Partida Rol por web

- Bien, venid pol aquí... -, os dice Yu mientras los demás continuan con vuestro pedido. - Seguidme. -

Kwan Yu se mete por una escalera que baja al sótano de su tienda, mientras vosotros lo seguís. Una puerta de madera de bambú es desplazada hacia la derecha con las huesudas manos de Yu, y allí podéis ver lo que realmente esconde el chino...

Los sillones de terciopelo estás distribuidos por todo el sótano, mientras que las sobrinas de Yu, dos chicas jóvenes muy tentadoras, os indican donde tumbarse para vuestra comunidad. Ambas están vestidas con kimonos de seda, los cuales parecen super caros y ante la luz de las lámparas de aceite, podéis ver como sus curvas se transparentan.

Yu os pide cinco monedas de oro por el servicio, el cual, dice, promete ser el mejor que hayáis recibido, mientras las dos mujeres preparan las cachimbas con una pasta extraña...

Las sobrinas del dueño de la tienda os ofrecen unos kimonos de seda para que os pongáis. Después, os señalan una cortinilla donde podéis cambiaros de ropa mientras cada una se coloca en uno de los sillones esperando que regreséis.

El Doctor se desnuda y se pone el kimono con cierta impaciencia. Antes de salir, recoge su bolsa de dinero y se la ata al cinto del kimono.

- Procura no dejarte nada de valor. Esta gente... en fin, ya sabes lo que pasó la última vez, y no me gustaría enfadarme con el único traficante de buen opio de la isla.

Stan le entrega sus monedas al chino y después se mete detrás del bimbo.

Poníendose de espaldas al doctor se desnuda rápidamente, como si tuviera práctica, y se pone el kimono de seda.

Descarga la pistola y se deja puesto su anillo. Después imitando a Spade se pone su bolsa de oro en el cinto.

-No me lo recuerdes... De todas maneras- dice mientras ambos salen de detrás del biombo llevando solo los ligeros kimonos y una especie de sandalias de esparto.- yo no soy ese impulsivo guardaespaldas, ni ese demente holandés. No me voy a liar a tiros. Y menos aquí.

El doctor se ata el cinturón mientras sale tras su amigo.

- Ese es el problema, que esta vez no iba a haber nadie para salvarnos el pellejo...

Sonrie a las jóvenes y se sienta tranquilamente en el sillón.

- Lecuestese aquí, caballelo... -, le dice a Spade con una sonrisa, mientras te ofrece la pipa al mismo tiempo que enciende la cachimba.

- Pol aquí, guapo. -, le dice la otra a Westen, realizando el mismo proceso quemando un poco el opio para que puedan fumar.

Stan se recuesta en el sofa que le ha tocado y se pone comodo esperando a que la china le acerque su boquilla de la extraña shisha oriental.

-Media hora, ¿eh doctor?- dice con una sonrisa en la boca antes de dejarse llevar por los placeres del lejano oriente...

Spade da una larga calada, dejando que el humo aceitoso le impregne los recuerdos, diluya su mente y le haga olvidar. Lentamente lo deja fluir, cerrando los ojos y dejándose llevar.

- Media vida, Westen... tengo que olvidar media vida...

Su voz le llega de lejos, como si estuviese rodeado de pesadas cortinas de humo blanco y lechoso. La niebla del Opio le cubre. Y el Dragón Cabalga por sus venas de nuevo, borrando sus pecados por unas horas.

Stan imita al doctor y da una larga calada a la pipa. En el primer instante la boca le arde con el calor del humo. Después la lengua se le adormece y la segunda calada entra mucho mejor. El humo entra hasta los pulmones y de allí el opio va directo a su cerebro. Nublándole la vista y relajando sus músculos y su cerebro.

Los dedos de Yango comienzan a presionar puntos estratégicos que solo las atractivas masajistas chinas conocen y llevan a Stan a miles de kilometros de Kingston.

La voz del Doctor no es más que un murmullo en su cerebro. Aquello le trae recuerdos vagos y difusos de la primera vez que probó el Opio a manos del Doctor. Stan sufría una fiebre del trópico y aquello era lo único que le aliviaba. Por suerte el doctor llevaba un buen cargamento que accedió a compartir con él. Desde entonces la adicción solo había ido a más. Si no fuera por que el mar y la falta de dinero se lo impedían probablemente los dos ingleses estarían todo el día pegados a la pipa de opio.

Aquello era mucho mejor que el té, ¡vaya que sí!

El doctor y Stanley pasan la media hora de rigor entre humos y masajes. Transcurrido el tiempo por lo que han pagado, las chicas se alejan de sus cuerpos relajados mientras ellos dan las últimas caladas a las cachimbas, en las cuales queda casi nada que fumar.

Tras terminar de fumar la pasta de opio, ambos se quedan allí tumbados durante un par de horas, volando con sus mentes hacia un lugar imaginario.

María y Rodrigo se pasaron horas buscando las provisiones en los puestos, regateando a más no poder con los precios, para no pagar ni una moneda más por las cosas que compraban. Tras mucho regatear y mucho caminar, consiguieron todo lo necesario por un buen precio. Acto seguido, regresaron a donde dejaron al buen doctor y a Westen, para reunirse con ellos.

Los cargadores comenzaron a llevar las cosas a la Cala del Cocotero, donde estaba el barco esperando para zarpar.

Un terrible sueño azota la mente del Doctor mientras está bajo los efectos de la pasta de amapola. Una mujer muy bonita, pero a su vez, semitransparente, se aparece frente a él con una sonrisa en los labios.

De su boca no salen palabras, solo unos pequeños gorgoteos, como si tuviera la boca llena de agua...

De repente, de las cuencas de sus ojos comienzan a manar lágrimas negras como el carbón, mientras que de su boca, salen un millar de gusanos blancos que comienzan a introducirse en su nariz y en sus ojos, mientras su rostro y todo su cuerpo se pudre...