Partida Rol por web

—Me gustaría revisar los pergaminos a ver si podemos encontrar algo de utilidad. San Dámasor, ¿podrías ayudarme con los textos? —le preguntó al anciano sacerdote antes de volver la atención a Tobías—. Algo me dice que esa máscara podría sernos útil. Quizá nos permita engañar de alguna manera a alguno de los muertos o artificios de Thracia.

Mayra se sacó la libreta de cuero desgastado de la funda del muslo y consultó en el diario de su padre a ver si veía alguna mención sobre el uso y significado de esas máscaras en la antigua cultura Thracia.

Este fue el mapa que los exploradores encontraron en el baúl. Todavía estaban decidiendo si llevárselo todo o dejar algo. La máscara que cogió Mayra no tenía magia alguna y era muy parecida a la que habían visto en la superficie, en el rostro cubierto de Akisha, la sacerdotisa de Azrael. 

- Parece una acuarela. - Dijo. - No se si nos servirá de mucho. Pero nos lo llevaremos. - Miró al cofre. - Nos lo llevaremos todo. - Comentó. - ¿O lo vamos a dejar aquí? 

Mayra señaló el extremo superior izquierdo del mapa.

—Mira, esto tiene la forma de la estancia en la que estamos —dijo, mientras su dedo recorría el extremo serrado—. Parece que esto es el abismo.

Cuqui se acercó aún más al mapa, para interponerse entre él y la mano de Mayra y lo acariciaran. La maga rio y le rascó el lomo al constructo-grimorio.

—Este mapa describe los túneles que hay tras esa puerta. Quién lo dibujo, o por qué lo metió en ese cofre, se me escapa. Los pergaminos, por cierto, están desordenados. Tardaré horas simplemente en ponerlos en orden antes de poder leerlos.

Miró a Tobías.

—¿Quieres que sigamos investigando qué hay al otro lado de la puerta o prefieres que volvamos por donde hemos venido?

Así es, dijo Tobías. Lástima que no haya anotaciones.

El explorador empezó a empaquetar el botín en su faltriquera encantada. Una de las mejores compras de su vida, pero empezaba a pensar que no iba a ser suficiente para cargar con todo el botín, y pronto tendrían que llevarlo a cuestas, salir y enterrarlo antes de proseguir con la búsqueda, o volver al campamento.

Ya estamos aquí, respondió a la arcana. Desvió la mirada hacia el enorme agujero que hendía la gran cámara. Exploremos el área. El mapa parece incompleto... con suerte, encontraremos una conexión con la entrada y no tendrás que malgastar tu varita.

Tobías se acercó a la puerta y la estudió para comprobar si estaba cerrada. Lo estaba, se trataba de una puerta enorme de dos hojas, reforzada con hierro, en cuya superficie había tallados motivos funerarios que se parecían más bien poco a lo que habían visto hasta ahora en los murales del complejo y sí bastante más a lo que habían visto en la superficie, en la aleda de los Calaveras.

Comprobó la cerradura y determinó que se encontraba al otro lado, por lo que alguien la había cerrado desde ¿fuera? El explorador pensó un momento. No era era una cerradura complicada ni imposible, podía abrirla desde aquel lado sin problemas, de modo que la forzó tomándose su tiempo ahora que el peligro, aparentemente, había pasado. Con extremada precaución, se asomó a un pasillo estrecho que daba paso a una escalera de piedra que subía, subía y subía. Al final de la misma, algo emitía luz y arrojaba sus haces sobre los gruesos y gastados escalones de piedra. Las paredes se veían más o menos limpias, no apestaba a podrido y a heces, los frescos pintados estaban gastados pero se podía diferenciar una marcada obsesión por las calaveras y el culto a Azrael en aquellas representaciones funerarias.

Mientras Tobías estudiaba la puerta, el anciano Dámasor y Mayra examinaron los pergaminos atados. Mayra entendía el lenguaje a duras penas, estaban escritos con letra muy apretada, como si necesitasen todo el espacio posible para escribir. Por su parte, Dámasor no entendia la lengua escrita. Sin duda se trataba de Thracio antiguo, pero el sacerdote solo podía interpretar lenguaje hablado, no el escrito. Al final, la maga llegó a la única conclusión posible: el fajo de pergaminos estaba desordenado, las hojas no tenían una continuación lógica y hablaba de cosas inconexas sobre calaveras de ojos brillantes. Necesitaría más estudio que un vistazo de un pocos minutos.

Vika se acercó al hombre Santo. Parecía que había llegado a alguna conclusión lógica. Su primer impulso fue rechazarla de buenas a primeras sin pensar en ella, pero algo le hizo cambiar de opinión, aquel hombre podía tener razón, aunque... ¿Sabía en que dirección estaban marchando para sugerir que iban en la contraria? 

- San Dámasor, ¿por qué cree que vamos en dirección contraria? - Le preguntó. - Por lo que a mi respecta, la gente que buscamos podría estar en cualquier parte...

Mayra interrumpió. No podía dejar una pregunta sin responder, incluso las obvias. Especialmente las obvias.

—Parece harto improbable que los soldados hayan podido encontrar la puerta secreta, salvar el abismo, la habitación llena de esqueletos y haber abierto la puerta que nos hemos encontrado cerrada.

Mayra alzó un dedo en dirección a Tobías, adelantándose a sus protestas. Sabía que se había encontrado la puerta cerrada desde el otro lado.

—Aunque lo hubieran podido lograr, parece ilógico pensar que hayan tomado esta ruta. Estaban buscando a los aldeanos raptados por los hombres bestia —extendió las manos en dirección a la escalera—. Incluso si lo hubieran logrado, se hubieran dado la vuelta al no encontrar en esta sección de las ruinas los restos de heces y porquería que impregnan las estancias que dominan ellos. Es cierto que podrían haber ascendido con la idea de volver a la superficie, descansar, y tomar otra ruta al día siguiente, pero eso nos situaría de nuevo a la casilla de salida: no están en esta dirección.

Miró a San Dámasor y a Tobías.

—¿Me he dejado algo?

- Buen razonamiento. - Le felicitó Vika. - Aunque estamos en un maldito laberinto. Cualquier pasillo, puerta o escalera podría llevarnos a... - Se encogió de hombros. - A cualquier sitio, supongo. No obstante, si esa escalera llevase a la superficie, sería bueno saber en que parte de la misma aparecemos. Puede que esté cerca del campamento, aunque lo dudo. - Ladeó la cabeza. - En algún momento tendremos que regresar a descargar todos los enseres y a identificar todo lo que hemos ido recopilando. Podría ser que llevásemos cosas de gran utilidad con nosotros y las estemos... "desperdiciando".

Mayra es una joven tan increíble que es incluso de encontrar cordura en lo que no son más que chaladuras de un viejo senil, impresiones intangibles que me dan tantos años de vivencias desnortadas.

—Yo no... no... no... podría haberlo dicho me-mejor —confieso con total sinceridad.

Las pinturas, los huesos, la máscara y hasta los tesoros que hemos encontrado... todo me hace sentir que aquí ha estado la tribu de Akisha, que estos son sus dominios. Quizá sus lugares de culto más recónditos y sagrados. Puede que hasta les estemos robando sin saberlo y sea imprudente presumir ante los Calaveras de nuestros hallazgos.

Pero lo verdaderamente ignoto, las profundidades que ocultaban y vomitaron a los hombres dragón están por debajo de nuestros pies y no por encima de nuestras cabezas. No es una certeza, por supuesto, no tengo certezas de nada, solo vagas impresiones que tal vez sean los delirios de una mente imaginativa o quizá la inspiración divina de Rashiel.

Tobías se quedó pensativo un momento, mirando el largo tramo de escaleras. No parecía ascender hasta la superficie, pero no debía quedarse muy lejos. La decoración, por otra parte, era reveladora, y era evidente que aquella área recibía el mantenimiento del que carecían los túneles y cámaras que habían atravesado con anterioridad. Más motivos para sospechar que quienes controlaban esa parte del complejo eran los “Calaveras”.

No podemos descartarlo totalmente, respondió. Tanto la intuición de Dámasor como las explicaciones de Mayra iban bien encaminadas, a juicio de Tobías, pero la forma en que estaba diseñado aquel lugar era engañosa, y el explorador no creía que fuera sensato dar nada por sentado. Puede que esta área conecte con la capilla de antes, o con alguna puerta oculta que no hayamos visto… Admito que no es probable que los soldados hayan pasado por aquí. Me preocupa más que estemos metiéndonos en el sótano de los Caminantes. Hemos empezado con buen pie con ellos; de momento no quieren matarnos, y no nos conviene que cambien de parecer.

Tobías hizo el gesto de la balanza con las manos.

Es una lástima dejar el área sin explorar, pero admito que tenemos esas dos razones.