Partida Rol por web

Finalmente, Borgos llegó a Brynn. El enano miró al humano en silencio un buen rato y luego negó con la cabeza y se encogió de hombros. 

-Está claro que si quiero que vuelvas con vida voy a tener que blindarte, chico. Creo que tengo justo lo que necesitas. 

El enano desapareció en su almacén y salió de nuevo con una cota de bandas dorada con detalles ecuestres grabados en el pecho.

-Aquí tienes. Hecha por mi mismo. He reducido el peso en las articulaciones para hacerla un poco más móvil. Es un regalo para mi mejor aprendiz. ¿Qué mas necesitas?

Jaelle aguantó la mirada del enano casi aguantando la respiración, cuando se fue a la trastienda soltó el aire y miró a sus amigos en busca de una respuesta que ninguno tenía. Cogió las piezas que le tendía mientras escuchaba que fueron de su hermana, sus cejas se elevaron y su cara adquirió un leve tono.

-Por supuesto. -dijo comenzando a cambiar su armadura gastada por la nueva -Es perfecta, gracias. ¡Claro! Mira que no pensar en eso antes, ahora voy para allí. Y esas flechas seguro que me vendrán bien. -miró a Ado y asintió -Si quieres vamos los dos, a ver qué nos puede dar.

Mientras Borgos equipaba a Brynn la chica aseguró sus nuevas adquisiciones en torno a su cuerpo y esperó para salir todos juntos.

Brynn llego temprano a casa de Borgos, había dormido poco presa de una intensa emoción, no le dolía nada y parece como si estuviera lleno de energía. Antes de vestirse se pasó un dedo por encima de las cicatrices que adornaban su pecho y sus brazos, frunció levemente el entrecejo y se preguntó cuantas más tendría al acabar todo esto.

Ato fuera al mulo con la carga y entró en la casa, a la espera que llegara sus amigos intentó comer algo y se tuvo que forzar para ello, ya que tenía el estómago cerrado.

Cuando van llegando sus amigos, el aprendiz hace de ayudante y va entregando fundas de espada, ayuda a atar los escudos a la espalda, y cerrando bien los correajes de las armadura de cuero de Jaelle, menos mal que no tenía unos pechos muy grandes, ya me costó que quedará tirante por detrás y no se moviera. Necesitaba un armadura especial para ella, pero seguro que puede valer, su gran manofactura ayuda a que encaje lo mejor posible.

Cuando me toca el turno veo salir con esa hermosa armadura, me viene a la cabeza preguntarme donde estaba todo esto, es un arsenal y hecho con pericia. El Bueno de Borgos tiene una habilidad mucho más allá de lo que yo pensaba, es un herrero extraordinario, y no sólo armas, que es lo que me ensañaba. Dejo caer al suelo mi armadura de escamas y me coloco esta nueva de bandas doradas, una vez ajustada y mover los brazos como molinillos comprobando que no molesta, me golpeo el pecho con un puño, como si tocara una puerta.

-Perfecto- sonrío- junto con un nuevo escudo- dejo caer mi pesado escudo de madera con marcas y cortes en su superficie, a un lado mio- seré capaz de traerlos de vuelta, y si tienes una espada recién afilada y algunas jabalinas mejor todavía.

Me he quedado sin obras maestras - dijo el enano un tanto molesto.

El enano le alcanzó una espada sencilla, casi tosca, pero llevaba un detalle que llamaba la atención. Un cristal engarzado en el pomo.

Cuando se lo ordenes, este cristal se iluminará, dándote buena luz, aunque nunca como una antorcha. nJabalinas sí que tengo unas cuantas en un carcaj. Toma.

Bien, así que Gaelan va a ver a Beatrix y Jaelle a Niobi. Nosotros tres os esperaremos en el puente de entrada a la Aldea, ¿De acuerdo? Roman llevaba una fina cota de mallas debajo de su habitual chaleco de piel curtida.

- Uhm... yo la acompañaré a Jaelle - comentó el bardo - Lo cierto es que si tiene algún arco mejor que el mío podría venir bien. Como sabéis no soy muy eficaz en el combate cuerpo a cuerpo -

Tras una pausa agregó, tratando de demostrar más entusiasmo que el que el miedo que empezaba a atenazarlo le permitía - De cualquier manera trataremos de no demorarnos demasiado. Esos Kobolds nos esperan para morir -

Con todo lo que le había proporcionado el herrero bien colocado, Jaelle asintió a las palabras de Roman. Se disponía a salir corriendo, para no hacer esperar demasiado al resto, hacia su casa cuando Adolamin dijo de acompañarla.

-Nos vemos en el puente. -se despidió -Vamos. -le dijo al bardo poniéndose en camino a paso rápido. 

Tras dejar al resto de sus amigos en la forja, el mago se dirigió hacia la casa de su mentora en busca de algo de información y de ayuda para lo que iban a hacer, aunque realmente no tenía muy claro si recibiría alguna de esas dos cosas o por el contrario se ganaría un tremendo reproche.

Esos eran los pensamientos de Gaelan cuando se personó ante la puerta de Beatrix. – ¡¡¿¿Beatrix??!! ¿Estás en casa?. – alzo la voz mientras golpeaba la puerta con los nudillos.

Gaelan se sorprendio cuando la puerta se deslizo hacia dentro con el primer golpe del mago. Estaba abierta. Un inexplicable mal presagio invadio a Gaelan al entrar. Su piel se erizo, inexplicablemente. 

Aun asi, el mago dio un paso hacia la oscuridad que reinaba en la, otrora ordenada vivienda de Beatrix. Al entrar escucho un quedo sollozo. Era Jamey Rammstein, el hijo de Beatrix, que intentaba despertar a su madre, inmovil sobre la mesa. A su alrededor, varias botellas vacias y, en el suelo, los restos de una copa de cristal.

-Gaelan? - dijo el chico con los ojos rojos y llorosos.

Jaelle llegó a su casa y, al entrar, dió gracias a los dioses que su padre no estuviera allí. Quien sí que estaba era su "madre" Niobi.

-Hola, cielo. ¿Aún no habeis salido de aventura? 

Al parecer, Galvan la había informado.

-Esos humanuchos están locos para enviaros a un encargo peligroso. Los kobolds no son peligrosos individualmente pero si os ataca una docena pueden ser mortales.

El hecho de que la puerta no estuviera cerrada lo llamó la atención, pero lo que vio tras pasar la misma sí que terminó por horrorizarlo. Todo destrozado y el cuerpo de Beatrix tendido sobre la mesa. Sus ojos se abrieron como platos mientras intentaba reunir el valor para hacer algo, pues estas situaciones solían paralizarlo.

- Jamey, ¿Qué ha pasado?. – preguntó cuándo por fin volvió en sí. Se acercó a Beatrix recordando las clases de May sobre primeros auxilios para comprobar si su mentora aun tenía pulso.

Céntrate Gaelan… Céntrate!!!... Pensaba mientras cruzaba su mirada con la del pequeño Jamey. – A ver, escúchame, necesito que vayas a buscar a May o a Harold, ellos podrán ayudarme. – dijo mientras cogía la mano de Beatrix para notar sus constantes vitales. - ¡YA!. -

Al darle la vuelta a Beatrix, Gaelan se tranquilizó. La hechicera estaba roncando! Por el olor que reinaba en el ambiente lo más probable era que hubiera estado bebiendo hasta caer inconsciente en la mesa.

-No... no puede ser... ¡Estais locos! -decía en sueños.

- Espera Jamey!!. No vayas!!. – le gritó al chico cuando pudo comprobar cuál era el estado real de Beatrix, la cual no parecía estar grave, más bien borracha como una cuba. Que tonto eres Gaelan, mira qué no caer en que pudiera estar borracha… Pensaba mientras organizaba su cabeza.

- Ve a la cocina y trae un vaso de agua fría. Eso normalmente suele funcionar. – comentó sin mucha fe, pues apenas nadie le había preparado para situaciones de esta índole, y por supuesto, le nunca había probado el alcohol, era un chico responsable.

- Beatrix. – comentó con voz suave mientras la zarandeaba y la intentaba poner recta sobre la silla, sintiéndose incapaz de mirar a otro lado que no fuera al canalillo de su mentora. – Beatrix, despierta. -

La chica negó y asintió respectivamente a las palabras de Niobi con un atisbo de sonrisa, sabía lo que pensaba de los humanos.

-Borgos nos ha dado algunas cosas nuevas, -dijo dejando la vieja armadura y la mellada espada a un lado, y pasando una mano por las nuevas piezas -me ha dicho que quizás tú podrías darnos arcos mejores.

Sus manos descolgaron con mimo el manoseado arco corto que siempre llevaba consigo, había sido un regalo de sus padres cuando cumplió trece años, su primera arma, y le tenía un cariño especial. Pero si con otro iba a tener mejores posibilidades lo dejaría en casa, colgado en su habitación.

Beatrix movió su cabeza un instante y, a conitnuación, emitio un gimoteo ininteligible. Te dolía verla así. Tu mentora siempre se había jactado de su agudeza intelectcual y verla ahora, con la cara aplastada por la mesa y una resaca evidente, no era agradable. Lo que sí lo era, sin embargo, era que no parecía darse cuenta de lo que su escote dejaba a la vista, que era casi todo, como no pudiste evitar notar.

-UUUUUUGH... ¿Qué demonios?...

Niobi cambió el peso de pierna mintras os miraba a los dos en silencio. No parecía contenta.

-No me hace gracia que os manden a vosotros.

Niobi os miró de arriba a abajo a ambos. 

-¿Tu has venido por lo mismo?