28 de Agosto
23:00hs
Emergía una Clementine visiblemente alterada de su taxi, atraviada en su diminuto vestido Blumarine y un pequeñísimo bolso que se balanceaba en su mano. Entró al edificio hecha una furia, taconeando y sin siquiera saludar al portero porque no quería que vea su maquillaje corrido de llorar. Su encuentro en Dumbo Hall con Mena había ido terrible. No sólo sus intentos por salvaguardar su amistad habían sido inútiles, sino que la situación había empeorado.
Quizás al día siguiente le echaría la culpa a los los martinis o la rabia acumulada lo que le llevó a textear aquel mensaje en su móvil, sin pensárselo mucho. Aún estaba en el taxi cuando sus dedos entraron a "Solicitudes de mensajes" a responder aquel mensaje que tanto estaba evitando abrir.
No aguardó una respuesta ni volvió a echarle un vistazo a la pantalla de su móvil, en caso de que se llegara a arrepentir. Subió por el elevador a su piso, donde Yulia ya se había marchado hacía unas horas atrás. Clementine encendió las luces cálidas y caminó hasta el baño, donde se limpió el maquillaje corrido con una toallita húmeda y volvió a aplicarse el delineador, intentando lucir fresca y guapa. Aún así, su mirada lacrimosa y triste delataba que había estado llorando. No supo cuánto tiempo pasó desde que le llamaron desde el telefonillo, donde el portero le anunciaba que tenía visitas. — Dile que suba, gracias. — Fue lo único que contestó Clementine, escueta en sus palabras.
Apagó las luces del baño y se dirigió hacia la cocina, sacando una botella de vino rosado del enorme refrigerador. Apenas había alcanzado a sacar las copas cuando el timbre sonó, anunciando la llegada de su invitado.
Abrió la puerta para encontrarse a Aaron frente a ella. — Aaron. — Le saludó, antes de hacer puntitas de pie y abrazarle desde el cuello.
Tuvo que hacer fuerzas para no echarse a llorar otra vez.
28 de Agosto
23:00hs
Aaron tomó un taxi, no iba a manejar con los nervios que lleva ahora y menos pensar donde rayos iba a aparcar. Bajando del taxi trotó a la entrada a saludar con cierta prisa al portero y por fin subir.
Al mostrarse ante Clementine estaba con unos zapatillas blancas, unos vaqueros azules hasta los botillos y una camiseta gris. Con sus cabellos arremolinados esperó tras la puerta con cierto nerviosismo, pues Clem llegó a ser algo hermética hasta este momento, luego de la fiesta. Aaron había intentando ser lo más comprensible que pudo... después de todo se había liado con su mejor amiga y ahora se enteraba que las cosas no fueron para bien o para mejor.
La ve, la ve despampanante, tanto como para olvidar todo el siniestro que rodea este asunto o este encuentro, como si este reencuentro pudiera esfumar unos instantes todo la tormenta que azota las puertas de su relación desde fuera, como si solo fuera un chico encontrándose con una hermosa chica; pero pronto ella corre a abrazarle y Aaron no haría menos al rodearla también con sus enormes brazos para corresponder y más, darle un poco de alivio, que supiera que podía encontrar refugio en él. La aferra con uno de sus brazos, hacia él, y con la otra sostiene y apoya su cabeza para que se queden así un rato.
-Clem... yo...- mueve su cabeza y besa su frente, un gesto de afecto sincero. -Siento mucho lo que pasó...- Es cierto, él se sentía de alguna manera culpable, quizá era algo entre ellas pero él estuvo en medio para que las cosas se disparen... y no tenía idea de como enfrentar esta situación salvo ser una pareja para Clem si ella finalmente lo aceptaba. Se aparta solo lo necesario para poder tomar su rostro y ver su mirada sobre la suya, saber como está, ver en la ventana de su alma una vez más, preocupado sinceramente por ella. Olvidando que seguía en el marco de la puerta y apenas atinando, si ella le deja, a terminar de entrar para cerrar tras él. -Clem...- la quiso besar, olvidar todo pero antes necesitaba saber si eso era lo que ella necesitaba -...¿Cómo estas?...- solo bastaba un gesto de que no quisiera responder para que se fuera sobre sus labios.
Siente el agarre fuerte de Aaron y se permite, por unos instantes, ser vulnerable frente a él, encontrando un poco de alivio en el chico. Clementine cierra sus ojos y se deja abrazar, largando un suspiro hondo una vez que considera que el abrazo ha durado lo suficiente. Sus miradas se cruzan y se ve reflejada en aquellos ojos marrones, frágil y luchando por mantenerse de pie. Hay un milisegundo en donde sus labios buscan a los de Aaron, buscando fundirse en un beso y dejar atrás todas aquellas inhibiciones que les han frenado en la fiesta de blanco en Los Hamptons.
Sin embargo, Clem se aparta un poco, carcomida por las palabras de Mena sobre su impulsividad, y se acomoda el cabello. Deja que Aaron cierre la puerta tras sí y le invita a pasar a la sala de estar.
— Gracias por venir. — Susurra, en un hilo de voz. Intenta recomponerse al responder su pregunta, explicarle las razones por las cuales le ha escrito. — Mal, estoy mal. Estoy segura de que Mena me odia y lo peor es que me lo merezco. — Se encoge de hombros, aún rumiando todo lo que se han dicho con Jimena durante aquel encuentro en Dumbo Hall. — He intentado disculparme y básicamente me mandó al diablo.
Su mirada se dirige hacia Aaron. Ha tenido su cuota de responsabilidad en el asunto y también se ha enfadado con él, razón por la cual se ha desquitado en un silencio virtual que duró días desde la fiesta. Pero Clementine no tiene ánimos de pelear, está cansada de dar explicaciones y pedir disculpas. — ¿Tu como has estado?
El abrazo con Clem es una especie de bálsamo para todas aquellas dudas e inseguridades sobre lo que no se dijo, sobre esta involuntaria distancia y hermetismo. Por eso fue tan lindo volver a verla, que le permitiera verle a los ojos, lejos de la bulla o el caos.
-No tienes que agradecer...- No tenía, antes que ser pareja o lo que fuera que estuviera por verse, la consideraba una amiga, alguien cercano, alguien que le importaba. Escucharla confesar que no está bien es preocupante para Aaron, tanto por Clem como por la implicación de lo que él hizo; pero decide guardarse su culpa e inseguridades, no se creía haber calado tan duro en Mena y la parte más oscura de él se siente halagada pero no es consciente de ello; ahora solo quiere ser un soporte para Clem, de hecho detesta la idea de que por esto ellos no pudieran ser felices por fin... habían sido venditos con el camino del destino que los unió.
-N-No creo que te lo merezcas... Y-...es que.- Se le hace corta la lengua, Aaron no tenía la mejor labia. Termina de llegar a la sala de estar. Suspira incapaz de saber que decir. -¿Fue tan malo?... y-yo... cuando me enteré le dejé las cosas claras...-
Comenzaba a sentirse muy nervioso quizá debía pedir un poco de beber de esa botella que andaba por ahí suelta -¿Puedo?- pregunta para saber si puede tomar del vino rosado Mirabeau Pure, era costoso acorde a todo en este lugar. Aaron mira y busca dos copas para servir dos si Clem se lo pide.
-Yo tuve tiempo para pensar... pero soy un cabeza dura y fue realmente difícil. jaja- Sonríe con cierta tristeza, la había querido ver todo este tiempo, pero no iba a reclamarle nada, por eso bromeó un poco. Si Clem le había dejado tomar la botella y servir, podría volver a la sala y sentarse, dejando la botella en la mesa ratona seguramente de exquisito diseño. Le daría un sorbo a la copa y seguiría. -Fui a batear con Axwell... y me sirvió conversar con él para aclarar algunas ideas.- Baja su copa y vuelve a verla -Pero no dejé de pensar en ti...-
Pronto se adentran a la sala de estar, enorme y de vista increíblemente privilegiada, exquisitamente decorado como el resto de las estancias del departamento, aunque también se podían observar algunos artilugios que transformaban tal estancia de revista a un verdadero hogar de Clementine; un aro de luz para las selfies y los vivos, un par de bolsas de compras y paquetería sin abrir enviada por alguna de las marcas que le patrocinaban. Se dejó caer de costado en el sillón, juntando las piernas y subiéndolas, a la vez que se deshacía de los zapatos que empezaban a incomodarle. Aún le resultaba extraño ver a Aaron allí, en su casa, en Nueva York, pero había cierta confianza entre ellos.
— Sí, adelante, lo saqué para nosotros. — Le permite a Aaron hacerse cargo del vino. Pronto los martinis que había bebido en Dumbo Hall quedaron en el pasado, Clem necesitaba aún más alcohol para pasar el mal trago. Acepta la copa que éste le ofrece y bebe un poco de vino.
— ¿Qué es lo que le dejaste en claro? — Clementine levanta su ceja, con cierta duda. — A Mena le gustabas, de verdad. — Murmura Clementine, sintiéndose culpable. Su mirada divaga entre Aaron y la ventana que da la ciudad iluminada. — Pero esto va más allá de tí, salieron a la luz más cosas que...
La oración queda colgada en el aire y Clementine lanza un suspiro hondo. — Yo también he pensado en tí. — Cambia de tema sutilmente, intentando no amargarse más. — Pero ha sido todo muy complicado, no queria escribirte ni hacer nada que pudiera hacerle daño a Mena, pero supongo que es un poco tarde para ello... ¿verdad?
Dentro de lo poco contemplativo que podía llegar a ser Aaron no alcanzaba a admirar embobado la tremenda fortuna que tenía de estar ahí con ella, una chica tan guapa e increíble a su alcance, pero si que la valoraba desde lo más profundo por quien era o quien fue en su vida.
Tras la primera probada de su boca siente que debe alzar más el codo y beber un poco más para serenar tantos sentimientos.
La pregunta de Clem de alguna manera le toma por sorpresa pero justo antes de que se lo dijera, el recordatorio del daño que le debió haber hecho a Mena, Aaron baja la vista de inmediato apenado imaginando que quizá era imposible que pudieran ser amigos si quiera, pero quizá esa era una meta egoísta. Maldijo todos esos momentos ambiguos con ella, esas miradas que estuvieron de más, ese calor, esa química que surgió y esas innecesarias carias, sobre todo ese beso. Clem concluyó el tema admitiendo que había algo más entre ellas, que al menos no todo esa su culpa. Así como una vez se lo dijo sobre su pasado y su madre, hoy lo repetiría -...Cuando y si quieres hablar de ello, te escucharé, Clem.- su piadosa mirada intenta cobijarla y darle consuelo, de hecho acerca una mano apoyándola sobre el respaldar del fino sillón, sin atreverse a tocarle el hombro aún pues no sabe a donde le llevaría ello aún.
Ella se explica, ese distanciamiento fue por su amiga no por que no quisiera saber de él, Aaron aprieta los labios asimilando ello. La ve y se vuelve a perder en esos grandes ojos. -Temo de que sí... jeje....- se permite una triste sonrisa -... ¿Recuerdas cuando estábamos en ese restaurante en Cefalú... y nos preguntamos cuantos corazones habíamos roto?- Sus labios se mueven, aunque sonrió hace poco ahora volvía a parecer algo triste -... Creo que esta es la primera vez que es tan complicado.- No lo decía necesariamente por Mena, sino por ellos.
Como si hubiera terminado de lamentarse y también se dispusiera a dejar el tema ahí, al menos por ahora. Agrega ya con más decisión en su rostro. -Si quiera fue por algo que todo esto paso. Algo...- el joven colombiano se mueve ligeramente en su asiento reacomodándose un poco más cerca a Clementine cada vez. -... real, que sentimos los dos...- sus pretensiones eran cada vez más evidentes, solo quedaba que Clem preguntara lo que ahbía resuelto y que no alcanzó a responder, pero eso ya podría ser evidente, solo que quizá la hermosa joven quisiera escucharlo. Pero si ella no detenía al alto joven que tiene al lado, este termina por acordar las distancia entre sus rostros, entre sus labios, buscando esas caricias que sabían tan rico cuando eran de la persona indicada; a la par acercaba su mano al rostro de ella para acariciarlo mientras (y si es que) Clem se permite compartir esos besos con Aaron.
— Gracias, Aaron. — Es lo único que le dice, pues acceder a los verdaderos sentimientos de Clementine era un sinuoso camino que pocos estaban dispuestos a recorrer. La rubia cuidaba las emociones que yacían ocultas en su interior con un gran recelo. Era una muestra de debilidad, decía su madre, en una de sus filosóficas enseñanzas.
— Sí, supongo que esta vez es un poco más complicado... — Aquel comentario le retrotrae a una nostalgia amarga, quién diría que aquello que comentaban entre vinos y bromas flotando en el aire, ahora se convertía en una realidad que les pesaba a ambos. Clementine lleva la copa de vino a sus labios, bebiendo un poco más e intentando acertar a la cantidad justa para no desfasarse como su anterior reencuentro con Aaron, pero la suficiente como para hacer que todo duela un poco menos.
Aaron parece captar sus pocas ganas de ahondar en el tema - de momento - y se acerca a ella con intenciones diferentes, buscando llevar su atención a un territorio más íntimo. Clementine se acomoda mejor en el sillón para aceptar los labios de Aaron, fundiéndose con ellos en un beso que ambos anhelaban desde hacía bastante tiempo. Se siente mucho más liviana haciendo aquello, mientras que el peso de sus preocupaciones parecían aligerarse a cada beso que recibía de Aaron, a medida que sus besos borran aquellas pesadas cadenas mentales. — Aaron... — Murmura, como una súplica ahogada.
Siente las caricias de Aaron en su rostro y Clem se pega un poco sobre él, envolviendo su cuello otra vez con sus brazos.
Las penas se iban dejando atrás, el tiempo se pausaba a la vez que sentía los tiernos labios de la rubia contra los suyos, como se deformaban suavemente al acariciarse entre ellos, como tenían algo de tregua entre tanto drama. Ni en su reencuentro en la fiesta tuvieron tanta libertad pues fue el inicio de esta hecatombe, se pudo haber sentido tan liberador como ahora tocar los labios de Clen con lo suyos.
Siente el aliento de Clem pagarse contra el suyo y la mitigada pronunciación de su nombre, él la respondería de la misma manera -Clem...- mientras se entregaba cada vez más a las agradables sensaciones de besarse con la chica que quiere, por quien se preocupa y con quien espera compartir estas caricias íntimas.
Sus manos fueron bajando hasta los hombros descubiertos del vestido corto de Clem, dibujando las formas de estos con sus grandes manos, siendo cuidadoso para acariciarla con calidez pero sin poder evitar dejar impregnado su deseo al apretar levemente con sus dedos. A la par su boca se abría un poco más cada vez que ladeaba buscando sentir más de sus labios carmesí, degustar más de su sabor, disfrutarlo aún más, volviendo ineludiblemente cada vez más apasionadas estas caricias.
Sintiendo como el esbelto cuerpo de Clem avanza hacia él, sintiéndolo con su cuerpo y como sus brazos rodean su fornido cuello, Aaron baja las manos a la estrecha cintura de la rubia, sus manos se amoldan al inicio de sus caderas y ahí la acarician. Clem ya le conocía, y aunque supiera el peso del momento el cuerpo de Aaron iba irradiando cada vez más calor.
Perdida en un torbellino de emociones, Clementine se dejó llevar por la corriente de sus sentimientos encontrados. La frustración que sentía por lo ocurrido con Mena, la emoción reprimida de tal encuentro y el deseo formaban una amalgama irresistible que la empujaba hacia los brazos de Aaron. Sus inhibiciones, antes tan férreas en su fingida indiferencia, ahora parecían desvanecerse en la oscuridad de la noche, dejando que sus impulsos más profundos tomaran control de la situación. Era aquella Clementine que pocos veían, que con tan recelo guardaba en su intimidad.
La atmósfera se cargó de electricidad, mientras sus manos parecían recorrer aquel cuerpo que ya habían conocido tiempo atrás, cuando todo era mucho más sencillo. Sus labios se fundieron en un beso desesperado, en el que los matices de la tristeza y el anhelo por el otro se entrelazaban en pasión adolescente.
Pronto, las inhibiciones quedaron atrás, olvidadas junto al vestido de Clementine en algún punto entre la puerta de su habitación. En algún momento de la noche, se movieron del sofá hasta la cama en movimientos desenfrenados y nada elegantes, tirando algunas cosas y chocando contra algunos muebles, hasta caer en el mullido colchón y dar rienda suelta a aquello que sabían que estaba mal, pero se sentía tan bien.