Partida Rol por web

-Vi a alguien husmeando fuera de la casa, y pensé que tal vez estuviera relacionado, confesó sopesando si el hombre que había visto fuera podría haber sido alguno de los que le acompañaban ahora. -Ella ya estaba abajo en ese momento.

Atento a cualquier ruido extraño, comenzó a bajar por las escaleras detrás de Mored.

Bajaban las escaleras con sumo cuidad - Escuchaste a Aeged husmeando? creo que ya no es tan discreto como lo era en otros tiempos. De todos modos dudo que esté involucrado, su estilo es encontrar gente y no hacerla desaparecer- le susurró al oído.

Ya frente a la puerta acercó su oído para escuchar lo que sucedía del otro lado.

No escuchas nada que te llame la atención. La casa está limpia y no parece abandonada. Algunas señales te indican que, hasta hace poco al menos, allí vivía gente. En los cajones no ves nada de interés: una pequeña daga para abrir cartas, material de escritura pero nada escrito... cosas así. Lo único llamativo podría ser un gran armario de doble puerta que está cerrado con llave. Parece de buena manufactura y no sería fácil de forzar.

Tras conversar en el piso de arriba bajáis con cautela al sótano. La puerta tiene unos escalones viejos, alguno cruje, y al fondo la puerta está entornada.

Al otro lado no escucháis absolutamente nada.

Aeged se había mantenido atento y silencioso mientras decidían bajar. Aparentemente el amoblado del lugar no había llamado mucho su atención. Se colocó detrás del mercader y desenfundó nuevamente el cuchillo largo que había apenas mostrado un rato atrás en el callejón, el sonido fue como el deslizar de la seda, pero la hoja se mantuvo oculta por su mano enguantada debajo de la capa oscura como la noche.

Tenía en su mente varias preguntar para hacer sobre lo narrado por el elfo, sin embargo no era el momento propicio para seguir hablando, quizá aquella especialista en cerraduras estuviese allí haciendo de las suyas.

- Escuchaste a Aeged husmeando? creo que ya no es tan discreto como lo era en otros tiempos.

-Tengo buen oído, amigo, contestó Thaegen mientras bajaba con cuidado las escaleras detrás de Mored y de Aeged. Trató de no hacer ruido. Cuando habían terminado de bajar, se puso junto a Aeged en un lado, con la mano en la empuñadura, atento a todo.

Mored traspasa la puerta en primer lugar y sus ojos contemplan una gran habitación que hace las veces de sótano. Tiene un tamaño similar a toda la planta principal de la casa, con cuatro vigas de madera que hacen las veces de columnas en posición cuadrangular.

Está bastante oscuro. En una de las paredes hay numerosos barriles y botelleros llenos de botellas tanto llenas como vacías. En uno de los rincones hay un montón de leña apilado con algunas herramientas apoyadas en la pared: un par de hachas, una sierra, un martillo, etc.

Más adelante hay dos baúles de los que suelen usarse en los barcos que hacen largas travesías, cubiertos de polvo y telarañas.

Una vez que estáis todos dentro reparáis en un bulto que hay más allá de los barriles. Parece ser un cuerpo tendido en el suelo, con ropa diferente a la de la mujer que acompañaba a Thaegen.

Y hablando del tema, de la mujer no hay ni rastro...

Thaegen se acercó con cuidado al bulto para ver si podría tratarse de su amigo... Estaba pendiente por si veía cualquier movimiento, o algo que podría indicar que estaba herido.

Antes de avanzar, echó un vistazo a sus nuevos compañeros. Confiaba en que le cubrirían las espaldas en caso de problemas.

Si bien el investigador se había internado primero a la habitación, la prisa del elfo hizo que se moviera a un lado para dejarla pasar. Probablemente aquello fuese el dueño de casa, el amigo del que había hablado.
Refunfuñó un poco dentro suyo, cualquier rastro sutil que estuviese presente en el cuerpo se vería arruinado y desfigurado si lo manipulaba descuidadamente. No tenía muy claro el porque, pero solía asumir que los cuerpos inmóviles eran cadáveres y prefería examinarlos con cuidado que correr a intentar socorrerles.

Extendió la mano que tenía libre, para indicarle a Mored que no avanzase, lo miró de soslayo - Tratemos de no contaminar más la escena, veamos si puedo determinar qué ha sucedido aquí... -

Tras aquello, Aeged comenzó a moverse cuidadosa y lentamente, buscando marcas levemente visibles en el suelo, las vigas, las herramientas... si algo o alguien había estado allí, pretendía descubrirlo.

La escena que encontró al entrar no era la mejor, en especial para el elfo a quién comenzaba a tomarle simpatía. Era casi evidente para Mored que el amigo de Thaegen se encontraba sin vida o agonizando. Guardó silencio por respeto y mantuvo su posición como Aeged le indicaba. Falta alguien, dónde está? Con sumo cuidado concentró su atención en los rincones del sótano, daga en mano, buscando algún rastro de la mujer que debería estar allí. Si ella pudo forzar esas cerraduras también podía esconderse, y eso lo mantenía alerta.

Thaegen avanzó hacia el cuerpo mientras sus dos compañeros se mantenían alerta pero la calma reinaba ahora en aquel sótano. Una calma demasiado intensa se podría decir.

El cuerpo correspondía, muy a pesar del elfo, con su querido amigo. Estaba indudablemente muerto, dada la herida que se extendía de un extremo a otro del cuello, tan profunda que casi había cercenado la cabeza por completo.

Y justo en ese momento, los tres podéis escuchar un ruido en el piso de arriba, como pisadas que recorren el salón y se traducen en leves crujidos en el suelo de madera que os separa.

Mored mira hacia el techo y hace una señas a sus compañeros. Thaegen estaba con el cuerpo de su amigo en sus manos, y era mejor que siguiese de ese modo, era una noticia fuerte para él. Aeged estaba a su lado y tal vez recaía en ellos dos la tarea de ver quien estaba arriba, pero él tenía que analizar la escena en detalle si pretendía sacar algo en limpio sobre el potencial asesino.

La mujer no estaba en el sótano, al menos no había podido encontrarla allí, y dudaba que hubiese sido ella quien le dio muerte, por lo que enseguida asumió que era ella quien debía estar caminando arriba y que el asesinato había sucedido un tiempo atrás. - voy por ella- dijo en voz baja, dando por sentado que sus compañeros pensaban igual. Se dispuso a subir armado con su daga, después de todo podía estar equivocado y un poco de prudencia no estaba nunca de mas. Intentó hacer el menor ruido posible pero la bisagra oxidada de la puerta lo traicionó, aún así no detuvo su acción. 

Thaegen no podía dejar de observar el cuerpo sin vida de su amigo Ascal. En medio de los tonos de gris, el color rojo de la sangre de la herida mortal fue demasiado. Se dejó caer de rodillas, incapaz de cerrar los ojos. Incapaz de llorar, de gritar, de expresar nada. Entre su raza inmortal no era habitual ver la muerte, y menos cuando se trataba de alguien de una de las nueve nobles Casas de Aefisea. Thaegen había perdido a su único contacto en esta extraña ciudad. Había perdido su amigo.

Abrió la boca pero no emitió ningún sonido. Detrás de él, Mored subía por las escaleras.

Al oir aquellos crujidos sobre sus cabezas, Aeged guardó silencio, moviéndose con velocidad y sutileza hasta apoyarse levemente contra la pared junto a la puerta por la que habían entrado. Mored ya se alejaba por las escaleras, observó al elfo que se mantenía ensimismado junto al cuerpo de su amigo. Esperaba oir un grito o al menos un sollozo por parte del extranjero, le sorprendió no escuchar nada.

Mantuvo la mano junto a su pecho sosteniendo el largo cuchillo, tragó saliva y movió sus ojos de un lado a otro del sótano, parecía que aquellos pozos negros querían beberse la misma penumbra. Su atención se centraba más en la suciedad que los rodeaba que en saber si algo venía por ellos.

Su otra mano atinó a tomar algo de uno de los pequeños saquitos de su cinto. Sus dedos lo apresaron firme y su mano izquierda se cerró en un puño.

Callaste un improperio cuando la bisagra sonó como un quejido lastimero, amplificado por la calma que os rodeaba. Aún así aquello no te detuvo y seguiste ascendiendo por la escalera hasta llegar de nuevo a la sala principal.

Una vez allí vuelves a barrer la habitación con la mirada pero no ves a nadie. El silencio es tal que sólo te parece percibir el eco de tus propios latidos reverberando en tus oídos.

La única puerta, sin contar con la de la calle, que había en la habitación permanece cerrada y tampoco percibes nada que venga del piso superior a través de la escalera de subida.

Permaneces en tensión, escuchando únicamente los pasos de Mored que se alejan escaleras arriba y el rítmico resonar de tus latidos en tus oídos. No escuchas nada más pero sigues notando otra presencia allí. Aparte de Thaegen y tú darías tu mano derecha a que allí hay alguien más. Y no te refieres al cadáver que adorna el centro de la estancia.

Y tras diez segundos de espera ves como las sombras del rincón más alejado se materializan en una figura humana que va, poco a poco, tomando el aspecto de una mujer. Posiblemente la misma mujer que Mored dijo haber visto en compañía de Thaegen en el callejón antes de que entrasen en la casa. O no.

- ¿Es tu amigo? - pregunta la mujer mirando a Thaegen. - ¿Quiénes son los otros dos?

Tus oídos dejaron de escuchar las pisadas de Mored, que se perdieron escaleras arriba. Seguiste junto al cadáver unos segundos más hasta darte cuenta de que Aeged parecía haberse marchado también.

Estás solo en compañía del cuerpo de tu amigo. O eso te parecía, porque de pronto, de una de las esquinas más alejadas la oscuridad se arremolina hasta tomar la forma de la mujer que te encontraste en la taberna, que se dirige hacia ti con lentitud y, aparentemente, sin armas en las manos.

- ¿Es tu amigo? - preguntó, casi confirmándose a si misma aquella pregunta. - ¿Quiénes son los otros dos?