¡Adelante hermanos! - la voz de Mihael resonó por toda el túnel excavado por aquellos asquerosos y letales xenos; la biología de los tiranidos mutaba a placer de la mente enjambre y lo demostraba al crear criaturas diferentes que jamás se habían visto... como aquel tirano de un tamaño descomunal que su función era horadar la tierra a un ritmo frenético.
La situación era desesperada, tuvo que solicitar refuerzos en dos ocasiones, pero al fin ya estaban alcanzando a la imponente bestia. Sus hermanos tuvieron que hacer frente y a la carrera a todo un enjambre de termagantes, hormagantes, guerreros tiranidos furiosos y varios carnifex que pudieron dejar atrás después de quedarse sin bombas de fusión con lo que frenar su avance.
Gruñidos y siseos recibieron al capitán Mihael tras descender sobre la vanguardia tiranida... su espada de energía reventó a aquellos mortales xenos mientras sus hermanos de batalla, los veteranos de la compañía y la compañía de la muerte se abalanzaban sobre ellos en una carga cargada de belleza... el negro con el rojo sangre, los chorros de energía de los retroreactores inundando el lugar con su luz anaranjada, la danza de muerte de espadas sierra, de energía, un cruzius aplastando cráneos de xenos, pistolas disparadas a quemarropa... para un ojo inexperto aquel baile de muerte y sangre no tenía sentido alguno, pero uno que supiera de guerra, uno que fuera veterano vería que cada movimiento ejecutado por los marines espaciales tenía un propósito, ya fuera acabar con un enemigo, ya fuera evitar un ataque, ya fuera por ayudar a un camarada.
El capellán se adelantó con la compañía de la muerte, que seguía entera por completo, los diez hermanos que abrazaron por completo la rabia negra y se sumieron en un trance cargado de visiones protagonizadas por su amado primarca; muchos estaban heridos de gravedad, la suficiente como para tumbar a un marine espacial estándar, no lo suficiente como para dejar fuera de combate a un hijo de sanguinius presa de aquella ira inconmensurable... la maldición de los Ángeles Sangrientos, su secreto a voces más oscuro y profundo, la vergüenza del capítulo que no les dejaba otra que aceptar su sino.
Alarabel, el capellan alzó su crucius cargado de estática y justo cuando iba a indicar una carga contra la tuneladora tiranida un grito de alerta de la retaguardia lo alertó.
Un carnifex dantesco, del doble del tamaño habitual de uno normal se aproximaba rugiendo con fuerza en una carga imparable y directamente hacía los marines espaciales.
- ¡A un lado! - fue la orden de Mihael - ¡Primera escuadra! ¡Conmigo! - gritó a sus veteranos, pero no fueron hacía el carnifex, no, fueron hacía el xeno que horadaba la tierra. Alarabel y Mihael fueron neofitos a la vez, y aunque cada uno fue por un camino distinto, su hermandad era tal que no les hacía falta alguna hablar, ambos sabían sus papeles, ambos se conocían tanto que adivinaban sus pensamientos.
Mihael atacó al enorme xeno, los marines tácticos apoyaron con fuego concentrado mientras se ponían en fila de a uno y Arabael con la compañía de la muerte.
Las armaduras negras volaron rugiendo, alzando sus espíritus consagrados a la locura y dispuestos a morir, sin temor alguno, sin miedo alguno... - ¡POR SANGUINIUS! ¡ADELANTE HERMANOS MIOS! ¡ADELANTE! ¡ABRAZAD EL DESTINO QUE NUESTRO AMADO PRIMARCA NOS HA BRINDADO! ¡SIN MIEDO! SIN MIEEEDO! - gritaron casi como un coro.