Tras comprobar que la munición que le habían proporcionado era del calibre adecuado, metió todos los proyectiles de nuevo en el cargador y comprobó que éste encajaba sin dificultad en el selector de munición del rifle. Enganchó el lanzallamas bajocañón en el riel del rifle automático y comprobó su funcionamiento. Volvió entonces su atención de nuevo hacia la pequeña pistola de bajo calibre. El arbites tiró una vez más de la palanca de armado de la pequeña pistola y evaluó la recámara, las alzas y apretó el gatillo en vacio.
Miró al tecnoadepto y le lanzó una expresiva mirada. En cuanto salieran de los Salones de la Cancillería le pediría al Arcturus que revisara todo el material entregado al equipo, aunque fuera ésta un revisión rápida y algo superficial.
El inquisidor dijo algo sobre disfrazarse. El arbites gruñó de forma audible y frunció el entrecejo. No le gustaba tener que actuar con dobleces y no le gustaba tener que llevar el engaño más allá de lo estrictamente imprescindible. Además ¿qué disfraz iban a necesitar? Quizás Urtzi debía hacerlo y sin duda en el caso de Isolda era algo preciso, pero ¿los demás? Tenían pinta de lo que eran e iban a aparentar ser. Guardaespaldas. Músculo de alquiler. De hecho, dudaba mucho que pudieran obtener una imagen más real. Mantener el engaño al mínimo. Así siempre era todo más fácil. Respecto a Arcturus y a Taikel... bueno aquellos dos también iban a ser aquello que parecían, a su manera, dos tipos extravagantes muy particulares.
Pero el arbites, en presencia del Inquisidor se cuidó mucho de contradecir sus órdenes o de cuestionarlas en lo más mínimo. Recogió sus enseres, cogió el negro envase que contenía la exorbitante suma de un millón de tronos y que nadie se había atrevido a tocar hasta entonces y se la entregó a Urtzi. Por una vez, no encabezaría la marcha. Al menos de momento no se separaría del aún amedrentado adepto y sus dos preciadas posesiones.
* Perdón por el doble post. Escribí el otro hace horas y me quedé sin tiempo y ahora me daba miedo el cartel de "alguien ha publicado mientras escribías".
Asiento a lo que dice el inquisidor sin formular mas preguntas, de todos modos me da la sensacion de que si tiene que decir algo mas se va a desmoronar ahi mismo. Me gusta tener las cosas claras asi que como mis dudas ya estan resueltas, centro mi atencion en los funcionarios que me traen lo que he pedido. De hecho son dos cajas.
Se me dibuja una sonrisa de oreja a oreja, seguro que me lo han podido traer todo.
Abro la primera caja, la mas pequeña, prefiero dejar lo mejor para el final. Veo los dos silenciadores que he encargado para la pistola y el rifle laser. Esto de llevar silenciadores es nuevo para mi, nunca tuve necesidad de ocultar el ruido de los disparos y se me hace extraño. Mi rifle, con el lanzagranadas acoplado y el silenciador, seguro que parece ahora un arma completamente diferente. Miro de reojo a Arcturus, espero que no se ponga a darme el coñazo con "herejia" cuando vea que el arma esta tan manipulada.
Sigo Rebuscando en la caja y veo para mi decepcion que solo me han conseguido una granada, aunque en el poco tiempo que han tenido supongo que deberia dar gracias porque me hayan conseguido una al menos. En el fondo veo el rezon, algo en lo que seguro que no ha caido nadie. Estos cacharros pueden ser increiblemente utiles. No es que sepa mucho de escalada, pero estando acoplado a una pistola retractil no deberia tener mucho problema con eso.
Despues examino la otra caja, con gesto de expectacion. Salvo las cuatro granadas que no han podido encontrarme, solo me falta una cosa. Abro la caja y ahi esta, un magnifico lanzallamas. Incluso me han conseguido las dos bombonas de combustible. Me encuentro francamente impresionada, en una hora (una sola hora), me han conseguido un lanzallamas y combustible. Lo cojo y comienzo a examinarlo con mano experta, cuando caigo en una cosa. Al entrar nos han requisado las armas, sin duda por seguridad (algo razonable, no nos conocen de nada), sin embargo aqui estoy con un lanzallamas completamente cargado y un granada, enfrente del inquisidor.
Me fijo la correa del lanzallamas (no me apetece cargar con cajas) y suspiro. La burocracia a veces puede ser algo absurdo.
Me fijo en los demas, con curiosidad, para ver que han pedido. Decido acercarme al viejo, que parece tener gesto de disgusto. Parece que no ha tenido tanta suerte como yo, o quizas ha pedido equipamiento demasiado extravagante como para que lo puedan encontrar en una hora escasa.
Que ¿No ha habido suerte? ¿Que es lo que habias pedido?
Heinrich contempla con gesto adusto la cja en la que le han traido lo que pedia. Faltaba lo mas importante, pero aun asi le habian traido algunas chucherias.
-Se ve que estoy en la lista de los chicos malos de Santa Claus...bueno...al menos me ahorro un pastizal.
Le habian traido, sin embargo, los petardos que queria y unos filtros nasales que se puso...Iban a estar rodeados de herejes, traidores y vete tu a saber si mutantes...mejor protegerse del hedor de dicha escoria.
Al igual que al resto de acólitos, a Urtzi le fue entregada una caja con los encargos que había realizado a través de los siervos del Inquisidor Marr. El adepto no era ningún soldado experimentado pero no necesitaba esa clase de experiencia para saber que la armadura que había anotado no cabía en el paquete que colocaron frente a él. Cerró los ojos con cierto pesar mientras rezaba para sí una breve plegaria al Dios Máquina. La posibilidad de ir mejor protegido quizás le ayudase a sentirse más cómodo en su papel de representante en un lugar que prometía ser bastante peligroso. Así que saberse sin una armadura mejor comenzó a afectar físicamente al adepto. A penas unos latidos más por minuto y unas gotas de sudor que no llegarían a considerarse incómodas.
Con movimientos lentos y metódicos, Urtzi abrió su caja para poder ver el contenido. Con un golpe de vista pudo ver que, por lo menos, sí le habían traído el resto. Respiró un poco más tranquilo al ver inyector y las dosis de antitoxinas. Enseguida las guardó junto con los tronos sobrantes para luego sacar otro bulto envuelto en un papel reciclado. Sin romper el envoltorio, el adepto sacó el abrigo que había en su interior cogiéndolo en alto para extenderlo frente a él. Lo observó detenidamente. Se trataba de una prenda larga y de tejido grueso de color gris. De factura simple pero elegante aunque un tanto deslucido por el desgaste. Las hombreras sin adornos, junto con el cuello alto, le daban presencia a la prenda sin llegar a ser llamativo. Los botones con un acabado que los hacían parecer obsidiana cerraban el conjunto de una abrigo que Urtzi encontraba perfecto para su propósito. Se trataba de aparentar cierta posición sin convertirse en un objetivo visible. Y aquella prenda lo conseguía. Nadie a cierta distancia se fijaría en una prenda gris en alguien sin el porte suficiente*. Sería en las distancias cortas donde los detalles marcarían la diferencia o donde se podría ver venir la amenaza si alguien se percata de su presencia.
Con su nueva adquisición aun en alto, miró primero al señor Homron y luego a Gianna. -No soy sastre, pero parece una buena prenda.- Le dijo a su compañera, tratando quizás de olvidar por un segundo la finalidad de aquella compra. -Aunque no me proteja, por lo menos ayudará a mantener las apariencias.- Añadió esbozando media sonrisa, aunque la preocupación y el miedo no terminaban de desaparecer de su rostro. Con cuidado, Urtzi se puso el abrigo y comprobó que le quedaba a la perfección. Con la pieza de ropa puesta, el adepto parecía ahora un poco más corpulento y las hombreras le hacían parecer uno poco más ancho de espaldas. Estaba muy lejos de parecer alguien importante pero sí alguien con alguna responsabilidad. Y, al fin y al cabo, es de lo que se trataba.
*No os podéis imaginar el partido que le voy a sacar al talento Anodino XDDD
Arcturus estuvo callado durante todo el tiempo que duró la reunión con el Inquisidor Marr, con los brazos cruzados pero asintiendo y ronroneando metálicamente de vez en cuando. Era evidente para sus compañeros, que ya empezaban a conocerlo, que le caía bien el viejo. No hizo ninguna pregunta; tan sólo asintió brevemente cuando Homron le asignó oficialmente una tarea para la que todos sabían que era el más indicado.
Tras salir de la sala y dirigirse a buscar entre sus encargos, el tecnoadepto se aleja un poco del resto de sus compañeros para abrir la caja que tiene su encargo de material. Gianna le observa menear la cabeza con disgusto, y juraría que se debe a la naturaleza poco pía de su arma modificada, aunque no dice nada.
Esperaba que hubiesen podido encontrarme el equipo que creia que iba a necesitar. Un arma silenciada y algunas mejoras para mis armas.
Instalé rapidamente las mejores en mis armas, añadiendole una cuchilla a mi fusil y un silenciador, siempre util.
Habian conseguido una buena pistola con la mejoras encargadas, El silenciador, y la mira. Revisé la municion para asegurarme de que era la adecuada y cargué el arma guardandola en su pistolera.
Y por ultimo el monofilo para mi espada. Tras instalarlo y escuchar el ligero zumbido, sopesé el arma y la blandí un par de veces, para sentirla comoda en mis manos. Casi nunca usaba la espada, pero agradecia tenerla cuando la necesitaba. Y ahora podria ser rival para las habituales armaduras.
No me habian conseguido la armadura, eso era una putada pero por lo menos me habian conseguido el crono. Hacia tanto que deseaba volver a tener uno de estos en mis manos... Guardé el resto del equipo entre los pliegues de mi tunica y me acerqué al arbites.
- Listo para partir Hieronymus.
Orionus siguió a los criados y le dieron el disfraza. No sé sorprendió ya que su talla estaría medida y guardada en los archivos del Administratum.
El criado espero a que hablara Orionus. El asesino le dijo en voz baja y musitando al criado "Necesitaría esto, esto otro y también haber si pueden conseguirme este objeto".
Mientras que el criado volvía con el pedido del nuevo equipo, Orionus se puso el disfraz encima de Sintepiel. Luego al esperar que regresara desde su sitio, vio a simple vista que ya les habían entregado el disfraz y nuevo equipo a algunos de sus compañeros.
A lo minutos el criado volvió con una caja. Orionus asintió al criado en señal de agradecimiento por el disfraz y el nuevo equipo. Dejaron la caja en el suelo, Orionus se agacho y abrió la caja. Empezó a rebuscar todo lo que había en la caja y expreso una cara seria como si no estuviera ni contento ni disgustado.
Se guardo el equipo y como mucho dejo ver a los demás sin presumir de ello que había recibido bastante munición o por lo menos más que en la misión anterior.
Isolda se guardó los créditos con la esperanza de que al terminar la misión pudiera adquirir un brazo biónico. Con suerte no moriría durante la misión ni nada de eso.
Escuchaba las palabras del Inquisidor y parecía más un comerciante de información que un miembro de los sagrados Ordos; pero por su poca experiencia sabía que cada Inquisidor funcionaba de forma completamente diferente a otros.
Buscó algo menos "sororitas" para no llamar tanto la atención, aunque la armadura y el manto lo continuaba llevando, simplemente por si acaso. No sabía muy bien cómo iba a desarrollarse esa misión; pero parecía que iba a ser otro reto para el temple y el tacto de la sororita.
- Qué ¿No ha habido suerte? ¿Qué es lo que habias pedido? - dijo Gianna mirando las cosas del arbites por encima del hombro de éste.
El viejo se volvió frunciendo el ceño. Aún seguía cabreado por el asunto del deslizador y lo menos que esperaba era chanza por parte de la soldado, pero Gianna se limitó a mirarle con una expresión vacía. Quizás aquella no era más que la forma de ésta de hacer las paces. Así que el arbites decidió poner de su parte y respondió sin hosquedad.
- No, no la habido, sólo esto - le tendió la pistola ofreciéndosela por la culata - Hecuter-Kompact-Silent, semiautomática, compacta, silenciada - enumeró mientras la soldado sopesaba aquella pequeña pieza de metal que aún parecía más pequeña en sus endurecidas manazas - quizás sea pequeña pero se puede ocultar con facilidad y es capaz de soltar tres tiros antes de que muchos puedan decir ni pio.
La soldado enarcó una ceja y el arbites, conciliador, aceptó la crítica implícita - si eso no funciona, la cosa se va a la mierda, claro está. Pero entonces es donde entra en juego tu lanzallamas ¿no? - añadió permitiéndose lo que casi parecía una broma.
Recogió la pistola de las manos de la soldado y la ocultó entre sus ropas, en uno de los bolsillos internos de su manto. Se dirigió hacia la zona indicada, donde habrían de "disfrazarse". Estaba claro que su uniforme del arbites no debía ser identificable, pero Hieronymus no estaba dispuesto a ir mucho más allá... Se situó junto al sabio y una vez más le puso una mano en el hombro transmitiéndole toda la confianza posible.
- Os queda bien, señor Crhom, ahora vamos.
Guiados por los criados llegasteis a una habitación que parecía un vestidor. Había algunas ropas adecuadas a la labor que os esperaba, aunque muchas estaban apolilladas o cubiertas de polvo, también os proporcionaron a cada uno una capa roída y gruesa, aparentemente plástica "para el clima" según rezaba una etiqueta. Una vez cambiados, os guiaron hacia una salida secundaria que tardásteis varios minutos en alcanzar.
Al salir, parecíais encontraros a un lado o tras los Salones de Cancillería (era imposible estar seguro) con una diminuta plataforma de transporte, esta vez con dos vehículos más pequeños, pero del mismo tipo, que en el que habíais llegado, y que pilotaban los propios criados; repartidos en ellos se encontraban las cajas etiquetadas donde habíais dejado vuestras armas. Tras aproximadamente 20 minutos de viaje a baja altura y velocidad llegasteis hasta un auténtico puerto de embarque en las afueras, al otro extremo de la ciudad.
Mientras el speeder desciende sobre la pista de aterrizaje de la base aérea, un hueco entre las nubes permite ver unos retazos de luz natural. Una neblina roja se desliza por el horizonte, iluminando las borrosas formas de las naves celestes ancladas. Un turbulento mar verde negruzco se extiende hacia el sur. El viento que sopla desde el mar es pesado por el vapor acre, y se pueden ver masas retorcidas de metal corroído y los pisos superiores de edificios en descomposición que sobresalen de las aguas oscuras como huesos de esqueletos titánicos. El Mártir Cygnan (el transporte que os llevará a la subasta) se localiza fácilmente, y podéis ver que la tripulación ya se está preparando para partir.
Comienza la escena 2