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La vuelta del Señor Tenebroso [HLdCN]

Día 5- La Cabaña de Hadrid

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13/10/2014, 17:54
Director

Cuando la luna se alzó sobre el cielo estrellado, y la oscuridad era la reina del castillo, sus hijas, las sombras, volvieron a alzarse una vez más.

Con los ojos risueños, recién despertadas, se miraron, preguntándose, divertidas, cómo y con quién comenzarían su peculiar juego.

Comenzaron a arrastrase como una serpiente, buscando algo de diversión. Atravesaron puertas, paredes, ventanas y muros, pero sin encontrar nada de lo que querían. Su entusiasmo iba desapareciendo hasta que lo vieron.

Lo siguieron, cautas, divertidas, aguantándose la risa. Desapareciendo con la luz de la luna que iluminaba aquella túnica morada preciosa. Se deleitaban con aquella figura: sus andares, su sonrisa de dientes blancos perfectos, sus rizos rubios, su mirada azul. Las sombras miraban más allá, y sabían dónde tenían que mirar. El interior de aquella persona. Aquello era lo que de verdad querían las sombras entregar a su madre, la oscuridad.

La figura alzó la mirada, trémula. Aguantaba la respiración. Sabía que lo observaban. Pero él no podía mirar a su observador. El miedo, el temor, comenzó a recorrerle el cuerpo.

Las sombras se deleitaron con ello. Y lo abrazaron cuando comenzó a correr, desamparado. La oscuridad se cernió sobre el mago de la mágica sonrisa.

En otro lado del castillo, un aullido que helaba la sangre se escuchó, rebotando por todos los muros. Unas pezuñas se comenzaron a oír. Pic, pic, pic, pic. Despacio al principio. Más deprisa después.

Un olfateo se escuchó. El perro estaba hambriento, y tenía su boca llena de agua, pues había localizado una presa.

Comenzó a correr, y ladró. Un ladrido que reverberó en todo el edificio, llegando a temblar los cimientos.

La pequeña figura lo escuchó. Y sabía que él era el destinatario de aquellas amenazas. Se desapareció, temblando. Pero, el perro era listo. Sabía perfectamente dónde buscarlo. Dio un zarpazo al aire, molesto, pues era a él a quien le gustaba jugar con la comida. Sin embargo, entornó sus ambarinos ojos, y corrió, dejando las baldosas rotas a su paso.

Y lo vio. Y sonrió como sólo un perro sabe hacer. Se precipitó hacia aquella menuda figura, y lo engulló.

La oscuridad envolvió los ojos con forma de pelotas de tenis. No volvieron a ver la luz. 

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13/10/2014, 18:04
Albus Dumbledore

Aquel día, el profesor Dumbledore los reunió a todos en la pequeña cabaña de Hadrid. El guardabosques estaba ausente, fuera del Colegio, haciendo una misión especial para el director de Hogwarts.

Fang, contento por tener de nuevo compañía, comenzó a ladrar, feliz, mirando las caras de los niños y los adultos.

—Hoy…— la voz se le quebró al profesor, pues habían sido días y días de caídas, de incertidumbre sin saber quién volvería a levantarse por la mañana, reuniéndose con los demás allí donde el profesor les dijera—. El pequeño Dobby…— no dijo más. No hacía falta. Todos sabían qué había pasado con él.

El profesor, tremendamente cansado, se sentó, haciendo crujir la vieja silla, rascando la cabeza de Fang por detrás de las orejas.

—El profesor Lockhart tampoco está con nosotros— anunció en un hilo de voz—. Hogwarts ha sido liberado de las sombras.

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14/10/2014, 10:56
Señor Ollivander

El fabricante de varitas no se reunió con la Casa de Ravenclaw en cuyas habitaciones que antaño se llenaron de agradables recuerdos y que ahora se le antojaban tan solo llenas con voces de fantasmas, gritos desgarradores, y pensamientos (o revelaciones) que prefería olvidar. Pasó, en solitario, la noche prácticamente rezando a cualquier Hado, Parca o Moira que le quisiera escuchar. Deseaba con toda su alma que aquella pesadilla grotesca terminase, de una vez por todas, deseaba con todas sus fuerzas que el mundo mágico prevaleciera y que la bondad se apoderase de todos los corazones egoístas.

Aquellos días en Hogwarts lo habían demacrado, lo habían vaciado de toda magia. Era patente en su apariencia, parecía piel flácida tendida apenas sobre un esqueleto andante, su pelo caía desordenado y ralo por ambos lados de su cabeza. Y, a todo ello, había perdido también no solo su ilusión, sino su mejor varita: la suya. Apenas había comido, menos dormido y no había cesado de trazar planes y contraplanes con tal de conseguir un fin, aquél que solo podía confiar a sus plegarias y a sus guardianes.

No obstante, la luz de un nuevo día lo bañó con esperanzas que se rindieron e hicieron hechos en palabras del director Dumbledore. Habían triunfado. El fin de la guerra y de la oscuridad, se tornaban en realidad. Ahora solo quedarían aquellas tinieblas que cada uno guardaría dentro por siempre jamás. Aquellos remordimientos y fracasos, aquellas vidas que no pudieron salvarse, aquellas cosas necesarias que se vieron obligados a hacer pero que habían manchado irremediablemente sus honores.

Aquella mañana la escuela inspiraba vacío tanto en sus pasillos como ahí en la cabaña del bosque, no había alegría. Solo alivio y cansancio podían discernirse en esa victoria.

Garrik Ollivander se levantó, pasó su mirada velada por todos los presentes, casi sin parpadear, deteniéndose quizás unos segundos más en Viktor Krum y Sirius Black, a quienes le hubiese gustado dedicarles una sonrisa tímida o tan solo asentir, mas no así silenciosamente se dio la vuelta y sin decir nada a nadie, empezó a encaminarse por la hierba verde con la clara intención de perderse en la espesura. No volvería a fabricar varitas para que las corrompiesen brujos y magos quienes, sí, habían hecho cosas extraordinarias, pero que las usaron para fines vergonzosos.