Al entrar en la cabaña de una patada y observar el martillo de guerra, mis ojos se abrieron de par en par sorprendidos de encontrar tal arma en una cabaña como esta. Dejando mi lanza de lado, decidí llevar a mi nueva compañera esperando me sea de mayor utilidad al combatir. Empecé a observar que no había ningún tipo de amenazas y luego busqué asiento durante unos breves segundos intentando recuperarme de todo lo que ha pasado en el transcurso del tiempo. Han sido demasiados eventos en tan poco tiempo que necesitaba un poco de tiempo para recuperarme y poder continuar. — Considero fue una decisión correcta, solo espero que quien sea el dueño de esta casa haya logrado refugio con éxito. — comente en la charla amena con Banedon, para luego acompañarlo esperando no encontrar otro condenado insecto gigantesco que busque asesinarme.
Que me alegra observar un poco de alimento y un descanso seguro por un tiempo. — me empezaba a colocar cómodamente al momento de iniciar a comer. Tenía que aprovechar, pues seguramente no tendré mucho tiempo como este en el futuro. Poco a poco la situación fue calmándose, haciendo que la gente saliera de su terror al campo abierto para seguir con su ruta, hasta que escuche galopar caballos. — Hmmmm... Banedon, mantente alerta... — le advertia, pues no sabemos ahora que pudiese ser.
Para nuestra sorpresa, eran de la Guardia Real, significando una oportunidad grande para poder unirnos a ellos y hacer nuestro viaje mucho más rápido para avisarle al Reino de toda la situación que ha pasado con mis camaradas en el monasterio. — Banedon, si requieren ayuda para el Principe Pelathar debemos de asistir. Iremos nuevamente a la batalla, pero al salir victoriosos podremos avanzar más en nuestra campaña. ¿Me acompañaras, cierto? — le pregunte, esperando su confirmación para poder empezar a caminar hacia donde ellos con mi martillo de guerra en mano, listo para cualquier cosa.
97
Banedon te acompañaría y juntos acudisteis al encuentro con los caballeros. Muy pronto os llevarían hacia la guerra.
Ante tus ojos una feroz batalla tiene lugar sobre un puente de piedra. El choque metálico de las armas y los alaridos de hombres y bestias resuenan a través del bosque. En medio del combate ves al Príncipe Pelathar, el hijo del Rey. Lucha hábilmente contra un gigantesco Gourgaz gris que blande un hacha negra sobre su escamosa cabeza. Un reptil de sangre fría que habita en las profundidades de las traidoras marismas de Maakenmire.
Su alimento preferido es la carne humana.
La caballeriza se adelanta como puede, cortando cabezas de horrorosos giaks agrisados y reptiles escurridizos. Junto a Banedon y otros tres hombres hacéis camino entre los cadáveres y conseguís alcanzar al príncipe.
—Son muy poderosos, hermano mío. No hay vuelta atrás; si nos quedamos, debemos luchar —vaticina Banedon—. Si huimos por allí, hacia el bosque, encontraremos más bestias. Esos fuertes drakkarim escondidos en los árboles son muy poderosos.
De repente, el Príncipe cae herido por una flecha negra que le atraviesa el costado. Su espada yace a tus pies. Puedes tomar y utilizar este arma si quieres. El Gourgaz se dispone a atacarte y, si permaneces, deberás librar contra él una lucha a muerte.
Si deseas defender al Príncipe caído y vences el combate, pasa al 82.
Si deseas huir hacia el bosque, pasa al 306.
Gourgaz: DESTREZA EN EL COMBATE 20 RESISTENCIA 30
Esta criatura es inmune al Ataque psíquico (no aplica en tu caso).
• +3 puntos DES y RES por los 3 hombres que te acompañan (pueden morir).
• Banedon te está ayudando, hará +1 daño y evitará +1 de daño en cada tirada.
• +2 puntos DES si usas la espada del príncipe, que entiendo que sí lo usarás.
Combate | Destreza | Columna | Resistencia | Tiradas (1D10) | ||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | ||||
Gourgaz | 20 | 5/6 | 30 | - | - | - | - | - |
Lobo Solitario | 20+3+2= 25 | 20+3= 23 | - | - | - | - | - |
Tiras D10 y aplicas la columna [5/6] hasta que uno de los dos muera. Si no te aclaras, dime por Off y lanzo yo.
Al momento de acudir cerca mi voluntad se mantenía férrea. En el pasado no pude luchar con mis hermanos de hombro a hombro, pero esta vez por el destino de esta tierra no iba a retroceder en lo absoluto. El olor a sangre putrefacta, los chispazos del acero y los gritos y alaridos de tanto humanos como seres oscuros era perturbador, pero allí me encontraba con fortaleza mental avanzando hasta llegar hacia donde se encontraba el mismísimo Príncipe Pelathar contra un Gourgaz, era admirable ver como se mantenía peleando con el de manera tan extendida.
Mi rostro mostro gran preocupación al observar como este caía al suelo que ni logre escuchar muy bien las palabras de Banedon, pero si entender muy bien lo que me quería dar a entender. Mi mirada se volvió a él, y con el ceño fruncido, dándole a entender que regresar no sería una opción esta vez. Volteo a ver como el Gourgaz se acercaba, mientras lanzo un grito de guerra moviéndome hacia el príncipe para así tomar sus espadas y con mis compañeros entablar un combate directo con la bestia.
¡Protejan al Príncipe Pelathar!
Grite, mientras desviaba los tajos de la bestia intentando rodearlo con los demás y así poder desgastarlo rápidamente. Por suerte, el combate resulto favorable por la sincronización de nuestros ataques, logrando arrebatarle la vida a la oscura criatura con éxito atravesando el cuerpo de esa criatura con la espada del caído príncipe.
Motivo: Mortal Kombaaaat
Tirada: 1d10
Resultado: 10 [10]
Motivo: Mortal Kombaaaat
Tirada: 1d10
Resultado: 8 [8]
Ya que, casi one-shoteado. No le hizo ni un rasguño. Actualizo pronto:)
El gourgaz se adelantó hacia ti cuando te vio, olvidando al príncipe que estaba bajo sus pies a un solo golpe de morir. Llevabas la capa verde del Kai, distintivo de la orden que juró proteger a Sommerlund de aquellas criaturas. Entendías que su prioridad no era otra que destruir a todos y cada uno de los monjes que todavía siguiesen en pie. Fuiste valiente al enfrentarte a uno de ellos, sabiendo que todavía eras todo un novato en el noble arte de la guerra. Por lo menos, contabas con la ayuda de Banedon y tres soldados que juraron lealtad al Rey hace mucho tiempo.
—Lo haremos, por el rey y por el príncipe —responde un soldado—. Daré mi vida por ellos y juro estar a tu lado hasta el final. Estoy en deuda contigo hasta el resto de mis días.
Mientras tú te enfrentabas al Gourgaz con los otros tres, cuyo combate estuvo a tu favor, Banedon tuvo el camino libre para sacar al príncipe del peligro. Miles de dardos sobrevolaron vuestras cabezas como una lluvia de meteoros, con la intención de evitar la escapada y otros guerreros que estaban por la zona asestaron su golpe definitivo a otras bestias para rodear al príncipe.
Sonidos seseantes alborotaban tus oídos.
Entonces, solo quedaron los golpes metálicos de vuestras hachas chispeantes. Aquel gourgaz era capaz de mantener una lucha ágil con vosotros cuatro, escuchabais el sonido del hacha negra que por poco os rebanaba la cabeza. No duró mucho más tiempo desde que la ligera espada del príncipe que ahora manejabas tú se atrincheró en su costado. El moribundo reptil agonizó de dolor, pero siguió en pie dándolo todo para acabar con todos los señores del Kai, hasta que finalmente asestaste el golpe final. La criatura quedó inmovilizada sobre el césped ensangrentado y muy pronto acabaría en la pila de cadáveres a los que soterrar con fuego.
—Lo hicimos, Lobo Solitario —te sonríe Banedon—. Fue arduo difícil, pero lo hicimos.
RES Actual: 22
82
El gigante Gourgaz yace muerto a tus pies. Sus malvados seguidores disparan sus dardos contra ti y después se repliegan detrás del puente. Los soldados del Príncipe forman con sus escudos una barrera protectora alrededor de ti y del jefe muerto de los Gourgaz. Negras flechas pasan silbando por tu cabeza.
El Príncipe moribundo te mira a los ojos.
—Señor del Kai, debes llevar un mensaje a mi padre —carraspea en un pañuelo mojado—. El enemigo es demasiado poderoso para que podamos detener su avance. El Rey —vuelve a toser— debe daros permiso para ir a Durenor o todo estará perdido. —Entonces señala su montura—. Toma mi caballo y cabalga hacia la capital. Que los dioses y la buena suerte te acompañen.
Te despides del Príncipe y montas en su blanco corcel. Antes de que galopes con fuerza, una mano impide al caballo moverse.
—Espera, Lobo —es Banedon, no se olvida de su promesa—. Iré contigo. Te serviré de ayuda en la travesía hacia Holmgard —se montó en el corcel a tus espaldas.
Juntos os dirigís hacia el sur por el sendero del bosque. La batalla aún prosigue, pues los soldados del Príncipe rechazan otro asalto en el puente. El caballo del Príncipe es realmente un magnífico animal, rápido y seguro. Galopa por el tortuoso sendero como si fuera una calzada recta. Al fin, el ruido de la batalla se extingue a lo lejos.
Sientes un estómago rugir.
—Lobo Solitario. Disculpa si le pregunto esto. —Al girarte, ves que rebusca en un bolsillo—. ¿No tendrías algo de comer? Hace mucho que no pruebo bocado. —Tus tripas también rugían del hambre que tenías. Te gustaría tomar un delicioso manjar ahora mismo y posiblemente así sea dentro de poco. Tienes la capacidad para saciar a ambos, aunque es tu decisión resistir la llamada de tus instintos.
Al cabo de varias millas el sendero termina bruscamente en una bifurcación. Hay en ella un poste de señales, pero alguien lo ha derribado.
—Nunca estuve por aquí, hermano mío —no sabía aconsejarte qué camino tomar—. Me parece que estamos ante la decisión de una moneda.
Debes comer.
Opción 1: cazar con tu disciplina
Opción 2: gastar comida
Opción 3: -3 RES
Si deseas torcer a la izquierda, pasa al 32.
Si quieres doblar a la derecha, pasa al 146.
Si decides utilizar la disciplina de Rastreo, pasa al 254.
Al momento de terminar la ardua batalla, me encontraba respirando con pesadez. Una sola criatura había logrado cansarnos tanto, pero por suerte nuestro combate fue efectivo. Al momento de tomar un respiro me fui directo hacia el Príncipe para observar su lamentable estado; ¿será que sobreviviría? Su estado no se mira bien, pero solo queda rezar...
Le tome de las manos al príncipe mientras los demás nos bloqueaban del incesante ataque de las fuerzas oscuras mientras escuchaba su petición. — Hare lo que mejor este en mi alcance, príncipe Pelathar. Por favor, sobreviva. Espero poder encontrarlo en el futuro. — y decidí correr hacia su montura. En verdad he sobrevivido hasta ahora gracias a lo que mis maestros me enseñaron, así como la compañía que he recibido hasta ahora. Al montar y ver como Banedon decidió seguir a mi lado, sonreí un poco preocupado. — El viaje será peligroso, y nos enfrentaremos a la muerte con cada paso que demos, amigo mío. Si en verdad estas listo, toma mi mano y acompáñame. Que los Dioses estén de nuestro lado.
Con mi amigo a mis espaldas, la batalla se fue alejando de nosotros poco a poco. Rezaba en el camino esperando que estuviesen a salvo, y que soportaran todo lo necesario como para sobrevivir. Al escuchar la petición de Banedon, asentí en silencio mientras me preparaba para cazar una deliciosa comida. En verdad pudiese utilizar la comida que tengo, pero más adelante no se si estaré en una posición de poder cazar, es mejor guardar lo que tengo. — No te preocupes, yo me encargo de eso.
Al estar entre la bifurcación, me mostraba molesto. — En el peor momento posible, eh... — le dije, sin dilatar demasiado mi respuesta. — Vamos hacia la derecha, esperando que sea el camino más próspero.
Decido cazar e irme por el sendero de la derecha.
146
Después de cabalgar aproximadamente una milla, el entorno cambia a un paisaje desolado y el sonido brilla por su ausencia.
—Este lado no debe ser el que lleve a la ciudadela —se lamenta Banedon.
De repente, te derriba del caballo una flecha que pasa rozándote la sien y te deja una leve herida. Al ponerte de pie, ves una patrulla de drakkarim que sale del bosque a ambos lados del camino. Habéis caído en una emboscada y debéis escapar hacia el interior del bosque lo más rápido posible.
—¡Lobo Solitario! ¡Hermano! ¿Dónde te metiste? —su voz suena lejos, parece que tomasteis caminos diferentes sin daros cuenta.
Estás conmocionado por la herida y caminas tambaleándote entre los árboles como un ciego. De repente caes hacia adelante como si te hubieran arrebatado el suelo bajo los pies. Has caído en la trampa de un cazador. Al mirar hacia arriba ves a cuatro drakkarim que te apuntan con sus arcos. Sus feos rostros te hacen visajes de burla y desprecio.
Sientes como si te atropellara un carro o una carreta al sentir las negras flechas de sus arcos penetrando profundamente en tu pecho. Al caer de bruces, lo último que recuerdas antes de sumirte en la oscuridad son los relámpagos de tu compañero.
Te despiertas con fiebre. Ante tus ojos desfilan imágenes que en seguida se desvanecen. El dolor de la espalda es muy intenso y te hace gritar para desahogarte. Sientes sobre tu frente un paño frío y húmedo y vislumbras el rostro preocupado de una joven. Un anciano le susurra algo al oído y luego desaparece de tu vista. La muchacha se arrodilla a tu lado y te conforta con palabras amables y tranquilizadoras. Pero la luz vuelve a extinguirse rápidamente y de nuevo te hundes en una total oscuridad.
Cuando te despiertas, del dolor sólo te queda el recuerdo. Un hombre de elevada estatura vestido con una blanca túnica está de pie delante de ti, con una escudilla llena de hierbas en las manos. Después de echarlas en un cazo de agua hirviendo, se vuelve para saludarte.
—Has estado muy cerca de la muerte y has contemplado su rostro, Señor del Kai, pero la vieja Parca aún no te ha reclamado para que pases a formar parte de su rebaño. Estás curado en el cuerpo, pero presiento que estás herido en el espíritu. ¿Qué es lo que tanto te preocupa? —sus sabias palabras te dejan pensativo.
RES actual: recuperada por completo (25)
¿Qué es lo que tanto te preocupa?
A: ¿Dónde estoy?
B: ¿Quién eres?
C: ¿Cuánto tiempo ha pasado?
D: ¿Cuál es el camino hacia Holmgard?
E: ¿Dónde está Banedon?
Al momento de observar el cambio de lugar, una gota de sudor recorría mi rostro. — Tal parece que la suerte sigue estando en mi contra, hermano mío... — mi comentario acompaño el lamento de Banedon al caer en cuenta que estábamos perdidos. Unos segundos después, pude sentir el suelo golpear mi espalda cuando por suerte una flecha no me impacto de lleno. Habíamos sido atacados de manera sorpresiva, lo cual hizo que mi cuerpo se moviese por instinto y huyese para lograr recuperarme y pelear. Me encontraba agitado, tanto que no deslumbre el momento en el cual Banedon no estaba a mi lado. — ¡Banedon, ¿dónde te has ido?! — Grite intentando comprender su posición, pero poco duro cuando había caído bajo una trampa de algún cazador, mientras intentaba liberarme de ella. — ¡Oh, no, no no no! ¡Aléjense, monstruos, los matare! — Gritos de desesperación salían de mi boca mientras intentaba librarme de mi oscuro destino, mirando con terror a mis enemigos mientras se burlaban en mi cara.
— ¡Ughjsa...! — un sonido de disgusto salió de mi boca sin siquiera poder gritar del dolor tan agudo que me había envuelto por las flechas. No podia acabar así, todos mis hermanos caídos, todo el reino completo esperando por mi ayuda... Aquellos que aun necesitaban ser salvados, no podía acabar así. Mil lamentos empezaban a pasar por mi rostro, con una lagrima de frustración mientras una nube oscura invadía mi visión. Antes de sumergirme en ello, solo escuche los truenos de mi amigo, mientras soltaba las últimas palabras que mi cuerpo me permitió soltar.
A...yuda...
Y el silencio se apodero de todo por un tiempo desconocido, hasta que...
aaaaAAAAAHGHH...
Un dolor invadiendo mi espalda hizo que me despertase con los ojos hinchados, con el corazón bombeando de manera fuerte y en un estado de alerta crítico, completamente desorientado. Mis ojos se movían frenéticamente de lado a lado ubicando a las personas que estaban allí, al parecer me estaban cuidando, pero de igual manera no podia hacer nada por calmarme en un ataque de pánico, tanto que mi mente se desvaneció nuevamente.
Al cabo de quien sabe que cuanto tiempo ha pasado, el dolor parecía haber quedado en el olvido, más tenía una nube mental que no me dejaba pensar con total claridad. Un anciano parecía hablarme con tranquilidad mientras mi rostro reflejaba cierta preocupación, tenía muchas preguntas, pero poco tiempo, siendo la primera... — ¿Dónde está Banedon?
El anciano te mira confuso, en un principio no sabe a quién te refieres.
—¿Banedon? ¡Ah, ya...! ¿Aquél aprendiz de brujo? Viejos camaradas de la Estrella de Cristal... sí... Está con su Majestad, el Rey, por aquel camino a la derecha —te señala la salida.
Ahora reconoces en aquel hombre a uno de los médicos más antiguos del Rey. La paloma que lleva bordada en oro en las mangas de la túnica es el emblema de su respetada profesión. Asiéndote del brazo con delicadeza te ayuda a levantarte de la cama y te ruega que le acompañes. Observas que te encuentras en una habitación ricamente decorada, de la que sale un largo corredor engalanado con tapices. Poco a poco caes en la cuenta del lugar en que te hallas.
Es la ciudadela de Holmgard y estás a punto de ver al Rey.
350
Entras en la Cámara de Estado, un salón magnífico, lujosamente decorado en blanco y oro. El Rey y sus más inmediatos consejeros están estudiando un gran mapa extendido sobre una mesa de mármol en el centro de la cámara en cuyos rostros aparecieron hondas huellas de preocupación.
Banedon está frente al Rey, afirmando sus palabras, como si aceptase valientemente sus peticiones. Al verte llegar, su jubilosa sonrisa te contagia.
En el salón se hace un profundo silencio y el Rey, sin mediar palabra, hizo un gesto, dándote la oportunidad de comentar tu travesía desde el Monasterio hasta el castillo.
—Lobo Solitario, has dado muestras de abnegado valor, cualidad que debe poseer todo auténtico Señor del Kai. Tu viaje hasta aquí ha estado lleno de peligros y, aunque las noticias que nos has traído son para nosotros un doloroso golpe, el espíritu de tu determinación es como un rayo de esperanza en esta hora funesta. Has honrado la memoria de tus maestros y por ello te alabamos.
Recibes las alabanzas y el agradecimiento cordial de todos los consejeros, honores que hacen que un cierto rubor aparezca en tu rostro juvenil. El Rey levanta la mano y todas las voces se callan.
—Has hecho todo lo que Sommerlund puede exigir a un hijo leal, pero el país aún te necesita. Los Señores de la Oscuridad son de nuevo poderosos y su ambición no conoce límites. Nuestra única esperanza reside en Durenor, en el poder que ya una vez derrotó a los Señores de la Oscuridad hace siglos.
»Lobo Solitario, eres el último de los Señores del Kai y posees las destrezas requeridas. ¿Quieres ir a Durenor y traer la Espada del Sol? Sólo con ese don de los dioses podemos aplastar este mal y salvar a nuestro país.
Opción 1: rechazar la misión. Acaba tu aventura y decides el destino de Lobo Solitario.
Opción 2: aceptar la misión. Continúa en el Capítulo II: Fuego sobre Agua.
Al escuchar mencionar en una sola frase el nombre de mi amigo y la palabra "Rey", mis ojos se abrieron como grandes platos. Observe con más detalles al anciano mientras empezaba a atar hilos en mi mente mientras me encontraba perplejo. ¿En qué momento? ¿Como fue que logre sobrevivir? ¿Banedon logro salvarme a tiempo...? Empecé a recomponerme poco a poco mientras me tocaba la cabeza, intentando relajar mi cerebro. — Le agradezco por su atención... En verdad me siento mucho mejor. — agradecido por sus atenciones, me levantaba para ir a ver al Rey, la misión que cayó en mis hombros ante la caída de mis hermanos.
Al entrar en la cámara de estado, pude sentir como mis ojos se cristalizaron notablemente. Lo había logrado, logre sobrevivir parte de mi travesía para lograr avisarle al rey. Ver a Banedon hizo que una sonrisa también me invadiese, estaba alivianado de que mi compañero haya sobrevivido, en verdad sentía un gozo indescriptible. Así como en su momento yo le salve de una muerte segura, el demostró su lealtad hacia nuestra amistad salvando la mía. Lo he conocido hace poco, pero... Es como si fuese uno más de mi familia ahora...
Haciendo una reverencia, le comenté al Rey Ulnar V todo lo sucedido en el viaje y lo que nos estábamos por enfrentar. Cuando este alabo mis esfuerzos, agache la cabeza nuevamente y hice otra reverencia, apenado. Honrado la memoria de mis maestros...
Recuerdos de un pasado no tan lejano me empezaron a invadir. Lo que había vivido, momentos felices, duros, tristes, de codo a codo con mis hermanos y maestros... ¿En verdad los he honrado...?
No soy merecedor de esas palabras aun, Rey Ulnar, pero las aprecio de todo corazón.
Cuando este siguió, levante el rostro. Los Señores de la Oscuridad aún no han sido derrotados, y aunque he cumplido mi objetivo de lograr avisar al reino, mi deber no acaba allí. En Durenor estaba mi siguiente objetivo, un objeto legendario capaz de darme la fuerza para pelear en contra de esta oscuridad inminente que desea arrasar con toda mi querida tierra... La famosa Espada del Sol, eh...
Yo, Lobo Solitario, hasta lograr erradicar la amenaza que nos acecha a todos, abre honrado a mis maestros. Acepto la petición, mi Rey. Por todos aquellos caidos, yo llevare su peso en mis hombros y brindare justicia.
Determinación era lo que mis palabras emanaban, con una mirada fiera y prendida en fuego.
Claro que acepta la mision, que emocionante!
El Rey asintió con seriedad, reconociendo la determinación y el valor en tus palabras. Te mira a los ojos, firme en sus decisiones, aunque notas en él una preocupación que lo hace temblar.
—Muy bien, Lobo Solitario, aprecio su dedicación y valentía en proteger el Reino. La lucha contra los Señores de la Oscuridad será dura y peligrosa. Vuestra valentía y lealtad son un ejemplo para todos mis allegados. Considera mi apoyo en la restauración de la Orden. El Consejo de Sabios se reunirá para decidir la mejor estrategia y los recursos apropiados para su partida. —Cerró los ojos, deseando que lo que iba a decir pronto se cumpliera—. Que la bendición del Sol guíe sus pasos y que la suerte le acompañe en esta misión.
Los gritos de guerra sonaron intensos en las murallas del castillo. No quedaba mucho tiempo...
Antes de que cruzaras el arco empedrado, sentiste una mano en el hombro. Era Banedon.
—Me complace ver que regresaste a salvo, mi querido amigo. Me alegra saber que has cumplido con tu misión y has logrado alertar al Rey sobre la amenaza de los Señores de la Oscuridad. Tu valentía y determinación son un verdadero ejemplo para todos nosotros.
Banedon miró al suelo, había recibido otra misión muy diferente a la tuya, pero volvió a mirarte con una sonrisa.
—Recuerda, mi amigo, que siempre estaré a tu lado, apoyándote y guiándote en todo lo que necesites —señaló el medallón de la Hermandad—. Juntos, somos más fuertes, y nada puede detenernos mientras luchamos por la justicia y la luz. ¡Adelante, Lobo Solitario, la aventura os espera!
Con un nudo en la garganta y mirada firme, te despediste del Rey y de Banedon, y te dirigiste hacia Durenor, donde te esperaba tu próxima aventura. Sabías que el camino por delante no sería fácil, pero estabas decidido a cumplir tu misión y honrar a tus maestros caídos. Estabas seguro de que podrías enfrentar cualquier desafío que se presentara en tu camino.
No quedaba mucho tiempo...
Eres Lobo Solitario, el último de los Señores del Kai.
Una guerra encarnizada asola tu país y los malvados Señores de la Oscuridad de Occidente han puesto cerco a la capital. El Rey te ha enviado en busca del único poder que hay en todo Magnamund capaz de salvar a tu pueblo: la Sommerswerd, la Espada del Sol.
Te acechan terribles peligros...
Utiliza tus habilidades con sabiduría, pues sólo tú puedes librar a tu país de la devastación con que lo amenazan los Señores de la Oscuridad.
LA HISTORIA CONTINÚA