Partida Rol por web

En la gran biblioteca las únicas comodidades son una mesa grande con unas pocas sillas alrededor. El resto estaba ocupado por estanterías con libros, revistas y periódicos de los temas más variados. Además en las esquinas hay algunos baúles.

Al entrar en la nueva habitación me fijé en la única mesa que había, con tan solo un par de sillas al rededor.
Cerré la puerta detrás mío y comencé a pasearme entre las estanterías, fijándome en los dorsos de todos los libros y revistas que allí se guardaban.
Parecía que la biblioteca también servía de hemeroteca.

La decoración era bastante austera en comparación con la del vestíbulo.
Esperaba ver más obras de arte colgadas en las parades o incluso alguna escultura… Pero lo único que se veía eran algunos baúles repartidos por las esquinas de la habitación.

Aún así, me resultaba acogedora y tranquila. Un buen sitio para esconderse de la realidad un rato. 

Me acerqué a otra estantería y cogí un libro cualquiera para empezar a ojearlo.

No es que las ruedas de bicicletas no me parecieran suficientemente interesante como para pasarme una hora mirando ese volúmen de 700 páginas pero prefería buscar algo más ameno para empezar; cerré el libro y lo devolví a su hueco en la biblioteca.

Avancé un poco más y me fuí a lo que parecía la sección de periódicos.

No estaba seguro de que la familia hubiera guardado nada al respecto, pero tenía curiosidad por ver si había alguna noticia sobre la muerte del señor Zúñiga.
Sabía que había sido una noticia de especial interés en la zona, pero de ahí a que guardaran algo… aunque fuera de recuerdo…
No las tenía todas conmigo. 

Los diarios de las semanas posteriores a la muerte de Zúñiga mencionaban una gran cantidad de posibles teorías. Por mencionar algunas, que e suicidó agobiado por las deudas, qué la esposa lo había matado para cobrar el seguro, que otro viñatero para quedarse con su finca, o una amante despechada, o los antiguos terratenientes para echar a los porteños que están acaparando las mejores tierras, o un trabajador ofendido con su patrón...

La última noticia dice secamente: al final fue un accidente". Y los tribunales dieron el caso por cerrado.

Pero en un diario de Buenos Aires de la semana pasada se menciona que un denunciante pide apelar el fallo porque supuestamente algunas pericias estarían mal hechas. Según la denuncia el médico forense que firmó la pericia no estaba en la provincia cuando se hizo la autopsia.

Parece que durante un tiempo la prensa se entretuvo y recreó escribiendo todo tipo de suposiciones sobre la muerte del Sr. Zúñiga.
No podía evitar pero soltar un bufido de la gracia que me hacía que desvariaran tanto…
Aunque la última fue la cereza sobre el pastel: “Sólo un accidente”. “Sí, seguro que sólo fue eso”.

Seguí odeando un par de diarios más y en uno de la semana pasada se denunciaba que supuestamente el forense que firmó los papeles de la autopsia del Sr. Zúñiga ni siquiera estaba en la provincia cuando se realizó.
Esto parecía más serio.
Cogí ese periódico y me lo llevé conmigo hasta la mesa, para sentarme y leer mejor la noticia al respecto.

No hay mucho más, no dice quién es el denunciante. Lo único que quizá sea curioso es que salga en la prensa de Buenos Aires (a casi 1000Km de aquí) y no en la de Mendoza donde se lleva adelante el juicio.

Leyendo el artículo no encontré nada más interesante.
Cerré el diario con un resoplido.
Me sorprendí a mí mismo decepcionado por no haber sacado más información.

Me levanté de la mesa y devolví el periódico a su lugar en el estante.

Tampoco había mucho más que hacer en esta habitación; “a ver que tal las demás”.

En la gran biblioteca las únicas comodidades son una mesa grande con unas pocas sillas alrededor. El resto estaba ocupado por estanterías con libros, revistas y periódicos de los temas más variados. Además en las esquinas hay algunos baúles.

El mozo te trajo un té y dejó la puerta abierta, por eso puedes seguir viendo lo que pasa en el hall. Guillermo Vásquez y la mucama se han ido luego de que entraste.

Un té y un buen libro, eso era lo único que necesitaba el Doctor Vino Won para entretenerse... y bueno, quizás un pequeño drama con el cocinero, pero eso ya era otra historia completamente ajena... aunque no mucho, pues el libro que cogió de la Biblioteca lo agarró al revés y fingió estar leyéndolo mientras observaba la estancia en busca de un libro de tapa roja.

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No dijo absolutamente nada, a fin de cuentas, todo lo que tenía que decir ya lo dijo antes.