31 de octubre de 1923 - 19:40
En los días siguientes, la perspectiva de trabajar para la misteriosa mujer que se había presentado como Veronica Huntington-Baxter había alterado la rutina de Mina. Por si fuese poco, Matthias había tenido un accidente. Al parecer le habían tiroteado no muy lejos de su casa y había estado en el hospital. Había estado tan pendiente de su chófer, John, un chico alegre que casi se había muerto en el suceso, que apenas le había prestado atención. Ni siquiera sabía que iba a trabajar por libre.
La noche del cumpleaños de Veronica, Halloween, un coche fue a buscarla a su propia casa. Aunque su tío tenía intención de subir a bordo, el chófer se lo impidió. Las órdenes de su jefa eran las de llevar a Mina y sólo a Mina hasta su casa. Lo lamentaba, pero Bruno debía quedarse en su casa. Con desánimo, su tío obedeció.
El viaje no fue demasiado largo, pero el chófer apenas hablaba, así que Mina no tuvo nada en lo que apoyarse para saber dónde la llevaban. Cuando el coche se detuvo, el chófer la sujetó por el brazo y la ayudó a entrar en un edificio. Subieron en un ascensor quién sabe cuántas plantas, y al abrirse la puerta de la cabina, Mina escuchó el murmullo de muchas personas.
Olía a tabaco y a gente, a sudor y a perfume. El chófer la dejó sola delante de lo que parecía una amplia estancia. Mina no conocía a nadie allí, no sabía dónde estaba. Era, otra vez, como enfrentarse al gran azul en una noche oscura, nadando sin saber dónde se encontraba. Pero al fin alguien llegó para salvarla. Por el perfume adivinó que se trataba de Veronica poco antes de que sus finas manos le rozasen el brazo.
-Señorita Camargo, me alegra ver que ha llegado sin ningún percance. ¿Quiere algo de beber? Puede tomar algo antes de tocar, si eso le aclara la garganta.
Alguien más se acercó. Era un hombre, por el peso de sus pasos y por lo grave de su voz.
-Veronica, ¿ésta es la pianista? Qué encanto. ¿Vas a dejar que toque o te la vas a quedar toda la noche, arpía sin corazón?
Veronica se rió.
-Señorita Camargo, le presento a Adam Bolton, un amigo muy querido.
-No mientas a la pobre muchacha. Sabes que sólo soy tu amigo cuando te interesa, pero yo acudo porque sabes organizar fiestas. Ah, tengo hambre. ¿No ha llegado la comida todavía?
Mina alzó una ceja por la peculiar forma de hablar del hombre. Amigos o nos e notaba que ambos tenían mucha confianza.
-Es un placer, señor Bolton -contestó al fin a Verónica, ya que había estado demasiado confusa hasta entonces, y para mas inri el hombre había aparecido cortando la conversación en dos. Pero a la pianista no le disgustaba, ni mucho menos. Estaba emocionada y temerosa a partes iguales, como una joven novia en su noche de bodas-. Una copa de vino, gracias.
Los olores y los ruidos de la sala eran similares a los de la taberna en la que solía trabajar, pero a la vez eran inmensamente diferentes. Las fragancias aquí eran mucho más caras, así como el tabaco... Y no se escuchaban las risitas y las reprimendas de las camareras que las camareras solían dedicar a los repugnantes borrachos que se estiraban para agarrarles las nalgas.
Se escuchó la risa de Veronica.
-Mira, la has asustado. No la haga caso, señorita Camargo. Adam, ¿por qué no vas a hablar con la francesa?
Se escucharon unos pasos alejándose y Mina supuso que el hombre había obedecido la sugerencia de Veronica. La mano de Veronica buscó la suya para darle una copa de vino, tinto a juzgar por el aroma.
-¿Quiere algo de comer? Hay canapés de salmón y de paté, y algo de caviar. ¡Ah! Un momento.
Veronica se alejó un momento. Un camarero se acercó y le ofreció algo de comer, marchándose antes de que su anfitriona volviera.
-Ya estoy aquí. Tengo a mucha gente a la que saludar, lo siento. ¿Quiere que la lleve al piano? Estaré con usted en un par de horas. Espero que esté bien y cómoda. Confío en que dará luz a esta velada.
-No gracias... -murmuró mina intentando deducir hacia donde se había alejado Veronica. Si había algo que no le gustaba a la joven es que la abandonaran en medio de un lugar desconocido lleno de gente desconocida. Si se daban las circunstancias idóneas y no tenía bastón podía llegar a entrar en pánico.
Cuando Veronica volvió miró hacia donde venía su voz.
-¿Quiere que toque ahora? Lléveme al piano si es así, claro. Y no se preocupe por dejarme sola, prefiero trabajar en solitario.
-Sí, toque. Haré la recepción oficial muy pronto, y quiero que sea con su música. Pero sólo si me promete que después tendremos la oportunidad de charlar, ¿sí? -Veronica la llevó junto al piano y le apretó el brazo afectuosamente-. Comience. ¡Algo alegre!
Y tras decir esto, sintió que la presencia de Veronica se alejaba.
Tira Destreza+Expresion
"Algo alegre" repitió en su cabeza. Odiaba tocar algo alegre, era el tipo de piezas que siempre le pedían los borrachos en la taberna, además con esas mismas palabras. Sin embargo en esa ocasión no le molestó tanto como podía ser de esperar, quizá la emoción del momento aplacó aquel sentimiento.
Como siempre, la pianista se concentró en dejar de oír los ruidos de su alrededor y pulsó las teclas por primera vez para después dejarse llevar por la melodía.
Motivo: LaLa, SolSol, ReRe
Dificultad: 8
Tirada (7 dados, se repiten 10s): 8, 9, 3, 5, 1, 10, 6, 5
Éxitos: 3, Fracaso
Las notas comenzaron a surgir del piano. El tacto del suave marfil contra las yemas de sus dedos le daba seguridad. Mientras supiera qué tecla tocar a continuación, nunca estaría perdida. Escuchó de fondo lo que parecía una felicitación en voz alta, ruidos de besos, gente charlando, copas chocando. Risas, humo, bromas.
Cuando terminó, alguien le pidió otra. Luego otra. Luego le pidieron que cantara. Después tocó el Cumpleaños feliz y escuchó cómo la gente hablaba de lo encantadora que era, de lo guapa y lo adorable. Comentaban en voz baja sobre la brillante idea que había tenido Veronica al traerla y lo mucho que les gustaría que tocase en sus fiestas.
Adam Bolton le dio un toque en el hombro y le pidió algo enérgico y sonoro. Mientras Mina comenzaba a tocar la pieza más atronadora que sabía, alcanzó a escuchar la voz de Adam no muy lejos de ella:
-Ya, ya he visto cómo coqueteaba todo el rato con ellas. Es evidente que quiere conseguir los apoyos de las recién llegadas.
-¿Pero a Lodin le va a bastar eso? -dijo otra voz, desconocida para Mina.
-Tiene en bastante estima a María.
-Eso no es suficiente para permitir la progenie.
-Igualmente, deberíamos evitar que se hagan demasiado amigas. Ya has visto lo que son capaces de hacer.
Mina frunció el ceño al escuchar aquella conversación, pero solo porque había conseguido distraerla y porque a pesar de todo no entendía nada de lo que estaban hablando. La pianista respiró hondo y trató de volver a concentrarse en el piano. Ya habría tiempo para cotillear, ahora debían salirle todas las piezas de manera perfecta.
Después de una hora, como había prometido, Veronica se acercó a Mina. Había aprendido a sentirla como sentía a las personas a las que más afecto tenía, y era extraño, porque sólo la conocía de un par de encuentros. Percibía su aura, su perfume, su... lo que fuese que la hacía única. Cuando se acercaba, su estómago daba un vuelco.
-¿Cómo está, señorita Camargo? ¿Va todo bien?
Le rozó el hombro con una mano fría y delicada.
El vello de su nuca se erizó al sentir el repentino tacto de la fría piel de Veronica. Debía ser la emoción, o el vino quizás, que la estaba atontando.
-Si, es solo que... Creo que el vino ha hecho su efecto muy rápido. ¿Qué le ha parecido la actuación? ¿Les ha gustado?
-¡Les ha encantado! -exclamó ella, muy contenta-. No dejan de preguntarme por su nombre y su teléfono, señorita Camargo. Creo que a partir de ahora va a tener muchas ofertas de trabajo. Pero la verdad, me gustaría tener la exclusiva... Podemos negociar el precio, ¿verdad que sí?
Veronica se detuvo. Se rió en otra dirección y luego habló en la suya:
-Ay, Carlo, qué bromista. Lo que le decía... Me ha gustado mucho, ha sido un bonito regalo por su parte. Ahora, ¿qué tal si deja el piano y charlamos un rato? La gramola no es lo mismo que la música en directo, pero servirá.
-Si, claro. No me vendría mal un paseo para despejarme un poco -contestó. Mina se levantó del taburete y palpó los alrededores del piano hasta dar con su bastón, sin el que nunca salía de casa-. Espero que en The Green Mill no se tomen mal mi actuación de esta noche...
La verdad era que a Mina le daba exactamente igual lo que pensaran en The Green Mill. La expectativa de poder volver a trabajar en fiestas como aquella le hacía olvidar todo lo demás.
-¡Bueno, y si se lo toman mal no debería importale, querida! Con la admiración que ha conseguido esta noche, dudo mucho que necesite seguir trabajando en ese tugurio -dijo Veronica. La llevó hasta lo que parecía la terraza. Se escuchaba el ruido del tráfico, varios pisos más abajo, y el murmullo de las conversaciones en el interior-. Permíteme que te tutee, ¿eh? Tú puedes hacerlo también. Si vamos a trabajar juntas en el futuro, estaría muy bien que pudiéramos tener confianza suficiente como para usar nuestros nombres de pila, ¿no?
-Claro -sonrió Mina y se colocó mejor el pañuelo con el que se protegía la garganta-. No dude en llamarme Mina. ¿Intercedería por mi dado el caso? No creo que el dueño de The Green Mill me deje marchar tan facilmente, hasta donde se es un hombre un tanto testarudo.
-Me temo que mi influencia en The Green Mill son más bien escasas, pero... vamos, Mina, eres una mujer adulta. Puedes hacer lo que quieras. Incluso aunque te despidieran en el club, el dinero no sería un problema una vez te pusieras a trabajar para mí -respondió Veronica, afable.
-Tienes razón, no se por qué me preocupo tanto.
Mina extendió las manos y dio un par de pasos hasta llegar a la barandilla de la terraza y tocar el frio y rugoso cemento.
-Creo que es mejor que me vaya ya, mi tío dijo que me esperaría despierto y no quiero tenerle toda la noche en vela.
-Es una lástima, querida... Pero cuento con que volveremos a vernos pronto. Dame dos besos y te acompaño hasta la puerta.
Sintió que Veronica se acercaba y depositaba dos besos fríos en la mejilla. Después la tomaba de la mano y la sacaba de la terraza en dirección a la puerta. Escuchó que muchos de los presentes la despedían con calidez y amabilidad, y que Veronica indicaba a alguien que llamase a un chófer para llevar a Mina a su casa.
-Ha sido un placer, Veronica. Y sus amigos han sido muy amables.
Mina no quería irse, pero el cansancio estaba comenzando a apoderarse de ella y sabía que tendría que responder a todas las preguntas de su tío cuando despertase al día siguiente, por lo que debía estar fresca. Había sido una noche emocionante, pero ya habría más.
-Si por mi fuera me quedaría más tiempo, pero es demasiado tarde. De nuevo, gracias por la oportunidad.
-Gracias a ti, querida. Has estado espléndida -respondió Veronica con un deje de tristeza.