Partida Rol por web

El descaro de la misteriosa dama le dejó algo desconcertado, pero estaba claro que sabía lo que hacía. Thaegen contó los tres minutos, y avanzó hasta la puerta tratando de aparentar la más absoluta normalidad.

Se detuvo junto a la puerta, y observó.
 

A los tres minutos exactos la puerta se abrió con un débil click. Tras la negrura inicial pudiste ver el rostro de la mujer con una pícara sonrisa.

- Pasa - susurró cerrando la puerta tras de ti.

Tus ojos te permitían ver con bastante claridad gracias a la escasa luz de la luna que se filtraba a través de una de las ventanas. La habitación parecía un salón con una cocina justo al lado y unas escaleras que ascendían al piso de arriba y otras que bajaban a un presumible sótano. 

- Dime la verdad - te susurró con una sonrisa. - No es un amigo, ¿verdad?

-Te equivocas, contestó Thaegen absorto en sus pensamientos, más pendiente del interior de la vivienda que de su misteriosa acompañante. -Es de verdad mi amigo, añadió mientras sus ojos se acostumbraban a la penumbra. -Aunque hace ya tiempo de nuestro último encuentro.

Entonces sus ojos de color gris claro, incapaces de ver la infinidad de matices de los colores del mundo, pero sí capaces de percibir pequeños detalles, y de apreciar cosas que a menudo resultaban invisibles para otros: -¿Y tú? ¿Has visto algo fuera de lo común aquí?.

La chica te miró un instante y lees en sus ojos que no parece creerte. Pero antes de que puedas añadir algo más te parece escuchar un débil sonido bajo las tablas que conforman el suelo de la casa. Como unas pisadas apresuradas y un crujido.

Inmediatamente la chica se puso en guardia y pudiste ver como en sus manos brillaban un par de dagas¹ y a pesar de todo parecía que se fundía con el entorno. Si no fuera porque estaba justo a tu lado hubieras pasado de largo sin reparar en ella.

Pero te miró e hizo una seña llevándose un dedo a los labios.

Thaegen observó la daga que había aparecido en la mano de la misteriosa mujer, y desenvainó su espada también. Confiaba en que el posible enemigo no se percatara de que falta de habilidad con el estilizado cuchillo alargado.

Contuvo la respiración, y trató de escuchar algo más. No había visto sótano, así que sospechaba que el ruido venía de debajo de las tablas del suelo.

La chica comenzó a moverse hacia las escaleras que bajaban¹. Se desplazaba sin emitir ni un solo sonido, por lo menos que tú pudieras apreciar. Justo cuando ibas a seguirla te percatas de un ruido que acaba de producirse fuera, justo detrás de la puerta principal de la casa.

Y tu compañera parece no haberse percatado de ello y enfila ya las escaleras hacia abajo.

-Espera, hay alguien fuera, susurró Thaegen apresuradamente a su acompañante. La arquitectura de las casas de las ciudades humanas le resultaba extraña, y había tardado más que ella en comprender que las estrechas escaleras conducían a otra planta. Su mente aún seguía anclada en los espacios abiertos y armónicos de Aefisea. Pero tenía que olvidar aquello, y
centrarse en la realidad que ahora tenía ante sus ojos. Una realidad donde se encontraba en una casa ajena, habiendo forzado la entrada, empuñando un arma junto a una desconocida de dudosa reputación y cuya identidad aún desconocía.

Nada, la chica se pierde escaleras abajo sin emitir un solo sonido.

El elfo observó impotente el vacío dejado por la sigilosa mujer. ¿Y ahora qué? Por un momento pensó en seguirla, pero no quería ponerla en peligro haciendo ruido al bajar por las estrechas escaleras detrás de ella. Miró alrededor, buscando cualquier escondite. Detrás de un armario, detrás de las cortinas... La penumbra le beneficiaba, pero el tiempo apremiaba.

Los ruidos desde el exterior le hicieron actuar, y buscó el mejor escondite posible, con la espada desenveinada, se ocultó.

Y esperó.
 

El ruido de fuera se aleja. Como si la persona que se encontraba al otro lado de la puerta hubiera echado a correr calle abajo.

Rápidamente Thaegen se acercó a una de las ventanas y abrió el postigo para intentar ver aunque fuera fugazmente a la persona que huía. Era posible que le había alertado algo, un ruido tal vez. Y por eso había optado por huir. ¡Incluso podía tratarse de su amigo y dueño de la casa!

Aciertas a ver a dos personas algo más abajo en el callejón. La que sube parece un borracho. La que baja, y presumiblemente estaba hace un momento junto a la puerta, lleva capa y capucha y no deja ver mucho más.

Thaegen abrió la puerta sin pensar en las posibles consecuencias, y trató de alcanzar al hombre que huía. O al menos ver más de él.