El día amanece más frío de lo que esperabas anoche, y, arrebujado entre las mantas de la cama, maldices a tu padre (Dueño de la Refinería de oro Buchanan) por haberte enviado a ti, precisamente, que acababas de volver a casa tras pasar varios meses en Los Angeles estudiando las posibilidades de la creciente industria cinematográfica, a aquella ridícula tarea en Boston.
El estúpido de tu hermano menor, Harry, huyó de casa hace ya casi 7 años, asqueado de su vida, y nadie de la familia volvió a saber de él. El malnacido lo ha hecho bine borrando su rastro. No obstante, todo cambió hace un par de días, y es que un viajante de la empresa lo vio cerca del teatro Kursaal una noche, balbuciendo y cabeceando como un demente.
No es que a tu padre le importe mucho tu hermano, pero odiaría que el buen nombre de los Buchanan fuera manchado por el borracho de su hijo. Es por ello que el Señor Buchanan te ha obligado a desplazarte hacia Boston, para encontrara tu hermano, traerlo de vuelta a casa y meterlo en vereda.
La habitación del hotel Grand Higway es grande y limpia, pero tiene una falta de gusto alarmante. Desde las cortinas blancas sin un triste visillo que las adorne hasta la mesa de noche de madera donde se yergue una lámpara de pantalla beige plana.
Calculas, por la luz que incide sobre tus párpados que son alrededor de las nueve de la mañana, quizás ya es hora de levantarse, pero la sábanas pesan. Es entonces cuando tu estómago empieza a gruñir, y la decisión se toma por sí sola. Al fin y al cabo ¿No tenías una cita con el viajante que vio a tu hermano dentro de unos minutos en el restaurante del hotel?
Maldición, jure con amargura cuando los primeros rayos de sol comienzan a perturbar mi placido sueño.
La noche anterior me abandone a los excesos y como de costumbre en algún punto de la noche perdí la noción de todo lo que me rodeaba.
Quizás mi fiel sirviente negro Otuma me dejo en mi habitación como de costumbre, o tal vez fue obra del acertado accionar de algún gerente del hotel.
Como sea, ahora me encuentro con dolor de cabeza, un poco mareado, los huesos molidos y un terrible hambre que me devora las entrañas.
Comienzo por lo más simple, un largo y relajante baño para aclarar las ideas y luego solicito el desayuno para que este se me brinde al bajar al comedor de hotel.
Solicito también al conserje de turno que me proporcione el teléfono de algún detective privado pues tengo un encargo para darle ya que por supuesto, no voy a recorrer todas las asquerosas calles de esta maldita ciudad por el imbécil de mi hermano.
De alguna extraña manera me olvide de postear, cosa que nunca me ha pasado.
Mil perdones pido narrador y dejo a cambio un post cortito y rápido para no demorar mucho la cosa.
Saludos.
Cuando solicitas al primer botones que ves el número de un detective privado, éste simplemente te observa y se encoge de hombros negando con la cabeza.
-Lo siento, señor, pero no puedo ayudarle con eso, nunca he recurrido a los servicios de uno, y no es una de mis exigencias como botones del hotel...
Acto seguido, te dedica un condescendiente movimiento de cabeza y prosigue con sus labores de vigilancia por el pasillo.
Al bajar al restaurante del hotel, te encuentras con un boato sin precedentes. El comedor es un enorme salón decorado al estilo neoclásico, con columnas corintias adornando los marcos de las puertas y los laterales de las ventanas. Un exquisito artesonado de madera cubre el techado y el suelo es de mármol pulido. Nada que ver con la austera y carente de gusto habitación.
Las mesas se encuentran dispuestas en un orden impoluto a simple vista, pero indescifrable, y las hay redondas y cuadradas, de varios números de comensales.
No te cuesta distinguir al viajante con el que debes encontrarte. Hombre alto, delgado (Casi mal alimentado), con un traje bueno pero viejo y muy desgastado por el uso, y unos zapatos cómodos y, de nuevo con muchos kilómetros caminados en sus suelas. Se encuentra en una mesa para dos personas, mirando su reloj con evidente nerviosismo mientras se recoloca las gafas en su cara chupada. No se ha molestado ni en quitarse el sombrero.
Si no te importa, tengo que avanzar un poco rápido con esta trama porque el resto de jugadores casi ha terminado su intro ^^.
Anonadado ante la falta de respeto de aquel mediocre empleado de cuarta categoría y quizás porque aún es temprano para mí y por ende mi cerebro no procesa lo suficientemente rápido, tardo un buen tiempo en darme cuenta de que debo responder a ese asqueroso empleado con mi tan característica altanería insufrible.
Pero él ya se ha ido, solo veo su espalda alejándose en la distancia que ha recorrido por el largo pasillo por el que vino.
Más tarde Tom, me digo a mi mismo, más tarde.
Un breve tiempo después me encuentro en el ampuloso salón del hotel, no hace falta decir que los he visto mejores y también mucho peores, y aun así algo de este lugar me agrada.
Debe ser tal vez ese contraste decadente o el caos de las mesas dispuestas como patrones azarosos de un gran tapiz confeccionado a mano.
Dejo a mis ojos vagar por aquel ámbito durante un momento mientras me empapo de los diversos aromas reinantes que poco hacen por aplacar el mal humor de mi estómago hambriento.
Entonces le veo. El hombrecillo con el que se concordó la cita. Uno de los tantos viajantes de baja estofa de la empresa. Un tipo gris o dicho de otra forma, un Don Nadie.
Suspiro, me acomodo rápidamente la corbata y poniendo mi mejor sonrisa de catálogo, me acerco hacia la mesa donde el hombre me espera.
!Buen día! le digo una vez estoy junto a su lado con efusión mientras extiendo mi mano hacia él, soy Tom Buchanan y ¿usted es?...
El hombre da un respingo cuando le hablas. En su mirada fugaz notas unas pupilas idas en unas cuencas hundidas, y una expresión de terror absoluto producida por la impresión del que no está acostumbrado a que otros inicien las conversaciones, y menos si esos otros son hijos de la cima de su cadena de trabajo. Con voz aguda y nerviosa, se levanta inmediatamente con tal vehemencia que la silla que ocupaba cae con el respaldo contra el suelo, y te estrecha la mano. Hay algo desagradable en su apretón huesudo.
-¡Bu-buenos días, señor Buchanan! ¡M-mi nombre es Abraham! Abraham Derleth. Puede llamarme Abe, o Derleth, o... O c-como usted quiera. P-por favor, siéntese, aquí tienen un desayuno buenísimo.
Su desayuno es frugal y comedido. Un par de tortitas con sirope de arce y un zumo de naranja recién exprimido. Come rápido y con modales correctos. Demasiado correctos para la situación. Intenta impresionarte, sin duda alguna.
Para cuando llegáis a la sobremesa, su postura no se ha relajado en lo más mínimo. Sigue con los lumbares pegados al respaldo de la silla y los hombros casi cuadrados, sin apartar la mirada de tus ojos si se da cuenta de que lo miras directamente a la cara.
-Bueno, señor, creo que querrá que le hable de su hermano... Me dijo su padre que le dijera todo lo que vi, bueno...
>>Supongo que ya conocerá el teatro Kursaal. En todo caso, no quiero aburrirle con los detalles, tengo aquí un papel con su dirección, por si lo necesita. Hace un par de noches, aproximadamente a las nueve, yo volvía a mi apartamento después de un viaje a Arkham. Mi casa se emplaza bastante cerca de ese edificio, por lo que tomo el atajo de un callejón que atraviesa todo su costado...
>>Fue allí donde vi al señor harry Buchanan... Tal y como su padre nos lo mostraba en las fotografías... Bueno, no del todo. La verdad e sque tenía un aspecto terrible. Parecía diez años más viejo de lo que era, con muchas arrugas y eso, ya me entiende... Además su traje estaba hecho unos zorros...
>>Yo me asusté mucho... Si me permite la impertinencia -Un escalofrío recorre su espinazo, y te das cuenta de que dice la verdad-. Pues sus ojos... Parecían fuera de sus órbitas... Parecía que estaba loco, y en cuanto me vio... Bueno, se abalanzó sobre mí y me dijo cosas muy extrañas... Yo no pude hacer más que salir de allí corriendo.
Atento estudio las reacciones forzadas el mediocre sujeto que tengo por delante. Debo recurrir a una buena porción de mi autocontrol para no abofetear al simplón que ha colmado mi paciencia ni bien lo vi por vez primera.
Pero negocios son negocios y como dice el viejo bastardo de mi padre, una buena palabra e incluso una sonrisa en el momento justo, puede hacer la diferencia entre ganar o perder un buen negocio.
Por lo tanto, finjo prestar atención a todo lo que el vendedor dice, aplaudo su inteligencia y honradez, su compromiso para con la empresa de mi padre e incluso sonrío cuando debo hacerlo.
Ojala tuviera más empleados como usted mi padre, le digo finalmente y hasta casi me creo mis propias palabras, me encargare personalmente de sugerirle al director de sucursal que le reubique en una mejor posición en compensación por su desempeño.
Ahora bien, continuo bajando un poco la voz mientras me acerco a él, me ha llamado la atención lo que usted menciono hace un momento.
¿Qué cosas extrañas decía mi hermano?, recordarlo sería de una gran ayuda le digo poniendo mi mejor cara de niño bueno.
Es en ese momento cuando el empleado se quita el sombrero y se rasca la cabeza. Tiene el cabello bien cuidado, eso hay que reconocerlo. Traga saliva y pasea su mirada por toda la mesa del desayuno. Pero, finalmente, se limita a responder.
—Esto... Verá... Yo le dije a su padre que parecía borracho y... Bueno, en cierto modo pudo ser eso, pues lo encontré vomitando, pero... Lo que vomitaba era sangre... Y su forma de hablar no era pastosa, como la de un ebrio cualquiera.
>>Sí, su caminar era errático, pero no era como si le fallasen las piernas, era más bien como si estuviese muy desorientado. Antes de que se diese cuenta de que lo estaba mirando... Él... Se bajó los pantalones y... comenzó a golpearse con fuerza en la entrepierna. Fue ahí cuando él me vio, y vino hacia mí, después de subirse los pantalones, claro.
>>Venía tarareando una melodía que yo no había oído nunca... Aunque la verdad, soy muy ignorante en lo tocante a la música, pero puedo decir que era, sin lugar a dudas, escalofriante. Y entonces me dijo...
Se detuvo para tragar saliva. Estaba comenzando a temblar de terror. Para terminar su exposición, se agarra a los bordes de la mesa con las dos manos, como si temiera caerse, y se inclina sobre ella para acercarse más a ti, y decirte en un susurro:
—Me dijo... "¿Escuchas? Las flautas... Traen el apocalipsis... Dile que me busque en el estómago de la bestia."
Tom, siento ser así de dirigista, supongo que estarás algo liado y no podrás postear de momento. Así que de momento voy a dar por concluida esta introducción asumiendo que sigues las pistas hacia el teatro Kursaal, que es donde todo apunta, y empezaremos la partida conjunta, te pnjotizaré hasta que vuelvas si es necesario.
No soy partidario de hacer estas cosas, pero tampoco quiero retrasar más al grupo, espero que lo entiendas, lo siento.