Partida Rol por web

Buenas noches compañeros viajeros, dijo la anciana que había puesto una manta y tirado sobre ella conchas y caracoles, piedras y ramas.  Creo que el clima de mañana nos será favorable a todos. Volteó a verlos y sonrió.   Esas son buenas noticias, ¿no? 

Mi nombre es Kumo Atorasu, meteomaga, del oriente de Bavaria.  ¿Que porqué viajo?  Ahora ando haciendo un atlas de nubes.  Clasificándolas, poniéndoles nombre, si es que un nombre se le puede poner a algo tan intemporal como una nube.  Y con el tiempo, descanchirinfado como está, habemos de hacer de nuevo tooodos los mapas del clima, pues este está cambiando.  Sus ritmos han cambiado.  

Si me lo permiten, dijo humilde, les puedo leer algo de una amiga para que me entiendan.  Se llama Wislawa y un día dijo esto y nos lo escribió:

"Con la descripción de las nubes
debería darme mucha prisa,
en una milésima de segundo
dejan de ser ésas y empiezan a ser otras.

Es propio de ellas
no repetirse nunca
en formas, matices, posturas y orden.

Sin la carga de ningún recuerdo
se elevan sin problemas sobre los hechos.

¡De qué van a ser testigos!,
en un segundo se disipan en todas direcciones.

Comparada con las nubes
la vida parece tener los pies sobre la tierra,
se diría que es inmutable y prácticamente eterna.

Frente a las nubes
hasta una piedra parece un hermano
en el que se puede confiar
y las nubes, nada, primas lejanas y frívolas.

Que exista la gente si quiere,
y después que se mueran uno tras otro,
poco les importa a las nubes
esas cosas
tan extrañas.

Sobre toda tu vida
y también sobre la mía, aún incompleta,
desfilan pomposas igual que desfilaban.

No tienen la obligación de morir con nosotros.
No necesitan ser vistas para poder pasar."

Perdón, se me olvidó presentarme.  Mi nombre es Orologgio Magisterra.  Mucho gusto a todos. 

Alysha cerró los ojos en cuanto los de los demás que la rodeaban se posaron en ella. Pareció sestear, pero no era así. Los abrió de golpe, y sonrió.

-Estamos cerca de un lugar especial para mi. Más al oeste, más al sur, hay una duna gigante, la madre de las dunas, una que nunca cambia de lugar ni de forma. Las dunas se mueven, sabéis?, pero esa no. Es la Duna de Ulualdin. Hasta el nombre susurra viento, porque llama a un espíritu, el del anciano que me entregó esto...

Les mostró un pequeño objeto redondeado, un aro que parecía de bronce, que colgaba de su cuello con una cadenita. Parecía un simple collar, un dije sin valor. Pero si uno lo miraba de cerca veía que estaba agujereado no sólo en el centro, sino en el borde. Varios agujerillos de tamaños distintos, diminutos, y uno un poco más grande en el lugar opuesto a la pieza que lo unía a la cadena.

-Esto no es un adorno, no es una joya. Es una extraña flauta. He tardado mucho tiempo en aprender a tocarla, pero cuando suena, su voz es dulce y melódica, cristalina como el agua, voluble como la brisa. Siempre la llevo encima, y su música me acompaña en las noches solitarias bajo la luna, o en los días de sol inclemente. Pero no es esa la razón de que os lo muestre. No, la razón es la Leyenda a la que está vinculada, la que el anciano me narró antes de morir entre mis brazos y entregármela, entregarme la Voz de Ulualdin...

Entrecerró de nuevo los ojos, llevando su mente y su recuerdo hasta otro momento, otra parte. Abrazó sus rodillas, porque inquieta como era Alysha mantenerse sin bailar o andar le resultaba difícil. Y les contó su Leyenda.

-"Mira, niña, quédate mi Voz, y aprende de ella, con ella. Habla de los Reinos, habla de las gentes, de lo que existe y de lo que no. Habla de la Libertad, del Ensueño, de lo que es justo, de lo que debería ser, de lo que está bien. Cuando toques sus melodías ella te contará historias desconocidas, te mostrará paisajes olvidados. Pero no sólo es un instrumento que interpreta lo que le pides. No. Es mágico, y tiene alma. Un alma propia, y su voluntad prevalece. Por eso, cuando la Voz se enfrenta a una injusticia, si el desalmado ataca al débil, si presencia un abuso, la Voz despierta. Soplarás por ella como siempre, pero lo que cante será distinto. No serás tú, entonces, quien la guíe, ella hablará potente, arrasará, hará justicia. Porque esta es su Leyenda, su realidad..."

Se levantó, y cogió el aro de su cuello, y se lo llevó a los labios. Una suave tonada emanó de los agujerillos, que Alysha tapaba y destapaba con dedos ágiles. El sonido era frágil y profundo a la vez, inocente y ancestral. Cuando acabó sonrió de nuevo.

-Aún no he oído a la Voz de Ulualdin hablar por su cuenta, como dice la Leyenda. Siempre me ha obedecido cuando la he tocado. Pero sé que es cierto, que el espíritu está ahí, a la espera. Y que, cuando algo horrible me amenace, atronará el cielo, y arrasará el  mal...

La muchacha calló, y se sentó otra vez. Y posó su mirada en el siguiente de los Viajeros. No iba a ser la suya la única historia de la noche, y ella deseaba oírlas todas...

- ¿Mi historia? - digo algo sorprendido... - ...no resulta demasiado interesante... la vida de un ingeniero no tiene emoción ni aventuras... pero si insistís os contaré como he llegado hasta aquí... - miro a Praliné esperando su aprobación para empezar por mi parte y también observo al resto de viajeros mientras reorganizo rápidamente los recuerdos y pensamientos en mi cabeza y trato de darles forma...

- Supongo que mi historia comienza en la aldea en la que nací... Northwich... un pequeño lugar en el que nos ganábamos la vida de forma honrada... algunos eran pescadores... otros cazadores... ya que el clima y la orografía no permitía el cultivo... - cuento mientras me embarga un sentimiento de profunda nostalgia... - ... y allí fue... donde lo vi... estaba con unos amigos escalando la montaña buscando el rastro de animales... y encontramos una cueva... la cueva daba al otro lado de la montaña... ¡y vaya lo que me encontré! ¡¡Un barco que flotaba en el aire!! Mis ojos no daban crédito... y desde aquel momento fueron el objeto de mi obsesión... - realizo una pequeña pausa para tomar algo de aire...

- No tardé mucho en unirme a la primera caravana que se dirigía a la capital Lindblum... ¡ah cierto!... que cabeza la mía... se me ha olvidado mencionar que vengo de Mechrown... disculpadme por mi despiste... pero continuemos... - me rasco la cabeza nervioso y algo sonrojado ante tamaño despiste... - El caso es que los recaudadores de impuestos venían una vez al año... así que me fui con ellos y fue así como llegue a la capital...

Al ver como Praliné se impacienta algo trato de dar algo más de brío a la historia... - Sí, sí... imagino que puedo saltarme algunos detalles... - la digo para que no se enfade conmigo mientras retomo la historia... - Así que tras unos 5 años me convertí en lo que soñé en el momento que puse mis ojos sobre aquella maravilla... en un ingeniero de aeronaves... y me prometí a mi mismo que conseguiría que esas aeronaves cruzasen las montañas para que pudiesen llegar a Northwich y otras aldeas del norte de Mechrown... y antes de que alguno se pregunté el porqué... es sencillamente para que la gente del norte de mi reino prospere... ya que muchos mueren en las cacerías o se pierden en el vasto y fiero mar del norte... y si consigo mi objetivo... esos se convertirán en un problema del pasado... - mi porte cambia a uno lleno de orgullo cuando hablo de las metas de mi sueño...

- Pero... el caso es que las cosas no iban a ser tan fáciles... otros ingenieros me llamaron loco... puesto que no contábamos con ninguna forma de hacer volar a más altura a las aeronaves... y esa es la razón por la que me encuentro aquí... buscando un material o gas que genere la suficiente energía para conseguir superar la altura máxima de vuelo de las aeronaves... aunque debo reconocer que hasta el momento la búsqueda ha sido un fracaso... - me rasco algo la nariz al reconocer que mi viaje no iba tan bien como pretendía... pero todavía había mucho mundo por recorrer...

- Y fue en medio de estos viajes... donde la conocí a ella... mi musa inspiradora... no sabéis la de diseños nuevos que tengo para cuando regrese gracias a su belleza y apoyo... - digo mientras la miro casi hipnotizado... - fue en Wonderland... mi ingenuidad me llevó a pensar que en un lugar tan extravagante encontraría algo de lo que buscaba... pero me encontré con un grave problema... no tuve forma ni manera de hacer que sus habitantes entendiesen lo que buscaba... y si alguno lo entendía... eso si era terrible... creedme cuando os digo que un habitante de Wonderland tratando de explicarte algo es una experiencia dolorosa... sobre todo para la mente...

En ese momento me callo dejando a mi compañera Praliné que cuente su historia al ver lo que se había alargado la mía...

- Hola a todos, mi nombre es Praliné. Encantada de conoceros a todos. Me alegro de que Wilhelm me haya presentado de tal forma, es muy halagador. - Se sonroja cuando dice esto.

- La verdad. Pero el pobrecillo sufrió lo suyo en Wonderland, cuando nos conocimos, porque cualquiera que pise aquel lugar o pierde la paciencia o la razón. O ambas cosas.  Bien, creo que me toca a mí contar un poquito de mi historia así que procuraré no aburrirles con detalles insignificantes - coge su laúd que tiene al lado, y empieza a tocar una dulce melodía.

- Nací en Wonderland, en una casita adorable rodeada de un campo lleno de flores preciosas y un tanto charlatanas de más… Y con mis padres y mis hermanos, siendo yo la menor. Allí todos juntos vivíamos en un mundo que tanto podía ser divertido y amable, sin razón alguna, o caprichoso e incluso algo peligroso. Las tazas en mi casa se peleaban, piensen en ello, y no era la primera vez que alguien crecía de tamaño hasta convertirse en un auténtico titán que rompía una y otra vez la casa. Sin embargo, dentro de este peculiar mundo, éramos felices a nuestra manera y después de insistir a mi padre, éste me contó que tanto mamá como él habían llegado a esas tierras por curiosidad. – Cuando dice esto sonríe algo, como si rememorando esos viejos tiempos.

- Imagínense… Pero como al final el lugar les fascinó tanto, decidieron instalarse con ayuda de sus peculiares amigos: un pato parlanchín que despreciaba el elemento líquido y un cuervo con pasión por el dinero. Y con esa compañía crecí: y mientras eso sucedía comprendí que había algo que prácticamente les gustaba a todos los habitantes de Wonderland y eran las historias y las canciones. Tanto daba que tuvieran sentido o no, a ellos tanto les daba, si les gustaban se las aprendían y solían ser más amables contigo.

- Por ese motivo y porque siempre me gustó cantar, me comencé a dedicar a ello desde bien pequeñita. Pero tener siempre que lidiar con sinsentidos, e incluso verte involucrada en ellos, te acabas cansado un poco y tienes ganas de ver más mundo. Así que me trasladé a vivir cerca del mar, acompañándome el señor pato, que cierto es que odiaba el agua pero tenía curiosidad. Allí intentaba convencer a los navegantes que venían con curiosos de que me llevasen con ellos, pero a la vez los pobres se iban enseguida al ver dónde habían caído. – Ahí la chica suspira a la vez que para un segundo de tocar el laúd, y dedica una mirada a sus compañeros, para enseguida comenzar de nuevo con la música y con su relato.

- Para colmo, me exigían dinero y yo de eso nunca tenía, de tal forma que se me ocurrió una idea. Hacer de guía por Wonderland, nada más y nada menos. Si les entretenía con canciones y visitas divertidas, entonces: ¡me tendrían que sacar de allí! Al principio me gané solamente unas pocas monedas, y no por el lugar, sino por pena y por las canciones… Eso, la verdad, no me hizo sentir muy bien, pero pronto llegó un barco a la orilla diferente. Allí estaba Wilhelm y sus compañeros, que no parecían tener intención de quedarse mucho tiempo: así que como estaba harta corrí junto a ellos y les propuse lo de siempre. Se negaron a hacer una visita por el lugar, pero sí estaban encantados de oírme cantar y tocar: sobretodo Wilhelm, y yo encantada de tanta aceptación. Les empecé a narrar en modo de canciones cómo me había transformado en una titán al beber un café, cómo unas setas querían adoptarme, cómo las flores de mi jardín cantaban armoniosamente y a la vez resultaban un grupo de cotillas maleducadas… Y para rematar, la canción de mi taza de té que quería gobernar la cocina, ¡esa les encantó!- Cuando cuenta esto último, la melodía se anima más, pareciendo más alegre.

- Pero lo más gracioso es que no paraban de mirarme al rostro mientras cantaba: algunos parecían hipnotizados… Enseguida me dijeron que me aceptaban en la tripulación, así que simplemente hice las maletas lo más rápido que pude y me despedí de los míos. Me costó decirle adiós a mi tacita arrogante, pero se queda con la vajilla… Así que, aquí estoy, con vosotros. Como veis, no soy nadie especial, ni digna de pocos o muchos sonetos. Simplemente me contento con ver mundo y poder estar con Wilhelm, que es quien me ha ayudado a llegar hasta aquí. Gracias por escucharme.- Al terminar hace una pequeña y dulce reverencia, a la vez que deja su laúd en el suelo y posa su cabeza en el hombro de Wilhelm. Por dentro rezaba que la historia que había contado fuese del gusto de sus compañeros.

Se me da fatal colocar vídeos de youtube (o "barras de sonido") así que si no ha salido, por favor busca el enlace.

La noche avanzaba y con ella la temperatura caía rápidamente, debía ser cierto aquello que decían de que en los desiertos hace tanto frío por la noche como calor por el día, pronto lo averiguaría.

Muchos de los viajeros habían decidido acostarse pronto, ya que su jornada sería igual de dura al día siguiente, pero Kon estaba aún exaltado por comenzar una nueva aventura, había logrado escapar de las calles de Lindblunt, donde malvivía junto a otros huérfanos, agarrando lo que podía para llevárselo a la boca. Colarse en la bodega del prototipo Hindenburg fué una de sus mejores ideas... hasta que todo se descontroló.

Se mostraba ausente mientras recordaba sus últimos días de aventuras, hasta que una voz le sacó de sus ensoñaciones - ¿Qué historia tienes para contarnos? - le decía uno de los viajeros que aún permanecían despiertos.
Sacudiendo la cabeza sacó las ensoñaciones de su mente y decidió contarles su aventura.

Veamos...- estaba acostumbrado a contarles cuentos a sus "hermanos", pero no tanto a hacerlo ante desconocidos - o provengo del lejano país de Mechrow, me crié en la capital, la ciudad de Lindblunt, grandes edificios, altas torres y estrechas callejuelas, en mi caso conocí mejor éstas últimas. Vivía con mis "hermanos postizos" en el orfanato ganándonos la vida como podíamos, en las calles. Pero hace un par de semanas descubrí un pasaje que llevaba directamente a uno de los puertos aéreos; para los barcos voladores, seguro que habéis oído hablar de ellos - miró al resto viendo como asentían, pues la tecnología de Mechrow era conocida en el mundo entero, incluso allí en los desiertos del Imperio Saladino.
Mirando hacia las estrellas, continuó su relato - Hace poco, anunciaron un nuevo prototipo de barco volador, el Hindenburg, decían que tenía una autonomía extendida, lo nunca visto, y que podría dar la vuelta al mundo entero. Para alguien pobre como yo aquello era inimaginable, pero me conformaba con verlo, simplemente ver el prototipo y soñar con los lugares a los que podría viajar en él - casi podía ver el barco, surcando los cielos del desierto mientras narraba sus aventuras.

Me colé en el barco, sólo quería verlo, ¡lo juro! - dijo, pretendiendo disculparse ante los desconocidos - pero, ¡¡en que momento!! Mientras deambulaba por la bodega de carga, el barco se puso en marcha, y yo me escondí ¡claro! Cuando quise darme cuenta de lo que pasaba ya estábamos a kilómetros de la ciudad - ahora miraba a todos ellos, interesados cada vez más en su historia.

¡El barco había sido robado por los piratas de Shen-Long! Una afamada banda que suelen moverse por la frontera, pero está claro que la joya de los astilleros de Lindblunt fué demasiada tentación para ellos - se llevó las manos a la cabeza, horrorizado al rememorar el momento en el que se dió cuenta de que el barco había sido tomado por piratas.

La luna había avanzado ya bastante sobre las cabezas de los viajeros, y la temperatura había disminuido otro tanto, desde luego las historias de congelación en el desierto podían ser ciertas, de la hoguera quedaban pocos restos ya y Ron decidió que debía acostarse- Lo siento amigos, pero se hace tarde y estoy congelado *escalofrío*- se frotó los brazos intentando entrar en calor - si quieren puedo continuar la historia mañana, aún quedan muchas noches hasta llegar a Faerys, ¿cierto?

Sus compañeros de viaje, aunque algo desalentados por dejarlos en ascuas, comprendieron perfectamente al joven, por no hablar de que algunos de ellos llevaban unos minutos tiritando. Kon se acercó a sus escasas posesiones y se enroscó en el saco, pensando en lo mucho que había cambiado su vida en tan poco tiempo...¿que será de mis hermanos? espero que estén bien.