Noxville, Canadá
Sábado 22 de junio de 1995
7:46 AM
El grito de Siobhan se escuchó en toda la casa. La pequeña se había despertado sobresaltada tras una horrible pesadilla, de aquellas que llevaba varias semanas teniendo. Su pelo estaba húmedo por el sudor, y tenía un calor espantoso... aunque eso no era extraño teniendo en cuenta que este verano empezaba fuerte. Se encontró sentada en su cama, medio desarropada y respirando entrecortadamente. Su madre entró corriendo en la habitación, vestida con su camisón y el pelo aún revuelto. Era muy temprano.
- ¡Cariño! -exclamó preocupada-. ¿Qué pasa, por qué has gritado?
Siobhan no tenía que explicarle nada a su madre. Aunque había pasado un año desde los sucesos del bosque, las pesadillas habían vuelto con fuerza. Casi cada noche volvía a ver aquél bosque infinito, con sus árboles que se perdían en el cielo nocturno. Sentía el frío que la recorría el cuerpo, y también veía aquellas luces rojas que flotaban y cantaban, susurrando su nombre. Era entonces cuando no podía más, y se despertaba.
Su madre se acercó a la cama y se sentó a su lado, abrazándola. La arrulló como solía hacer durante un par de minutos, hasta que Siobhan se calmó. Estaba harta de aquellas pesadillas...
- Ya está, pequeña, ya pasó todo -dijo su madre en voz baja, aunque aún se la notaba preocupada-. Ya es de día, ¿quieres que bajemos a desayunar?
Welcome back! Ya estamos en marcha, así que ya sabes, eres 100% libre para actuar y moverte por ahí. Cuando quieras. ;)
Rebeldes lágrimas corrían por su mejilla, se frotó los ojos con disgusto y se pasó la revuelta sábana por el rostro secándose de paso el sudor. Sentía miedo y al mismo tiempo rabia por no poder controlar esas pesadillas. Su madre lo había intentado todo, y había funcionado, en parte, al menos ya no sufría pesadillas cuando veía películas de terror pues tenía más que claro que eran ciencia ficción, aunque eso no quitaba que se sobresaltase mientras las veía, pero aquellas pesadillas eran diferentes, sus recuerdos eran reales, lo había vivido y pese a los esfuerzos seguían tan frescos como si acabaran de ocurrir.
Respiró profundo y esbozó una sonrisa a su madre en un intento por tranquilizarla y borrar de su rostro la preocupación, asintiendo a su pregunta. La habían mandado con psicólogos e incluso había oído, por casualidad, a sus padres hablando de enviarla a un psiquiatra. Siobahn sabía lo que era un psiquiatra, a ellos iban las personas que estaban locas, mal de la cabeza. ¿Sus padres pensaban que estaba loca? Le dolía la idea de que fuera así, porque si ellos creían eso la iban a encerrar en una casa de locos y no quería que nadie la encerrara.
Se había transformado en una niña bastante arisca, desconfiada. Estaba siempre a la defensiva y no se lo pensaba dos veces a la hora de irse a los golpes. Quizás era su modo de protegerse de las burlas de los otros niños, quizás era una forma de protegerse a sí misma, a no sentirse más frágil de lo que era y es que, pese a todo, Siobahn seguía siendo una niña dulce, afectuosa, que se emocionaba con las cosas más simples. Los únicos que sabían cómo realmente era eran esos niños, aquellos niños que conociera un año atrás y con los que había forjado un lazo que estaba segura los mantendría unidos hasta que fueran muy viejitos.
Cuando salió de la ducha y bajó a desayunar se sentía bastante mejor. Era un lindo día y esa tarde, al igual que todas las tardes, iría a entrenar. El atletismo era su vía de escape, la actividad que la hacía botar toda la energía acumulada a nadie, el estress, como dirían los adultos. Sus piernas, a base de entrenamiento, eran duras como piedras, era imposible que le dieran un pellizco porque aún estando en reposo, eran todo fibra. La resistencia física de la pequeña había aumentado considerablemente, cada vez que jugaba con sus amigos conseguía ganarles, no porque fuese la que corría más rápido, sino porque era la que más aguante tenía y, si conseguía ganar la distancia suficiente, por muy rápido que ellos corrieran no conseguían mantenerle el ritmo y acababan agotándose.
-Mami -dijo a ésta mientras la ayudaba a recoger la mesa- ¿tú crees que ellos también tengan pesadillas?
Mamá miró a Siobhan mientras recogían los platos, intrigada por la pregunta. Despúes sonrió y se encogió de hombros.
- Si te refieres a tus amigos -le contestó-, seguramente sí las tengan. Lo que vivísteis fue algo horrible... hasta yo tengo pesadillas aún. Pero recuerda lo que te dijo el psicólogo. Es como las heridas abiertas, al principio duelen y sangran, pero siempre se acaban cerrando. Ya veréis como se os pasará.
La sonrisa de mamá era sincera, y cuando hubieron acabado de recoger los platos, Siobhan se sintió mejor. Aún era pronto y el sol apenas había comenzado a salir, pero ya hacía bastante calor.
- ¿Irás a dar una vuelta como todos los días, cariño? -le preguntó mamá, que sabía que a Siobhan le encantaba el atletismo-. Hace un día estupendo...
-Como las heridas -repitió en su mente y miró la cicatriz de su mano izquierda. Se la había hecho hace un par de años atrás tras caerse del columpio de su casa, aquel día lo recordaba como si fuera ayer. Suspiró, era cierto, la herida había cerrado pero jamás se le iba a olvidar cómo es que esa cicatriz llegó a ese lugar.
Su madre, como siempre, la hizo sentir mejor, y volvió a sonreír aunque era evidente, a los ojos de ésta, que la sonrisa de su hija ya no era la misma de antes.
-¡Sí, sí! -asintió animada ante la pregunta- ¿Puedo irme en la bici, cierto? -todavía no le respondían y Siobhan ya se movía de un lado a otro, sacando fruta de la nevera y guardándola en la mochila. Finalmente cogió una botella de agua y, antes de guardarla, le dio un sorbo.
Sorry, es medio de relleno, pero no se me ha ocurrido más.
La madre de Siobhan sonrió y asintió. Le alegraba ver que su hija había pasado el mal trago y estaba más animada.
- Sí, claro que puedes, cielo -dijo-. Pero ten cuidado, ¿vale? Intenta no volver muy tarde...
En ese momento, se oyó una detonación en la calle. Alguien debía haber hecho explotar un petardo, o algo parecido. Seguro que los niños del colegio ya estaban jugando afuera. Mamá se asomó a la ventana para intentar ver qué pasaba.
- Hay muchos niños fuera. Me pregunto qué estarán liando ya... -dijo con una sonrisa-. Además, creo que estoy viendo a tu amiga Jessica allí. Y creo que viene con alguien más...
Mamá se apartó de la ventana y poco después sonó el timbre de la puerta. Se dirigió a abrir con una sonrisa.
- Seguro que es ella -dijo.
Tranquila, dentro de la casa no va a haber mucha aventura, como es lógico. ;)
Editado con las novedades.
- Cambio de escena -
Siobhan notaba que el estómago se le subía a la garganta, mientras caía y caía sin cesar. Estaba aterrorizada, y sabía que en cualquier momento llegaría al fondo de aquél abismo insondable, oscuro como la boca de un lobo. El pelo largo le revoloteaba alrededor, mientras ella daba vueltas y vueltas en el vacío.
- ¡Oh, pobrecita! No sabe volar, ¿la veis? Jijijijiji...
La niña reconoció de inmediato aquella voz cantarina. Las luces blancas caían a su alrededor, pero ellas sí podían volar. Daban vueltas en torno a su cabeza, a sus brazos, a sus piernas... Se burlaban de ella y se reían con ganas, como si aquello fuera lo más divertido del mundo.
- ¡Mueve los brazos, mueve los brazos! Haz como los pajaritos.
E imitaban su caída desgarbada e inexorable. Siobhan notaba que aceleraba cada vez más, su mente se iba... Cerró los ojos con fuerza, esperando un impacto que nunca llegaba.
- Pobre Siobhan... ¡ya no podrá ir al bosque a recoger flores! ¡Jijijijijijiji!
Y la niña cayó, cayó y cayó, durante lo que pareció una eternidad. Se sumió en la más profunda de las oscuridades, perdiéndose para siempre en la negrura de aquella nada de la que jamás podría escapar...
Siobhan se despertó con una exclamación ahogada, en su cama. La almohada y su rostro estaban empapados por el sudor. Había sido otra pesadilla, otra horrible pesadilla. La peor de todas las que había tenido. Aún se sentía mareada por aquella caída, y la cabeza le daba vueltas. Le costaba respirar y orientarse, mientras afuera la lluvia de la tormenta seguía golpeando las ventanas.
La sensación de agobio no se iba. Aquella no había sido una pesadilla normal. Siobhan había tenido muchas, y no sabía por qué, pero estaba segura de que algo malo pasaba. ¿Por qué habían tenido que encontrarse a esa Hada? Ojalá le hubiera atinado con alguna de las piedras...
Las estrellas brillaban en el cielo, incluso en medio de la tormenta. Pero eran extrañas, frías y blancas... y parecían moverse.
Respiraba con dificultad y la sensación de verse privada de aire resultaba angustiante. Tardó en darse cuenta que la pesadilla había acabado, pero no por ello consiguió calmarse. Puede que gritar la hubiese ayudado a liberar esa opresión del pecho, pero no lo hizo, no pudo, algo se lo impidió.
Se bajó de la cama y se aproximó a la ventana. El vaho tibio de su aliento empañó los vidrios, los limpió con la mano y se quedó parada, inmóvil, observando la lluvia caer mientras el vívido recuerdo de aquella pesadilla no dejaba de atormentarla. Apoyó el rostro en el frío cristal para refrescarse, ya que, pese al frío, se sentía acalorada y fue entonces cuando se percató del movimiento de las estrellas. Frunció el ceño y abrió la ventana convencida que sus ojos la engañaban. Al abrir la ventana gotas de lluvia golpearon su rostro y la bocanada de aire frío ayudó, en parte, a aliviar la opresión de su pecho, pero aquella sensación de alivio poco duró, su mirada, ahora fija en las estrellas había captado algo inusual. La angustia volvió a apoderarse de su pecho y cerró la ventaba, asustada, retrocediendo rápidamente.
Tragó saliva, el corazón golpeaba fuerte contra su pecho y comenzó a hacer los mismos ejercicios de respiración que solía realizar después de cada entrenamiento para calmar sus pulsaciones.
Las estrellas se movían, en efecto. Y se movían porque no eran estrellas. Eran luces blancas, miles de ellas, que flotaban sobre el pueblecito de Noxville. A la mente de Siobhan volvieron las palabras del Hada.
- Ya no necesitamos que nos sigáis...
Aquello era lo más terrible que habría podido imaginar. ¡Habían venido a buscarlas! De hecho, era sorprendente lo frío que había estado el cristal al apoyar su mejilla sobre él. Seguro que fuera hacía tanto frío como aquella noche en el bosque, a pesar de ser verano.
Siobhan tenía que hacer algo. Todas esas Hadas tenían que estar allí por algo, y seguro que la razón no era para nada buena.
Salió corriendo de la habitación en dirección a la de sus progenitores, tenía que pedir ayuda el problema era: ¿le creerían? Nunca acabaron de creer en su historia cuando la contó el verano anterior. Estaban claros que había sido algo traumática, que tanto su vida como la de sus amigos había estado en peligro, pero... ¿hadas, espectros?
Y el resultado se traducía en sus sesiones, cada quince días, con un psicólogo infantil y otra mensual con el psiquiatra. Ambos profesionales, e incluso su propia familia, se habían esforzado durante todo ese tiempo en hacerle ver que eso que estaba tan segura de haber visto en realidad no existía y sólo cobraba vida en su imaginación. ¡Qué equivocados estaban!
Cerró los ojos y respiró profundo posando la mano en el picaporte de la habitación de sus padres. Abrió la puerta.
-¿Mami? -llamó, su madre dormía. Volvió a llamarla acercándosele al lado de la cama y la zarandeó para que despertara- Mami, por favor -su voz estaba a punto de quebrarse- ¡¡Tengo que avisarles!!
Al fin pude postear y mira que me he debido pensármelo, porque por mucho que sienta el impulso de correr a casa de sus amigas en mitad de la noche, Siobahn no es tan imprudente para hacerlo, así que hace lo más sensato, recurrir a sus padres.
Siobhan se precipitó sin dudarlo a la habitación de sus padres. No podía limitarse a salir corriendo, tenía que avisarles de lo que estaba pasando. Cuando lo vieran con sus propios ojos, todo lo que había sufrido ese año valdría por fin la pena.
Entró en la habitación y corrió a la cama, dispuesta a despertar a su madre costara lo que costara. Pero nada más entrar, se le cayó el alma a los pies. Se quedó paralizada por una súbita sensación de vacío y terror, mientras el mundo parecía detenerse. Sus grandes ojos marrones se habían quedado fijos en la cama de sus padres, que estaba perfectamente hecha y en la que no había nadie.
Su madre jamás se acostaba tarde. De pronto Siobhan se sintió insoportablemente sola. ¿Dónde estaba su madre y por qué no estaba allí, como siempre, para protegerla de aquella pesadilla?
Me parece lo más correcto, sí... Pero no va a ser tan fácil. ;)
Sintió una punzada en el pecho, un dolor que amenazaba con cortarle la respiración. ¡Se habían llevado a sus padres! Quería gritar con todas sus fuerzas, llorar y echar a correr al mismo tiempo. Se llevó las manos al rostro, cubriendo boca, nariz y ojos con ellas, repitiendo como si de un coro se tratara y con angustiosa voz: "mami, mami, mami..."
Descubrió sus ojos, manteniendo fija la mirada en las ventanas, esperando ver en cualquier momento a las malvadas hadas asomarse. Respiraba rápido, el corazón acelerado. Llevaba puesto su pijama y zapatillas de levantar, sabía que debía vestirse pero no iba a regresar a su habitación. Corrió al cuarto del lavado, encendiendo todas las luces a su paso, la ropa que estaba en el tendedero seguía húmeda así que urgó en el cesto de ropa sucia y se vistió con lo más abrigado que encontró: el chándal y las zapatillas, sucias por el barro, que se suponía iban a ser lavados al día siguiente.
Las puertas y ventanas estaban cerradas, las hadas no podrían entrar por ahí. Su abrigo estaba colgado en el pequeño armario detrás de la puerta principal. Estaban en verano, es cierto, pero el verano anterior eso no impidió que por poco muriese congelada por el frío. Decidió ponérselo, aunque se sintiera sofocada por el calor después. Temblaba, y claramente no era a causa del frío.
Corrió a la cocina y sacó del mueble, que estaba bajo el fregadero, la caja de herramientas de su padre. Se hizo con la linterna que éste guardaba en ella, y con una caja de cerillas así como con un mechero. Se metió unos paquetes de galletas a los bolsillos, junto con unas barras de cereal. Siobhan se estaba preparando no sabía bien para qué, pero si las hadas pretendían hacerla pasar frío y hambre como la vez anterior, esta vez no la iban a tener tan fácil.
Cogió el teléfono inalámbrico de la encimera y marcó el número de su abuela, el único que se sabía de memoria junto con el de su casa, rogando porque ésta cogiera el teléfono y corriera a rescatarla. Muchos kilómetros separaban su casa con la de su abuela, era cerca de una hora de viaje en automóvil, pero era la única persona en la que podía pensar. ¿Y si llamaba a la policía? Ese número estaba en el marcado rápido del teléfono, la policía podía llegar en cuestión de minutos... ¿se irían las hadas si veían llegar a los adultos?
Discó los números insistentemente, primero su abuela, luego la policía, y así por cuestión de minutos que se hicieron una eternidad. Nada.
:P Lo dejo hasta ahí... Creo que me haré con un destornillador para usarlo de arma. Jajajaja o capaz que ponga la aspiradora y me de por intentar succionar hadas. Les voy a dar la pelea, ya verás xD
Como Siobhan había imaginado, el teléfono no daba línea. ¿Habrían cortado las Hadas los hilos, o sería algún hechizo extraño que pudieran conjurar? La niña no tenía la respuesta, y en el fondo daba lo mismo. Lo único importante, era que estaba incomunicada.
Al menos, ahora contaba con algo muy importante: la experiencia. El año pasado ya había pasado por una situación similar y sabía a lo que se enfrentaba. Se abrigó y se pertrechó lo mejor que pudo, esas malditas Hadas lo tendrían mucho más complicado contra ella esta vez. Ahora que sabía que nadie vendría en su ayuda, tenía que decidir qué hacer. ¿Se habría quedado sola en el pueblo, o habría más gente allí con ella?
Aún cuando sabía que el teléfono no funcionaba, se aferraba a éste como un náufrago se aferra a una tabla de salvación, deseando que todo eso no fuera más que otra de sus pesadillas y que, cuando despertara y abriera los ojos, se iba a encontrar con los afectuosos brazos de su madre acurrucándola y conteniéndola... pero por mucho que lo deseara, Siobhan sabía que no se trataba de ningún mal sueño.
Difícil es saber si fue a causa del miedo u otra cosa, pero de pronto sintió que el teléfono pesaba más que de costumbre en sus manos. Le pareció oír que emitía un sonido, muy parecido al tono de marcar, se lo acercó esperanzada. Contuvo la respiración, le parecía oír algo, pero sonaba tan despacio, lejano. Se apartó el teléfono, subió el volumen del auricular y volvió a acercárselo al oído... su rostro se puso mortalmente pálido y arrojó el teléfono lejos, estrellándolo contra la pared. Risas, molestas risas, se escuchaban desde el teléfono.
No podía quedarse ahí, tenía que salir, buscar a Jess y Zaina, buscar a los otros niños, porque como le habían enseñado una vez ejemplificando con unas cerillas: la unión hace la fuerza.
Sacó del refrigerador unas cajitas de leches y jugos individuales, de los que le mandaban para la colación en el colegio, y los metió en la mochila. Tragó saliva, armándose de valor y, mochila al hombro, tomó su bicicleta y salió de la casa. Sin mirar atrás montó en ella y comenzó a pedalear todo lo rápido que sus piernas le permitieron.
Ya está, Siobhan pedalea a todo lo que da y va a casa de Jess o Zaina. Imagino que será Jess ya que, si no me equivoco, Zaina está más retirada. Pero bueno, eso lo decidirás tú, si es Jess, Zaina o alguno de los otros niños.
La casa de Jess estaba bastante más cerca que la de Zaina, así que Siobhan decidió pedalear hacia allí. Cuando llegó, pudo ver algo que no la gustó nada. ¡Había un enorme enjambre de Hadas rodeando la casa de Jess!
Se quedó aterrorizada y boquiabierta, pensando inmediatamente en su amiga. ¿Le habría pasado algo? Sin embargo, al fijarse mejor, pudo ver algo más raro aún. Un pequeño rastro de luces que se alejaba de la casa. Eran Hadas que revoloteaban por allí, como si hubieran seguido a alguien... y el rastro iba en dirección a las caravanas de Zaina.
Vio el rastro de hadas y la dirección al que éste llevaba y supo inmediatamente lo que tenía que hacer. Procuró pensar rápido, buscando en su memoria un camino alternativo, algún atajo para llegar a la caravana de Zaina sin tener que ir directo hacia las hadas. Su idea era esquivarlas, que no la vieran, porque más fácil era evadir a unas pocas que a un enjambre de ellas.
Sin titubear empezó a pedalear con todas sus fuerzas, tenía que ser rápida, más rápida que nunca... sus amigas estaban en peligro, todos, niños y niñas lo estaban y sabía que en solitario no tenían ninguna posibilidad, pero si se unían las cosas serían diferentes.
Siobhan se concentró en seguir a Jess a toda prisa. No podía verla en la distancia, pero era significativo que el rastro de Hadas condujera directamente hacia las caravanas. Seguro que la niña rubia había salido de su casa y se había dirigido hacia el lugar donde estaba Zaina. Si al menos podían reunirse, todo iría mejor...
Mientras pedaleaba, se fijó en algo a su izquierda. Con el rabillo del ojo había captado un movimiento furtivo, como de alguien que se escondiera entre las casas del borde del pueblo. A Siobhan le pareció que eran dos formas, pero no pudo estar segura con el poco tiempo que las había visto...
Dando una rápida mirada por encima de su hombro detuvo la bicicleta. Y al tiempo que se mordía el labio por la cara interna, se preguntaba qué hacer. ¿Y si eran niños que, como ella, escapaban de las hadas? Pero ¿y si eran las mismas hadas tratando de tenderle una trampa?
Se rascó la cabeza y tomó aire con la intención de alzar la voz, de llamar a quien fuera se estuviera escondiendo pero ningún sonido salió de su garganta porque se dio cuenta, afortunadamente a tiempo, que no era una buena idea. Las hadas podían escucharla y como avispas protegiendo su panal, iban a dejarse caer sobre ella.
Egoístamente pensó en marcharse, pero el pensar que podía tratarse de otros niños, y que bien podría estar en el lugar de ellos, la detuvo. A regañadientes e incluso medio enfadada consigo misma, se acercó a las casas. No iba despacio, pero tampoco tan rápido como antes, iba alerta, así es como se puede resumir, preparada para salir disparada de allí si descubría que era una trampa de las hadas.
-¿Quién está ahí? -preguntó sin alzar mucho la voz, no quería que las hadas la descubrieran- ¿Hola? ¿Niños?... Oye, si se están escondiendo de las hadas entonces mejor que vengan conmigo -vale, no sonaba muy amistosa que digamos, pero Siobhan se caracterizaba tanto por ser tímida como por tener carácter, en especial cuando asumía el rol de mando que era, en cierto modo, la posición que tenía ahora, aunque ni siquiera lo supiera.
-¡Ya no sean tontos, soy Siobhan y ya se tienen que haber dado cuenta que no estoy loca, como todos decían, así que o se vienen conmigo o los dejo solos porque no me voy a quedar aquí esperando a que ellas me atrapen! Voy a contar hasta tres, sino aparecen cuando llegue al tres me voy sin ustedes... 1... 2...
Si me tengo que descontar tabas por ese "acto de valentía" me avisas xDDD
La mala leche de mi Shib ha salido a relucir. Tiene carácter la chica, y me da que ahora sí que lo hará notar.
Nada que descontar, la escena está perfecta además. xD
- CAMBIO DE ESCENA -