos jugar, Felicia? Porfa, porfa, porfa. - Le preguntó a la reina casi poniendo ojitos de cachorrito.

La vida le había premiado con esa asquerosa casualidad: Su cumpleaños era el día (la noche) de Halloween. Un día en el que todo el mundo estaba de fiesta... Aunque bien mirado, podía ser una ventaja: Al estar todos de fiesta y disfrazándose de gilipollas, a él le dejaban tranquilo y su cumpleaños podía pasar más o menos desapercibido.

Por desgracia, había estando saliendo con una chica del colegio... Y ya sabemos como son las chicas: Que si esto es importante, que si esto no, que si somos parejas yo debo saber esto y esto otro... Y así consiguió saber la fecha de mi cumpleaños: ¡Y era tan fácil de recordar, maldita sea! Así que no podía intentar que nadie se enterase y librarse de las tonterías de las collejas, de los tirones de orejas... bueno, al menos las chicas te daban dos besos, aunque los de algunas de ellas parecían los besos del mismísimo Judas: ¿Para qué coño me das dos besos si luego te tiras el resto del año haciéndome la vida imposible? Aunque luego había besos que también merecían la pena.

Y también merecía la pena un tío tan majo como el bueno de Brad Scott. Además él conocía y comprendía mis gustos, porque eran muy parecidos a los suyos.

Así que estaba entretenido desenvolviendo el regalo que me había comprado cuando entraron dos idiotas con una tabla de Ouija. Me di prisa en abrir el paquete. Era un maravilloso juego de mesa sobre la Segunda Guerra Mundial, de Nivel de Dificultad 10 (el máximo) con cerca de 1500 fichitas representando unidades de todos los ejércitos participantes y cuyo tiempo estimado de juego, era tan enorme, que ni siquiera se atrevían a poner en la caja cuanto podía durar una partida.

Habíamos hablado de aquel juego multitud de veces pues ambos habíamos jugado antes cada uno por nuestro lado y la partida más corta que recordábamos, había durado ¡¡7 meses!! Y solo se habían jugado 2 de los 6 años que duró.

No era muy dado a celebraciones entusiastas y aunque sé que debería haberle dado un abrazo, porque se había dejado una pasta en mi regalo, me limité a sonreírle y a levantar mi mano delante de él para que me diera la suya:

- Muchas Gracias, Brad ¡Eres la hostia! Esto te ha debido costar un dineral -le decía mientras le chocaba la mano con afecto- Te prometo que lo estrenaremos los dos con una campaña completa: Desde la invasión de Polonia, hasta la bomba de Nagasaki.

-¿Y a qué hora es exactamente tu cumpleaños? Para felicitarte en el momento preciso y eso.

- No te preocupes: Nací a las 4,27 de la madrugada hora solar. A esas horas igual ya estamos durmiendo. Pero que sepas que te agradezco mucho todas las molestias que te has tomado... Este juego no se vende precisamente en todos los supermercados de Inglaterra...

- Vamos, no sean amargados... -dijo el imbécil de Ryder Shaw mientras montaban toda la parafernalia alrededor de la tabla-.

Yo era muy aficionado a las artes ocultas. Realmente me atraía todo lo misterioso y desconocido: Desde una buena aplicación de Internet, los virus, los troyanos, el "hackeo" de ordenadores... hasta la magia, la adivinación, la Quiromancia, el Tarot... Y me sentí en la obligación de poner sobre aviso a esos insensatos, aunque sabía de sobra el cachondeo que se iba a montar sobre mi advertencia. Me acerqué a ellos:

- ¡Powell! ¡Shaw! ¿Sabéis dónde os estáis metiendo? Deberíais dejar en paz a los muertos. No habéis oído nunca lo que les puede pasar a dos descerebrados como vosotros jugando a hablar con ellos?

Se hizo un breve silencio incómodo. Y sabía que a continuación venían los cachondeos y las burlas... Como siempre. Cada vez conseguían más hincharme las pelotas y sentía los ojos de todos los presentes en la sala clavados en mí: ¿Por qué no me había quedado calladito con lo guapo que estoy callado?

- Muchas Gracias, Brad ¡Eres la hostia! Esto te ha debido costar un dineral -le decía mientras le chocaba la mano con afecto- Te prometo que lo estrenaremos los dos con una campaña completa: Desde la invasión de Polonia, hasta la bomba de Nagasaki.

Hizo un gesto de quitarle importancia al asunto. El dinero no era un problema para él. Todo lo que sus padres no le daban en amor lo recibía en forma de paga mensual. No dio tantas explicaciones, no era algo que importara a nadie.

-Es un regalo egoísta.-Mintió, bueno un poco de verdad había. -Sé que si quieres probarlo tendrás que contar conmigo. Pero te dejo que elijas bando.- Hizo un amago de hablar a todos, quizá lo habría logrado de haver subido el volumen (o siendo técnicos, la intensidad) de su voz en vez de bajarlo -¿Por cierto, sabíais que el uniforme de las SS nazis lo diseñó Hugo Boss?- Casi era mejor asi, cada vez que hablaba a más de uno se angustiaba. ¿Por qué lo intentaba? ¿Por qué no se rendía ya? Y lo más importante... ¿Por qué con los populares, si no le caian bien?

Ohhh, yo quiero jugar ¿Podemos jugar, Felicia? Porfa, porfa, porfa. - Le preguntó a la reina casi poniendo ojitos de cachorrito.

-¿En serio necesitas su permiso?- Se aseguro de pensar Brad. Lo de asegurarse de pensar era importante. Una vez había pensado que los integrantes de la “rubipandi” se metían los dedos en la garganta después de la comida para potar. Para su desgracia lo había pensado en voz alta. Apenas una hora después, un par de matones lo había arrastrado al baño a “bautizarle”. Perfectamente podrían ser dos hechos aislados, pero el “así aprendes a tener la boca callada” que le dijo uno de ellos a modo de despedida era cuanto menos sospechoso. Aunque como la mitad de lo que decía no le entendían, y la otra mitad era usada en su contra… quizá fuera por algo que dijo antes, en alguna clase o algo.

Tenía la corazonada de que el instigador había sido Karl, pero no podía saberlo a ciencia cierta.*

Volvió a reprimir aquellos recuerdos. Como si nunca hubiera pasado. Era la mejor forma de sobrellevar la vida… algún día pestañearía y seria un anciano amnésico. O así lo sentía ahora, cuando el tiempo que le quedaba en el internado (Tres años y medio) le parecía toda una vida, una eternidad.

-Sabéis que en realidad no se puede hablar con los muertos, ¿verdad? Los muertos son solo eso…  muertos. Aunque, si lo logramos, seguro que nos dan el novel de física.- Añadió lo ultimo para que no le echaran del juego por escéptico. Aunque, en su opinión, la ouija, el cristianismo, leer el futuro en tripas de pollo,… era todo un poco lo mismo.

- ¡Powell! ¡Shaw! ¿Sabéis dónde os estáis metiendo? Deberíais dejar en paz a los muertos. No habéis oído nunca lo que les puede pasar a dos descerebrados como vosotros jugando a hablar con ellos?

-¡Yo lo sé!- Exclamo como si fuese una pregunta de clase. –Posesión demoniaca. A la niña del exorcista le regalan una ouija al principio del libro; Derrumbe de la casa en la que se juega; Los jugadores se apuñalan unos a otros sin saber porque; combustión expontanea; Caer al techo de repente; Etcetera. Si crees en etas cosas, claro.

-Auque yo creo más en el "efecto ideomotor"- Penso

Escuche las palabras de Claire sobre el acampar. Desde luego no era una idea demasiado reconfortante.Y se la veía nerviosa con ello.

-A mi tampoco me parece demasiado divertido. Pero no te preocupes por eso. Tendrás contigo  a tus amigos y me tendrás a mi. Y no pienso dejar que lo pases mal ni por un segundo.-dije mientras agarraba  su mano con la mía, en un gesto cariñoso.
Después vinieron los chicos con aquella ¿Ouija?Y todo el revuelo que había montado.¿Pero aquello aun estaba de moda en esta época?¿Quien iba a creer en oujas en plena era de internet?

-¿No deberíais de estar estudiando o buscando novia?-comente a aquellos tipos  de la ouija. Después me giré hacia mis compañeros-¿No querrán jugárnosla los frikis estos verdad?¿Alguna victima tuya Felicia con ganas de vengarse?-le pregunte algo curioso. 

Felicia se encontraba distraída, respondiendo algún que otro mensaje de teléfono con casa de cansancio... De hecho, ¿había alguna vez en la que la Queen B no tuviese el teléfono en la mano? Casi nunca. Entonces pudo escuchar la voz de Brad, el nerd de turno dando información histórica... Pero sobre moda, ¿acaso trataba de llamar la atención de la realeza de St. Agnes? – Bueno... Mal vestidos no iban. Conozco a un par de personas que sospecho que les ponen ese tipo de uniformes. – Aunque el que inició la conversación había sido Brad, las palabras de Felicia parecían dirigirse más bien a su grupito de siempre. Todo cotilleo era bienvenido entre la alta sociedad del internado. Bloqueó el móvil y lo dejó sobre la mesa, poniendo una pequeña mueca de desagrado cuando Ryder cerró las persianas para dejar el cuarto prácticamente en la penumbra, tan sólo iluminado por una lámpara que se encontraba en la habitación. Al parecer el estúpido entusiasmo de los frikis de la ouija se le pegó a la pobre Su, haciendo que Felicia pusiese los ojos en blanco por un instante. – Su... Es una tontería como un castillo de grande, una pérdida de tiempo. Estaríamos sentados en círculo hasta que algún imbécil moviese el dedo para intentar asustarnos. Los fantasmas n-... – Pero entonces Bill abrió la boca, revelando con bastante preocupación el hecho de creer en fantasmas. Aunque se lo esperaba, la rubia se quedó un poco a cuadros... ¿Decirlo en voz alta delante del principal grupo de populares del instituto? (sin contar a Maddy. RIP) Aquello sin duda requería bastante valor para aguantar las mofas de sus secuaces... Pero también había que tener bastante valor para meterse con un tipo como Bill Skarsgard. – ¿Bill? Los fantasmas no existen, no digas estupideces. – Le sonríe sarcástica pero sin los aires de maldad que solían incluir sus comentarios. Tal vez se estaba apiadando porque era su cumpleaños. A continuación se dirigió a Bryan, riéndose de su comentario hacia la extraña pareja y a continuación encogiéndose ligeramente de hombros – ¿Venganza? No creo. No recuerdo habérsela jugado a estos energúmenos... Y en caso de andar buscando retribución deberían de saber que saldrían muy mal pagados. – Comentó clavando su afilada mirada en los dos frikis de la ouija. Y en lo que la Queen B soltaba sus últimas gotas de veneno, éstas también parecieron alcanzar al pobre nerd y su último comentario. – Ugh. Por supuesto, sabelotodo. No hay profesores delante, ¿hasta para esto tienes que andar presumiendo?

Estaba escribiendole un SMS a Carter acerca de su hermano. Realmente era para burlarnos de el. Sabia que no se llevaban bien, asi que era divertido hablar de el, pero luego escuche el comentario acerca de hablar con los muertos.

Se puede de verdad?

Asustada me acerque con cautela a la tabla, no podia dejar de pensar que pasaria si contactaban con Maddie, o alguien que pudiese hablar mas de la cuenta. Mantuve distancia solo curiosa por el juego en si, aunque no creía que fuere a funcionar, realmente me preocupe por lo que podria pasar.

- Chicos, creo que es mejor dejar a los muertos donde estan, con esas cosas es mejor no jugar, dije preocupada.

Carter, donde estas.

Entre mis dedos deslice mi celular y le escribi el mismo mensaje: "Donde estas? Puedes venir a la sala de estudiantes?"

Era siempre agradable hablar con Brad: Con él se podía hablar de cualquier tema sin que te miraran con la cara de las vacas viendo pasar el tren:

- Jugaremos, no te quepa duda.

Después de intentar hacerles ver lo imprudente de tontear con Ouijas y demás, me avine a soportar sus gilipolleces, pero para mi sorpresa, Felicia, la reinona de todo aquel pijerío, saldó el tema con un breve comentario. Era desconcertante: Había dejado mi yugular al descubierto y ella no había saltado a morderme el cuello. En todo caso, se lo agradecí en silencio, porque por supuesto, nadie más osó tocar el tema: Gracias por mi regalo de cumpleaños, reinona -pensé-.

Parecía que de todas formas, íbamos a jugar a invocar a los muertos si o si. Y había que decidir si entrábamos en el juego, nos quedábamos mirando o nos íbamos a la habitación.

Estaba claro que irse era mala solución pues teníamos que salir al bosque en un rato a pasar la puñetera noche fuera muertos de frío. Habría que haber colgado de los pulgares en un árbol al primer idiota al que se le ocurrió esa brillante idea. No es que me gustara celebrar mi cumpleaños, pero pasarlo con el bolo colgando en mitad de un bosque con un frío de perros, tampoco era precisamente el plan de los planes.

Así que suspiré y me acerqué donde habían puesto el tablero. Al menos, igual le entraban las ganas y podía asesorarles para hacerlo bien y que no acabaran invocando a un demonio que se los comiera por las patas...