58
Espoleando a tu caballo, bajas al galope el largo tramo de camino en dirección hacia la capital. Al cabo de unos pocos minutos, el caballo aminora de pronto su marcha hasta que se para cojeando. Desmontas y alzándole la pata delantera la examinas. Maldices tu mala suerte al comprobar que ha perdido la herradura y se ha lastimado malamente la pezuña. No tienes más remedio que abandonarlo y proseguir a pie lo más deprisa que te sea posible.
—Huyamos antes de que los kraans nos vean.
Echáis a correr y bajáis a buen ritmo por la ladera. Al oeste, el ejército de los Señores de la Oscuridad parece una gigantesca mancha de tinta negra derramada entre las montañas y desparramándose por el valle. Después de veinte minutos, una manada de lobos fatídicos que descienden por una suave pendiente a vuestra derecha. Son mensajeros de la muerte.
El sentido común le ordena esconderse de aquella manada, pues combatir con ellos sería inútil, son demasiados. Tenéis suerte, no parecen haberos descubierto. Lentamente pasan de largo y pronto desaparecen por el otro extremo de la sierra.
—Menos mal —suspira—. Si nos ven estaríamos muertos.
Reprendéis la carrera y al cabo de un tiempo os duelen las piernas. Estáis sudando y necesitáis un descanso.
—Creo que veo allá a lo lejos a un grupo de cabañas. Quizás tengan agua y comida —era una opción buena, la otra opción sería desgastaros hasta caer rendidos.
Al entrar en una de las cabañas, Banedon tropieza y cae rendido en el suelo. Huele como si algo estuviera puesto a cocer. Una olla cuelga sobre unos rescoldos medio apagados y una gran mesa de madera está preparada para la comida. En una jarra hay agua y sobre la mesa una hogaza de pan tierno.
—Quienquiera que viviese en la cabaña debió de abandonarla precipitadamente aquella misma mañana.
Aunque un poco quemado, el guiso sabe bien y el agua fresca te calma la sed. Registráis todos los armarios de la pequeña cabaña, pero no encuentras nada de utilidad o de valor. Cuando llevas más de media hora descansando en aquella cabaña, caes en la cuenta de repente del retraso que ello supone para tu viaje.
—Allí, veo movimiento debajo de aquél puentecillo. Son Humanos —señala Banedon tras la puerta.
+1 Comida (guiso)
+2 Coronas: 36 → 38
Cuando os acercáis al puentecillo, tres soldados surgen de debajo en un asalto. Os rodean amenazantes y os impiden avanzar. Estos soldados están manchados de sangre y van sin afeitar.
—¡Alto! Por orden real de la Guardia del Rey, os ordeno parar parar y tirar al suelo esas armas y todo su equipo. —Es el jefe, lleva el jubón de un soldado de la guarnición de Toran.
Banedon lo mira con relativa sospecha.
—¿De qué división? Su rostro no me es familiar —replica.
Los soldados insisten en que os deshagáis de vuestro equipo y alzan sus espadas a modo de advertencia.
Aquellos hombres no son lo que parecen. El jubón del jefe es auténtico, pero está manchado de sangre en el cuello, como si a su verdadero dueño le hubieran matado. Sus armas no pertenecen al ejército, sino que están costosa y profusamente adornadas como las armas fabricadas por los armeros de Durenor.
El jefe lleva una ballesta colgada de su mochila. Intentar huir corriendo sería suicida de tu parte. Comprendes que debes combatir o de lo contrario te matarán tan pronto como bajes el arma.
Te ven alzar el arma y al instante te atacan.
Si deseas eludir la lucha, pasa al 22.
Si deseas combatir con ellos, pasa al 62.
TRES COMBATES, uno por uno:
Jefe: DESTREZA EN EL COMBATE 15 RESISTENCIA 22
Soldado 1: DESTREZA EN EL COMBATE 13 RESISTENCIA 20
Soldado 2: DESTREZA EN EL COMBATE 12 RESISTENCIA 20
Con lo de 3 combates uno a uno, ¿te refieres a que luche individualmente con cada uno? Pon las tablas que voy a saco, jejejeje. ¿Me ayuda Banedon?
Luego borra este post. Saludos
Luchas primero con el Jefe, luego con el soldado 1 y por último el soldado 2.
• Banedon te está ayudando, se encargará del soldado 1 y 2 mientras tú luchas con el Jefe.
• Arco y flechas: estás muy cerca, no puedes tener tiradas gratis.
• Si sobrevives al Jefe, tienes 1 tirada gratis para enfrentarte al Soldado 1 (del daño causado por Banedon).
• Si sobrevives al Soldado 1, tienes 2 tiradas gratis para enfrentarte al Soldado 2 (del daño causado por Banedon).
DES | ||
---|---|---|
Lobo Solitario | 15 | Columna Tabla |
Jefe | 15 | 0 |
Soldado 1 | 13 | 1/2 |
Soldado 2 | 12 | 3/4 |
Daño / RONDAS | RES | 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Lobo Solitario | 30 | - | - | - | - | - | - | - | - | - | - | - | - | - | - |
Jefe | 22 | - | - | - | - | - | - | - | - | - | - | - | - | - | - |
Soldado 1 | 20 | - | - | - | - | - | - | - | - | - | - | - | - | - | - |
Soldado 2 | 20 | - | - | - | - | - | - | - | - | - | - | - | - | - | - |
Tal galopada hicimos, que el pobre animal cayó lesionado al perder una herradura. Al no querer lastimarlo más, le dejé marchar lejos de la contienda, para que vagara libre y en libertad. Le quité las correas y le azucé el lomo para que marchara. Seguimos a pie, intentando ocultarnos en los escasos sitios que nos daban cobertura. Una manada de lobos nos frenó un rato, pero no nos detectaron, así que seguimos a toda prisa. Doloridos y fatigados, paramos en unas casas abandonadas que encontramos. Tras comer algo rápido y descansar unos instantes, proseguimos camino, pero nada más abandonar la seguridad de las chozas, vislumbramos unas figuras achaparradas bajo un puente próximo. Al pensar que podían ser refugiados, nos acercamos. Unos soldados que no lo eran, nos salieron al paso. Mi intuición me decía que no eran de fiar, así que los observé bien y vi ciertos detalles que confirmaban lo que me temía, que eran impostores, espías del enemigo, secuaces malvados del ejército que se aproximaba. Blandí mi espada y cargué contra ellos.
-"¡Valor, hermano!" Le grité a Banedon.
Entiendo que mi DES es 15, pero al portar la espada del príncipe y tener Maestría con espadas, pasaría a 19, ¿verdad? En cuanto me lo confirmes, hago las tiradas del combate. ¡Y perdona por ser tan pesado!
Ah, no. La espada del príncipe era del príncipe, se la devolviste.
El Jefe tiene 1 espada. Si le vences puedes usarla directamente y con tu maestría sería +2.
Los soldados tienen 1 espada cada uno, si portas las 2 espadas en lugar de otra arma sería +4.
El combate con el que parecía ser el jefe era muy igualada, ya que sabía manejar bien la espada. Tras unos momentos igualados, en los que nos hicimos feas heridas, mi físico prevaleció al suyo y poco a poco fui desangrándole, hasta que de dos tajos certeros, le dejé caído a mis pies sin vida. Me adelanté y ataqué al primer soldado que había. Al estar cansado y muy malherido, me costó bastante vencerle, quedando muy tocado para mi último adversario. Aún así, respiré hondo y fui a por él sin miedo alguno. Este soldado, tal vez acobardado por haber visto perecer a sus dos compañeros, no me duró mucho, aunque algún pequeño corte me hizo. Extenuado, me puse de rodillas y respiré fuertemente.
Motivo: Hachazo al jefe
Tirada: 1d10
Resultado: 2 [2]
Motivo: Hachazo al jefe
Tirada: 1d10
Resultado: 2 [2]
Motivo: Hachazo al jefe
Tirada: 1d10
Resultado: 5 [5]
Motivo: Hachazo al jefe
Tirada: 1d10
Resultado: 5 [5]
Motivo: Espadazo al soldado 1
Tirada: 1d10
Resultado: 1 [1]
Motivo: Espadazo al soldado 1
Tirada: 1d10
Resultado: 2 [2]
Motivo: Espadazo al soldado 1
Tirada: 1d10
Resultado: 6 [6]
Motivo: Espadazo al soldado 2
Tirada: 1d10
Resultado: 3 [3]
Motivo: Espadazo al soldado 2
Tirada: 1d10
Resultado: 5 [5]
Cuando venzo al jefe, recojo su espada y la uso. Ahora tendría DES 17 vs DES 13, por lo que me voy a la columna 3/4. Al vencer al soldado 1, recojo su espada y la uso, pasando a tener DES 19 vs DES 12, por lo que me voy a la columna 7/8.
Daño / RONDAS | RES | 1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Lobo Solitario | 30 | 26 | 22 | 20 | 18 | 14 | 11 | 9 | 7 | 5 | - | - | - | - | - |
Jefe | 22 | 18 | 14 | 7 | 0 | - | - | - | - | - | - | - | - | - | - |
Soldado 1 | 20 | - | - | - | - | 15 | 9 | -1 | - | - | - | - | - | - | - |
Soldado 2 | 20 | - | - | - | - | - | - | - | 11 | 0 | - | - | - | - | - |
62
Los «soldados» yacen muertos a tus pies. A un lado descansáis Banedon y tú, malheridos por el combate que casi os lleva a la muerte. Tu arco y hacha estaban tirados a un lado y las nuevas espadas resbalaban de tus manos. Respirabas hondo antes de comprender lo que había sucedido.
—Eran bandidos que se dedicaban a robar a los refugiados de Toran, en las casas y granjas abandonadas de la región —dedujo Banedon.
Al registrarlos encuentras 28 Coronas de oro y dos Mochilas que contienen provisiones suficientes para 3 Comidas. Decidís repartirlo entre ambos. Además de las espadas que son tu oro más preciado en el combate, los bandidos iban armados con una ballesta, pero quedó inutilizada.
Arreglas el equipo, diriges una mirada cautelosa hacia el oeste y prosigues tu marcha hacia las defensas exteriores de la capital.
Ahora mismo tienes [Arco y flechas] + [Hacha]. Solo se pueden tener 2 armas disponibles en el combate. Puedes descartar 1 o ambas para tomar 1 o 2 espadas. El resto de armas ocupan espacio en la mochila y no pueden intercambiarse durante combate.
Coronas: +14 → 50
Comidas: +2
RES Actual: +3 (curación) → 8
288
Al llegar a las empalizadas de las fortificaciones, la gran puerta de roble se abre y entráis rápidamente. Un sargento, manchado de sangre y fatigado por la batalla, llama a un oficial, que se acerca a ti y reconoce tu capa.
—Señor, ¿dónde están los demás miembros del Kai? Necesitamos desesperadamente vuestra sabiduría. Los Señores de la Oscuridad nos acosan con sus crueles acometidas y hemos sufrido muchas bajas.
Sin decir palabra, el oficial ordena a un soldado que traiga dos caballos. Montáis en ellos y partís al galope hacia las altas murallas de Holmgard.
—Noble soldado, gracias por guiarnos por el camino —comenta Banedon—. Desconozco las calles de Holmgard.
Llegáis a las puertas principales de la capital y contemplas asombrado las altas murallas de la ciudad. Con sus doscientos pies de altura, las murallas de Holmgard han resistido los estragos del tiempo y los ataques de los Señores de la Oscuridad. Atravesáis corriendo el túnel de unas cien yardas de longitud que cruza la entrada y finalmente os detenéis delante de la atalaya principal.
Multitudes de soldados y civiles entran y salen precipitadamente de ella.
—La capital es mucho más grande de lo que imaginaba —sonríe tu compañero, emocionado por ver el lugar que está en boca de todos—. Según dicen, hay mil caminos hacia el Rey.
El oficial que os guiaba solamente contemplaba un camino: el suyo, en donde dijo que necesitaban tu ayuda. Banedon observaba las desviaciones posibles, tenía muchas más opciones en mente.
Si deseas seguir aún al oficial a la ciudadela del Rey, pasa al 3.
Si crees que tienes más posibilidades de llegar por otro lugar, pasa al 144.
Exhaustos y malheridos, avanzamos hasta llegar a las murallas exteriores. Cada paso que daba se hacía más difícil que el anterior, pero era tenaz y no desesperé. Banedon me acompañaba pegado a mi, también malherido. Las puertas se abrieron al vernos y nos dejaron entrar. Mi capa hizo el resto. Nos prestaron dos caballos y galopamos hacia el interior de la gran urbe, que estaba llena de soldados y civiles asustados.
-"Sí, es grandiosa. Nunca había estado antes, así que no sé cómo llegar hasta el rey. Será mejor que dejemos que el guardia nos guie por este laberinto de calles, hermano." Le dije a Banedon.
El sudor y la sangre se entremezclaban en todo mi cuerpo, tanto en la piel como en la ropa. Un desagradable olor rezumaba de mi ser. No recordaba cuándo fue la última vez que me había dado un baño, pero debía de ser hace mucho. Arrugué la nariz.
Dejo el hacha y me quedo con las 2 espadas. ¿Puedo llevar el arco en la mochila? Bueno, sería a la espalda y no sé si contaría como hueco en la mochila. Ya me dices.
Elijo la primera opción: sección 3.
3
—Las calles de Holmgard están inquietas. Me pregunto si los comercios habrán abierto, tengo curiosidad por ver lo que se ofrece en estos muros —comparte Banedon al observar la capital.
Siguiendo de cerca al oficial, atravesáis una puerta enmarcada por un arco y subís un corto tramo de escaleras que conducen a un gran vestíbulo. Allí entran y salen soldados llevando órdenes en adornados pergaminos a los oficiales que están estacionados junto a las murallas de la ciudad.
El pergamino que tú tienes es de un negro muy opaco.
Un hombre macilento y con el rostro surcado de cicatrices, vestido con la túnica blanca y púrpura de los cortesanos del Rey, lo ve. Se acerca a ti y te invita a que atravieses con él la ciudadela. A Banedon le resulta extraño de estos soldados, no te lo dice por haber demasiado oídos, pero lo ves en su rostro.
Seguís al hombre que os conduce a una pequeña biblioteca fuera de la sala principal. Empuja uno de los numerosos libros que se alinean en las estanterías a lo largo de las cuatro paredes y oyes un clic metálico. Una sección de la librería se desliza lentamente hacia atrás y deja al descubierto un pasadizo secreto.
—Ese corredor es muy oscuro, ¿dónde conduce? —pregunta Banedon, dudando si iluminar la estancia con sus manos.
—No tema, honorable hechicero, están apunto de ver al Rey —responde el hombre de cicatrices.
Sea como sea, no os obliga a cruzar ni os impide salir del castillo.
Si deseas seguir al hombre por el pasadizo, pasa al 332.
Si deseas volver a la calle. Pasa al 144.
Todo es confusión y alarma en las calles. Multitud de soldados con comandas, van y vienen, perdiéndose entre las calles. Un tipo que se había fijado en nuestro pergamino nos invita a acompañarle. En la biblioteca, que es donde estábamos, una puerta secreta se abre ante nuestros ojos. Miro al tipo, intentando discernir si nos está engañando, llevándonos a una trampa, o si en verdad el rey se encuentra tras ese secreto umbral. Miro a Banedon y le hago una seña con las cejas para que esté atento.
-"Bien, vayamos a ver al Rey cuanto antes. Las nuevas que traigo no pueden esperar más a ser leídas." Le dije al tipo de las cicatrices.
Aunque aquí no debía temer por nuestra seguridad, el mal podía haberse infiltrado hasta el corazón del reino, así que me concentré para tener mis sentidos alerta. No desenfundé mis nuevas armas, dos afiladas espadas, pero tenía las manos apoyadas en sus pomos.
Elijo la primera opción: sección 332.
332
El señor agarró una de las antorchas y la dispuso delante suyo para ir en primer lugar, a continuación Banedon, mientras tú te quedaste en la retaguardia. Aunque las manos de tu compañero emitía cierta luz, el corredor seguía estando oscuro y su silencio era desesperante.
—Mi nombre es Holgadr. Perdí a mi esposa e hijos en una excursión al bosque hace décadas. Allí me hice las cicatrices —se dio la vuelta y pudiste ver las montañas que el juego de luces hacía en su rostro—. Nunca os fieis de lo que se esconde en la naturaleza.
Caminasteis durante casi diez minutos por ese oscuro y tortuoso corredor. Luego subisteis por una empinada escalera hasta una pequeña puerta de madera. El hombre presionó un pestillo secreto y la puerta se abrió delante vuestro.
Era...
Un gran dormitorio lujosamente decorado, con un enorme baño de mármol que ocupa un rincón de la habitación.
—Por favor, refrésquese. Solicitaré para vos una audiencia con su Majestad. Sería muy descortés asistir con toda la suciedad incrustada en su cuerpo —sugiere el soldado.
Al terminar, unas blancas vestiduras estaban preparadas sobre una gran mesa de mármol.
—Parece que la pesadilla de estos últimos días ha finalizado, por fin —se alegra Banedon, era una alegría estar allí con vida.
Al cabo de un rato, el hombre volvió y os condujo por un largo pasillo revestido de espléndidos tapices. Finalmente llegasteis ante una gran puerta custodiada por dos soldados con armaduras de plata.
Entras en la Cámara de Estado, un salón magnífico, lujosamente decorado en blanco y oro. El Rey y sus más inmediatos consejeros están estudiando un gran mapa extendido sobre una mesa de mármol en el centro de la cámara en cuyos rostros aparecieron hondas huellas de preocupación. En el salón se hace un profundo silencio y el Rey, sin mediar palabra, hizo un gesto, dándote la oportunidad de comentar tu travesía desde el Monasterio hasta el castillo.
—Lobo Solitario, has dado muestras de abnegado valor, cualidad que debe poseer todo auténtico Señor del Kai. Tu viaje hasta aquí ha estado lleno de peligros y, aunque las noticias que nos has traído son para nosotros un doloroso golpe, el espíritu de tu determinación es como un rayo de esperanza en esta hora funesta. Has honrado la memoria de tus maestros y por ello te alabamos.
Recibes las alabanzas y el agradecimiento cordial de todos los consejeros, honores que hacen que un cierto rubor aparezca en tu rostro juvenil. El Rey levanta la mano y todas las voces se callan.
—Has hecho todo lo que Sommerlund puede exigir a un hijo leal, pero el país aún te necesita. Los Señores de la Oscuridad son de nuevo poderosos y su ambición no conoce límites. Nuestra única esperanza reside en Durenor, en el poder que ya una vez derrotó a los Señores de la Oscuridad hace siglos.
»Lobo Solitario, eres el último de los Señores del Kai y posees las destrezas requeridas. ¿Quieres ir a Durenor y traer la Espada del Sol? Sólo con ese don de los dioses podemos aplastar este mal y salvar a nuestro país.
Opción 1: rechazar la misión. Acaba tu aventura y decides el destino de Lobo Solitario.
Opción 2: aceptar la misión. Continúa en el Capítulo II: Fuego sobre Agua.
Tras seguir al soldado, que nos llevó por un oscuro túnel hasta una espaciosa habitación, pudimos asearnos después de mucho tiempo sin oler el jabón. Tras cambiarnos de ropajes, le volvimos a seguir hasta la cámara real, donde su majestad discutía planes militares con sus consejeros. Al vernos entrar, todo el cónclave clavó sus ojos en nosotros, lo que me produjo cierta desazón. ¡Y aún más cuando nos dio las gracias el propio monarca! Pero tras unas palabras dulces, venía lo complicado: hacer de voluntario en una misión, la cual no era más que traer la Espada del Sol de Durenor. Me quedé ojiplático al escuchar eso.
-"Os ayudaré en tal cometido, majestad. Iré a Durenor y traeré de vuelta esa espada." Dije valerosamente. "Y con ella, venceremos a los Señores de la Oscuridad." Terminé eufórico.
Si todo salí bien, podría salir de esta partida con mucha más experiencia y sabiduría. Además, ¿quién sabe? Puede que aprendiera nuevas técnicas por el camino, o mejorar las que ya sabía. El caso es que ya tenía tomada la decisión y era inamovible. ¡A Durenor! Miré de reojo a Banedon para ver si él me acompañaría.
Elijo la segunda opción: Fuego sobre Agua.
¿He terminado el primer libro? ¿Cómo van mis compañeros de adelantados? ¿Alguno ha muerto?
El Rey asintió con seriedad, reconociendo la determinación y el valor en tus palabras. Te mira a los ojos, firme en sus decisiones, aunque notas en él una preocupación que lo hace temblar.
—Muy bien, Lobo Solitario, aprecio su dedicación y valentía en proteger el Reino. La lucha contra los Señores de la Oscuridad será dura y peligrosa. Vuestra valentía y lealtad son un ejemplo para todos mis allegados. Considera mi apoyo en la restauración de la Orden. El Consejo de Sabios se reunirá para decidir la mejor estrategia y los recursos apropiados para su partida. —Cerró los ojos, deseando que lo que iba a decir pronto se cumpliera—. Que la bendición del Sol guíe sus pasos y que la suerte le acompañe en esta misión.
Los gritos de guerra sonaron intensos en las murallas del castillo. No quedaba mucho tiempo...
Antes de que cruzaras el arco empedrado, sentiste una mano en el hombro. Era Banedon.
—Me complace ver que regresaste a salvo, mi querido amigo. Me alegra saber que has cumplido con tu misión y has logrado alertar al Rey sobre la amenaza de los Señores de la Oscuridad. Tu valentía y determinación son un verdadero ejemplo para todos nosotros.
Banedon miró al suelo, había recibido otra misión muy diferente a la tuya, pero volvió a mirarte con una sonrisa.
—Recuerda, mi amigo, que siempre estaré a tu lado, apoyándote y guiándote en todo lo que necesites —señaló el medallón de la Hermandad—. Juntos, somos más fuertes, y nada puede detenernos mientras luchamos por la justicia y la luz. ¡Adelante, Lobo Solitario, la aventura os espera!
Con un nudo en la garganta y mirada firme, te despediste del Rey y de Banedon, y te dirigiste hacia Durenor, donde te esperaba tu próxima aventura. Sabías que el camino por delante no sería fácil, pero estabas decidido a cumplir tu misión y honrar a tus maestros caídos. Estabas seguro de que podrías enfrentar cualquier desafío que se presentara en tu camino.
No quedaba mucho tiempo...
Eres Lobo Solitario, el último de los Señores del Kai.
Una guerra encarnizada asola tu país y los malvados Señores de la Oscuridad de Occidente han puesto cerco a la capital. El Rey te ha enviado en busca del único poder que hay en todo Magnamund capaz de salvar a tu pueblo: la Sommerswerd, la Espada del Sol.
Te acechan terribles peligros...
Utiliza tus habilidades con sabiduría, pues sólo tú puedes librar a tu país de la devastación con que lo amenazan los Señores de la Oscuridad.
LA HISTORIA CONTINÚA