Partida Rol por web

No hubo posibilidad para mucho más, puesto que el que no decidió colarse por el agujero por su pie, fue empujado por los gemelos antroponekos hacia el interior del agujero. No hubo tiempo para pasteles ni despedidas, solo una gran caída. Al principio los viajeros vieron todo oscuro.

Después el agujero se estrechó ligeramente y sintieron la fuerza de la gravedad más pesada, tirando de ellos con más velocidad hacia abajo.

Pero después la caída se frenó ligeramente y comenzaron a bajar como si flotaran en dirección descendente. Ahí había objetos cotidianos flotando entre ellos. sobre todo muebles de salón o comedor. Las paredes dejaron de ser de piedra y ahora estaban revestidas de madera. Sobre ellas había unos cuadros un tanto extraños y divertidos a la vez.

Finalmente tocaron el fondo de aquel agujero y se vieron en un gran salón muy elegante. Allí había una mesa larga con decenas de sillas dispuestas a su alrededor. La mesa era muy larga, tanto que para hablar de punta a punta seguro que no valdría ni gritarse para entenderse. En uno de los bordes de la mesa estaba Alicia sentada tomando té, junto con el conejo blanco enfrente. La reina parecía preocupada y cansada, pues su semblante estaba pálido y marcado por unas grandes ojeras en ese momento.

Saltar por extraños agujeros era tradicional en el país de las maravillas. Así había llegado Alicia allí, y así la encontraríamos. No tardamos en saltar. ¡Teníamos que preguntar al conejo por ella!

Pero cuánta no fue nuestra sorpresa al caer, cada vez más despacio en una especie de salón... ¡Donde estaba Alicia y el conejo a la vez!

Sentados ambos a una mesa larguísima. 

Comprobé que todos mis compañeros habían caído bien, sin hacerse daño (incluso Mike) y luego hice una reverencia a Alicia. 

—Majestad... llevamos tanto tiempo viajando... sólo para verla. 

Me quedo con un reprocho para Komori en los labios. No pensaba quedarme allí mientras el resto bajaba, eso lo tenía claro, para bien o para mal. Sin embargo, el inesperado empujón me impide expresarla en voz alta y en poco me veo cayendo en picado por el agujero. No es que los antroponekos tengamos problemas con las alturas... pero si que experimento el vértigo que me produce mariposillas en el estomago. Aunque quizá se trata también del hambre de merienda. Lo mismo es ambas cosas...

Abro mucho los ojos cuando veo aquellos muebles ingrávidos, que flotan en el aire como las flores de diente de león llevadas por el viento. Me agarro a una silla de terciopelo, en la que froto un poco mi mejilla, ronroneando.

- Oh, que suave... ¿me la puedo llevar? - pregunto con ilusión, aunque luego el aumento de la fuerza de atracción hacia abajo me hace soltarla y pongo una cara triste, que aun se dibuja en el rostro cuando tocamos tierra y allí, ante nuestros hocicos, están Alicia y el cobejo.

Miro un poco alrededor, perdida, tratando de otear alguna posible salida y quizá, cayendo en algo.

- Esperad... ¿están aquí atrapados? -mascullo, cayendo después en la reverencia de Dastan e imitándola de forma ortopédica.

Reina Alicia, Conejo Blanco, 

Komori-san hizo una genuflexión garigoleada, al estilo maravillense.  

Mucho los hemos buscado.  Soy Komori, de la comunidad de meteomagas de esta nuestra tierra.  Y estos son mis amigos: -los señaló uno a uno- 

Dastán, de Atlantópolis, meteomago de Verano, 

La honorable Sasha, antojadiza garra veloz del Clan Kagami, 

La valiente Selenne, caballera errante y galante de Hyrule, defensora de todos nosotros, 

 y aqui, abajito, si, ahí mero, si, está Kivo, audaz oobi gran atrapador de piezas de ajedrez,

y finalmente, Mike, el pony con jersey que siempre nos da buen consejo a pesar de no hablar.   Que no se necesita para darlo.

La buscamos porque el Tiempo se ha estado detenido en varios lugares de todos los reinos, creando caos de consecuencias graves y a veces divertidas a la vez, sin embargo mucho tememos que, si alguien no ocupa el lugar que el Padre Chronos tenía, lo primero será la norma y la consecuencia permanente.

Era amable y clara a la vez.

La reina Alicia miró a los presentes y asintió a las reverencias varias. Sonrió ligeramente y soltó su taza y se levantó, señalando las sillas que sobraban en la mesa.

-Sentaos- les invitó antes de que Komori comenzara a contar todo de una, dejando la cara de la reina confusa y más pálida de lo que ya estaba. -¿El tiempo? ¿Buscarme a mí? Si yo no hice nada... No entiendo nada…- dijo confusa y comenzó a servir té a todos los presentes. Para cada uno dispuso una taza diferente, incluso una para Mike. La taza de Mike era lo suficientemente grande como para que pudiera meter el morro en ella y beber, eso complació al pony.

-¿Galletas?- ofreció y les puso una gran bandeja en medio.

-Sentaos- les invitó antes de que Komori comenzara a contar todo de una, dejando la cara de la reina confusa y más pálida de lo que ya estaba. -¿El tiempo? ¿Buscarme a mí? Si yo no hice nada... No entiendo nada…

Je je, me disculpo por la explicación atrabancada.  Mejor me siento.  Y platicamos al despacio. 

¿Una galleta?  Las miró con desconfianza y un poco de mucho disimulo. 

Creo que hoy paso, mi reina, ando un poco a dieta con menos carbohidrato.  Pero si Conejo Blanco me regala una zanahoria se la acepto gustosa. 

La reina era misteriosa, al igual que la Reina del Reino encantado. No mostraba sus cartas ni decía nada, aunque las formas y el té que nos ofrecía tenía un aspecto exquisito, a pesar de estar confundida por las palabras de Komori. 

—Sí, un poco de té y una galleta, gracias Majestad —dijo Dastan una vez le sirvió, probando la exquisita bebida caliente una vez que todos estuvieron servidos. Y degustó así mismo una galleta. 

—Puede parecer todo confuso —dijo para disculpar a Komori— la verdad es que somos viajeros y veníamos buscándola —trató de encontrar un punto de unión— ¿Por qué os escondéis aquí? Habíamos esperado encontraros en el Trono. 

Sin duda tendría algo que ver con lo que estaba ocurriendo, Dastan esperaba seguir desde ahí. 

- Disculpadla, es que empieza a chochear - excuso a Komori, expresando en voz alta lo que a todas luces empezaba a pasar en su mente. La Reina ahora estaba confusa, pero nos ofrece té y galletas y... lo primero es lo primero. 

Tomo asiento en la mesa junto al resto, oliendo las galletas y el té que humea en la taza que Alicia me pone delante. 

- ¡Galletas! - doy un par de palmaditas, cogiendo una y llevándomela a la boca. Tratando después de centrarme un poco en lo que nos atañe. - ¿Estáis atrapados? - insisto en preguntar, siguiendo el hilo de la pregunta de Dastan- ¿No habrán sido esos gemelos...? - pregunto con sospecha. 

¿Cómo que chocheando?  -le dió un bastonazo, leve, a la antroponeka. 

Más respeto a tus mayores.  Y por favor cuida tus modales, jovencita, más en la mesa de la reina. 

Selenne ya se había dado absolutamente por vencida, por lo que no iba a volver a intentar ver aquel reino con lógica y se había rendido de desconfiar de nada. Tomó una taza de té y una galleta sin meditarlo demasiado. - De perdidos al río, necesito algo dulce. - Muchas gracias.

- Reina Alicia, en tu ausencia el tiempo se ha paralizado en otros reinos y el vuestro está en guerra, la reina roja quiere hacerse con el poder. - Habló con más calma para no saturarle, dio un pequeño sorbo al té. - Creímos conveniente acudir en vuestra búsqueda, no sabíamos si te habían raptado, o te habías perdido... o que te hubieras distraído un poco más de la cuenta... - Tenía sus dudas de la concepción del tiempo que podían tener la gente en ese reíno.

- Le ayudaremos en lo que necesite, pero también necesitamos su ayuda si fuera posible, buscamos a la hija de Chronos y andamos algo perdidos.

Las galletas eran deliciosas, de las mejores que habían comido y les curó las heridas, les animó el espíritu y les dio fuerzas para seguir con su Viaje. Al menos a aquellos que las comieron, pues luego las galletas sobrantes hicieron pluf y se desaparecieron en decenas de puntitos de luz. El conejo simplemente se dedicó a mirar a los viajeros, moviendo su nariz y así mismo sus bigotes.

-¿Buscar el qué? ¿Por qué a mí? No estamos atrapados, estamos escondidos- corrigió a Sasha, confirmando las sospechas de Dastan. –Fuera hay una guerra. Los súbditos del reino quedaron como congelados un día en el castillo, justo cuando me encontraba de viaje. La Reina Roja aprovechó para tomar mi reino y comenzar una guerra civil. Los gemelos Tweedle-dum y Tweedle-dee me ayudan a esconderme aquí abajo, en la madriguera del conejo.

Ella rascó levemente las orejas del conejo.

-No conozco a ningún Chronos, ni a su familia, lo siento- añadió con pesar.

Komori reaccionó con tristeza cuando supo la forma que tomó el golpe de Estado. 

 Seguro hay una mayoría que la apoya a la reina Alicia, por la bondad con que ha guiado al reino.  Será cuestión de retomar el poder, con la mayor delicadeza y sagacidad posible. 

Se decidió centrar mejor Komori en la cuestión que era la causa primera de esta caída de fichas de dominó en todos los reinos.

No tiene porqué conocerlo, a Chronos, reina mía.   No todos pueden conocerlo.  No todos llegan a conocer a su padre.

Ahora, para ir develando el misterio de nuestra búsqueda.  ¿nos puede decir qué recuerda de su papá, usted?   Es importante para esto.  ¿Que le han contado de su nacimiento?      -Le parecía haber escuchado que Alicia había "llegado" al País de las Maravillas de fuera, pero poco interés le había puesto a la historia la meteomaga.  Más habiendo tanta nube que estudiar.

Alicia les explicó lo sucedido. Todo tenía sentido. 

—Esos problemas, la gente congelada, los hemos encontrado en el Reino del Peligro y en el Reino Encantado, y hemos logrado solucionar esos problemas. El problema es que el señor del tiempo, Chronos, murió, y desde entonces se han dado todo tipo de sucesos desagradables. Para esas personas el tiempo dejó de funcionar... y la única manera de arreglarlo es encontrar un reloj secreto y repararlo con una pieza que alguien debe haber escondido. 

Y conociendo este reino, a saber donde está. 

Komori comenzó a preguntar por la ascendencia de Alicia. Que bruta era, ¿no podían ir con calma y tomar algo de confianza para luego ir desvelando las noticias?

Tengo que relamerme con aquel manjar que eran las galletas. De pronto me siento bien, con mas energía y algunas de mis heridas de cazar piezas, empiezan a sanar. Miro eso con sorpresa y cuando asocio el efecto con su causa, trato de coger otra galleta pero estas desaparecen ante mis ojos. Para mi desdicha.

- Oh, la merienda... - digo con pesar y vuelvo al hilo de la conversación, de la que me había perdido unos instante sumida en mi corta pero exquisita experiencia culinaria. Me sorprende lo que dice de los gemelos. Quizá les había mirado con prejuicio por lo que nos habían dicho de ellos y su falta de Log. Pero culturalmente podía dejar de poner ese san benito y desconfiar. Además, demasiado vanamente nos habían desvelado el paradero de Alicia, si está aquí escondida de la Reina Roja. ¿Qué hubiera pasado si somos agentes suyos?

Komori, como siempre, bocazas. Estoy por pensar que tiene algún tipo de gen Antroponeko. Eso se puede esperar de mi, pero no de una anciana como ella. ¿No se suponían sabias?

- Disculpe a nuestra compañera, ya sabe... - repito, pues ya lancé un comentario de lo que chocheaba. Ahora lo acompaño con un signo de "como una cabra, alteza". - Ah, escondida... ya entiendo... - asiento, escuchando la explicación  de Dastan, que narra los acontecimientos de una forma que yo no sería capaz. Así que le miro y asiento de cuando y en cuando, conforme - Podemos ayudarle, tal como ya hicimos antes... Y a recuperar el reino. 

Para mi, alguien boicoteaba el tiempo desde la muerte de Chronos, pero empezaba a perderme en el mar de hipótesis y sucesos. Todo era muy raro. Quizá pensar no era lo mio, más por pereza que por estupidez real, pero para todo lo demás podían contar conmigo y más. Sobre todo si había merienda y siempre y cuando se me respetaran las siestas.

-¿De mi padre?- preguntó Alicia sin comprender. –Mi padre se quedó en el otro lado cuando atravesé el espejo, así como mi madre y mi hermana. Eso es algo que todo el mundo sabe en este reino- resumió y miró al resto, por si alguno no sabía sobre la historia de Alicia y de cómo llegó al trono de Wonderland.

-No podemos recuperar el reino, no tengo un ejército- replicó a Sasha. –Y no quiero enfadaros, pero sois pocos para ser un ejército en sí.

Dastan le habló sobre el mismo problema en otros sitios y ella prestó atención.

-¿Una pieza? ¿Una pieza de reloj? ¿O un reloj secreto?- dijo y miró al conejo blanco. El conejo blanco sacó un reloj, que hizo casi aparecer mágicamente de la misma forma que las galletas habían desaparecido apenas un par de minutos antes.

El reloj al abrirlo tenía un conejo blanco pintado en él. Y los números estaban al revés.

-Oh- Alicia dio un par de toquecitos al cristal del reloj, sus manecillas parece que no avanzaban. –Está roto, el reloj del conejo blanco nunca se para… ¿Creéis que es por eso que mi reino está congelado? Si se ha perdido una pieza debió de ser visitando al Sombrerero, volvíamos de ahí cuando todo pasó. Quizás él haya visto algo, si es que se encuentra bien. También es muy sabio, quizás pueda hablaros de Chronos. El conejo blanco puede acompañaros, os guiará en el camino pues es peligroso y debéis esconderos para que los secuaces de la reina Roja no os cojan. ¿Tomaréis esa misión por mí?

Kivo se había despistado y, por eso, se había quedado sin galletas.

No solo eso, se había quedado sin pasteles.

Habían ganado la partida de ajedrez jugándose unos pastelitos con los primos de Sasha. Y habían ganado gracias a Kivo.

—¿Y mis past…?—había intentado preguntar, confuso, cuando alguien le empujó por un agujero en el suelo.

Y entonces cayó como al revés, todo muy raro. Había nadado en el aire para acercarse a Mike.

—¿Los tienes tú, Mike?

Pero Mike estaba muy ocupado alucinando con esa caída al revés. Y luego llegaron al suelo y, entonces, apareció una muchacha rubia, la tal Alicia.

—Hola, yo soy Kivo—dijo, mirando de reojo las alforjas y dando pasitos hacia Mike. Esperaba que en las alforjas estuvieran los pasteles que le correspondían. No entendía que nadie estuviera hablando de ello, con lo importante que era. Así que se desentendió de la conversación, que iba otra vez sobre aquello del Tiempo y el señor Chronos.

Y para cuando se convenció de que no habías pasteles escondidos en las alforjas de Mike, ya no quedaban galletas de Alicia. ¡Se había quedado sin!

Se sentó refunfuñando y se quedó así, con los brazos cruzados, mirando el borde de la mesa.

—Té sin galletas… pues vaya—murmuraba para sí. Tenía hambre. ¿Era hora de comer?—¿Qué hora es?—preguntó en voz alta—. ¿Alguien tiene un reloj?

Pues sí, alguien tenía. ¡El Conejo Blanco! Pero ese reloj no decía nada de si era la hora de comer. A lo mejor el señor que hacía sombreros sabía algo del asunto. Del asunto de la hora de comer, claro.

—Tengo hambre—respondió—. Esto... sí, ¡una misión! ¡Claro que sí, señora Alicia!
 

Puede contar conmigo para la misión, mi reina.  -dijo Komori, haciendo ya planes para saber cómo esconderse de la Guardia Roja.  Lo bueno de ser maravillense es que contaba para ello con aliados, amigos, y caminos secretos conocidos.  

Sonrió a Kivo.  - Y que mejor que ser acompañada por un gran cazador.

¿Cree que nos pudiera dar unas de esas galletas para que se recuperara éste del todo? 

Desaparecieron más rápido que si se las hubiera comido.    - le guiñó el ojo.

Alicia comentó acerca de sus padres, que se habían quedado en aquel mítico lugar llamado Inglaterra al otro lado del espejo, o eso hasta lo recordaba Dastan de las leyendas. Pero quizá eran recuerdos falsos u otro misterio. Ya llegarían a ello, ahora lo primero era liberar a los pobres atrapados por la mala disposición temporal. 

Sí había un reloj. Un reloj parado, el del conejo blanco. O arreglábamos el tiempo o siempre llegaría tarde. Más tarde de lo habitual. 

Todo comenzaba a encajar. —Sí, es posible que ese sea el reloj que se ha estropeado y del que falta una pieza, o puede que ese sea el que tengamos que meter en un reloj de sol grande, o así al menos fue en otros reinos. 

Dastan miró a sus compañeros, Kivo ya había aceptado y Komori también —Estamos dispuestos a cumplir esa misión, después de todo somos viajeros. A ver que nos dice el Sombrerero —Sea quién sea ese señor—, es importante devolver el tiempo a su correcto fluir

A eso habían venido. Luego, una vez solucionado eso, podrían hablar con Alicia sobre la hija de Chronos. Cuando salvabas un reino, los reyes y reinas te recompensaban y ayudaban.

Parecía que todo comenzaba a encajar y que se trataba de un fenómeno universal. En este caso, la situación es más peculiar pues el reloj atrofiado es el del mismísimo Conejo Blanco, y no uno random situado en un punto recóndito de un bosque. De igual forma, parecía que esta ocasión la incursión también sería notablemente diferente, pues visitaríamos al Sombrerero Loco, sorteando los peligros de la presencia del a Reina Roja. Nada podía ser estándar en estas tierras de locura.

Por suerte la reina no toma a mal la mala educación de Komori, que parecía que por se la anciana tenia derecho a decir lo que se le antojara... Los viejos eran todos iguales. Pensaban que la edad les acreditaba para ser insolentes... como niños. Va a ser verdad que con la edad volvemos a la infancia. Pobre Komori.

- No creo, es el reloj que le conejo siempre lleva encima, si este reloj perteneciera a otro más grande, el tiempo estaría congelado de mucho antes. Y dicen que se congeló el tiempo volviendo del Sombrerero. - le digo a Dastan. 

La reina nos pide ayuda y, aunque como bien dice no somos ningún ejercito, si que podríamos darle uno de alguna forma: despertando al suyo propio. Parecía que el resto iba aceptando y yo asiento. Era lo que había que hacer. En este caso, esta tierra también era mía y no podían dejar de preocuparme los mía. Y si... Quizá hubiera merienda como recompensa.

Así los viajeros aceptaron la misión, acabando antes de tomar el té con la reina Alicia. Ella les contó que el sombrerero vivía bastante cerca del castillo en realidad, tras pasar el laberinto de las rosas rojas. No tendría pérdida. El conejo blanco les haría de guía y llevaría su reloj en caso de que lo necesitaran por algún casual.

Quizás Dastan tenía razón y ese era el reloj que debían arreglar, o puede que fuera una pieza de un engranaje mayor.

Como fuera antes de retomar el viaje, todos descansaron y llenaron la tripa con pastelitos que el conejo blanco sacó de su alacena.