Mstthias miró al Doctor como si fuese a lanzarse sobre su cuello y a arrancarle la tráquea si no le daba una buena noticia en los siguientes segundos. Pero se contuvo.
-¿Cómo demonios puede ser? Es apenas un crío... No va a tener vida.
-Lo siento, señor Galais. Hemos hecho lo posible para ayudar a Scofield, pero su médula ha quedado dañada por el disparo. Las últimas pruebas han confirmado lo que teníamos. Va a ser tetrapléjico y necesitará ayuda para casi todo -informó el doctor.
La rabia inundo el pecho de Galais como lava ardiente.
Tira Autocontrol dif 8.
Algo se le revolvió dentro del estómago, haciendo que tuviese ganas de partirle la cara, igual que al policía. Era una emoción intensa a la que empezaba a acostumbrarse y ahora entendía por qué. A Tommy no le faltaba razón en lo que decía. Apretó los puños y se dio la vuelta paseándose por el pasillo de un lado a otro, igual que un perro enjaulado hasta que logró controlarse.
-No hay nada, entonces. Absolutamente nada que se pueda hacer por él. Estaría mejor muerto -le gritó-. ¿Está despierto?
Motivo: Ñam
Dificultad: 8
Tirada (3 dados, se repiten 10s): 9, 9, 7
Éxitos: 2, Fracaso
El doctor se sorprendió al escuchar unas palabras tan llenas de rabia.
-Eh... está consciente, sí, pero sería mejor que le dejase descansar. Ha tenido una crisis y...
-¿Y cuándo considera que estará mejor? Quiero decir, que podrá recibir visitas porque mejor no va a estar en su vida -dijo de forma hiriente.
-Eso depende de su evolución. Señor, está usted muy alterado y no es bueno para el señor Scofield recibir tanta presión -dijo el médico.
-Iré a hacer un par de llamadas y esperaré en la sala de espera a que se estabilice -anunció tras una pausa larga.
Se dirigió a una cabina y marcó el número del local. Quizás Tommy tuviera alguna idea y si no la tenía como mínimo le reportaría algo de tranquilidad.
Tardó bastante en coger el teléfono desde que la operadora le conectó con el despacho de The Green Mill. Al otro lado del aparato la voz de su jefe sonó distante y fría:
-Ah, Matthias. ¿Cómo ha ido?
-El chico está tetraplégico -anunció-. No va a volver a moverse nunca más.
-Oh. Lo siento, Matthias -dijo Tommy, y no estuvo claro si lo sentía de verdad-. Los médicos han avanzado mucho, pero no tanto. ¿Por qué no vienes al club? Necesitas liberar tensiones.
-No me van a dejar verlo, no veo por qué no. Voy a llamar a casa y voy.
Y así lo hizo. Llamó a Cristen para comunicarle que John no había mejorado y que iba a permanecer un rato más allí. Acto seguido cogió el coche y se dirigió al local.
Cuando Matthias regresó al local comprobó que Tommy había hecho llamar a algunas de las chicas. La banda de jazz había empezado a tocar endemoniadamente (hoy no era el turno de Mina) y el jolgorio contrastaba con el humor de Matthias. Sin embargo, la presencia de su jefe después de la tensión del hospital le calmó bastante. Antes de dejar que se relajase con las mujeres se lo llevó al despacho. Allí cerró la puerta y se arremangó la camisa.
-Como ya no hay secretos entre nosotros -terminó de arremangarse y le miró-. Te diré que es hora de que recuperes fuerzas. Habrás quemado toda mi sangre a la hora de curarte y te necesito fuerte. Considéralo una recompensa por haberte mantenido a salvo.
Se mordió la muñeca y brotó la sangre. De inmediato el corazón de Matthias empezó a latir con fuerza. Su cerebro conectaba ideas. Era eso. La sangre. Era eso lo que había estado bebiendo sin saberlo, lo que tanto deseaba. Era como el mejor whisky, tan prohibido y seductor como el alcohol. No lo había sabido, pero siempre lo había sospechado y deseado.
Al ambiente le desagradaba. Le crispaba los ánimos ver a toda aquella gente feliz mientras en su conciencia pesaba el cuerpo inmóvil de John. Pero quizá Tommy llevase razón y aquello era exactamente lo que necesitaba.
Esta vez no dijo nada. Con cierto reparo tomó la mano de su jefe y bebió, al principio con temor pero luego lleno de avidez. Era una sensación extraña tomarlo de aquella manera, pero seguía siendo un líquido cálido y refrescante, mucho mejor que nada de lo que había probado hasta entonces. Se dio cuenta de que en realidad era como algún tipo de droga extraña de la que difícilmente se podría librar. Se sentía fresco, jovial, y cada vez más fuerte... Y le costaba dejar de beber.
El placer de tomar la sangre directamente de la vena fue mejor que cualquier orgasmo. El sabor, el intenso sabor de la sangre... Ahora que sabía lo que era no creía que hubiese tomado nada mejor. Tommy le dejó beber hasta que quedó satisfecho, pero esa sensación era efímera. Su cuerpo quería más. Pero no habría más.
La herida se cerró y Tommy se bajó la manga.
-Ahora ve y diviértete.
El subidón era mejor que nada. Se sentía fuerte, joven, eufórico. Con ganas de tirarse a alguna de las chicas de afuera. Invencible.
Matthias se limpió la boca mientras la nueva sangre recorría su cuerpo llenándolo de vitalidad. Casi se ruborizó al darse cuenta de que aquello había sido lo mejor que había probado hasta entonces, pero dejó de cuestionarlo y se lanzó a saciar sus impulsos tal y como le decía Tommy. Se abrochó la chaqueta y bajó las escaleras de dos en dos, moderándose en el último tramo para otear el local en busca de curvas que fueran de su agrado. Le habría bastado con cualquiera, en realidad, pero puestos a elegir ya que era el que manejaba el local, escogería una que realmente fuese de su agrado.
Ninguna de las mujeres que escogió se le negaron. Como bien sabía, era el jefe, y todo el mundo quería complacer al jefe. Cuando él eligió, Tommy hizo aparición y se llevó a otra de las chicas. Matthias ignoraba si los vampiros podían follar, pero si la sangre le ponía como una moto a él, quién sabe si a su jefe le funcionaría igual.
La zorra que escogió estaba borracha y le iba la fiesta. Matthias se sentía tan vital que repitió tres veces. Ni con veinte años habría podido hacer eso. La sangre que acababa de beber era maravillosa.
El mafioso descargó toda su frustración haciendo uso del potencial que la sangre le otorgaba, algo que junto a su mujer hacía años que no pasaba. Se comportó de forma ruda y visceral, aprovechándose de todo lo que aquella mujer podía darle para satisfacerle. No le importaba otra cosa, solo la excitación del momento que era lo más parecido que había sentido antes de beber la sangre de Tommy. Ni siquiera recordó de donde venía toda aquella vitalidad hasta que estaba vestido de nuevo, listo para marcharse a casa, beberse un par de copas y meterse en la cama tras una ducha hasta que el fin del mundo llamase a su puerta.