Partida Rol por web

La suerte no te ha acompañado estas últimas semanas.

Hace aproximadamente un mes navegabas rumbo a Calira. Tenías muchas ganas de volver allí después de tanto tiempo ausente pero no estaba escrito que llegaras tan pronto.

Una lluviosa tarde, mientras navegabais, el vigía gritó una palabra que no es bien recibida entre las tripulaciones honradas.

- ¡Piratas!

Inmediatamente el capitán ordenó las maniobras necesarias para poner rumbo a la costa lo más rápidamente posible. Las horas siguientes las pasasteis viendo como el barco corsario se iba aproximando inexorablemente. Pero aún os quedaba una posibilidad. La noche estaba cayendo ya y había luna nueva. Si apagaseis todas las luces del barco éste sería prácticamente invisible pero también navegaría a ciegas. El capitán, sabedor de que la muerte acechaba de cada lado, quiso someterlo a votación. La decisión final fue navegar a ciegas directamente . Mejor ahogarse que caer prisioneros de los piratas nehlinos.

Y, bueno, ahora ya sabes que no es buena idea navegar tan cerca de la costa sin posibilidad de ver las rocas que, como dientes, son capaces de morder el casco de un barco y triturarlo como si fuera papel.

A partir de aquí los recuerdos se vuelven confusos. Cuando vuelves atrás aún percibes la sensación de frío rodeándote cuando caíste al agua. Aferrabas tu equipaje con una mano y un barril vacío en la otra. Afortunadamente la suerte te sonrió y cuando despertaste estabas tendido en la playa y quemándote bajo el sol.

Desde entonces has vagado por la región buscando otra forma de volver a Calira. A lo largo de tu periplo has encontrado algunas granjas aisladas cuyos propietarios han accedido a venderte algunas provisiones. Y todos dicen lo mismo: si quieres un barco tienes que caminar hasta Emerisia, al sur.

Esta mañana has amanecido en la linde de un bosquecillo. Tras desayunar algo de tus cada vez más exiguas raciones has seguido caminando hacia el sur.

Y en este momento, a una hora escasa de la hora del almuerzo, divisas el inconfundible contorno de una ciudad. Una ciudad bastante grande. De hecho puede ser la ciudad más grande que has visto en tu vida.

A su alrededor hay grandes zonas de cultivo adornadas por granjas aquí y allá que se extienden hasta varios kilómetros alrededor. Calculas que podrías estar allí al anochecer si te das prisa.

Delante de ti, en el camino, ves a una joven a pie hablando con un anciano, acompañado por una niña, que se encuentra en un carromato. El carro parece viajar en sentido opuesto al tuyo, no así la joven.

El joven mentalista caminaba distraído, cansado y aburrido. En el barco deseó enfrentarse a los piratas. Quiso votarlo, pero vio fácilmente que ganaría la locura de navegar sin luz. Él podría haber manipulado un par de votos, pero no más. Así que decidió no llamar la atención y no oponerse. Cuando tuvo que lanzarse al agua, estaba preparado. Sólo cogió lo imprescindible. No sabía cuantas personas perecieron ahogadas. Pero no pudo hacer nada por evitarlo. 

Ahora sólo la visión de una ciudad enorme y una joven le despertaron de su letargo. Sería Emerisa? Podría preguntar a quienes viajaban en el carro, pero prefirió adelantar el paso y hablar con ella. Se hizo atrás la capucha, se atusó un poco el abundante cabello y dibujó una hermosa sonrisa, natural y confiada. 

Sombragrís ponía poco énfasis en las palabras cuando conocía a una mujer. Sabía que lo importante era la primera impresión. Pero no se dio cuenta de que iba bastante sucio. En el bosque no se había lavado la cara y su aspecto parecía el de un pordiosero. Quizá algo peor. 

Hola, disculpa, vas a la ciudad? Podemos hacer juntos el trayecto, si no te molesta. 

Ves el carro parado a unos metros de vosotros con ambos ocupantes mirándoos desde arriba pero sin moverse ni pronunciar palabra. Al parecer la joven había estado hablando con el anciano y ya se disponía a partir cuando se dio la vuelta al escucharte llegar.

- ¿Quién sois vos? - preguntó, mirándote con desconfianza y dando un paso atrás. - ¿Qué asuntos le llevan a Emerisia?

Ves que la joven te mira de arriba a abajo, evaluándote mientras espera una respuesta. Por su postura ves que está tensa.

Sombragrís se dio cuenta de que había metido la pata. No estaba seguro de si había interrumpido algo, de si tenía una apariencia desagradable o sospechosa o de si había sido muy brusco, pero estaba claro que debía suavizar un poco las circunstancias. Tentado estaba de usar su anillo, pero eso era hacer trampas. 

Estooo... disculpen, seguro que he sido un grosero. No quería molestrales. Me llaman Sombragrís. Voy a la ciudad y... y me he entusiasmado al pensar que había reconocido a alguien. Pero, me he equivocado y les he molestado. No les importunaré más.

Si seguía hablando metería más la pata. Una retirada a tiempo era la mejor opción. 

Adios. 

Avergonzado, sobre todo por haber hecho el ridículo delante de una joven, intentó no ser foco de más preguntas incómodas y seguir camino. La soledad de estos días le había jugado una mala pasada. No podía bajar la guardia así o tendría que huir siempre. 

Tras unos minutos, incluso se reiría de lo sucedido, pero ahora, instintivamente, se cubrió con la capucha, intentando inútilmente desaparecer de la tierra.