La viuda de Zúñiga, vestida de riguroso luto, estaba encorvada en el escritorio revisando unos papeles, su cara iluminada de un lado por el reflejo de la ventana. Ni siquiera alzó los ojos para mirarte.
—Dejalo ahí, Steven, por favor. Gracias.
Detrás de ella había algunas bibliotecas con carpetas y una caja fuerte mediana empotrada en la pared, algunas fotos de la finca adornaban las paredes y había otras fotos que habían sido retiradas y estaban apoyadas boca abajo en una silla.
-"No soy Steven, señora. Soy Armando. Solo quería saludarla y presentarle mis respetos" -Digo de pie enfrente de la mesa de la viuda de Zúñiga.
Mientras espero su respuesta echo un vistazo a la estancia, me fijo en la caja fuerte, posiblemente Carlos escondiera ahí los documentos con los que me chantajeaba
Te pido disculpas por la tardanza. He estado liado estos dias festivos haciendo alguna reforma en casa
—Armando. Hola. Bienvenido. Gracias— La señora no sabía bien qué responder ir la sorpresa.
—Lo siento, es que a veces se enfrasca una en el trabajo y se olvida de lo demás. Pero ya debería ser hora del té. Si quiere lo acompaño. Nuestro cocinero prepara unas tartas de lo más sabrosas. ¿Vamos?
-"Estaré encantado de disfrutar de su compañía, además me muero de ganas por probar un pedazo de esas tartas que menciona" -Respondí con gesto de agradecimiento
Mi intención era que la viuda saliera de la oficina para después volver a buscar los documentos