Partida Rol por web

El elfo responde en cuanto Kerry pronuncia su nombre por el comunicador. No resulta difícil imaginárselo en su diminuto apartamento, agarrado a su comunicador, esperando en vilo noticias de la muchacha a la que ha mandado a una misión ya difícil para un regimiento de caballeros de Iomedae. 

-¡Kimberly!-dice, angustiado, olvidando, de nuevo, usar el nombre en clave-¿Estás bien? Los lobos láser son muy peligrosos, no le tienen miedo a nada. Pueden disparar láseres igual que tu rifle... ¿Seguro que se han ido? Ahora deberían estar dormidos, son nocturnos... sí que habéis debido armar escándalo para despertarles. 

En realidad... no, urgencia ya no hay. Por supuesto, quiero ver restaurado el templo, pero dará lo mismo un día más o menos. Puedes volver si quieres, aunque la jungla es peligrosa, sobre todo si habéis despertado a los lobos. De todas formas... en el templo teníamos sueros de curación, por si acaso. Debería haber varios, y también teníamos baterías para las luces y algunos PBUs para reparaciones. Todo es lo básico, pero te servirá. Si esos goblins han saqueado el templo, seguro que lo han cogido... o eso, o los han roto por diversión. No lo sé. 

Efectivamente, el cabecilla de los goblins parece llevar una bolsa al hombro, a la que por suerte no han prestado atención los lobos. 

El bueno de Veren, siempre trayéndole buenas noticias, aún si siempre también se olvidaba de utilizar nombres en clave. "¡Ah! ¿Tenéis baterías entonces? ¡Perfecto! Recibido, jefe. Me dispongo entonces a registrar a los goblins recién caídos, tomar los sueros, buscar baterías y continuar hacia adelante. ¡Cambio y corto!" ¡Qué poca vista había tenido! Lo bueno de utilizar un rifle que en vez de balas usaba baterías genéricas era que siempre se podía recargar de una u otra manera, ¡tan solo tenía que encontrar otras baterías! O a las malas hacer un puente con unos cables para recargar unas pilas con otras... pero esperaba no tener que recurrir a eso con suerte.

Así pues, aún con el rifle de francotirador a mano bajó, observó a su alrededor para que no le pasara como aquella otra vez que la emboscaron, y se dispuso a registrar a los nuevos goblins caídos.

-Recibido, Kimberly. Suerte y ten mucho cuidado. Que Weydan te acompañe.

Por suerte, esta vez, nada molesta a Kerry mientras baja del muro y se dedica a registrar los cadáveres. En cada uno de los goblins encuentra alguna cosa, pero el premio gordo es el del jefe goblin. Está claro que era el cabecilla de toda la banda, y como tal le corresponde la mayor parte del botín: casi todo lo que han podido rapiñar del monasterio. 

Revisó los 'rajaperros'. Ante la ausencia de un machete en condiciones, quizás podrían servirle de arma cuerpo a cuerpo para al menos despejar la jungla a la vuelta y así no tener que dar tantos rodeos. Por otro lado, también tenía que pararse un momento a inyectarse los sueros y reparar la armadura con sus herramientas y los PBUs...

Ahora sí, con las nuevas baterías recargó por fin su fusil de francotirador y pudo relajarse unos minutos mientras reparaba los desperfectos de la armadura y se inyectaba los sueros curativos. Recogió uno de los... 'Rajaperros', que no eran otra cosa que cuchillos de supervivencia llenos de roña y óxido, pero bastante afilados, cómo no. Lavó el cuchillo en el agua de la piscina y aprovechó también para rellenar las cantimploras con el agua limpia que brotaba un poco más arriba. Recogió su arma de mano y también la cargó: no pensaba usarla, pero por si acaso, siempre venía bien tener a mano un arma cargada en lugar de descargada. Se agenció también una de las botellas de vino, no las dos porque dos no le cabían en la mochila con todos los demás trastos que llevaba. Se arrepintió de haberse traido a combate el kit de higiene, que pesaba un poquillo. Quizás entonces podría haberse llevado las dos botellas. Aunque necesitaba el dinero, quería darle al menos una de ellas a Cuidador, así que bueno, esa sería la única. Casi que mejor dejar la otra aqui, no fuera a ser que la primera se le acabar rompiendo dentro de la mochila industrial. ¡Ojalá que no, le dejaría todo lo de dentro hecho un desastre! Tomó el creditdrive, los sueros sobrantes, y se puso de nuevo en marcha, adentrándose en el templo.

Por primera vez desde que empezó aquella misión, a Kerry no le aguarda ninguna sorpresa desagradable al cruzar la puerta que tiene ante sí: sin encontrar más oposición, entra en la sala en la que ya ha estado, la sala principal del templo. En su centro sigue ardiendo la gran pila de libros y papeles, aunque cada vez menos ahora que no queda nadie para alimentarla. El cadáver del tuestajamelgos está ahí caído donde murió, con su chapucero lanzallamas destrozado. 

Una duda se abre paso en la cabeza de Kerry: hasta entonces ha encontrado baterías, sueros y algún creditdrive, sí, pero eso significa que falta algo bastante importante. ¿Dónde está la comida? Aquellos monjes tendrían que comer algo, aunque sean esas hierbitas que dicen que se comen los elfos. Pero no parece haber rastro de ello. ¿Se lo habrán comido todo los goblins?

Al ver las llamas adentro, buscó un cubo, jarrón o maceta vacía que poder llenar y apagar el fuego. No le gustaba ver los escritos sagrados de Weydan y registros del templo arder. Ya era difícil hoy día encontrarse siquiera escritos en papel, como para que los malditos goblins los quemaran sólo por divertirse. Una vez solventado el problema del fuego, Kimberly decidió recorrer el perímetro del lugar, buscando las cocinas. Empezaría por la pequeña habitación de la derecha, luego la de la izquierda, y así con todos aquellos pequeños cubículos que había alrededor de la sala central donde estaban los libros quemados. Finalmente si todo iba bien, continuaría templo adentro.

Kerry encuentra con facilidad las cocinas tras un momento de búsqueda, una habitación pequeña y llena de trastos que parece haber sido revuelta por los goblins, de tal forma que casi es como si un tornado hubiera pasado por ella. No hay comida, pero sí unos cuantos cubos grandes que puede usar para ir a la fuente y apagar el fuego. La parte mala es que al apagarlo con agua se genera una humareda enorme y blanca que llena el centro de la sala y que hace toser y lagrimear los ojos. 

Por lo demás, Kerry encuentra algo más reseñable: el tuestajamelgos, no sabe si por avaricia o porque le tocaba, tenía una parte del botín: dos baterías más, y dos sueros de curación más. Sin duda serán útiles en lo que se avecina, pues aún no ha encontrado a ningún seguidor del Devorador. 

Finalmente, con todo registrado, Kerry abre la única puerta que queda, la que lleva al patio trasero y al sótano. Nada más abrirla puede ver dónde estaba toda la comida: apilada en un enorme montón, colocado en equilibrio inestable por los goblins. Dos de su especie guardan el montón, pero están tan ocupados discutiendo entre sí en su desagradable lengua que ni se dan cuenta de la entrada de Kerry. 

Este debía de ser el patio trasero que mencionó Cuidador. Kerry intentaría poner distancia entre sus enemigos mediante el sigilo antes de disparar nada, tomándose su tiempo para apuntar con el rifle de francotirador, respirando hondo, procurando apuntar a la cabeza y aguardar antes de disparar, para realizar el tiro perfecto...

Sigilosa como uno de los lobos láser que antes le salvaron la vida, Kerry se desliza por entre la maleza del patio y las columnas, tomándose su tiempo para apuntar. Sin embargo los goblins gritones no ofrecen un buen blanco, están continuamente moviéndose mientras discuten acaloradamente en su desagradable lengua. El disparo de Kerry falla por poco, estrellándose en una columna en la que deja una marca negra. Inmediatamente los dos goblins chillan aún más y se vuelven buscando el origen del disparo, pero no llegan a localizar a Kerry. 

Hay un antiguo dicho lashunta, que reza: Ala satar ira kitash. "La jungla siempre está ahí", traducido al común, y muchos extranjeros lo consideran una obviedad o una frase sin sentido. Pero los lashunta saben bien que no lo es: uno puede olvidarse de la jungla, establacer sus grandes ciudades, su economía, sus templos, pasar y superar el estado tribal en el que tenían que cazar para sobrevivir: pero la jungla siempre está ahí, y por mucho que uno se olvide de ella, ella nunca se olvida de uno. Sus peligros y sus habitantes nunca descansan, y tal como reza el dicho, siempre están ahí. 

Demasiado ruido han hecho ya en aquel templo abandonado, demasiada sangre, muerte, explosiones. Y la jungla vuelve a aparecer para reclamar su parte. Antes de que nadie pueda reaccionar, desde lo alto de uno de los muros del patio salta un borrón lleno de dientes y garras que cae con un estruendo sobre el suelo, atraído sin duda por el ruido y el olor de la comida allí acumulada. Es del tamaño de un buey, musculoso y de mirada hambrienta. Aunque la criatura es conocida por todo lashunta, para Kerry es totalmente extraña. 

Inmediatamente, antes de que el goblin pueda siquiera volverse, el animal lanza ambas garras hacia él y el traje de batalla salta hecho pedazos, así como la carne de debajo. Sus omóplatos saltan por los aires hechos añicos mientras es aplastado sin piedad como una ramita seca. Antes siquiera de ver lo que le ha atacado, el goblin ya está muerto. 

Por fortuna para Kerry, parece que toda la atención del animal está centrada en el goblin que queda y en la pila de comida. 

¡Fiuuu! Castrovel era más peligroso de lo que ella se había esperado, ¡y eso que había hecho los deberes de estudiar! Pero en fin, sí, habia subestimado a la jungla y la jungla le recordaba lo peligrosa que era. Kimberly definitivamente no quería tentar más la suerte, no quería enfrentarse a esa criatura, lo que... lo que fuera que fuera. Ni siquiera necesitaba dientes y garras, con esos músculos podría estrangularla en menos que canta un gallo. No, no no. No quería enfrentarse a eso, así que sería mejor evitarlo.

¡Fiuuu! Echó un vistazo desde donde estaba al foso, ayudándose del exocortex para calcular la distancia de caída. Era considerable, aun si se descolgaba desde las manos iba a necesitar dar una voltereta al bajar. ¡Pero no quería hacer demasiado ruído! Bajo ninguna circunstancia quería enfrentarse a la criatura. Así que... ¡no le quedaba otra que hacerlo! Haciendo el mínimo de ruido, aprovechándose de que esa bestia alienígena de la jungla de Castrovel estaba devorando el cuerpo de un goblin, y con suerte persiguiendo al otro, Kimberly decidida se dirigió allí y se dejó caer. Tratando de entrar en el sótano y desaparecer.

Por suerte para Kerry, el animal parece muy centrado en su presa. Arranca partes de los goblins con entusiasmo, llenándolo todo de sangre, y las mastica con alegría con terribles sonidos de huesos rotos. No parece percibir a Kerry en absoluto, mientras la francotiradora se deja caer por el hueco, adentrándose en los subterráneos del templo. 

Tiene muy presentes las palabras del elfo que le ha contratado. Los goblins, por muy peligrosos que fueran, solo eran los secuaces del verdadero enemigo: un grupo de ikhestis, humanoides reptilianos de gran fuerza y poder mágico. Son ellos los que han robado la Luz de Weydan, y, según le dijo, eran parte del Culto del Devorador, la terrible deidad que solo ansía el consumir todas las cosas como un gran agujero negro. 

Con todo ello en la cabeza, Kerry se interna hacia lo desconocido.