Partida Rol por web

Dos días más tardes con un Klaus y una Kelrin más recuperados el grupo de aventureros con la adición de Eiren llegaban al Pony Pisador. Para evitar preguntas incómodas la bandida arcana lanzó sobre si mismo un sencillo conjuro para cambiar de aspecto.

El aspecto de la posta era muy diferente al de cuatro días atrás. Los destrozos ya habían sido recogidos y había más clientes. El peculiar dueño de la posada, Woodrow los recibió como la vez anterior y se sentó junto a ellos durante un rato. Sobre la presencia de Eiren le contaron al posadero que la encontraron siendo asaltada por Tharnaros y que cómo todos iban hacia Sartor viajarían juntos.

Y también como la vez anterior, una vez terminada la cena, la sobremesa y haber resuelto el tema del préstamo del carromato, cada uno subió a su habitación. Sólo habían sido con esta dos las ocasiones en las que habían podido dormir en una cama, así que mejor aprovechar la oportunidad.

Una vez se aseó y relajó unos minutos en su habitación, se dirigió a la habitación del más joven del grupo. El camino de vuelta le había resultado especialmente incómodo, fuera verdad o no, sentía algo de rechazo en sus compañeros y no iba a tener una actitud pasiva ante eso. Así que, tal cómo había ido planeando en el camino, decidió empezar por el que parecía más abierto a ver sus bondades, existieran o no.

Dio un par de golpes enérgicos con los nudillos en la puerta del druida:

-Klaus, ¿estás ahí? - preguntó en un tono firme pero dulce.

Desde que habían llegado a las habitaciones se había puesto a ordenar y  contabilizar las reservas de alimento y plantas que tenía en aquel instante, era una costumbre que su padre tenía y que él ahora estaba perpetuando. Aun se sentía algo mal por la batalla anterior y por los ánimos que parecían haber en el grupo. No le gustaba especialmente la tensión por que no sabía cómo afrontarla además del creciente temor de que pasaría cuando entregaran el meteorito.

No quería pensar que volvería a estar solo en el camino, no era algo que disfrutara especialmente, aun así todo parecía encaminado a aquello. – Parece que pronto estaremos solos de nuevo Cormag....-  Acaricio el plumaje del animal antes de escuchar la puerta y volverse sorprendido, más aun por la voz que salió de esta.  Así que no tardo en ir a abrirla con una leve sonrisa, no sabía que podía estar buscando la mujer.

Hola Kerlin ¿Ocurre algo? ¿Quieres pasar?

Arael acababa de salir del baño cuando escuchó unos golpes en la puerta, ésta se abrió un poco y la elfa escuchó una voz masculina.

—¿Arael?—escuchó a Dan— ¿Puedo pasar? No te robaré mucho tiempo.

No era Vincenza.

No, no era Vicenza. Ni la esperaba. Los ánimos estaban caldeados y no de la buena manera. Con lo obstinada que era, si venía sería para discutir, así que mejor así.

—¡Claro colegui!— respondió con alegría— Pasa. Y tómate el tiempo que necesites.

La elfa, como pocas veces se la podía ver, estaba ojeando algunos papeles con cuidado y haciendo alguna anotación con pluma. No tenía ningún instrumento a mano, así que intentaba componer o repasar errores de composiciones antiguas. No era lo que mejor se le daba, tenía poca pacienca para ello, pero a veces disfrutaba haciéndolo..

-Si no te importa... -le devolvió la sonrisa y entró en la habitación.

Esperó a que Klaus cerrara la puerta y entonces se sentó en la cama:

-Bonita habitación- dijo dando un par de votes juguetones en la cama y tratando de romper el hielo. Entonces apartó la mirada de él y, adoptando un tono más serio y algo quebrado al principio, añadió- Quería darte las gracias por haberme apoyado tras, ya sabes, descubrir quién soy. Yo... fue un despertar bastante confuso- sonrió de medio lado y clavó su mirada en el humano- Qué te voy a contar, tú también luchaste hasta quedar sin fuerzas. Imagino que estarías igual de perdido que yo entonces

Entrando en la habitación, Dan le sonrió a Arael. El monje se agachó y tomó uno de los papeles de la elfa que se había caído al suelo.

—Música...—musitó—Tuve un maestro al que le gustaba componer. Siempre nos decía que la música del alma es escuchada por el universo.

Dann esbozó una sonrisa melancólica.

—¿Cómo estás?—le preguntó tendiéndole el papel— Han sido unos días un poco complicados.

Llevaba días queriendo hablar con Eiren, pero no había tenido tiempo de hacerlo en privado. Sus compañeros seguían reticentes con ella, y razón no les faltaba, pero Kilian quería tener una charla a solas con ella. Algo en aquel combate que tuvieron, despertó en él un interés por aquella mujer. Y sabía, que posiblemente esa sería la única ocasión que tendría de hablar antes de llegar de nuevo a Sartor.

Una vez estaba en su habitación tomo la decisión, quizás fuese el momento idóneo. Cerro la puerta tras de sí y se encamino a la puerta de la habitación de la humana. Una vez delante de ella, golpeo un par de veces la puerta con los nudillos, se atusó un poco el flequillo con la otra mano y dijo: - ¿Eiren? Soy Kilian, ¿Podemos hablar?

Vio como entraba en el cuarto y se acomodaba en la cama sentada.  Tras aquello fue hasta el la jarra de agua y sirvió un vaso para tenderselo con una ligera sonrisa. – No tienes por qué disculparte, todos tenemos nuestros secretos que descubran el suyo y te acusen sin que hayas hecho nada malo no es del gusto de nadie...

Se sentó entonces en el suelo frente a ella, sonriendo ligeramente. – El camino ha sido tenso...sin duda... ¿Cómo te sientes? ... – Espero a que contestase mientras señalaba su bolsa de hierbas. – No tengo demasiado, pero podría hacerte algo para quitar el dolor o para relajarte si lo necesitas...-Le dedico una sonrisa tras decir aquello. - Al fin y al cabo somos amigos y estamos para ayudarnos,  ¿No?...- " Solo esperaba no tener que arrepentirse de aquello, no creía que Kerlin fuera tan mala, de verdad que quería pensar en ello, necesitaba una familia, amigos, no quería seguir en el camino solo"

—Un momento.

Kilian escuchó tras la puerta el ruido de algún objeto pesado arrastrándose. Después de un rato la puerta de la habitación se abrió unos centímetros.

—Tira dentro de la habitación cualquier arma que lleves encima—oyó tras la voz de Eiren tras la puerta—. Y no intentes mentirme, conozco un conjuro para saber lo que llevas. Entonces podrás pasar.

Kilian pasó al interior de la habitación con una media sonrisa dibujada en su rostro y las manos levantadas mientras le decía en tono despreocupado:

- Creo recordar que hace unos días me pediste que confiara en ti. ¿Para que querría venir a tu habitación armado? –le preguntó mientras daba una amplia visual a la habitación y bajaba las manos.

- Vaya, esta habitación parece mucho más grande que la mía. ¿Es un hechizo también, o es que he tenido mala suerte con el reparto? –dijo con sorna.

- Bueno, venía a hablar contigo. ¿Pero antes, ¿He pasado la prueba? La de tu hechizo digo. –concluyó mirando a los ojos de la mujer.

—Una cosa es confiar y otra es no ser estúpida. Y las dos son compatibles. Y la última vez que estuve en este sitio murieron tres compañeros míos.

Eiren se cruzó de brazos y miró a Kilian a los ojos.

—Eres un idiota, no hace falta lanzar ningún hechizo. ¿Y bien? ¿Qué es lo que quieres?

Kilian le mantuvo la mirada. Obvió por el momento el insulto, pues entendía que estuviese a la defensiva y con un tono sosegado comenzó a hablar:

- No creo que seas estúpida, y entiendo que tomes tus precauciones. En tu lugar, yo habría hecho lo mismo… exceptuando que yo no poseo tus artes, claro. –dijo encogiendo ligeramente los hombros.

- Tampoco estoy aquí para arrebatarte el meteorito, ni nada por el estilo, si es lo que estás pensando. Te prometí que vendrías con nosotros hasta la torre de Gerin y eso haré. –afirmó.

Ante la impresión de que estaba empezando a andar por las ramas, Kilian le dijo a Eiren:

- Estoy aquí simplemente porque quiero saber más de ti. –dijo con confianza y absoluta rotundidad mientras no dejaba de apartar la mirada de sus ojos.

Tenía muchas preguntas que quería saber, pero había una que hacía días que le daba vueltas a la cabeza y deseaba preguntarle - Cuando estuvimos combatiendo y decidiste parar el combate, demostraste ser una buena lider. Pero dime, ¿Lo hiciste solo por supervivencia o también por tus compañeros? En ese instante teníais clara ventaja sobre nosotros.

Eiren se echó a reír tras escuchar a Kilian.

—No, no—dijo todavía con la sonrisa en los labios, colocándose una mano en la cintura y negando con la cabeza—. No fue así como pasó. El combate lo habíais ganado vosotros, pero nunca os llegasteis a dar cuenta. El único precio que teníais que pagar pero que no estabais dispuestos a realizar, era el de sacrificar a alguien. Bueno quizás esa drow sí. Así que me aproveché de ello. Por eso pude controlar a mis compañeros. Si hubiéramos tenido realmente la ventaja yo no estaría aquí. A lo mejor incluso Tharnaros viviría.

La arcana se encogió de hombros.

—Pero así son las cosas.

Kilian no apartaba la vista de Eiren, primero mientras esta reía, y luego mientras le respondía a su pregunta.

 - ¿Tiene razón? Llevábamos ventaja, pero, ¿Detuve el combate por el simple hecho de que no quise perder a ningún compañero? –se preguntaba Kilian ante lo que acababan de responderle. Por una parte, Eiren estaba en lo cierto, no quería sacrificar a nadie. Pero, por otro lado, no pensaba que tuviesen ventaja. Ellos les superaban en número y recordaba como Arael por ejemplo se había ido por su cuenta a atacar a dos malhechores, cuando había otros dos justo detrás.

- Quizás sí. –respondió dudoso. – Pero definitivamente prefiero que estés aquí. –dijo Kilian con una media sonrisa en su expresión y en un tono pícaro y desenfadado.

La siguiente pregunta quizás se la tomase como algo más personal, pero también quería preguntársela. Así que, sin pensárselo, simplemente disparó:

- ¿Y qué harás cuando hayas cobrado las monedas? ¿Volverás con ellos? –preguntó de soslayo, haciendo ver que la pregunta en si, no tuviera mucha importancia.

Arael le devolvió la sonrisa al monje. —Tu maestro debía tener muchas virtudes. A mi, siempre se me ha dado bien interpretar la música, aunque no crearla...— La elfa hizo una pequeña pausa —Pero ya sabes. La inspiración en la adversidad— Suspiró. —Le estoy dando vueltas también a la letra, pero solo se me vienen historias ñoñas de amor, y siempre odié las historias ñoñas de amor.

La elfa se dió cuenta de que volvía a hablar más de la cuenta. El monje era un hombre de pocas palabras, así que intentó ser algo más seria.

—Bueno, obviamente he pasado mejores momentos, pero mucho peores también. Sobreviviremos. ¿Y tú, cómo estás? Parece que eres el único que lo lleva bien. ¿No es una carga ser siempre el que anula sus emociones? Aunque, a decir verdad, se agradece tener a alguien así cerca en momentos difíciles.

Bueno, con eso de hablar poco, la elfa hacía lo que podía.

Dan se mostró sorprendido al escuchar a Arael

—¿De verdad crees que anulo mis emociones? ¿Así es como me ves?—el monje se rascó la cabeza—Bueno quizás puedas verlo así, pero no es exactamente anular… Se trata de mantener el control. Verás hay dos tipos de emociones. Las emociones celestiales, como el amor, el altruismo o la justicia, y las emociones terrenales, como la ira, el odio, o la envidia. Para alcanzar la perfección hay que elevar el espíritu hacia el Cielo pero sin perder el contacto con la Tierra. Necesitamos sentir, pues sin sentimientos no somos diferentes de una bestia. Pero si el sentimiento domina nuestro espíritu, éste nos arrastrará hasta el abismo.

El artista marcial se frotó el mentón.

—Es curioso, precisamente quería hablar contigo de esto pero no pensé que sería así. He notado que hay en ti dos Arael. La heroica y… la extraña—Dan sonrió a modo de disculpa—. Perdona el nombre pero no se me ocurre otra manera de definirla. 

El monje hizo una pausa buscando la manera de  explicarse.

—A veces, como en el Gran Bosque cuando Vincenza cayó herida, muestras una altura de miras y una fortaleza admirable, capaz de mover montañas. Mientras que en otras ocasiones, como cuando estábamos negociando con Eiren, toda esa fuerza desaparece. Es… como si una fuerza se dedicará a arrastrate al Cielo y a la Tierra sin control alguno. ¿Por qué?

—¿De verdad prefieres que esté aquí?—preguntó con incredulidad—Porque te ha costado cuatrocientas piezas de oro…

Eiren hizo un gesto elocuente dando a entender que no terminaba de comprender a Kilian. Sin embargo no le dio mucha más importancia.

—No sé lo que haré cuando le demos la piedra al mago, pero no pienso volver con esos patanes. ¿Se puede saber a qué viene tanto interés?

Kilian comenzó a caminar por la habitación, se acercó a la mesa, se sentó en ella y tras mirar a Eiren de arriba abajo le dijo:

- ¿Y por qué no iba a querer que estuvieras aquí? –se encogió de hombros y prosiguió. - ¿Por las monedas? El dinero va y viene, y francamente para mí, no es lo más importante ahora. Yo ansío mucho más, quiero el reconocimiento, la grandeza. Que el día de mañana mi nombre sea recordado con admiración. Aquel que consigue eso, también consigue las monedas –dijo transmitiendo pasión y fuerza en cada una de sus palabras.

Tras una breve pausa en la que tomó aire; sus palabras, aunque calmadas, seguían portando esa pasión.  Y su mirada había ganado una profundidad como la hechicera no le había visto con anterioridad.

- Mi interés en ti no es repentino, tras verte combatir, creo que tienes el potencial para perseguir lo mismo que yo. Tú mismo acabas de decirlo: no vas a volver con esos patanes. Eso es porque tú vales mucho más que todos ellos, brillas con una luz propia que no debe ser eclipsada.

Kilian se levantó y se acercó a ella para decirle frente por frente con una ligera sonrisa:

- No voy a pedirte que permanezcas conmigo tras entregar la piedra, sé positivamente que no lo harías. Pero espero que si nuestros caminos nos vuelvan a unir, esa vez sea en el mismo bando, pues disfruto mucho de una lucha cuando lo hago al lado de los mejores.

Eiren comenzó a reír cuando Kilian habló de la grandeza y la admiración.

—¿Pero de dónde has salido tú?—acertó a preguntar entre risas con condescendencia—¿Reconocimiento y grandeza? ¡Por favor!

La arcana se secó los ojos.

—¿Sabes a quién conocí que también hablaba de la grandeza? A Tharnaros. Le encantaba ser el bandido más conocido al norte de Sartor. Y mira de qué le sirvió.

Eiren negó con la cabeza.

—Pensé que eras mucho más pragmático, pero estaba equivocada. Por eso estás en mi habitación a mi merced. Y por eso no volveremos a encontrarnos. No vas a vivir mucho tiempo.