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Noches venecianas

Prologo: El torneo de Ecry

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30/05/2019, 12:14
Narrador

Verano de 1197

Un sonido sordo se repite, palpitando en el aire, oscilando, rítmico. Pronto lo identifico como el tañido de unas campanas. Trato de abrir los párpados pero me pesan… el esfuerzo es terrible, y sigo el susurro que me conmina a descansar. La oscuridad me envuelve y devuelvo el abrazo, como si yo fuera la amante más complaciente.

Pronto, o tarde, o tal vez en el fin del mundo, escucho pasos y voces quedas a mi alrededor. De nuevo, el tañido. Una voz interior me indica que corresponde a la llamada a Vísperas. Intento concentrarme en la oración, entonando el Angelus, mas el potente dolor que me atraviesa la testa me hace desistir de tal propósito, siendo apenas murmurado. Una puerta se abre y escucho los pasos acercándose y el fragante aroma de un caldo de ave hace que mis entuertos rujan. Escucho una suave risa a mi lado y la difusa luz de una palmatoria ayuda a definir los contornos de una mujer ataviada con severa toca pero con suave luz en su faz, arrugada por los años, el trabajo y la sabiduría.

Me ayuda a incorporarme y me inquiere por mi nombre. Abrénse mis labios y no hay palabra que acuda a ellos. Su mano, ahuesada pero suave, me tranquiliza.

Hallada fuisteis hace ya dos días y sus correspondientes noches en la entrada de aquesta casa. Non es sabido cómo o por qué aquí acudistéis. Portabaseis vuestras ropas, una alforja y a vuestro lado un pollino apaciblemente pastaba. Fueron sus rebuznos los que alertanronos de aquesta vuestra presencia. En las alforjas del pollino iban esos instrumentos- me señala al fondo de la celda, pues esto no es sino un convento, y veo una zanfona y un pito (o flauta).

Sé lo que son, mas no recuerdo mi nombre… Eleonora… Alguien me ha llamado ansí, y pues ese nombre tomaré- la mujer que no es sino la abadesa, tómame las ambasmanos y asiente.

Tiempo pasé en el convento, trabajando, ganándome el mío pan de cada día. Hasta que en día feriado acudí a la plaza de la aldea cercana y vi que otra como yo, acompañada de más trovadores estábase anunciada en la tasca. Nunca viese ni oyese otra voz como la suya. Invitáronme a cantar con ellos y fascinada observé que mis manos obraban como por milagro de arrancar las notas de la zanfona. Y que conocía lo que cantaban… pero como un eco lejano, algo que mi corazón intuía era mejor no despertar.

Varios días quedaronse en la tasca los viajeros y cada día hablaba con ellos. Y por la noche la más bella trobairitz deleitaba con su arte. No dudé cuando me invitaron a partir con ellos, pues mi corazón anhelaba algo, quería ir, ver, conocer, saber, probar, oler… todos mis sentidos despertaban y ansiaban ser saciados.

Tras pocas semanas recorriendo los caminos, pareciome extraño que mi dama solo caminase bajo la luz de la luna y las estrellas. Y ella guiome a un mundo nuevo de percepciones y sentidos. Expandió mi cuerpo, lo que era capaz de sentir. Y mi mente, me enseñó que había mucho más de lo conocido y recogido en los libros. Y que uno sólo no podía contener todo lo que en el mundo cabe. Y tras la más pura agonía, ella me despertó, me abrió los ojos a la verdadera existencia. Unidas en el día y en la noche, hasta que llegó la orden papal. Mi espíritu bailó, estalló en dicha…

 

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30/05/2019, 12:59
Giacinta di Livorno

Primavera de 1198

Habían pasado casi tres largos años desde la llegada a aquel convento perdido en mitad de los Pirineos, años de muchos cambios, años en los que conociste a Giacinta di Livorno y cambio todo.

Giacinto era una mujer alta y esbelta, de piel blanca como la nieve y labios rojo sangre. Su voz era suave pero atenta, con cierto acento italiano. Coincidiste con ella en un alberge de la gran ruta jacobea una noche de invierno, al igual que tú, se dedicaba a cantar y entretener a las gentes con su música. Esa noche formaste con ella un dueto que embeleso a todo el pueblo.

La amistad con Giacinta fue algo efímero, arroyado por las pasiones carnales y sentimientos más fuertes. Giacinta, una mujer enérgica y pasional, se convirtió en el centro de tu vida, hasta la noche que te desvelo su secreto oscuro. Entonces el amor entre dos jóvenes se convirtió en el amor de dos condenadas.

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30/05/2019, 14:14
Giacinta di Livorno

Torneo de Ecry, 1199

Caminabais entre las tiendas llenas de estandartes y escudos nobiliarios. La algarabía de la tarde y los vinos de la noche habían dejado a los caballeros y sus sirvientes exhaustos. Solo se escuchaba el ulular de las aves nocturnas y el silbido del viento entre las banderolas.

Llevabas más de un año compartiendo junto con Giacinta di Livorno, tu sire, la maldicen o la bendición del don oscuro. La pasión había sido intensa, pero como rezaba el dicho: Las velas más brillan se consumen más rápido. Vuestra pasión al igual que una vela se había ido consumiendo rápidamente. Ahora notabas que Giacinta, quien había sido una inspiración y modelo a seguir, se había convertido en un lastre para tu talento.

El momento de la ruptura llego durante el torneo el torneo de Ecry, durante el cual el condes Thibald de Champagne y Louis de Bois declararon el inicio de la Cuarta cruzada. No creo que esos nobles lleguen muy lejos. Sentencio Giacinta con una sonrisa complaciente. No hay ningún rey que les apoye, y su idea de empezar la cruzada en un estado comercial como Venecia es absurda y descabellada. Los venecianos les chuparan el oro y no les proporcionaran los barcos necesarios para iniciar el viaje. Las ideas de Giacinta chocaban totalmente con las tuyas. ¿Por qué una cruzada sin reyes estaba abocada al fracaso? ¿Por qué Venecia no era un buen lugar de partida? ¿Por qué Giacinta se empeñaba en anclarse en los viejos ideales y no intentar cosas nuevas? Estabas absorta en tus pensamientos cuando Giacinta empezó a recitar.

Canta, Venecia la bella,

Para cubrir el crujido

De tu poder que se estrella,

Y va rodando a su fin.

Levanta una carcajada

Para apagar un gemido,

Fatídica campanada

Preludio de un funeral;

Melancólica armonía

Que en la bóveda del templo

Vibra al expirar el día,

Y es un canto sepulcral.

Porque, pese a tus placeres.

A tu pompa y tu hermosura,

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30/05/2019, 16:25
Eleonora de Occitania

Camino con los ojos fijos en el firmamento. Las estrellas titilan argénteas, vanidosas de poder lucirse en ausencia de la gran dama de la noche. En el aire se entremezclan los aromas y me entretengo en tratar de entresacarlos, como quien deshilacha una túnica vieja, hilo a hilo; fragancia a fragancia; hasta lo más pestilente, pues todo es parte del todo. Todo es tan nuevo... a pesar de que ya no soy tan novata en la Sangre, la magnificiencia del mundo a través de mis sentidos vampíricos sigue siendo un aliciente nuevo. Me siento como una niña que corretea entre inmensos campos de lavanda, descubriendo a cada paso cada capullo, cada insecto... 

Las palabras de Giacinta me sacan de mi ensoñación particular. La tomo de la mano y la arrastro hacia mí. A pesar de que ya no responde como lo hacía antes, el rojo intenso de sus labios sigue siendo un canto poderoso a mis sentidos. Los miro moverse mientras la cadencia de su voz se enreda en mis entrañas, voluptuosa y llamativa. Pugna con mi propia voz, que busca su propio lugar. Un lugar nuevo, distinto... Me muerdo los labios suavemente escuchando cómo recita. La muerte no es el final, sino el principio. Los arcanos del tarot encierran gran sabiduría. La muerte no es sino el principio del renacimiento, del cambio. Es principio, no el final del camino.

 

Torneo de Ecry, 1199

Tomo su rostro entrambas manos y lo acerco a mí. Saboreo su dulzura, me despido de mi amiga, de mi amante, de mi madre. No permito que me rechace, pues la voz de mi interior cada vez canta más alto, en contrapunto armónico. Donde Giacinta habla de final, mi voz habla de renacer. De cambio. Un escalofrío me recorre y separo mi rostro del suyo.

—Os he amado, amo y amaré de una forma que no se puede explicar, mi Dama. Pero vos lo sabéis, aquí se separan nuestros andares juntas, que no nuestras almas. Mi Camino me llama a encaminar los míos pasos a Venecia- acaricio su precioso rostro con toda la pasión contenida de mi alma-. Los hombres no siguen a los reyes, sino a los ideales que encarnan. No me juzguéis, mi Dama, ni me odiéis. Hagamos de la partida un encuentro, cantemos juntas de nuevo.

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02/06/2019, 11:12
Giacinta di Livorno

Con un gesto tiento te acaricia una de las mejillas y recoloca tu pelo rojo detrás de tu oreja. Mi niña, mi amor, parte donde te lleve el viento. Si algo lo amas con el corazón debes de estar dispuesto a dejarlo marchar.

Se separó un paso hacia atrás y te cogió las manos con delicadeza. Mi niña, nunca olvides lo que te he ensañado, nunca dejes de aprender. Algún día volveremos a coincidir, pero ahora parte y no mires atrás. Como cantan los juglares; “Venecia hay que contemplarla cuando se está enamorado por primera vez”

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02/06/2019, 14:17
Narrador

Principios de agosto de 1202, Venecia.

El viaje hasta Venecia fue largo y cómodo, los caminos estaban debidamente acondicionados, muchos de ellos databan de tiempo de los romanos, y abundaban las posadas y los pueblos donde hospedarse. La sucesión de llanuras y pequeños mogotes conformaban un placentero paisaje.

La duración del viaje se debió a los múltiples altos en posadas, días perdidos visitando templos y edificios, buscando nuevas historias o persiguiendo leyendas inexistentes. También a la falta de coordinación de los cruzados, nadie se ponía de acuerdo de cuando iniciar la leva y mucho menos cuando partir.

A pesar de la larga duración, más de dos años, el viaje transcurrió sin ningún incidente reseñable, un par de salteadores de caminos y algún intento de timo en un par de posadas. Pero al final llegaste a la orilla del lago de Venecia donde se encontraban los embarcaderos. 

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02/06/2019, 14:19
Narrador

Envuelta en la niebla, en mitad de la laguna, una amalgama de islas naturales artificiales y naturales forman la serenísima ciudad de Venecia. Una pequeña barca negra se encontraba atracada en el embarcadero, en ella había solo un hombre que hacía las veces de remero y de timonel. El hombre grito en una mezcla de latín, italiano y romance. ¿Alguien quiere ser llevado a la città?  Le ponte está cerrado por la notte.

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02/06/2019, 20:23
Eleonora de Occitania

Ya habíamos llegado a Venecia. Me quedo admirando el reflejo de la luna en las aguas de la laguna, observando la cadencia del oleaje. Parece como si siguiera una cadencia secreta, una partitura que hay que revelar pero una vez hecho, se rompiera la magia. Alzo la mirada para encontrarme con el propietario de la voz. En la penumbra propiciada por la luz de la luna mis ojos lo ven perfectamente*. Cubierta con mi capa, devuelvo el saludo y contesto:

—Viajeros que buscan reposar del cansancio del camino en Venecia. ¿Será que la vuesa merced nos llevara a la ciudad e nos indicase donde presto acudir para solicitar presta et justamente el nuestro permiso de alojamiento?- pregunto con sencillez, sin llamar a los dones de la Sangre que mi Madre me otorgara, pues desconozco si el hombre presente ante mí es o no de la Estirpe o tal vez sirva a alguno de los tocados por ella. 

Notas de juego

*Activo Auspex 1

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03/06/2019, 07:08
Narrador

Claro, prego. Indico el hombre mientras acomodaba la barca para partir. ¿Palazzo Ducal? ¿Piazza di San Marcos? Pregunto una vez te encontraste asentado en el fondo de la estrecha embarcación. Con mano hábil el marinero comenzó a maniobrar la barca hacia la ciudad mientras silbaba y tarareaba una pequeña copla.

La góndola, que era como se llamaba aquella curiosa embarcación, se encamino por uno de los dos canales principales de la ciudad, el canal de San Marco. El canal estaba atestado de barcas de muy diversos tamaños y boato. Había pequeñas embarcaciones de pescadores junto a grandes galeras con acabados repujados en pan de oro, o sobrios navíos mercantes junto a góndolas con doseles de seda.  Los edificios que bordeaban el canal eran lujosos palacios de mármol sujetos sobre pilares de madera con sus propios embarcaderos.

El gondolero se acercó a uno de los embarcaderos, este no daba ninguno de los Palazzo si no a una gran plaza repleta de gente. Tras pagar al barquero, este se alejó dejándote libre para pasear por la Piazza de San Marcos donde se encontraba la Basílica de San Marcos y el Palacio Ducal.

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03/06/2019, 07:13
Campesina

Comienzas a caminar por la plaza cuando de repente una pequeña niña choca contra ti y cae al suelo. Parece haberse hecho daño pero presta se levanta y recoge las flores que se le han caído. Rápidamente, con ojos consumidos por el hambre y la falta de sueño, te ofrece una flor que coloca en tu abrigo y te tiende la mano en espera de una limosna. Prego...

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03/06/2019, 21:22
Eleonora de Occitania

Examino todo con la maravilla de una criatura, pues es un espectáculo para mis sentidos. Trato de memorizar la sonata que canta mi remero e incluso me atrevo a hacer algún contrapunto en sottovoce cuando he conseguido encontrar la secuencia de la melodía. Sonrío con toda mi alma cuando veo que me deja en una plaza llena de gente. Sin perder el tiempo meto la mano en el bolsillo y le entrego una moneda como pago a sus servicios y otra de propina por la canción que me ha enseñado y me ha permitido habituarme a la cadencia del idioma de la ciudad.

Luego, camino entre los que osan a semejantes deshoras caminar por la plaza... piazza, repito en mi fuero interno. Como no estaría bien visto que una mujer camine de noche sola me cubro con la capucha, aunque mis largos cabellos del color del fuego escapan como dos cascadas cubriendo mi pecho. Me embebo de los colores, los sonidos, los olores. Todo asentamiento humano tiene su propia huella que flota alrededor nuestro y que, sin la bendición de los Dones jamás habría sido capaz de percibir. 

Aunque estoy absorta, veo a la pequeña que se choca conmigo y me muevo lo justo para que no se haga mucho daño. La examino atentamente. Sé que no me puedo fiar de ella, pues durante mis viajes con mi Dama he visto a muchos como ella y si te descuidas quedarás sin oro y sin otras cosas. A pesar de que soy muy capaz de defenderme a mí misma, soy una Cainita nueva en la ciudad y debo acudir ser presentada al Príncipe para que me acepte. 

Dejo que me entregue la flor y la miro atentamente, sin tocarla, ni aspirar profundamente su aroma. Luego saco una pieza pequeña de cobre y se la entrego. 

—¿Cómo es que te llamas tú, pequeña? ¿A quién sirves, preciosa?-nuevamente hablo sin usar los poderes de la Estirpe, pero dejo que vea mi bonito rostro y uso mi carisma natural para que responda a mis preguntas.

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05/06/2019, 11:17
Campesina

Il mio nome é Amitaf. Contesta con la voz suave y aterciopelada de la inocencia. Grazie. Contesta cuando le entregas la moneda que guarda en uno de los bolsillos de la falda como si fuera un tesoro de incalculable valor. Dicho esto, la niña comienza a caminar por la plaza. En busca de la respuesta a la segunda pregunta, y sin tener nada más que hacer, comienzas a seguirla.

Torres, cúpulas y líneas barrocas de los palacios, trazaban una línea negra y dorada al recortarse contra el negro cielo. Ninguna brisa alteraba la calma de la gran laguna; galeras y barcas se deslizaban por la parte baja del Lido y en el tibio gris blanco del muelle, las góndolas con sus cuellos negros y erectos parecían mirar fijamente al espacio cual grotescos monstruos marinos. Delante de San Marcos, las palomas desfilaban con afectada rigidez. El león alado en su pilar, alzaba una garra pontifical en dirección a los dorados caballos de la lejana basílica, ignorando a la corriente humana que transitaba por allí a esas horas.

La niña se encaminó hacia uno de los edificios cerca de la Basílica de San Marcos, en uno de los extremos de la plaza. En ese momento ves como un hombre de aspecto salvaje y vestimenta ruda entra por una de las puertas de uno de los edificios. El hombre podría haberte pasado desapercibido en una ciudad tan grande y con tanta diversidad de personas, pero colgada de la solapa de su abrigo lleva una flor rojo como la que te ha entregado la niña. Cuando te giraste para pregúntale, la campesina ya había desaparecido.

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05/06/2019, 19:38
Eleonora de Occitania

Siguiendo un instinto, apresuro mis pasos en la dirección en que he visto al hombre con la flor idéntica a la mía prendida en su abrigo. Cuando llego a la puerta observo que ya ha entrado y se halla cerrada. Miro a mi alrededor, a la bulliciosa plaza. Finalmente encaro de nuevo la portona y, con un suspiro artificial, llenando mis pulmones en un gesto innecesario pero absolutamente humano de ánimos, levanto la aldaba y la hago sonar tres veces. Luego, espero a ser atendida.

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05/06/2019, 20:34
Narrador

Al levantar la aldaba y golpear la puerta, esta se abre súbitamente dejando ver unas escaleras que se introducen en la tierra. Un joven con una librea roja y el león alado te mira fríamente, sin sorpresa en su rostro. Por favor, señora, sígame. El concilio está a punto de empezar. Pronuncia en perfecto latín. Al ver que comprendes sus palabras, el joven se gira y comienza a bajar las escaleras.

Notas de juego

Fin de escena.