Partida Rol por web

Treinta segundos se hicieron demasiado largos, pero fueron suficientes para que el campamento terminase de organizarse para expulsar a los últimos asaltantes. Muchos hombres tigre habían caído, algunos animales se habían escabullido hacia la jungla por puro instinto de supervivencia. Para cuando la bruma mágica de Mayra se disipó, el enorme guerrero tigre estaba solo y rodeado de imperiales. Con un sonoro rugido, atacó salvajemente con sus garras. Eldrid le saltó encima, Tobías y Vika la apoyaron, y el resto de los soldados dispararon flechas contra la bestia, que resistió durante lo que fue una eternidad.

La tigresa se engachó a su cuello con los dientes y no lo soltó, manejándolo como una marioneta para exponerlo a los golpes combinados del explorador y la sacerdotisa. Un enorme minotauro llegó a la carrera para embestirlo con los cuernos y lanzarlo contra una tienda, mientras el gnoll acorazado descargaba su alabarda contra él. El guerrero de la tribu Rayas Negras cayó fulminado por las numerosas heridas y cuando su cuerpo se desplomó, todo el campamento quedó en completo silencio.

Poco a poco, la calma y la concetración regresó a la mente de todos los colonos. El fuego estaba bajo control, los heridos estaban siendo atendidos por la sacerdotisa dragón que rezaba sus plegarias a un dios olvidado para sanar todas las heridas posibles, mientras el pequeño gnoll sacaba de su siempre inagotable mochila llena de recursos algo para improvisar vendajes y repartía agua entre los más graves. Cubiertos de tierra y sangre, los soldados lograron establecer una formación defensiva y expulsar a los últimos invasores.

Fin del combate. No quedan enemigos y los heridos son todos colonos. No hay ningún fallecido (de momento). Recordad que tenéis disponible en la escena del campamento a todos los colonos y pnj disponibles.

Tobías - 59/62 (bendecir, elation, círculo de proteccion +4)
Mayra - 31/31 (bendecir, elation, armadura de mago 14 horas)
Dámasor - 33/33 (bendecir, elation, círculo de proteccion +4, santuario)
Eldrid - 62/71 (bendecir, elation, círculo de proteccion +4)
Vika - 52/52 (bendecir, elation, favor divino, círculo de proteccion +4)

Steinheill comenzó a dar órdenes a los soldados y después se aproximó a Vika.

-Necesito un recuento, heridos, muertos y todo lo que se haya perdido. Necesito que averigüeis qué ha pasado y quién coño son estas bestias -exclamó, esta vez en dirección a Mayra-. ¿Tiene algo que ver con ella?

Señaló a Eldrid, que iba cubierta de sangre de pies a cabeza. En el momento en que Steinheill la miró, ella lanzó un gruñido y escupió un pedazo sanguinolento de tigre, limpiándose después la boca con el brazo.

El magistrado de la Torre había perdido las gafas y Zachary Taylor lo tenía en brazos, tapando una herida de su costado por el que salía sangre a chorros.

-Esto... es altamente... irregular -deliraba el hechicero, blanco como el papel y con una fea herida en la cabeza.

-Sí, lo sé, lo sé, Jossy... -decía el explorador, poniendo todo su empeó en distraerlo-. Te pondrás bien, en cuanto alguno de estos puñeteros venga a echarte una mano. ¡Oye, tú! -le chilló a Vika-. Eres sacerdotisa, ¿no? Ven aquí, que tienes trabajo.

Mayra aguardó en tensión a que los guerreros hicieran su trabajo y terminaran de repeler a los atacantes. Sus hechizos no volvieron a ser necesarios, así que Mayra bajó el bastón y se frotó un ojo. No le había dado tiempo ni de lavarse las legañas. Cuando Steinheil la interpeló, reprimió un bostezo y negó con la cabeza.

—No, señor. No tiene nada que ver con ella, sino con nosotros. Los hombres bestia de la isla están acostumbrados a lidiar con los Calaveras, y piensan que somos inferiores y que pueden tomar de nosotros lo que deseen. A sus ojos somos poco más que ganado, esclavos. Conseguimos que las hienas accedieran a negociar con nosotros solo después de una serie de decisivas victorias en su territorio. Sugiero que hagamos lo mismo con los tigres. Contraataquemos cuando hayamos hablado con el rey minotauro. Solo a través de la guerra conseguiremos la paz.

Se alarmó al ver a Josephus Luisus tan herido. Era como ver que habían pegado a tu hermano pequeño en el patio del colegio, mientras ella estaba a otras cosas.

—¡Josephus! ¿Estás bien?

- Solo a través de la guerra conseguiremos la paz. - Repitió Vika las palabras de Mayra en su mente. - Que sabias palabras. - Sonrió satisfecha. 

Ni ella la hubiera definido mejor. Estaba orgullosa de la arcana, quien además de haber demostrado su sobrada valía en el campo de batalla, ahora estaba demostrando una sabiduría y una capacidad estrategica digna de una gran líder, con experiencia sobradamente probada. 

Miró de reojo a Steinheil. ¿Entendería él de la misma forma la necesidad de la guerra? Fuera como fuera, la decisión, al menos por su parte, estaba tomada e iba en la misma dirección que la de Mayra. Para lograr la paz solo había un camino: la guerra. 

Entonces escuchó las desgrables formas del inmbecil que berreaba su nombre. Le miró con ira asesina y se acercó decidida hacia él. Se le quedó mirando unos instantes fijamente a los ojos y finalmente desvió la mirada para examinar al patético Josephus Luisus. Estaba malherido, pero sobrevivirá.

- Que sea la última vez que me tratas como a una esclava o un perro. - Le dijo. - Mi nombre es Vika. Creo que lo sabes. Habla con más respeto o te haré tragar una pastilla de jabón. Y no por la boca precisamente. 

Se giró hacía el mequetrefe de los anteojos e impuso sus manos sanadoras sobre él. Se concentró unos segundos realizando una silenciosa plegaria a su dios patrón y de inmediato las heridas del melenudo funcionario, comenzaron a sanar. 

El pañuelo con el que se enjugó el sudor de la cara apareció empapado de sangre. Tobías hizo una bola con él y lo arrojó al suelo, junto al cadáver del gran hombre tigre. Cuántos más como él quedaba entre los rayas negras. Cuando estos no regresasen, si los demás podían enviar a cinco o seis contra ellos, junto con tigres y otros guerreros, no estaba seguro de que fueran capaces de rechazarlos. Incluso exánime, parecía encontrarse a un suspiro de recuperar la tensión en su musculatura, y alzarse de nuevo para matarlos a todos.

Se alejó del muerto para colaborar con los demás. Había heridos a los atender, muertos que contar e incendios que apagar antes de que el fuego consumiese todo el campamento. Se detuvo solo cuando escuchó los gritos del capitán.

Se llama Eldrid, y puede hablar, dijo. Steinheil no la conocía, pero ella estaba entre los que le habían liberado de la prisión. La había visto luchar contra los rayas negras, sin intercambiar palabra alguna con ninguno de ellos.

Por lo que sabemos, fueron ellos los que se llevaron a los colonos. Los hombres bestia de abajo dicen no conocer este lugar, dijo.

Arrojó la espada y el morral a un lado, se quitó la armadura y se acercó al grupo que llenaba pozales con agua.

Tras las desagradables formas de Vika, dado que los nervios estaban demasiado sensibles para todo el mundo, las heridas del magistrado se sanaron rápidamente y dejó de gemir al notar que el dolor remitía. El arqueólogo le dio un abrazo y lo sacudió de tal modo que podría haberle abierto de nuevo las heridas.

-Estoy bien, estoy bien -declaró. Se puso muy serio cuando lo dijo, a pesar de que se le veía el esfuerzo de contener el dolor. Se puso en pie y se sacudió la túnica, evitaba mirar a Mayra-. Estas irregularidades en las defensas del campamento se van a investigar y se depurarán responsabilidades. Somos el Imperio. No podemos permitir que razas inferiores nos vapuleen de esta forma. Steinheill, haga algo al respecto.

-Muy bien -contestó el capitán, al que también se le veía cansado y esforzándose por no mandar a nadie de una patada al río a que se ahogase-. No tenemos soldados, no tenemos exploradores, no tenemos más información de este lugar de la que teníamos al principio, solo más problemas. Tenemos que enviar un mensaje a la capital, necesitamos más refuerzos. Magistrado Luisus, encárguese de eso. Magistrada Mayra, haga que esa negociación con el rey prospere. Vamos a reforzar la defensa del campamento, pero necesitamos taer de vuelta a los nuestros o estaremos vendidos.

Eldrid miraba con cara de pocos amigos al comandante, aunque era su expresión habitual cuando alguien no le gustaba. Se acercó a Dámasor, que estaba todavía en el suelo, mientras Truzx lo agitaba instándolo a ponerse en pie. Al viejo sacerdote le costaba moverse, la edad no perdonaba ni siquiera a los elegidos de Rashiel. La tigresa ayudó al anciano a levantarse y a sentarse en un taburete, tras comprobar que no estaba herido, ya que su deidad lo protegía de todo mal. Truzx sacó de su mochila un puñado de agujas e hilo y comenzó a coser la túnica rasgada de Dámasor.

La tigresa recuperó su forma humana y se acercó a Mayra.

-Puedo ayudar -le dijo a la maga-. Puedo averiguar donde estan los Rayas Negras. Hablar con ellos. Tú puedes ir a recuperar a padres. ¿Te parece buen plan? No quiero que ataquen otra vez este hogar. Ni quiero matar más... -buscó la palabra, aunque no parecía gustarle ninguna de las opciones que pensaba-. No quiero matar más tigres -finalizó-. Estoy aquí para proteger, no matar; pero he matado por proteger -elucubró-. Lo haré las veces que sea necesario. ¿Qué debo hacer, Mayra?

¿El problema eran las defensas? ¡No habrían construido nada de no ser porque ella se puso al mando! El problema, evidentemente no eran las defensas, menos cuando todavía no se habían concluido. El problema era la falta de efectivos y eso no se iba a solucionar de la noche a la mañana. Si querían prosperar como civilizaciones, debían llegar a acuerdos. 

Mientras Vika cavilaba que debían hacer, la irritante vocecita de Luciusus se alzó de nuevo sobre las demás. Quería depurar responsabilidades. 

- Menudo idiota... - Pensó asqueada. - ¿De verdad piensa que este campamento de chozas protegido por leñadores y burócratas es el Imperio? - Negó con la cabeza. - Debería calibrar esos estúpidos anteojos...

Vika no perdió el tiempo en conversaciones vanas. Inmediatamente se puso a organizar a los colonos para iniciar las labores de reconstrucción de la empalizada. Era necesario acabarla cuanto antes y si no había voluntad y sacrificio, no la acabarían nunca. 

- ¿Veis lo que pasa? - Alzó la voz. - ¡La seguridad del campamento es cosa de todos! - Gritó. - ¡No es hora de buscar culpables, sino de encontrar soluciones! - Esgrimió con determinación. - ¡Alcemos la empalizada ahora! ¡Que ésto sirva como enseñanza! ¡Hemos tenido suerte, pero podría ser muy diferente en una próxima ocasión! 

Ayudada por un par de colonos alzó un tronco y lo enderezó junto a una zona inacabada de la empalizadas. Era momento de trabajar y si no se ponían todos manos a la obra, no acabarían nunca las defensas y el ataque se repetiría de forma irremediable con más o menos suerte que en esa ocasión. 

A Mayra le daba pena el pobre Josephus. A falta de Inzalenor, él era el oficial de mayor rango del campamento, por encima incluso de ella misma, pero todo el mundo le ninguneaba.

—Eso haré, capitán —le respondió a Steinheil, con un asentimiento que reflejaba más confianza de la que sentía realmente.

Una sombra pasó por su rostro cuando Eldrid se acercó a hablar con ella.

«Conozco la sensación» fueron las primeras palabras que le vinieron a la mente, pero murieron en sus labios antes de ser pronunciadas. ¿La conocía, realmente?

Sus conjuros no habían matado directamente a nadie, sino que protegían a sus compañeros y facilitaban que pudieran abatir a sus enemigos. Era tan responsable como ellos de aquellas muertes, Mayra era perfectamente consciente de ello, pero su implicación en el combate siempre había sido distante. Al final del día, eran Tobías y Vika los que blandían sus armas para segar las vidas de sus adversarios. Y Eldrid ni siquiera utilizaba armas, sino sus propias garras y dientes.

Y por supuesto, estaba el hecho de que ellos estaban combatiendo monstruos. Seres inferiores, como había dicho Josephus. Como siempre le habían dicho y enseñado en Akraleuka. La mujer tigre, en cambio, estaba matando seres de su misma especie. Mayra dudaba que los Rayas Negras consideraran a Eldrid uno de los suyos, pero podía entender su reticencia y sus dudas.

La maga de la Torre de la Espiral Negra bajó la mirada, y se estremeció al ver el pedazo de carne sanguinolenta que la cambiaformas había escupido hacía apenas unos instantes. Levantó el rostro y ensayó una sonrisa triste. Desde luego que no iba a decirle a Eldrid lo que debía hacer.

—Creo que deberías meditarlo un poco más. No tomes una decisión así, en caliente —dijo, y depositó una mano en su mejilla, con afecto—. Podemos hablar de ello, si quieres. Decir en voz alta lo que piensas, obligarte a formalizarlo en palabras, te puede ayudar a entender mejor cómo te sientes, a acotar el problema, y a formular qué es lo mejor que puedes hacer al respecto.

Tobías resoplaba mientras trabajaba. No tenían nada y estaban rodeados de enemigos en territorio desconocido, pero ese mago obsesionado con las irregularidades y Zachary habían mantenido el campamento en marcha mientras el capitán se dejaba capturar y se pudría en las celda de los hombres bestia. Y, desde la llegada de los cinco supervivientes del naufragio, habían cavado zanjas y levantado muros, negociado una tregua con el rey bestia, y rescatado a Steinheil y sus hombres. Desde su punto de vista, las cosas en la lamentaba colonia estaban mejor que en cualquier otro momento desde la llegada el grupo del capitán.

Había mucho trabajo que hacer, y Tobías, gracias a los dones concedidos a Vika, estaba en plena forma. Otros no habían sido tan afortunados como él y Luisus. Espoleada por las palabras de Steinheil, la sacerdotisa había dejado a los heridos para organizar la reparación de la empalizada.

Tobías se acercó a la mujer. ¿Tiene sentido que nos quedemos aquí? le preguntó. Habían rechazado a los hombres tigre sin graves pérdidas, pero tenían mucho trabajo por delante para volver a dejar el campamento en condiciones. Y todo para que, si los rayas negras no habían aprendido el coste de atacarles, regresaran en unos días. En las ruinas hay muros que podríamos aprovechar. Y piedra y madera para levantar edificios de verdad. Estaríamos a tiro de los hombres bestia del rey, pero dudo que los rayas negras se atreviesen a acercarse tanto.

Aquello hizo pensar a Vika. ¿Tenía sentido mantener allí el campamento? Habían invertido tiempo y esfuerzo en construir aquel enclave, pero ahora que había sido asaltado y requería de una reparación, quizás fuera el mejor momento para abandonarlo y ausentarse en un lugar mejor. 

- Puede que tengas razón. - Le respondió a Tobías. - Se ha visto que aquí estamos muy expuestos. No es la primera vez que recibimos un ataque y aunque en esta ocasión hemos podido rechazarlo y no ha habido bajas, puede que la próxima sea diferente. - Asintió pensativa. - Tenemos que hablarlo con el capitán y con Mayra. Ella puede convencer a los miembros de mayor rango de la necesidad imperiosa de abandonar este lugar e instalarnos en un sitio más seguro. Las ruinas son sin duda un enclave idóneo para asentarnos. 

Fue entonces cuando, con un gesto, indicó a Tobías que le siguiera y fue en busca de Mayra. Momentos después le comentó la idea que su amante había tenido y le pidió que fueran los tres quienes expusieran el caso ante los miembros de mayor rango de la colonia. 

Eldrid procesó las palabras de Mayra. Le costó un poco, por su cabeza oscilaban un sinfín de pensamientos y en su mirada había confusión y frustración. Emitió un gruñido y se sentó frente a la maga, como si de esa forma pudiese pensar mejor. 

-Siempre quise saber por qué padre me abandonó o por qué madre me encerró -declaró-. No he encontrado a nadie como yo, pero esos Rayas Negras se parecen a mí, ¿soy de ellos, entonces? ¿Soy de este lugar? Ellos pueden saber quién es padre o quién soy yo. Quiero saber. Soy violenta, quiero proteger, ¿y si ellos son violentos porque quieren proteger? Si hacen daño a Dámasor, me enfado. Si hacen daño a Truzx, me enfado. ¿Y si les han hecho daño y están enfadados? Yo lo haría...

Se quedó callada un momento.

-Quiero ayudar. Quiero liberar gente. Tú me liberaste y yo te protejo. Me gustaría seguir protegiendo, Mayra. Pero... es que me siento mal... porque nosotros somos violentos también con personas que vivían aquí antes de que llegásemos. No quiero matar si no han hecho nada malo. Y tampoco quiero ser carga para vosotros...

Cuando Mayra le dijo a Eldrid que podían hablar de ello no esperaba que la cambiaformas se pusiera manos a la obra de forma inmediata, con el campamento en llamas y tantas cosas por hacer. Pero el discurso interno de la mujer tigre le hizo pararse y sentarse de cuclillas a escuchar. Era una mujer adulta, que podía destrozarla de un mordisco, pero hablaba con la ingenuidad sin doblez de un crío de siete u ocho años. Mayra creía que podía contestar a todas sus preguntas con un “no creo”, pero se resistía a darle su opinión. Era mejor que Eldrid sacara sus propias conclusiones.

Fue entonces cuando apareció Vika, hablando de no se qué historias de mover el campamento. Comprendía la necesidad de tomar decisiones, pero el momento le resultaba tan inapropiado por íntimo como cuando Josephus Luisus llamó a su puerta, en la Torre, pidiendo intercambiar notas mientras ella hacía el tipo de intercambio propio de cuando una tenía las bragas por los tobillos. Pidió a la sacerdotisa guerrera que la dejaran unos minutos a solas con Eldrid antes de reanudar la conversación.

—No creo ser la persona adecuada para darte las respuestas que buscas. Tampoco estoy segura de que haya mucha gente en esta isla que sea capaz de contestarlas. Pero formular las preguntas es un buen primer paso, porque las preguntas nos dirigen como el aroma de una presa en el aire guía al cazador. Observa, estudia el comportamiento que estamos a tu alrededor con tus preguntas como guía. Saca tus propias conclusiones y reformula tus preguntas si es necesario. Ese es un viaje que tienes que hacer tú sola. Puedo acompañarte y ayudarte, pero no guiarte. Nadie puede, ni debe. Y si alguien se ofrece desconfía. Ese no es tu amigo, solo quiere manipularte.

Tobías llegó tras Vika, con pasos más contenidos, y sin decir nada, se apartó unos metros para dar a Eldrid y Mayra intimidad mientras conversaban.

En el rostro de Eldrid se evidenciaba su confusión y su frustración. Se sentó, se puso en pie y dio unas vueltas por el campamento, agobiada con las preguntas, pero más aún con las respuestas.