Todos fuisteis llamados al gran salon del trono.
Una sala enorme, con hermosas columnas, de las cuales pendian los estandartes de todos los pequeños reinos conquistados y que ahora conformaban parte del gran imperio que vuestro padre habia levantado.
El rey os aguardaba en el trono, sentado y encogido en el, con la corona pesandole en la cabeza como si en lugar de oro fuera de plomo pero aun portando su espada con dignidad, como una pobre sombra del guerrero que extraordinario que fue en su dia. A su lado la joven reina, hermosa y serena como una estrella brillante entre la oscuridad de la enorme sala.
El eco de vuestros pasos resonaba entre las piedras viejas que formaban aquellos muros.
Finalmente hizo llamar a sus hijos, estaba a su lado como siempre, cogiendo su mano con afecto, un afecto que algunos no veían bien pero como decía el "yo soy el rey y a mi si me agrada"
Miraba como iban entrando uno por uno, sonriendo les y suspirando, pues sabia que esta reunión podía ir de forma excelente o... Salir un poco tensa, solo esperaba que mi palabras hubieran ayudado a mi rey y se sintiera mejor ahora.
Portaba un precioso vestido azulado con un corset que realzaba mis formas, la gargantilla que me regalo el rey en nuestro enlace y mi alianza que no me quitaba jamás, mientras mis cabellos caían por mis hombros en un recogido leve.
Gurne fue el primero, su imponente figura atravesó la puerta con zancada larga y decidida, el era el mayor de sus hermanos y no solo en edad, también en tamaño. Llevaba ropajes al estilo militar elegantes a la par que prácticos. Avanzo hasta estar a la distancia adecuada y su mirada se clavo en la de su padre y después en la de su reina, con seguridad.
-Mi rey, mi reina. -saludo, acopañando con las respectivas inclinaciones de cabeza.
Sabia que sus hermanos no tardarían en unírseles, Gurne había estado entrenando como cada mañana cuando se le informo de que habían requerido su presencia en el salón del trono, de hecho, se requería la presencia de los cuatro hijos, desde luego estaba intrigado.
Precedido por el sonido de las grandes y pesadas puertas del Salón del Trono abriéndose de par en par, Albert entró vestido impecablemente y con una sonrisa afectuosa en su rostro. Aunque pálido y no tan robusto como Gurne, el segundo hermano al nacer tenía un gusto exquisito en el vestir. Con ropas cómodas y oscuras, tejidas a mano y con unas botas de suela blanda que permitían que sus pasos no fueran más que un susurro, Albert avanzó con un pesado libro entre manos. Gurne lo reconoció como un registro de diezmos, y su hermano mayor parecía satisfecho con las últimas noticias. A las fosas nasales del curtido guerrero llegó el inconfundible aroma de lavanda y romero que emanaba hoy su hermano.
- Mi Rey, padre querido... mi reina - dijo, con una leve inclinación de cabeza para luego girarse a Gurne - Querido Gurne, verte es una maravilla. ¿Cómo está el pequeño Lucc? Espero que creciendo fuerte y robusto como su padre.
Tras el segundo sucesor al trono de Asdrom, el noble príncipe Grifith alcanzó el gran salón del trono donde aguarban ya los presentes. Ataviado con finas ropas de seda con motivos en verde esmeralda y negro azabache, el joven Grifith hizo acto de presencia algo apresurado y distante como siempre, sin duda su mente seguía trabajando muy a pesar de la situación. Nada más acceder al gran salón, pudo ver como sus hermanos Gurne y Albert esperaban su llegada y la del menor de los hijos del rey Haroth, sin embargo, sin prestar mucha atención a sus dos hermanos, Grifith se adelantó hacia el rey y su actual esposa y, al tiempo que realizaba un gesto cortés de saludo exclamó:
-Saludos mi rey y mi reina, espero perdoneis mi demora.-
Una vez dicho esto, aguardó la llegada del cuarto en discordia para comenzar a esclarecer el motivo de la convocatoria del rey.
Lanzo una mirada de desaprobación a Grifith, no le pareció correcto que tras saludar a los reyes no saludase a sus hermanos o siquiera los mirara. Desterró esos pensamientos y sonrió con franqueza colocando una mano sobre el hombro de su hermano Albert.
-Esta perfecto, su dominio de la espada aumenta día tras día, pronto podrá derribar un oso el solo jajaja -Exageró lleno de orgullo.
Solo faltaba el pequeño de los hermanos por llegar y al escuchar las palabras de Gurne sobre el joven Lucc no pude evitar esbozar una sonrisa, era un muchacho maravilloso y de lo mas atento y por lo que había visto en los entrenamientos de palacio seria un gran guerrero con unos años mas, por no decir que había sacado el físico grande de su padre.
Mi mirada iba a la puerta a la espera de Rowan.
Avancé con paso firme hacia el trono donde me esperaban mis hermanos,mi padre y su esposa.Vestía mis ropas de montaraz,a mi espalda colgaba mi arco y de mi cintura pendía mi espada.Me incliné en señal de respeto hacia mi padre y su esposa,a la que sonreí con amabilidad.-Majestades,os ruego me disculpeís por la tardanza.Me encontraba en el bosque cuando recibí el aviso y he llegado lo más rápido posible.
El rey asintio a los saludos de todos sus hijos y presto oidos a las ultimas noticias sobre su nieto, con visible orgullo.
- Mi sincero agradecimiento a todos vosotros por dejar vuestros quehaceres y acudir con tal presteza a mi llamada. Me alegra ver, al final de mis dias, que crie hijos nobles y leales a su rey... No obstante el tema que nos ocupa no es dichoso. Debemos pensar en el futuro de Asdrom.
Hizo un alto y miro a cada uno de sus hijos con mirada seria.- Veo el final de mis dias cercano. No me entristece, tuve una vida larga, llena de gloria, vuestras madres aportaron grandes alegrias a mis dias y al final de mi vida me encuentro esposado con una hermosa mujer, en el trono de un imperio y rodeado de cuatro grandes hombres, todos dignos de continuar mi legado... y solo una corona que dejar, para una unica cabeza.- dijo el anciano.
Con visible esfuerzo y necesitando la mano de su esposa como apoyo se levanto del trono para acercarse a vosotros y hablaros mas cercanamente.- Por ello os he llamado. Quiero dejar este mundo sabiendo que mi corona no sera motivo de disputas entre vosotros, que la sombra de la guerra civil sera desterrada antes de de producirse... pero es una decision dificil.
- Consulte a mis consejeros, cada uno tiene un candidato distinto... una idea diferente.. no obstante oi un gran consejo... Todos teneis cualidades y carencias. Aquel que borre de su conducta mas carencias obtendra la corona.
El anciano tomo aire, parecia que aquella conversacion era pesada para su cuerpo y su alma. Ando hasta su hijo mayor.
-Gurnet. Eres el primogenito, duro, firme, noble... un paladin para Asdrom...pero dudo si sabrias guiar el reino en los tiempos de paz, si tendrias mano derecha para complacer a los nobles si dejar de ser justo o sin enfadarles... por ello he decidido mandarte una mision diplomatica. Deberas acompañar a mi esposa al Santuario de la diosa Arikel, en representacion mia, ya que por mi salud no puedo acompañarla yo mismo.
Cuando dijo lo del consejo buen consejo sonreí sonrojando me levemente, pero con sus ultimada palabras puse cara de sorpresa, pues no esperaba aquello, de echo creía que aquel viaje se cancelaría por su estado de salud, pero al decir que me acompañaría el mayor de sus hijos mi sorpresa en parte fue mayor, pues cuando había hablado con el no esperaba que confiara tanto en mi como para aquello y me alagaba en gran parte.
El viejo Rey dejo que el mayor asimilara su peticion y paso al segundo.- Mi buen Albert, sin tu labor y buena gestion las arcas estarian diezmadas. Los mercaderes alaban tu inteligencia y yo tambien lo hago pero apenas te relacionas socialmente...Por ello te encomiendo la labor de preparar una celebracion, con motivo del proximo cumpleaños de tu hermano Grifith. Habras de hablar con los nobles de los reinos cercanos y buscar entre ellos a posibles esposas para tu hermano, teniendo en cuenta la importancia de un enlace de estado.
Sin dejar tiempo a Grifith para replicar le encaro.- Si, mi querido Grifith, cuentas con grandes cualidades, como tus hermanos, pero es hora de que sientes la cabeza. Tus excesos levantan rumores que un monarca no puede permitirse. Te casaras como te pido, con una mujer conveniente para ti.. mientras la fiesta se prepara iras al mercado. Los mercaderes estan inquietos, veremos si tienes habilidades para calmar sus animos.
Su mirada paso al pequeño, finalmente.- Tu Rowan, tanto tiempo en los bosques merma en demasia tu contacto con los deberes de un rey. Por ello me supliras en una audiencia y tus decisiones seran asumidas como si fueran las mias. Espero por el bien del reino que uses la cabeza en esa encomienda.
Inclinó la cabeza levemente con una sonrisa mientras su padre y rey explicaba cuál sería su labor, y se puso la mano en el pecho para reafirmar sus palabras.
- Espero que mi fama de negociador implacable no me preceda en los reinos vecinos pues, padre - dijo, bromeando - Se hará lo que pedís, mi rey. Encontraré a la mujer más adecuada para mi querido hermano, y haré que se enderece de una vez por todas.
Dejó escapar una leve y amistosa risa, mientras posaba la mano afectuosamente sobre su hermano menor. Cuando escuchó la misión que le sería encomendada a Grifith, le ofreció el pesado libro que cargaba en su brazo izquierdo.
- Me temo entonces que necesitarás esto para ponerte al día de los diezmos, Grifith - añadió, con la mejor de sus sonrisas - Sobre todo ten cuidado con el gremio de carniceros, ¡siempre intentan embaucarme con sus fabulosa carne!
Asentí ante las palabras de mi padre.¿Una audiencia?Mi pulso se aceleró.-¿Yo en una audiencia?-Aquello era un gran honor,y me asustaba en demasía.-Es un gran honor padre,un honor del que no estoy seguro de ser merecedor.Espero no defraudaros,pese a que luego escojas a cualquiera de mis hermanos.Tu simple orgullo es más que suficiente para mí.-Tras tantos años de murmullos hacia mi persona,de ser llamado bastardo por todos a mis espaldas,era mi oportunidad de demostrar que mi linaje era tan válido como el de mis hermanos,y que era un digno hijo de mi padre.-Gracias,majestad.Con vuestro permiso me retiro a descansar y asearme para dicha audiencia,esperaré a ser llamado para llevar acabo mi obligación para con la corona.Mi rey,mi reina-añadí un guiño disimulado hacia mi "madrastra",hice una reverencia y me giré hacia mis hermanos.-Que los dioses y la madre naturaleza velen por vuestros encargos hermanos.Mucha suerte.-me giré y salí de la estancia,tenía que bañarme y relajarme un rato.Y tenía que pensar que iba a hacer con respecto a la audiencia.Dasmus,te necesito
Las peticiones del rey me parecieron de lo mas correctas y sabias, no pude evitar fijarme en cada una de las reacciones de los muchachos, y como Gurne parecía mas sorprendido y aquello no sabia si era bueno o malo pues seria mi acompañante...
El primero en marchar fue Rowan, que lo hizo con un guiño y conociendo lo como lo hacia mas nervioso que cualquiera de los demás... Le sonreí ante su gesto y después mi mirada se poso en Grifith pues la idea de casarse no le agradaría, aunque bueno era conocido que hoy en día pocos hombres se mantenían fieles a sus mujeres... Así que sus vicios tampoco tenían que cambiar....
Ciertamente le sorprendió la petición, era cierto que casi en todo el reino era conocido por su tozudez, era comprensible que a su padre le preocupasen las labores diplomáticas, pero... ¿Para eso estaban los consejeros no?
Clavo su mirada en la reina a la cual tendría que escoltar y después en el rey, y afirmo con la cabeza con convicción.
-Así sea, os demostrare que no solo destaco en el campo de batalla. Con permiso iré a informar a mi esposa y mi hijo, preparare a mis hombres de confianza para partir.
Dio media y salio por donde su hermano menor había salido hace unos segundos.
El rey asintio conforme.- Partireis mañana al amanecer.-dictamino besando la mano de su joven reina.- Preparar lo necesario, son tres dias de viaje para ir y otros tantos de vuelta.
Giro la vista a Albert.-Dejo entonces los preparativos en buenas manos y me alegra que Grifith lo tome de un modo tan maduro. Se que la tarea encomendada a Rowan tambien se cumplira con dirigencia, por ello me retiro tranquilo a descansar mis viejos huesos un momento. Os vere durante la comida, hijos mios.- hijo retirandose con paso lento pero aun gallardo, dejando que cada uno de vosotros fuera a donde debia o gustase.
Podeis hablar aqui con vuestros hermanos o pasar a vuestras escenas para continuar.
Mire a mi rey y sonreí con su beso observando como dejaba la sala, tras ello me incorpore y con una reberencia me despedí de los presentes, pues tenía mucho que preparar, y avisar a mi ayudante de cámara que partiríamos.
No estés nerviosa Marían.... Lo harás bien...
Tras ello me marche a mis aposentos.
Albert reprimió un bufido cuando Rowan se marchó de la Sala del Trono antes de que su padre, el rey, diera permiso. Pero también debía comprender que era joven, impetuoso, y se pasaba la vida entre los bosques. Nunca entendería por qué su padre lo adimitió como bastardo, pero era el rey y había que aceptarlo. Con el tiempo, aprendió a apreciar a Rowan, pero aún así seguía teniendo gestos que les descolocaban.
Luego Gurne siguió su ejemplo, y Albert no pudo sino esbozar una sonrisa. Estaba claro que sólo él respetaba las viejas costumbres. Aunque no debía culparle de ello: Gurne era un hombre del campo de batalla, y en ocasiones lo envidiaba por su cuerpo atlético y su manos ágiles.
Esperando a que el rey saliera del Salón del Trono se despidió del callado Grifith y se marchó de la habitación hacia sus aposentos privados.
Cuando el joven príncipe Grifith escuchó las palabras de su padre acerca de cual sería su misión, no daba crédito a lo que le había encomendado el anciano monarca. Sin duda llevaba largo tiempo insistiendo en que contrajera matrimonio y el hecho de mencionar los rumores acerca de su vida nocturna no hacía más que alimentar la ira de Grifith.
Así pues eso es lo que desea mi padre de mi, acaso el vástago de mi hermano Gurne no le es suficiente. No podría haberle exigido tal cosa al bueno de Albert o incluso al niñato de Rowan....diablos, en que pensabais padre.
A pesar de la contrariedad que le producía su encomienda, Grifith asintió a las palabras de su padre con una sonrisa de complicidad, algo que siempre había sido del gusto del rey y refrenó su deseo de estallar en un debate que no haría más que desfavorecerlo en la carrera hacia el poder. El joven príncipe no hacía más que darle vueltas al asunto en su cabeza mientras que sus tres hermanos salían de la sala encantados con sus encargos. La reina, hermosa como de costumbre, hizo gala de su exquisita educación y se despidió de los presentes antes de retirarse a sus aposentos. Una vez que se quedó solo en el gran salón del trono, Grifith suspiró al tiempo que entrecruzaba sus brazos a la espalda quedando enfrentado al trono al cual miraba con algo de deseo.
Heme aquí en estas soledades observando el destino que deseara cruzarse en mi camino. Matrimonio, que encargo tan absurdo padre mío, cómo mis logros y triunfos en matería de estado pueden ser medidos ahora por algo tan trivial como encadenar mi vida a una mujer que pudiera o no desear, de todos modos el trono de Asdrom vale más que algo tan simple, haré acopio de voluntad como en tantas otras ocasiones y complaceré a mi anciano padre, si eso me granjea el trono así será.
Absorbido por sus pensamientos, el joven Grifith decidió dirigirse a sus aposentos para ojear el libro que su hermano Albert le había otorgado en préstamo. Lidiar con mercaderes sería una manera transitoria para despejar su mente del verdadero requisito que debía complacer y mantendría su habilidad con la palabra, sin duda esa noche serían otros los menesteres a los que el príncipe Grifith recurriría para sofocar su malestar.