Kolda dio un respingo violento cuando escuchó el sonido lejano.
- ¡Oh, no! -exclamó-. Creo que han abierto la puerta... ¡Rápido, no creo que la trampa de Ander las engañe por mucho tiempo! ¡No podemos quedarnos aquí!
Se oye un gran estruendo a lo lejos. Una puerta se ha abierto con violencia. Hace el mismo sonido que hacen las puertas en su casa cuando alguien está enfadado... y eso no le gusta. Eso significa que las hadas enfadadas van a por ellos y si están más enfadadas de lo que ya están... no quiere ni pensarlo.
-Vamos... vamos a abrir esa puerta. No tenemos tiempo de huir sin que nos escuchen. Y hablemos bajito.
Mira a sus espaldas, esperando ver un brillito rojo.
Robert sintió que un escalofrío le recorría la espalda cuando a lo lejos se escuchó el sonido de la puerta al abrirse. Habían tardado, pero por fin las Hadas habían conseguido superar el obstáculo, estaba seguro.
- No tenemos tiempo -dijo en un susurro nervioso-. Entremos aquí, quizá sea una salida. Y si no, por lo menos podremos escondernos...
–Si, vamos– La niña apretó con fuerza su spray y abrió la puerta enarbolándolo como el arma que realmente era. La niña intentó deslizarse con rapidez, escabulléndose entre las sombras. Una vez entró, hizo gestos a los demás para que los siguiesen y abrió el zurrón para que las haditas se metiesen y así no se las viese brillar.
-Kolda, Melhi... ¿El ruído fuerte os hace daño?– preguntó de pronto recordando los petardos
-Tened mucho cuidado - dijo Ander - En algunas peliculas de ciencia ficción, cuando hay diferente tamaño de aire dentro que fuera, porque a veces fuera no hay aire, en el espacio no hay aire, y por eso llevan las mascaras esas y las "escarafandas". Pero cuando hay diferente tamaño de aire, uno chupa al otro, como si la parte que tiene aire mas pequeñito quisiera la del aire que se puede respirar... y entonces a veces explotan cosas, o el metal se dobla como plastilina. Es raro, pero a veces pasan cosas como esta, y si salta, puede saltarnos encima, y eso haria mucho ruido, además... Si veis que no se puede abrir, no la abramos y vamonos. Creo que las huellas igual despistan a algun grupo, aunque lo normal sería que los dividiera, para ir por los dos lados. Asi que en cualquier caso, no creo que les retarde, creo que mas bien vendran menos... pero vendran... - Ander hablaba muy flojito, cuchicheando, y tomando aire todo el rato como si le costara hablar en ese tono de voz.
-Sí, si la puerta no se abre.. no estamos ahora para perder tiempo forzándola.. ¡Pies para qué os quiero! -saqué mi gorra, dispuesta a convocar un huracán de ella si los bichos malos se asomaban cerca de nosotros, pero de momento me contuve.
Me concentré en crear el torbellino más grande que hubiera podido usar, pensando en el daño que les han hecho a mis abuelos y a todos en esta ciudad.. ¡¡malditas sean!!
"Pero ojalá la puerta se abra y podamos salir bien de aquí" , pensaba.
La de Ander y Jess no era una idea nada descabellada, porque ya se habían encontrado varias puertas cerradas aquella noche. Pero Zaina se apresuró a despejar las dudas cogiendo la manija y girándola. Se atascó un poco, pero cedió y la puerta se abrió. A la gitanilla le costó un poco hacer girar la hoja de metal, porque parecía estar un poco desencajada y rozaba con el suelo. El chirrido que emitió les puso los pelos de punta, pues al estar concentrados en que no se les escuchase, aquello había parecido un estruendo. Estaban seguros de que las Hadas lo habrían escuchado desde un kilómetro de distancia.
La sala que había al otro lado de la puerta estaba completamente a oscuras, pero nada más abrir una bocanada de aire cálido les rodeó. Con el frío que habían pasado aquella noche, fue un enorme alivio. Kolda y Melhi entraron en la habitación, y pudieron ver que era una sala de calderas, llena de tuberías de hierro y depósitos de agua. Oyeron otro pssst, y esta vez pudieron comprobar que era el ruido de los escapes de vapor que se colaba por las juntas de los tubos metálicos.
La habitación no parecía muy grande, pero sí lo bastante para que todos entrasen con holgura y para que costara distinguir el fondo a la tenue luz de las Hadas buenas.
Robert casi esbozó una sonrisa al ver la habitación que había tras la puerta metálica.
- Parece seguro -dijo-. Hemos tenido suerte. ¡Adentro, rápido!
Y les hizo gestos a los más pequeños para que se apresurasen a entrar.
Kolda entró en la sala por delante de Melhi, y se apresuró a asegurarse de que no había ninguna amenaza allí. Se asomó por entre los tubos y no vio nada sospechoso, pero aún así parecía intranquila por algo.
- No sé... -susurró-. Algo no me cuadra aquí, pero no sé qué es...
Pero como no parecía haber amenazas inmediatas, les hizo a los chicos una seña para que entrasen. Zaina había abierto su saco para que ellas dos se metieran ahí.
- ¿Ruido fuerte? Mmm... supongo que como a vosotros. ¿Qué tienes en mente, Zai?
El pelo de Zaina empezó a hincharse con la humedad y el calorcito, adquiriendo poco a poco un aspecto cuanto menos curioso. Cuando las hadas se metieron en su bandolera, pareció respirar algo más tranquila. Al fin y al cabo, las hadas malas pensaban que estaban solos.
–Es que...Tengo petardos. Sé que a lo perros les hacen mucho daño, porque tienen muy buen oído. A lo mejor a vosotras os pasaba lo mismo, por ser pequeñitas... Y también tenéis buen oído. –susurró – Además, como están conectadas unas a otras si hacemos daño por ruido a una, todas las que estén conectadas lo oirán y les hará daño. Vosotras podéis protegeros poniendo bolitas de tela o algodón en los oídos y tapándolos con las manos. Podemos hacer mucho daño a muchas hadas a la vez, a lo mejor a todas las que estén en el hospital y cerca.
Se cubre las orejas con las manos cuando Zaina abre la puerta y ésta chirría. No es un sonido muy agradable y resuena en el silencio como un aullido aterrador. Y es que seguramente se haya escuchado muy lejos y las hadas malas ahora ya sepan donde están. Y tiene miedo. No quiere que esas hadas malas y su jefe los encuentren.
Entra en la sala esa de vapor y calor y se queda en un rinconcito. Si les encuentran, no tendrán un sitio al que escapar. Quizá si ese sitio fuera como el armario del libro de Narnia, podrían salir de ese lugar y desaparecer sin dejar rastro. Seguro que a las hadas les fastidiaría mucho. Estarían dando vueltas por las apestosas cañerías sin encontrar ni rastro.
Siobhan arrugó el entrecejo y torció la boca en un gesto que sin lugar a dudas era de no estar de acuerdo. Hubiera preferido mil veces quedarse fuera, aunque se mojara e hiciera frío, a encerrarse en ese lugar. ¿Y si empezaba a hacer demasiado calor? ¿Y si las hadas malas se daban cuenta de dónde estaban escondidos y los dejaban encerrados? ¿Y si explotaban alguna caldera? El vapor quema, se lo había enseñado su mamá y lo había visto también en alguna peli...
Eran muchos y si, pero ya todos estaban dentro y no podía quedarse afuera sola, así que a regañadientes los siguió. Evidentemente su infantil mente no se cuestionó la existencia de una caldera en ese laberinto de alcantarillas, mucho menos el hecho que con todo lo andado ya no debían estar bajo de la clínica sino en algún otro lugar del pueblo.
-¡Zaina! ¡Petardos! ¡Qué gran idea! - la parte terrorista de mí ya estaba pensando en cómo hacerles daño a los bichos con ellos. Sí, seguro que las deja sordas. Siempre que he tirado petardos yo, acabo sin poder oír.. y sí, con ese olor a pólvora tan peculiar que me encanta.
Cuántas veces me dijo la abuela que iba a incendiar la casa, jaja.. La evoqué con cariño y una inevitable sonrisa. Casi siempre era el abuelo el que me los traía. Ella fingía regañarle, pero en el fondo sé que le hacía gracia.
-¿Tienes con qué encenderlos? Si no, puedo intentar hacer chispa con la pared, o acercándolos a las tuberías tan calientes de aquí.
–No hace falta, tengo el mechero– La niña mostró a su amiga Jess el mechero. Si había servido para hacer un lanzallamas serviría para aquello. Pero aún estaba el otro asunto. Tenían que encontrar una salida y también algodón para que Melhi y Kolda se pusieran en las orejas. Siempre podían romper algo de ropa o calcetines. –Tenemos que encontrar algodón para que se pongan en los oídos.
Mientras hablaba, la niña revisaba toda la habitación buscando nada, simplemente guiada por una curiosidad exploradora.
A la tenue luz de las Hadas buenas, Zaina y los chicos recorrieron la habitación de las calderas. El ambiente era templado y agradable, al menos mientras estuviesen allí no pasarían frío. Pero entonces todos empezaron a tener la misma sensación que había tenido Kolda nada más entrar. Algo no cuadraba allí, aunque no estaba demasiado claro qué era...
La habitación era más grande de lo que habían imaginado al principio, aunque tampoco demasiado. Bastaba para que todos ellos pudieran moverse con holgura, y tenía forma de L, girando hacia la izquierda. Las calderas y las tuberías viejas eran lo único que contenía a primera vista, pero cuando doblaron la esquina distinguieron un armario de madera con aspecto antiguo, y otra puerta de metal, que parecía ser el único acceso aparte del que habían utilizado para entrar.
Kolda continuaba con el ceño fruncido, muy inquieta.
- ¿Alguno de vosotros tiene el mapa que dibujamos antes? -preguntó-. Me gustaría saber qué sitio es este. Tiene aspecto de ser bastante antiguo...
Ander negó con la cabeza. Los psst que sonaban de fondo aún le llamaban la atención, a pesar de saber ya qué lo provocaba. Tenia la sensación de que estaban saliendo de guatemala para meterse en guatepeor, pero bueno, si permanecían juntos seguro que conseguían salir de allí.
Ese lugar parece más peligroso a casa segundo que pasa. Todo parece muy antiguo y no recuerda ningún lugar en el pueblo que sea tan antiguo como ese.
-Creo... creo que lo tengo yo.
Busca en el bolsillo. Tarda un poco en encontrarlo, más por los nervios que otra cosa. ¿Cuándo acabará esa pesadilla? Quiere volver a su casa y acurrucarse en su cama. Taparse hasta arriba y dejar que el calorcito se adueñe de ella.
-Aquí está.
Lo coloca en el suelo, abierto.
Me asomo a mirar en el mapa a dónde puede dar la puerta que descubrimos. Parece ser la única salida si no queremos volver a usar la que ya conocemos.
-¿A dónde va esta puerta? -pregunté con avidez. ¡Si era una salida, ya estábamos tardando en usarla!
La pregunta de Jess quedó en el aire, porque no había nadie para responderla. Pero si alguno de los niños aún tenía dudas, se disiparon en cuanto la hoja metálica que acababan de cruzar se vio atacada por algo al otro lado. Un sinfín de pequeños golpes, arañazos y chillidos dejaron muy claro que las Hadas habían llegado hasta ellos. Por el sonido, debían de ser decenas.
El miedo les paralizó durante un segundo. Pero sólo durante un segundo, porque sólo había un camino que pudieran tomar. Sin pensarlo dos veces, abrieron la puerta del otro lado de la sala y se apresuraron a cruzarla y cerrarla a sus espaldas.
- Fin del capítulo -