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LA TORRE ABANDONADA DE LA CIÉNAGA

Información sobre La Marca del Este

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04/05/2014, 09:43

La Marca del Este es un escenario de campaña que incluye todo lo necesario para acoger vuestras aventuras. Para la confección del entorno geográfico de La Marca del Este, hemos detallado una región específica comprendida entre los poderosos estados de Reino Bosque, Visirtán y Ungoloz. Todo ello localizado como entre el Gran Pantano al norte y la costa, con el Camino de la Manticora y Sendaelfo como las dos arterias comerciales más importantes. Como es lógico, hemos intentando esbozar solamente el lugar, para que cada uno de vosotros pueda completarlo a su gusto.

Este tipo de escenario es conocido como sandbox (cajón de arena), un lugar abierto, basado en localizaciones que se van detallando a medida que insertamos aventuras y desarrollamos nuestras campañas, explorando el entorno.

La ciudad de Robleda es un punto estratégico en La Marca del Este (Marvolor, en el idioma de los ancestros). A unas decenas de Kilómetros al este de la capital del Reino -Marvalar, corte de la Reina Vigdis II-, Robleda puede servir como base de operaciones para cualquier grupo de aventureros ya que se encuentra emplazada aproximadamente en el centro de la Marca: un lugar donde descansar, aprovisionarse, comprar equipo y vender los objetos que encuentren en sus aventuras.

Robleda es una ciudad pequeña, pero importante, ya que sirve de puesto adelantado de Reino Bosque en la peligrosa y salvaje región limítrofe con Visirtán y Ungoloz. Hay muchos lugares interesantes en la ciudad y personalidades sugerentes que descubrir en esta agreste tierra de frontera.

Empecemos pues a caminar por las bulliciosas callejuelas de Robleda y conocer los alrededores de la Marca del Este.

Robleda, (también conocida como Aethelred en el idioma de los elfos, Melkorka en la lengua de Ungoloz y At-Aldaldag en visirtaní) es una pequeña ciudad situada cerca del Camino del Comercio (Camino de la Manticora), que une el viejo y orgulloso Reino Bosque, en el Oeste, con el Califato de Visirtán en el este y el Dominio de Ungoloz en el nordeste. Hacia el noroeste de la Marca occidental, se encuentra el viejo país elfo de Esmeril, en el Bosque Viejo.

Robleda cuenta con unas 5.000 almas, en su mayoría hombres y halflings, aunque otras razas no son mal vistas. La villa vive de la agricultura, cultivando el cereal y los frutales. También es muy pujante e importante la industria ganadera y pesquera, especialmente el pastoreo ovino y el cuidado y arriendo de recuas de trajín.

El terreno que rodea la ciudad es llano y regular, cubierto de hermosos prados verdes, ideales para le pastoreo de vecería y el cultivo de frutales, hortalizas y cereal.

La ciudad se asienta sobre una colina que domina los campos circundantes, a la vera del caudaloso Arroyosauce, que discurre por el lado este de la ciudad y que es navegable hasta el mar, unas cuantas millas náuticas al sur.

Hacia el sudeste, aproximadamente a una legua de distancia de la ciudad, se encuentran las Colinas Azules, así llamadas por el tono azulado del reflejo de las aguas del Arroyosauce que se proyecta sobre sus suaves laderas herbosas. Toda la ribera del Arroyosauce es un agradable y fresco soto, perfumado por los lirios y campanillas de agua que crecen en grandes arbustos en las lomas próximas de su ribera. Las muchachas del pueblo acuden en primavera hasta su orilla para cantar y bailar, chapoteando en sus aguas cristalinas.

Más arriba, siguiendo el camino junto al curso alto del río, el terreno se vuelve blando y cenagoso, hundiéndose en una depresión natural. Las aguas del Arroyosauce se aquitan allí, apaciguando su discurrir. En las marismas, por doquiera, crecen cañas, juncos y gigantescos sauces llorones, formando una densa arboleda húmeda a rebosar de vida animal y molestos insectos. La zona cenagosa al norte de Robleda recibe el nombre de Gran Pantano.

Entre el abigarrado mangle pantanoso se levantan las Quebradas de la Ciénaga, donde en tiempos remotos se alzaban almenaras de frontera hoy abandonadas.

Al norte del pantano, en sus profundidades más inaccesibles y salvajes, crece la Selva Negra, una abigarrada jungla hogar de belicosas tribus de hombres lagarto y enormes saurios, tan grandes como dragones, que guardan ruinas de civilizaciones milenarias.

Hacia el oeste del Gran Pantano, los viajeros atrevidos encontrarán la enorme mancha verde del Bosque de la Araña, peligrosa arboleda donde reside una agresiva raza arácnida autóctona que construye grandes colonias con telarañas tan resistentes como el acero. La Colinas Brumosas marcan los límites occidentales de los dominios de las arañas con el gigantesco bosque de los Elfos -el Bosque Viejo de Esmeril-. Algunos sabios dejaron escritos en sus voluminosos tomos de saber que bajo las desoladas colinas de la bruma se escondían las ruinas de una ancestral y milenaria ciudad maldita que sucumbió a los avatares de los tiempos legendarios, cuando los dioses caminaban por la tierra.

Hoy, sólo los más ingenuos y soñadores creen estas habladurías, aunque no son pocos los aventureros que se han adentrado en la niebla para no volver jamás.

Al norte de las Colinas Brumosas, se hallan los restos de una antigua fortaleza del Reino Bosque, La Ciudadela del Enano, cerca de las viejas minas de mena de hierro.

En los límites septentrionales de la Marca del Este con la frontera del Reino Elfo de Esmeril, cerca de la Comarcana de los bosques (cuaderna central administrativa del Reino Bosque), existe un oscuro y misterioso valle -Valle Oscuro- oculto entre los enormes y decrépitos árboles centenarios, que se dice dueño de secretos mortales y designios ocultos de criaturas poderosas y dioses olvidados. Nadie se aventura en sus sendas, salvo que haya perdido el juicio.

 

Notas de juego

Toda esta información puede ser utilizada por los jugadores para su historia.

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04/05/2014, 10:09

De sobra conocidos por todos los habitantes de la Marca, son los inhóspitos terrenos al oeste de comarcana, en la margen oriental del Ramal del Draco, destacando las Lomas Brunas, hogar de bandidos y dracos, y la lúgubre sombra humeante de la Montaña del Cirineo, donde se cuenta habitaron innombrables criaturas convocadas por magos oscuros venidos del otro lado del Mar del Dragón, del legendario país de Neferu. Más allá, continuando la senda del Camino Viejo de la Costa, queda a la izquierda un agreste páramo donde habitan los trolls, sin duda, uno de los lugares más peligrosos cercanos a Robleda. Más allá se abre un valle conocido como el Carcavón de los Druidas, lugar de asombrosa belleza natural y destacado paraje lleno de extraños y milenarios monolitos consagrados a la madre naturaleza.

Hacia el este del Gran Pantano, se extienden los Campos de Eltauro, lugar de múltiples batallas en tiempos pasados, cuando la posesión de la tierra y los límites fronterizos se medían con el largo de la espada. Hoy día, estos silenciosos prados son lugar de reposo de cientos de soldados anónimos, de mil razas y nacionalidades, caídos en batalla y sepultados en fosas comunes y profundos túmulos funerarios.

Se dice que, por las noches, enormes ejércitos espectrales escapan de sus tumbas para seguir luchando eternamente, en la llanura brumosa y negra de este siniestro sagrario.

Más allá de la orilla este del Arroyosauce, se extienden vastos y ricos pastizales hasta donde alcanza la vista. Algunas familias de Robleda eligieron estas tierras como su hogar, estableciendo sus haciendas rurales en el páramo. Pero la belleza de estos verdes campos pordría engañar al viajero poco avisado, pues verdaderamente son tierras peligrosas, donde el lobo aúlla.

Aquellas familias que allí moran, han de cuidar bien sus propiedades, levantando altas cercas entorno a sus viviendas y manteniendo sus armas dispuestas. Por entre estos campos discurren las veredas de vecería, vigiladas y cuidadas por los guardas a sueldo del Consejo de Vecería de Robleda. 

Más allá de los Páramos del Pasto, unas docenas de kilómetros hacia el Este de la Marca, el terreno se eleva sobre el llano, volviéndose agreste y rocoso. De la roca fría nacen las montañas heladas de Liafdag, en cuyas escarpaduras se dice que crece la Flor del Muerto. Hasta aquí, ni los pastores más arrojados se atreven a llevar sus rebaños, aunque en ocasiones algunos han llegado hasta la misma linde de la Marca de Frontera de Ungoloz y Visirtán.

En estas agrestes tierras el trasgo campa y medra, y es fuerte con su espada y su rabia.

La sierra es fría e inhóspita durante los meses invernales, pero verdea alegre en primavera. Aquí los robles crecen con fuerza y son espléndidos en bellotas, grandes y amargas.

A los pies de las gargantas de la sierra, desde la Laguna Regia, nace un río de fría agua cristalina, como lágrimas de un niño, el Sirinsal. Un poco más hacia el sur, la corriente se estanca en una laguna profunda, donde la pesca es abundante. Cerca de la orilla crece un bosque de fresnos, chopos y sauces, donde habitan gamos y cerdos salvajes. Las tardes del crepúsculo son hermosas, cuando el sol marcha a dormir y arroja los últimos rayos anaranjados sobre la tranquila y tibia superficie de la Laguna del Liafdag.

En los lindes de la arboleda está enclavada la pequeña aldea de Alameda, famosa por sus enormes caballos. Más al sur, entre los tejos y viejos robles que tachonan el milenario camino de los elfos -Sendaelfo-, a los pies de las estribaciones de la Cuenca del Gnoll Muerto, se halla la villa de Nidaros, renombrada por sus trufas blancas de carne sonrosada y penetrante aroma.

Un poco más allá, cerca ya del tenebroso Valle Sagrado, el viajero podrá descansar en Lacarda.

La agreste y rocoso extensión de la Cuenca del Gnoll Muerto representa la frontera natural con el Califato de Visirtán, lindando con el Bosque del Cuervo y la Meseta de la Calavera o Calvera (una baldía elevación desierta que los lugareños consideran maldita por los dioses). La frontera de Visirtán está guardada por la poderosa fortaleza de El Paso (Ur'Gumlâ, en visirtaní), que se sienta en las colinas verdes que rodean la ciudad de Fronda en idioma común (Osmân en visirtaní), enclave adelantado visirtaní en sus tierras más occidentales.

Tras las escarpaduras heladas del Liafdag, se esconde el orgulloso reino de Ungoloz, con sus populosas ciudades y pueblos y su pujante poderío militar. La Puerta Negra es el único acceso comunicado con el valle interior, tras los muros naturales de la cordillera siempre helada, aunque miles de pasos de montaña, ocultos y peligrosos, son bien conocidos por contrabandistas y ladrones que se arriesgan a aventurarse entre los riscos para evitar el control de la Guardia Negra del Rey Odinkar (guarnición de las Torres Negras, que vigilan la entrada a los dominios del Príncipe Negro) que controla su país con mano de hierro desde su capital en Augelmir, la ciudad de las mil torres.

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04/05/2014, 12:52

LA CIUDAD DE ROBLEDA

Robleda es una ciudad pequeña, recogida y acogedora. Se encuentra situada sobre una colina que domina los campos circundantes. Alrededor de la ciudad se ha construido una muralla sobre un terraplén empinado. El muro exterior cuenta con torres de vigía, construidas en madera de roble y reforzadas con piedra y yeso colorado.

Las calles de la ciudad son estrechas y empedradas, manteniéndose limpias y cuidadas. Las casas son bajas, de una planta, aunque algunas hay más alta, incluso de dos o tres pisos. Las viviendas están construidas con fuerte y nudosa madera de roble, reforzada con piedra de canto en sus esquinas y planta baja. Las techumbres son a dos aguas, de pizarra negra en algunas casas (aquellas de las familias más acomodadas) y de pajizo de cáñamo anudado en las haciendas menos favorecidas. Unos pocos caserones grandes y solariegos están construidos íntegramente en piedra oscura y gris, con techos y artesonados de madera.

Las calles se abren y distribuyen desde la plaza central de la villa, donde se levanta la casona del Burgomaestre, frente al centenario roble albo que da nombre a la ciudad. Muy cerca de ella se alza la Casa de la Mañana, templo consagrado a la luz y la bondad, construida en granito ocre.

A un lado del Consistorio se encuentra el Alguacilazgo de la Guarda de Robleda y la pequeña prisión anexa. También cerca del Consistorio, pero en el lado opuesto al casón del alguacil, podemos encontrar la oficina del Licurgo de Aduanas, que realiza a su vez funciones de almotacén, recaudador de impuestos e intendente de la corte de Marvalar. La casa siempre está custodiada por dos guardias apostados en garitas de pie y armados con grandes alabardas.

Muy próxima a la plaza, en una casona cuadrada, hecha en madera de roble y techada de pizarra marrón claro, se reúne el influyente Consejo de Vecería. El consejo se dedica a velar por el buen uso y cuidado de las veredas de pastoreo, así como la organización de las recuas de arriendo para el trajín de los campos de labranza. Un pequeño almacén, en la parte de atrás de la casona del Consejo, contiene los aperos y armas de los Guardas de Vecería, que cuidan de los campos y colinas, manteniendo a raya a alimañas y ladrones de ganado.

Junto al consejo de vecería se levanta la imponente mansión fortaleza del Duque Reginbrad, adelantando de la Reina Vigdis y señor de Robleda, a cuyo mando está la guarnición de la villa y el batallón de soldados del Ejército del Este (600 hombres en armas, incluyendo 100 hombres a caballo), cuya misión fundamental pasa por custodiar las fronteras orientales de la Marca y mantener el orden en sus dominios.