Partida Rol por web

Al arbites le habría gustado haber extraído más información de aquel pobre mutante. La experiencia le había demostrado que hasta el ser más insignificante sabía cosas que ni siquiera recordaba hasta que se apretaban las teclas correctas, ya fueran en el cuerpo o en el alma. Sin embargo el capitán había sido estricto en su plazo y al verle aparecer por la cubierta el arbites había terminado inmediatamente la conversación con el mutante. Había levantado el rifle y le había volado la cabeza a bocajarro. Misericordia, tal como había prometido. El cuerpo cayó desmadejado al vacío. Desde entonces el arbites no había abierto la boca. Odiaba las ejecuciones, por muy piadosa que ésta hubiera sido y muy justa la retribución. Cuando volvieron al camarote, comprobó discretamente si la esfera ácida seguía en su lugar. Sin decir nada a nadie, contempló las posesiones del psíquico, metió la mano en el bolsillo y apretó el cuchillo de misericordia de Taikel, como si de un amuleto se tratara, sin poder evitar pensar por un instante en Reshi, también perdido. Parecía que nadie estaba dispuesto a tocar nada, como si aquellos objetos estuvieran malditos por el espectro de Taikel. Hieronymus cogió las piezas mecánicas y se las entregó cuidosa y respetuosamente a Arcturus. Lo pensó por un instante y acabó entregándole también el crono rajado. Aunque seguramente el tecnoadepto ya tendría uno y entonces, probablemente lo entregaría a otro miembro del equipo, quizás incluso, reparado. Recogió el pictograbador y con igual respeto se lo entregó a Urtzi. Quizás el sabio podría repasar las imágenes del dispositivo y descubrir algo que les indicara el origen del terrible final de Taikel. Por último, cogió la espada, la sopesó en la mano y miró a los combatientes del grupo. Orionus evitaba el cuerpo a cuerpo siempre que podía. Heinrich... su escopeta le hacía terrible a corto alcance y en el cuerpo a cuerpo se había defendido bastante bien con un cuchillo. Isolda disponía de un hacha mientras que Gianna... el arbites no recordaba haberla visto luchar cuerpo a cuerpo... salvo con los puños. Se acercó a la soldado y le ofreció la espada con un encogimiento de hombros. Él estaba entrenado en la lucha cuerpo a cuerpo y su porra y su escudo así lo atestiguaban. Si la soldado no quería o no necesitaba la espada, él podría darle buen uso.

Orionus contesto a Vymer y Quill "Me alegro que te estés recuperando Vymer" "si me necesitáis me buscáis por el barco". Se fue con sus compañeros.

Cuando llego a ellos para participar en el interrogatorio Hieronymus, ejecuto al pirata. Orionus aparte de percibir un interrogatorio no entendía la ejecución por si el capitán lo reclamaba pero ya era demasiado tarde. Ya les consultaría más adelante a sus compañeros la información que habían obtenido.

El capitán ordeno volvernos a nuestros camarotes por protocolo de seguridad y posible limpieza y reparación de la cubierta manchada de sangre, balas y agujeros del tiroteo.

Nos volvimos a los camarotes y al día siguiente nos despertaron los grito de.

Tras un tiempo, que debido a la conversación se os antojó muy corto, finalmente se escuchó un grito como el que os había despertado esta mañana, pero que esta vez recibisteis con alegría. - ¡Tierra! ¡Hemos llegado! -

Todos reunidos en un camarote con las pertenencias del difunto Taikel se contemplaron con respeto y Hieronymus tuvo la iniciativa de repartir los objetos según la voluntad de cada uno si los aceptaba o rechazaba. Orionus comento "no me hacen falta más armas y no sabría muy bien darle uso a esos objetos" "por mi podéis utilizarlo o conservarlos como recuerdo de Taikel" aunque físicamente no expresaba tristeza podía detectarse sutilmente en las palabras que la muerte de Taikel le afecto más de lo que aparentaba fríamente por su profesión y educación estricta del imperio.

Luego Orionus pensó que era el momento adecuado para preguntar por el interrogatorio por eso pregunto "mientras estaba presentando mis respetos al cadáver de Taikel y haciendo de relaciones públicas con los invitados" "¿qué obtuvisteis del interrogatorio del único superviviente de los piratas?".

El equipo de acólitos, como el resto del pasaje, volvió a sus camarotes, entre satisfecho y espeluznado por el combate; y al camarote de al lado, dado el lamentable estado en que se encontraba el primero. El ataque no parecía haber sido más de lo que aparentaba, es decir, un asalto pirata con un chivatazo de por medio. ¿De quién, por qué? Eso no lo sabía.

Arcturus intercambió una mirada de inteligencia con Hieronymus cuando éste buscó la cápsula de ácido, acompañado de un gesto de ignorancia al descubir que no estaba allí. Recibió los recambios y el crono de Taikel de las manos del arbites sin hacer ningún comentario, aunque observó largamente el crono del finado psíquico, así como su espada. Era imposible saber si lo guiaba la curiosidad y el respeto por los artefactos, o la repugnancia hacia las habilidades de su anterior propietario.

Tras aposentarse cada uno como mejor pudo y en una relativa calma, el tecnosacerdote expuso a sus compañeros algo que había averiguado y cuyo significado no podía sacarse de la cabeza.

-Tratando a los heridos en el pasillo, y tras estabilizar a Cisten, intentaba reanimar a Vymer cuando tuve la oportunidad de registralo. Fue un momento muy breve, pero pude ver un pergamino que llevaba consigo. No tuve tiempo para leerlo, pero parecía un documento oficial, limpio y ordenado, en gótico vulgar. Tenía incrustado en su parte inferior una placa de datos mugrienta. Además, había en el margen un pequeño dibujo a carboncillo, seguramente añadido después, un hombre barbudo que me es desconocido, junto a la palabra "Nonesuch" escrita al lado. Dejé el documento donde lo encontré y el mercenario no parece haberlo notado. ¿Les dice algo todo esto?

Todo el ajetreo derivado del abordaje y del terrible y perturbador episodio de Taikel parecía por fin formar parte del pasado. Enseguida fueron reubicados por la avería en su camarote y también se redistribuyeron con prontitud las pertenencias del pobre y desgraciado psíquico. Urtzi recibió sin objeciones el pictograbador que respetuosamente le tendía el arbites. Quizás por esa ceremonia no se atrevió a decirle que ya tenía uno, aunque tampoco está de más disponer de repuestos. Pero había que seguir adelante con la misión a pesar de todas las dificultades que se les presenten.

Orionus no parecía haber prestado atención a la confesión del asaltante capturado mientras que Arcturus compartía detalles que sacaban de toda duda el motivo por el que Vymer y Quill. -Todo apunta a que ese retrato se corresponde con su objetivo. Y cabe pensar que esa persona vaya a asistir a la subasta...- Sin una reproducción de la imagen sería complicado identificar correctamente. Pero la mente del adepto enseguida se puso en funcionamiento, buscando cualquier referencia que se aproximase a lo que podía ser el pseudónimo del presunto objetivo de los cazarrecompensas. 'Nonesuch' sin duda parecía alguna clase de nombre de guerra o apodo que alguien puede haberse ganado a causa de su reputación... Tan solo tenía que encontrar en su mente algún hilo de información que le llevase por el camino correcto.

Isolda se mantuvo en silencio, aunque no pudo apartar la mirada del rito que llevaban a cabo los miembros de la tripulación del barco para con sus amigos caídos. Frunció el ceño ligeramente mientras observaba como Homron repartía, sin escrúpulos, las pertenencias del difunto Taikel. Sería un psíquico y todo lo demás; pero ningún buen servidor del Imperio y de la Inquisición se merecía morir así.

Cuando escuchó la voz de "tierra", Isolda suspiró. No se había dado cuenta de lo tensa que había estado durante todo el viaje y, sobre todo, desde el combate, hasta que escuchó esa mágica palabra. Desde que habían subido había sido una prueba de Fe continua. Primero el falso abado, luego los tripulantes, los dispositivos con veneno, el asalto... todo había sido una prueba para su capacidad de pasar desapercibida y no purgar a todos los miembros de esa nave y pasaje por herejes.

Después de haber cambiado de habitación por razones obvias era momento de ponernos al día, desde luego lo que había descubierto Arcturus podría sernos de gran ayuda si Urtzi conseguía averiguar algo mas, ya que si había alguien capaz de eso en el grupo ese era el.
El viejo empezó a repartir las pocas pertenencias de Taikel, en un principio no tenia intención de coger nada, ya que no había nada que me llamara la atención o que creyera que me pudiera ser útil, pero el viejo me ofreció una espada que tenia entre sus pertenencias, tras pensarlo alargo mi mano y la cojo, por lo menos la guardaría de recuerdo hacia Taikel, quien sabe si alguna vez me podría ser de utilidad, me la guardo entre mis pertenencias, no sin antes dejársela a Arcturus por si puede averiguar algo sobre ella.

Heinrich se mantuvo discretamente apartado cuando Hieronymus hizo la repartición. No le llamaba en absoluto el relacionarse con la brujería que rodeaba a Taikel y ya tenia una espada propia, por lo que le pareció correcto que la otra guardia imperial del equipo tuviera una. Quizá la necesitara en el futuro.

La voz de tierra no hizo más que tensar a Heinrich. Se acercaba lo complicado del recado. Y el falso Abad aún andaba suelto.

La llamada a tierra interrumpió vuestros pensamientos. En poco menos de un minuto un tripulante fue llamando a las habitaciones para anunciaros que podíais salir a cubierta para desembarcar en cuanto tomaseis tierra; sin perder más que el tiempo necesario para recoger vuestras pertenencias salísteis a cubierta. Allí os encontrasteis con el resto de la tripulación:

Octavia Nile parecía repuesta de presenciar la muerte de Taikel, y se movía por la nave seguida de sus guardaespaldas y su acompañante enmascarado con unos aires de superioridad como si todo aquello le perteneciera.

Vymer aparecía erguido y tenía una mueca arrogante que quedaba mermada por la venda de su cabeza mientras Quill le miraba de reojo, ambos separados de nuevo de la multitud y apoyados contra la balconada.

Lanus Cisten caminaba apoyado en su ayudante con el brazo izquierdo completamente vendado hasta el hombro. Era evidente que le costaba mantenerse en pie, pero había recuperado el color de la piel y ya no parecía al borde de la muerte.

En un rincón estaban los clérigos rodeando al Abad Tamas sentados en el suelo (ahora 5 clérigos), salvo el propio abad, que se encontraba sentado en una silla que parecía absurdamente pequeña para su tamaño. El abad resollaba sonoramente como si estuviera enfermo, pero por lo demás su aspecto era tan saludable como cuando le habíais visto por primera vez.

Todos contemplaban el horizonte en la misma dirección, y era fácil saber el porqué; la isla a la que os acercabais era ahora perfectamente visible. Se trataba casi en su totalidad de un gigantesco volcán que parecía emerger directamente del océano, coronado por un edificio que formaba tres gigantescos obeliscos negros que apuntaban hacia el cielo. Tanto el volcán como el edificio expulsaban una columna incesante de humo negro como el carbón, y tan denso que parecía un muro infranqueable. Sin duda solo aquél podía ser vuestro destino; la llamada Isla Ardiente.