Partida Rol por web

Que el viejo Bill huyera aterrado ya había sido un golpe bastante duro para el grandullón de Ursu. Que le siguieran Velocatus y Normoh, mientras el resto de compañeros no sabía muy bien qué hacer, le superaba.  Malditos locos, los tres, allí fuera les aguardaba la muerte. Pero los reproches enseguida se centraron en su persona. Él debería haber salido fuera también, tenía que haber rescatado a Bill y no dejar que Normoh ni Velocatus fueran solos, pese a que el cazador tenía toda la pinta de saber desenvolverse aun en medio de la noche. Quizás, no obstante, habría una mínima esperanza, pues no se escuchaban relinchos desesperados ni gritos de horror que procedieran del exterior; cabía la posibilidad de que los siervos del Nigromante se hubieran retirado.

La violenta tos, sumada al estado de agotamiento que se adueñó del tonto bonachón, cortó todo pensamiento. Tampoco le permitía discernir con claridad (aunque lo habitual es que la claridad de mente y Ursu anden reñidos). Pasado el ataque, todavía con un hilillo de flema verde en la comisura de su boca, Ursu sentó sus posaderas ante la hoguera reavivada por Iunus. No fue necesario que diera un par de cabezazos: se quedó inmediata y profundamente dormido. 

Jace se alegra infinitamente de oír pronunciarse a Hobbs, ese hombre apenas habla, pero cuando lo hace transmite serenidad. Y eso en estos momentos no tiene precio.

Parece sobrecogido, como todos, eso es lógico tras un ataque de los siervos del Nigromante, lo ha visto muchas veces después de defender la muralla de Forbrab de uno de sus asaltos… siempre te invade el desánimo, una extraña desesperanza, al ver caminar hacia ti algo que no está vivo y trata de arrastrarte con él al abismo… pero la cuestión es que Hobbard sabe mantener la calma y lo transmite.

Además, es un Wits, y eso es decir mucho. Su ejemplo alienta a los demás. Su hijo seguirá todas sus indicaciones, el buen Ursu le obedecerá sin rechistar… y por supuesto Jace agradece que alguien con autoridad asuma el mando, liberándole de la incómoda posición en que se ha visto sumido. Un hombre que no pertenece a ninguna familia importante no puede imponerse con firmeza, no ante gente de cierta relevancia… o puede estarse jugando todo su futuro en Forbrab. Pero a veces necesitas hacerlo, mantener una disciplina que haga funcionar el equipo, como hace unos momentos ha ocurrido con ese jovenzuelo inconsciente de los Culprit. Nunca tuvo que dejarle salir a solas en plena noche, pero no se atrevió a usar la fuerza… y ahora lo lamenta. No quiere ni pensar en lo que ocurrirá si Velocatus no vuelve, en ese terrible momento en que tenga que presentarse ante su abuela… con esas noticias.

Pero ahora, por fortuna, Hobbs ha empezado a tomar decisiones y a él, por supuesto, nadie va a discutirle sus órdenes. Muchos se han preguntado por qué siendo el mayor no se hizo con la jefatura de la aldea, como señor todas de estas tierras y sus gentes, por qué delegó en su hermano menor, Orbert, que ahora es el conde. Dicen que no quiso asumir la responsabilidad del mando, que prefirió una vida más sencilla, pero al fin y al cabo es el jefe de leñadores, eso no es eludir el tomar decisiones difíciles.

En fin, lo más probable es que alguien como Jace jamás llegue a saber los motivos reales de un hecho que ocurrió cuando apenas era un crío. Pero reconoce que Hobbs sabe reaccionar ante las adversidades. Pocas veces se ha alegrado tanto de tener alguien a quién obedecer.

- Como ordene, señor Wits – asiente tras otro de esos virulentos ataques de tos, que cada vez le están inquietando más – Vamos a intentar descansar un poco y coger fuerzas, antes de que lleguen las primeras luces y tengamos que ponernos en marcha…

Y dicho esto, se acurruca junto al fuego para coger de nuevo el sueño. Al principio piensa que no podrá hacerlo, pero enseguida empiezan a oírse sus ronquidos, suaves en comparación con los de Ursu.

...no dejan lugares a infecciones de ningún tipo. No solo por las posibles enfermedades típicas de estos bichos (rabia, peste, etc.), sino también por el misterioso polvo que todos aspiraron al abrir la trampilla. La tirada apunta a un "chequeo general y purificación", incluídas posibles obstrucciones a las vías respiratorias por ese polvo extraño.

Estos conocimientos corresponden con la Habilidad Avanzada: Medicina.

Dado que no voy a decirte lo que como Jugador sabes o no sabes tampoco lo haré con tu PJ. Es decir, entiendo que a Hobbard le preocupe que las ratas les transmitan enfermedades, eso es casi del conocimiento general de la población (incluso entre los analfabetos de Forbrag y aún más en alguien (parcialmente) ilustrado como Hobbard). Pero el buen leñador carece de los conocimientos para hacer diagnósticos precisos y conocer/preparar/administrar los tratamientos adecuados.

En base a tu buena tirada de Primeros Auxilios y de forma totalmente altruista y pasándome el reglamento por el forro te daré la siguiente información (que como digo debería ser fruto de una tirada en Medicina y que por tanto sólo Velocatus, Ursu o Normoh podrían hacer):

- Las heridas de las ratas están limpias, no se infectarán salvo que metas las manos en estiércol.

- El agua está limpia, las ratas no han abierto los recipientes y bebido de ellos sino que éstos se rompieron por los golpes de los aventureros.

- El polvo inhalado es malo, a todas luces se ve que Jace y Ursu no paran de toser, de momento no parece que Iunus o Hobb tengan síntomas, Normoh y Velocatus quizás tampoco, pero están fuera y no es posible saberlo con certeza.

He dejado un aviso en el Off-topic. Lo digo para que concretes tus acciones con cierta celeridad.

Con respecto a las acciones que planteas. Es factible que Hobbard desescombre la puerta oeste, al menos lo suficiente para que alguien pueda pasar de perfil y achuchándose un poco. El esfuerzo necesario para que alguien pase holgadamente o que lo haga alguien Grandote (como Hobbard o Ursu) requeriría más tiempo del que dura lo que queda del turno de guardia y requeriría dos personas al menos. Asi pues, lo primero sí, lo segundo no.

Con respecto a bajar por la trampilla, también es factible. Dado que habeís apilado madera abundante, puedo considerar que alimentas de sobra la hoguera al aventurarte y no hacer que los durmientes se queden a oscuras por no atender el fuego nadie. No obstante esto podría acabar pasando si Hobbard se demora demasiado abajo (o cae inconsciente por ejemplo).

En el caso de decidir no desescombrar la puerta, en este caso, dispondría de tiempo para bajar por la trampilla, para hacerlo Hobbard debería emplear la única antorcha que ha podido hacer, para poder iluminarse. Como te dije antes lo otro, palos sueltos, ni son una antorcha, ni son nada. Te animo a que lo pruebes en la VidaReal, un palo sin más ardiendo o bien se consume en apenas 5 segundos (si es pequeño y está muy seco) o bien no ilumina apenas nada (da algo de calor y poco más). Así pues, siento insistir en que Hobbard sólo dispondría de UNA antorcha.

No me había dado cuenta que Hobbard es el único que terminó haciendo guardia. Di por sentado que Iunus permanecía con él, y podía vigilar el fuego y las entradas al refugio mientras Hobb bajaba por la trampilla, pero me parece mucho más coherente que el joven también se acueste un rato.

De modo que dejaré la visita al subterráneo para la mañana, cuando todos estén despiertos.

Así que Hobbard dedicará sus horas a quitar escombros de la puerta que hay en la pared de la izquierda. De paso, puede que tantee que tan trabada está, haciendo un poco de fuerza para abrirla. Por supuesto, no dedicará toda su atención a esta tareas, sino que lo hará con un ojo puesto en las entradas a la construcción y haciendo altos a cada momento para escuchar si algo se mueve por las cercanías.

Otra cosa. También le echará un vistazo al Siervo del Enemigo. ¿Quién diablos fue en vida? ¿Puede adivinarse algo acerca de su procedencia por las ropas que lleva, o por algun signo distintivo en su aspecto?

Si querés, cuelgo un post ahora con todo esto. O también puedo colgarlo en la nueva escena.

Y así se quedó Normoh las dos siguientes horas, ahí plantado, de pie por no quedarse dormido. Sin atreverse a avanzar entre una maraña que ahora se le antojaba mucho más peligrosa que en el camino de ida, se pegaba al caballo en busca de un poco de calor, acariciándolo de vez en cuando.

Cuando le pareció que ya se veía más allá de unos cuantos pasos y a través de las ramas y la hojarasca, susurró a Bill. Hala, vamos, amigo, pórtate bien, eh? Y tranquilo. Aunque esto se lo decía más a sí mismo que al animal.

Así, con los ojos enrojezidos y la espalda rígida, Normoh volvió a la casa ruinosa, tal vez aproximándose con menos precauciones de las debidas.

Hobbard había echado un buen montón de madera al fuego y este crepitó alegremente y con fuerza calentando a Iunus, Jace y Ursu, que derrengados, se habían echado a dormir. Su tranquilidad no duró mucho pues el jefe de leñadores de Forbrag empezó a quitar piedras del montón de escombros apartándolas con sus enormes manazas. Con paciencia infinita y dando muestras de una gran fuerza física las levantaba de una en una y las dejaba caer detrás de él haciendo tan sólo pequeñas pausas para alimentar el fuego. Sus compañeros, mientras tanto hacían lo posible por descansar en un duermevela intranquilo por los golpes de los cascotes al caer sobre el suelo de piedra.

Mientras tanto, en el exterior, Normoh sujetaba las riendas de Bill mientras Velocatus miraba a ambos lados, vigilando, con el pequeño cuchillo empuñado con fuerza esperando que algo se les echara encima en cualquier momento. Tras tensos minutos de espera, el joven decidió sentarse en el suelo, mientras el cazador, con firme determinación permanecía de pie junto al caballo, que viendo que no iban a ninguna parte, se limitó a mordisquear hierbajos en la oscuridad. Minutos después, Velocatus dormía con la cabeza caída sobre el pecho y aún con las piernas cruzadas, sentado en el suelo. Normoh estuvo a punto de recriminarle su actitud, pero estaba tan cansado, con las piernas tan dolororidas que prefirió ahorrarse los cuatro pasos que le separaban de Velocatus y se limitó a mirarle con desprecio mientras apoyaba él mismo la cabella sobre el cuello de Bill, el peludo, cómodo y caliente cuello de Bill. Antes de que hubiera pasado un minuto, Normoh, dormía apoyado sobre el animal, tan agotado que aún seguía de pie y agarrado a las riendas.

Hobbard siguió desescombrando la puerta oeste del edificio, aquella por la que habían salido las ratas y que las piedras bloqueaban medio cerrada con apenas 10 centímetros de apertura. Pronto empezó a sudar profusamente por el esfuerzo por lo que decidió quitarse la armadura, tanto del pecho, como de brazos y piernas. Poco después se sacaba también la camisa que estaba empapada de sudor y la dejaba apoyada en el mostrador, no muy lejos del fuego. A pesar de estar semidesnudo y a inicios del otoño, no sentía frío alguno. Comprobó que su hijo y los demás seguían durmiendo y siguió desescombrando, era una suerte que tuviera las manos tan callosas por trabajar el hacha, si no, las piedras le hubieran destrozado la piel.

El sol aún no había aparecido en el horizonte, pero ya empezaba a bendecir la tierra con su luz y la oscuridad empezó a retroceder. Como si aquello fuera una señal, el caballo levantó la cabeza, despertando a Normoh de golpe que soñaba con un tazón de las deliciosas gachas de su madre¹. El cazador maldijo en voz baja una veintena de veces, tanto por verse despierto en medio del páramo, como porque tenía las piernas dormidas y sentía calambres. Dió pasos adelante y atrás un rato, mientras Velocatus seguía dormido a pocos pasos de él. El cazador juraría que sonreía. Sin miramientos le dió al joven un puntapié en el culo para despertarle y le echó una mirada furibunda que el muchacho tomó como una bronca por haberse quedado dormido en su puesto dejando sólo a Normoh, mucho más responsable y profesional. Sin abrir la boca, que sentía seca y pastosa, el cazador abrió la marcha de vuelta hacia la edificación, que se veía a lo lejos y que no debía distar más de un kilómetro o dos.

Hobbard apartó una piedra especialmente grande que golpeó con una pieza de madera del techo partiéndola con un sonoro crujido. Jace, despierto por el ruido lanzó a Hobbard una torva y cansada mirada y se vió atacado por un acceso de tos y esputo antes de decir nada, con la garganta reseca, decidió ahorrar el aliento, se dió la vuelta sobre la manta de Normoh y se tapó con la suya y intentó volverse a dormir, mientras el rubicundo leñador volvía a su labor.

Normoh volvió la vista atrás, pasados unos minutos desde que despertaran, el sol ya empezaba a verse en el horizonte, frente a él, por detrás de la casa; ahora podía verse a más distancia en la llanura. Aún con la poca luz las siluetas se recortaban con nitidez. No tenía duda, no podía tenerla eran inconfundibles. Podía ver a los siervos del Nigromante a su alrededor, a su derecha, a su izquierda y, aún más cerca, a su espalda, debía de haber casi dos docenas de ellos. Se acercaban tambaleantes hacia ellos, arrastrándose. Debían de ser los que habían visto a lo lejos durante el día anterior, que poco a poco, a lo largo de toda la noche, sin perderles el rastro se habían ido acercando desde todas direcciones. Al ir a buscar a Bill, Normoh y Velocatus se habían acercado peligrosamente al borde de ese circulo cada vez más estrecho. A ese ritmo tardarían una hora, aproxiadamente, en alcanzarles. El cazador apretó el paso y Velocatus no necesitó que le dijeran nada para hacerlo, no estaba dispuesto a quedarse atrás. Después de haber visto a uno sólo de aquellos seres de cerca, no podía imaginar lo que sería sentir a tantos tan de cerca.

Hobbard retiró el último pedrusco y viendo que el camino quedaba libre, tiró de la puerta de metal con ambas manos, abriéndola con un sonoro y desagradable chirrido casi dos cuartas. La puerta llegó así a su nuevo tope, el montículo de escombros que Hobbard no había llegado a desbrozar. Un persona de complexión normal cabría por el hueco de perfil y aguantando la respiración, aunque alguien como Ursu o el propio Hobb, requerirían de una labor de desescombro mucho más intensa y prolongada. El roce de la puerta metálica con el suelo despertó a los demás aventureros abruptamente con la desagradable sensación de tener todos los pelos de punta.

Con el corazón golpeándoles el pecho a toda velocidad Normoh y Velocatus llegaron a toda prisa a la edificación pocos minutos después de que Hobbard abriera la puerta, justo a tiempo para ver como el leñador volvía a vestirse con su ropa y su armadura. El leñador se permitió dedicarles una sonrisa mientras sostenía en las manos las grebas y espinilleras que aún no se había puesto. Antes de que Normoh llegara a abrir la boca, tenía todas las miradas en él. Iunus, Jace y Ursu estaban despiertos y ponían en orden sus posesiones y Velocatus le miraba indeciso sobre sí debía abrir la boca antes que el cazador e incapaz de callarse lo que les venía encima.