Partida Rol por web

Entre la alegría de conseguir que fluyera de nuevo el agua, y la de re-encontrarse con el Chull, sano y salvo, esperándoles bajo los riscos, a Kon se le pasó como un suspiro el viaje de vuelta.

Por fin había llegado de vuelta a Ossecina, y contemplaba como la fuente, con sus saltos de agua y sus pulcros acabados, daba vida por sí sola a un pueblo que parecía muerto y desolado cuando lo encontraron por primera vez, eso regocijó el corazón de Kon, sabiendo lo importante que era esa fuente para los lugareños y que, como había aseverado Tsuna, no tardarían en volver una vez conocieran la noticia.

Sus amigos y él habían logrado ayudar, no sólo a Tsuna, ¡sino a todo un pueblo! Sin duda su viaje no podía comenzar mejor.

Pasó a casa de Tsuna, como había hecho al principio, y ésta les agradeció el esfuerzo una vez más.

Restando importancia a su tarea Kon, que fue el primero en hablar dijo: El haberte podido ayudar ya es suficiente recompensa Tsuna, además nos has acogido en tu casa y nos has cuidado todo el camino, yo no necesito nada, gracias.

Pero hay algo que sí me gustaría pedirte, si está en tu mano.

Dicho esto y, un poco ruborizado, Kon se acercó a la Guardiana de la Fuente y la susurró unas palabras al oído.

La guardiana rebuscó en su baúl enorme, con una sonrisa. Tenía la esperanza de que alguno de los objetos que ofreciera a los Viajeros les fuera útil en su travesía. Quería poder ayudarles como ellos le habían ayudado a ella. Tenía una preciosa armadura de cuero, ligera y engarzada con adornos de plata, cuando escuchó a la petición de Kon.

-Oh...- rió levemente para sí. -No sé si tendré algo así... Déjame mirar...- se metió de cabeza en el baúl y acabo sacando algo que Mö conocía bien: una trompeta como la que vio en el mercado. Tsuna se la dió a Kon. -Mira, sí que tenía una. Creo que hay que limpiarla, pero seguro que suena bien... Aunque yo no sé tocarla- se frotó la cabeza con preocupación. No quería entregarles un objeto roto. -¿Alguno de vosotros sabe?

Ver aquel objeto hizo que los ojos del ren se abriesen como platos. No esperaba volver a ver algo como aquello y la curiosidad simiesca no tardó en aflorar. Se acercó con timidez pero con determinación. Acompasando los pasos con gemidos y gruñidos de animal... como los que siempre ejecutaba cuando estaba nervioso o inquieto. Señaló el objeto y ejecutó un movimiento de manos y cabeza que sugería un tímido "¿puedo...?". Acto seguido se lo aproximó a los labios. Efectivamente el curioso instrumento estaba polvoriento y desbruñido por el paso del tiempo pero eso no le importó lo más mínimo. Las manos y la boca le temblaban de pura excitación. ¿Quién lo iba a pensar? Después de haber perdido la posibilidad de comprarlo en el mercado de la ciudad - sin duda se habían entendido mal con aquel tipejo que solo pronunciaba una palabra - ahora se encontraba con un chisme de esos en un lugar recóndito en mitad del desierto de Saladino. Cuanto menos resultaba sorprendente.

La boca cuarteada de Mö se posó sobre el metal, los pulmones se hincharon con vehemencia y, progresivamente, un sonido poderoso y estridente inundó la tienda de Tsuna para deleite del hombre simio. Un suspiro de puro deleite rubricó la prueba. Los ojos le brillaban con ilusión. 

Con parsimonia, Mö devolvió el instrumento a Kon, su nuevo dueño. Éste había sido muy listo pidiendo primero pero la elección ya estaba hecha. El ren se volvió ahora hacia Tsuna y, más ruborizado aún que Kon hacía unos instantes, con un hilo de voz como el niño que pide permiso a su madre para salir a jugar, dijo:

- Supongo que no tendrás otro igual para mí... ¿verdad?

Kon se tapó los oídos para soportar el bocinazo que había pegado Mö en cuanto juntó los labios con el metal mas, cuando Mö le devolvió el instrumento y, con cara de quien sabe que se arrepentirá en un futuro, se la ofreció de nuevo:

Toma Mö, la he pedido para tí - le tendió la mano en la que aún portaba tal instrumento, aderezándola con una gran sonrisa de oreja a oreja - Que la disfrutes. 

Sabía que el ren se había decepcionado mucho al no poder comprar una en la tienda del Sr. Moguri y, desde entonces, buscaba la forma de conseguirle una.

-Me alegro que te guste tanto, Mö. Ese instrumento lo dejó aquí Chiho. No podía cargar más cosas y me la donó, como muchas de las cosas que conservo en el baúl- Tsuna sonrió y sacó de su baúl una armadura de cuero, pero cosida con filigranas y unos dibujos bordados que la hacían la más bonita que nadie hubiera visto nunca. -Él también se dejó esto, me dijo que se lo diera a alguien que lo necesitara. Si Mö se queda la trompeta, tú puedes quedarte con esto, parece que te va bien- le tendió la armadura a Kon.

Tras repartir las pertenencias entre los Viajeros, la guardiana se puso a cocinar. Estaba contenta, porque no tardarían en traer nuevos víveres, en venir más viajeros y ella misma iría a visitar la escama tan a menudo como pudiera. Aquella vivencia le había abierto los ojos, tenía que moverse más y ser más activa. Cenaron de forma copiosa y durmieron muy cómodos. Hasta el Chull hacía gorgoritos de lo contento que estaba, por eso y por todo el agua que había podido beber desde que la fuente había vuelto a brotar.

Fue esa noche que Mö y Kon recibieron la triste noticia de que Umi y Lairiel no continuarían su viaje con ellos. Parece que seguirían juntas hacia el norte, para buscar el misterioso bosque de Inari. Umi deseaba llevar a su compañero Akatsu de vuelta a casa, ambas pensaron que ir juntas sería lo mejor.