—Lo siento señor, digo doctor. Me habrá confundido la ascendencia de su madre. Pero. Es que lo que tengo que decirle. Mi nombre es Claudio Tanaka. Y supongo que no será usted ajeno a las discriminaciones que sufrimos los orientales aquí en los países del otro lado del mundo. Y es que yo he visto algo que no sé a quién decírselo. La mañana que mataron al señor Carlos Zúñiga. Ese día la señora se fue muy temprano para el lado del río, antes que su marido. Y volvió después, y estaba muy nerviosa, y escondió algo entre mis plantas. Y... Y no me animo a contarle esto a la policía. Entiéndame, si me hubieran preguntado lo habría dicho. Pero si voy yo a la policía la señora se va a enterar, y la policía no me va a creer porque yo no soy blanco. Y encima ahora reabrieron el caso. No sé qué hacer. ¿Qué hago?
Dijo todo esto casi sin respirar y se quedó con la cabeza gacha mirando a los pies del doctor Won; no estaba claro si a modo de reverencia o por pudor.
Aquella información parecía ser interesante, pero sin saber de qué se trataba, no podía usarla a su ventaja. Por lo que este simplemente se quedó en silencio durante algunos segundos antes de poder responder algo siquiera coherente, o al menos lo más coherente que una persona como el Doctor Vino Won podía ser.
-No se pleocupe. -Le informó- Aunque es plobable que si lo descublen y sea algo incliminante, usted tenga ploblemas, si se consigue sacal a la luz de la folma colecta, puedes sel inocente de todo esto. Pelo pol el momento, dejémoslo de lado y hagamos como esta convelsación nunca oculió... Aunque dígame dónde está entelado eso.
—¿Enterrado? No iba a dejar enterrado el cable ese. Podría haber dañado las raíces. No. Lo desenterré y lo guardé con mis herramientas. Muchas gracias por escucharme. Le estoy tremendamente agradecido por el consejo. Ahora me siento más tranquilo. Sabía que usted me iba a entender.
El jardinero se retiró, caminando hacia atrás y haciendo profundas reverencias.
El Doctor Vino Won lo fue imitando mientras este se marchaba del lugar, al final parecían ser ambos dos pajaritos bebedores que personas con un respeto formal la una por la otra; o al menos eso era lo que creía el propio Doctor Vino Won que no sabía demasiado acerca de la cultura asiática y ya tenía algo de frío en sus cataplines.
-Mmmmmm... -Dijo una vez que la puerta se cerró- A saber qué hago yo con eso...
Y con esto dicho, se vistió, deshizo el truco del zapato con doble suela invertida, y escondió aquellos zapatos en el interior de su maleta. Realmente aún faltaba la segunda parte de su plan, lo cual consistía en improvisar. Por lo que, una vez listo este avanzó hacia la salida de su cuarto para otear si ya habían terminado de comer.
Hay luces en la sala de juegos. También parece haber gente en el hall.
El Doctor Vino Won lo tenía claro, viendo que la gente se encontraba en la planta baja, este cual ninja con sobrepeso, se escabulló hacia la oficina del difunto, esa misma en la que este trató de colarse unos cuantos minutos atrás, aunque por el exterior. El motivo era evidente... excepto para todos, e incluso para él mismo.
Su objetivo era ver si la puerta estaba abierta o no.
Leo atentamente la nota y me fijo en el tipo de escritura.
No se quien puede haberla dejado en mi habitación pero lo que está claro es que si quiero averiguar más tendré que ir a la biblioteca
Clara lucía muy nerviosa y John intentaba consolarla cuando Nicolás, William y Guillermo llegaron a la puerta de la habitación. Un rato después que ellos llegaron el inspector con el mayordomo, por lo que se formó un atoyadero de personas que intentaban ver desde el pasillo por una puerta demasiado angosta como para que todos pudieran asomarse a un tiempo.
John intentaba consolar a Clara, aunque no parecía acertar con las palabras por lo que se limitaba a abrazarla y negarle cualquier culpa que se estuviera echando, cuando llego el resto apelotonándose alrededor de la puerta.
-Por favor dejar entrar al inspector. Señor su madre no se despierta, esta... frio. ¿Tal vez este? -Aun no había tenido tiempo de comprobar el estado real de la señora de la casa, pero se esperaba lo peor y habiendo un inspector con ellos, pensó que seria el mejor para acercarse el primero y dar fe del estado de la señora Zuñiga.
El inspector se acercó a la cama, mirando de costado a John y Clara.
—Hey, señora, despierte.—dijo tocándole el hombro primero, y luego apoyándole la palma en la mejilla.
Retiró la mano bruscamente y miró a John y Clara. Luego buscó en un bolsillo una cigarrera plateada, la limpió con el forro de su saco y lo acercó a nariz y boca de Mercedes durante unos segundos.
Tras mirar nuevamente la tapa de la cigarrera y murmurar "mierda" se dirigió a los señores que se agolpaban en la puerta.
—Será mejor que ustedes bajen, señores. Esto...
No terminó la frase. Se acercó a la ventana la abrió y gritó hacia afuera.
—Che, Claudio, subí. Rápido.
Unos segundos después un policía uniformado llegó a la puerta. El inspector Pellegrini encendió un cigarrillo, sus manos temblaban.
—Clarita, va a ser mejor que descanses. Claudio se va a quedar en la puerta vigilando. Usted, señor... —Se dirigía a John, sin saber su nombre.— Usted cuide a Clara. Yo voy a llamar a... Bueno... A un médico.
Y se fue.
“Maldita sea, ¿está muerta o no?” Guillermo se desesperó viendo cómo no tenía una confirmación definitiva.
No podía esperar, así que se escabulliría a su habitación y tomaría el frasco de veneno. No quería deshacerse de él hasta que no se confirmase que la señora Zúñiga estaba efectivamente muerta, podía necesitarlo si ese no era el caso. Pero si el inspector se ponía a investigar registrarían sus habitaciones, así que quería tenerlo ya consigo y en todo caso tirarlo en algún sitio si la vieja había fallecido.
- Pero entonces, ¿cómo está la señora? -preguntó confundido Guillermo.
Viendo cómo el inspector se iba sin aclarar el panorama, decidió que era mejor esperar en otro sitio. Intranquilo y algo nervioso anunció:
- Madre mía, vaya situación. En fin, quizá sea mejor descansar un poco. A ver qué dice luego el inspector… -dijo antes de dirigirse a su habitación.