Partida Rol por web

Valle de las colinas Kron , una semana desde la partida del reino de Johtûn.

Llevaba muchos días caminando a solas salvo por la presencia de tu guardaespaldas, que aunque era un buen protector, su conversación no era demasiado fluida. Todavía no tenías claro si salir del reino había sido buena idea o no. Estaba claro que los sueños te impulsaban a salir del Reino e investigar lo que podía estar sucediendo, pero no obstante, abandonar tus dominios dejándolos a manos de un tercero, no acababa de gustarte. Por suerte, Flurris siempre te había sido leal y si no se le subía el poder a la cabeza, seguiría siéndolo.

El camino era largo y Lissandra no era una mujer a la que se le diera especialmente bien seguir una dirección, pues su orientación aunque no era mala, tampoco era la mejor. Eso sin duda le retrasaría. Además, sus dotes de supervivencia eran también escasas y de no ser porque llevaba provisiones suficientes y  pudo rellenar su odre en arroyos y fuentes en el camino, estaría pasándolo todavía mucho peor.

Además, la marcha constante era algo a lo que no estaba acostumbrada y sus pies habían empezado a notar los estragos del camino, pues hasta le había salido alguna ampolla. No obstante, tenía una misión, un objetivo y no iba a defraudar a nadie, ni a Auril, ni a ella misma, el resto le daba bastante más igual. Eso era algo que tenía más que claro.

Lo cierto era que no sabía exactamente que era lo que estaba buscando, pero si tenía clara una cosa, lo primero que debía hacer era llegar a un lugar mínimamente civilizado, descansar, comer bien, aprovisionares y sobre todo, reunir información de la zona, algo de lo que en esos momentos carecía por completo. Por suerte, aunque no se había cruzado con demasiada gente, con la poca que había hablado en su camino, le habían informado de que existía una villa en a confluencia de los tres reinos.

Hommlet era una villa pequeña, con una población escasa, pero tenía los servicios que necesitaba. Una posada, tiendas de suministros y seguramente, también lograría obtener cierta información importante para la misión que se le había encomendado. Sólo tenía que llegar aunque por desgracia, empezaba a dudar de que ese día llegase. Al menos dudaba de que llegase pronto.

- ¿Estáis segura de que es por aquí, mi Señora? - Le preguntó Glacis, el elemental de hielo a Lissandra. 

Aquella irreverente pregunta podía hacer enfurecer a una reina, aunque Glacis era el único ser de su Reino que se había dignado a acompañarla en aquella "misión". Además, su gélido aliento reconfortaba a Lissandra en cierta medida. Lo que más le fastidiaba a la Bruja de Hielo, era la respuesta a aquella pregunta. Segura no estaba de nada y ese ya venía siendo un problema desde hacía bastante tiempo. Al menos desde que empezaran esos molestos y repetitivos sueños.

-No, Glacis, no estoy segura de nada -suspiró la mujer, sentándose sobre una piedra.

Nunca había viajado tan al sur, no podía soportar el calor, sentía que iba a derretirse. Glacis lo toleraba porque no sentía dolor, pero pobre elemental helado, perdido en territorio sureño. Por un momento pensó en darle un abrazo para sentir el frescor del hielo del elemental en las mejillas, pero deshechó la idea.

-Dame la mano, anda.

El elemental obedeció y Lissandra se puso la mano de Glacis en la frente. Sí, estaba fresquito, se sintió mucho mejor.

-Tenemos que encontrar un guía, el último murió de frío, hay que ver qué floja es la gente del sur. De modo que vamos a acampar, por esta noche, y mañana trataremos de seguir hacia Hommlet. Tiene que estar por algún maldito sitio. Ve a buscar a alguien por aquí cerca, en alguna granja, y pregúntale por dónde se va. Luego seguiremos hacia el sur.

Lissandra convocó un espacio extradimensional para dormir tranquilamente y fuera de peligro.

Glacis obedeció las órdenes de su Reina sin rechistar. El enorme elemental de hielo se marcho en busca de alguien. Era muy improbable que pudiera cumplir con los designios de la bruja de hielo, pues no había mucha gente en los alrededores. Lo habían podido comprobar durante el viaje. Ciertamente, se encontraban en una carretera muy poco transitada. Fuera como fuera, el elemental se marchó dejando sola a Lissandra y aunque en un principio decidió esperar a su guardaespaldas despierta, finalmente acabó por cerrar los ojos.

No sabía cuanto tiempo había pasado, cuando la voz del elemental le despertó. Al abrir los ojos vio a la mole de hielo frente a ella tapando la mayor parte de su campo de visión. Lo que también pudo comprobar fue que se encontraban en una noche cerrada y que ya había bajado bastante la temperatura, algo que le reconfortaba. Otra cosa que también entendió fue que Glacis no había regresado solo, sino que lo había hecho en compañía de alguien. Un anciano al parecer.

- Mi Señora, estoy de vuelta. - Dijo el elemental con su gélido aliento.

- Buenas noches. - Dijo el anciano. 

Se trataba de un hombre barbado de pelo largo y canoso. Pese a su edad, se mantenía en buena forma física. Era evidente, no solo por la coraza que portaba y el espadón a su espalda, de que era algún tipo de guerrero. Cuando Lissandra observó el símbolo que portaba en el centro de su armadura. Un guantelete zurdo con todos los dedos señalando hacia arriba. El inconfundible símbolo de Torm, el patrón de los paladines y enemigo del mal y de la corrupción. 

- Mi nombre es Xaod. - Se presentó. - Me ha dicho vuestro amigo, que estáis perdidos. - Sonrió. - ¡Casi pensé que quería hacerme daño cuando apareció junto a mi campamento en medio de la noche! - Soltó una carcajada. - ¿Sabéis que es un ser algo helado? - Le preguntó en un susurro el paladín. Y fue entones cuando Lissandra pudo oler su inequívoco aliento etílico. Estaba borracho...

-Buenas noches, Xaod -respondió la Bruja de hielo. De todos los posibles guías de las tierras sureñas tenía que dar con el único que había bebido hasta volverse idiota. Menos mal que estaba acostumbrada a tratar con estúpidos-. Sí, es un elemental de hielo -respondió a su pregunta-. Así que sí, sé que es un ser helado. Está hecho de hielo, la verdad, pero es muy leal y buen chico. No hace daño a nadie.

"A menos que yo le diga que lo haga"

Lissandra le dio unas palmaditas en la cabeza a Glacis y luego cogió su bastón.

-Eres un siervo de Torm, por lo que veo. Estamos buscando un guía para llegar a Hommlet, ¿podrías llevarnos hasta allí?

- Soy un siervo de Torm, así es. - Confirmó y entonces desenfundó una hipotética espada invisible y empezó a demostrar su esgrima contra el aire. - Xaod el Aniquilador, me llaman.  - Desveló enfundando su espada inmaterial en su funda invisible y con una amplia sonrisa de superioridad en el rostro. - Podéis contar con que os lleve hasta Hommlet, hermosa dama. - Le dijo mirándola de arriba abajo. Frunció entonces el ceño y se llevó la mano al mentón pensativo. Parecía como si al examinarla bien, hubiera detectado algo que le inquietaba. - ¿Y cómo habéis dicho que os llamáis? - Le preguntó. - Simple curiosidad... - Dijo entrecerrando un ojo y bostezando sin taparse la boca. - ¿Qué os trae por Hommlet, si no es mucho pedir?

-Me llamo Lerissa -respondió al paladín-. Soy del norte, y Glacis es mi familiar. Soy una maga de la tribu del Alce. Llevo días soñando con Hommlet y quiero saber qué sucede en este lugar. Parece que algo malo va a pasar, sueño con un gran ojo que pretende absorber toda la vida sobre Faerûn. En fin, parece que mi destino está en esa ciudad, pero aún no sé por qué. ¿Y qué hacéis vos aquí, Xaod?

- Estoy buscando siervos del mal... - Dijo con una voz dura y acusadora. - ¿Habéis visto algún ente maligno por los alrededores?

Xaod no mantenía una pose amenazante, ni mucho menos, pero esperaba una respuesta, de eso no había duda alguna. Po un momento el silencio se apoderó del lugar y sólo fue interrumpido por un relámpago que apareció de forma súbita en el horizonte nublado con unas impresionantes montañas en la lejanía y instantes después, el ruido ensordecedor del trueno. Xaod ni se inmutó. Siguió mirando a Lissandra incluso después de que empezara a caer la lluvia repiqueteando sobre su armadura.

Lissandra lanzó un suspiro, ahora se ponía a llover, qué fastidio. Levantó la mano con la palma hacia arriba y dejó que las gotas le resbalaran en la mano.

-No, Xaod, no he visto entes del mal por aquí. Eres la primera persona que me cruzo en mucho tiempo. Como he dicho, llevo soñando con entes malignos desde hace varíos días y estoy aquí para averiguar qué es. A lo mejor nuestros caminos van en la misma dirección. Empezando por Hommlet, quizá. ¿Podrías ayudarme a llegar al pueblo? Puedes quedarte con todos los entes malignos que encuentres, a mí no me interesan.

Xaod se mantuvo en silencio mirando a aquella mujer de piel oscura y apariencia helada. No parecía fiarse de ella y estaba como valorando su respuesta. Su atuendo no invitaba precisamente a pensar de ella que se trataba de una ciudadana normal y corriente y que fuera acompañada por un enorme ser de hielo la situaba como una mujer cercana a lo arcano cuanto menos.

- No me fio de vos. - Confesó. - No creo que nada bueno traigáis a Hommlet, pero os diré que estáis en la dirección correcta. - Reveló finalmente. - Quizás, si volvemos a encontrarnos, podáis demostrarme que nada malo pretendéis o puede que nuestro encuentro no sea tan agradable como el de ahora. Pero tengo prisa... - Escupió al suelo. - Hasta más ver... - Y siguió avanzando bajo la lluvia y en dirección contraria a la que llevaba Lissandra. 

Xaod no mintió. Apretaron el paso y en una hora salieron del Bosque Nudoso. No hubo más sobresaltos, aquel extraño hombre no volvió a dar señales de vida. Poco después de su encuentro, localizaron una señal de madera algo desgastada por el paso del tiempo en la carretera. Señalaba inequívocamente la dirección que estaban siguiendo y rezaba con unas deslucidas letras: Hommlet, su destino.

Siguieron avanzando durante algunas horas y pronto vislumbraron una colina donde se erigía la villa a la que viajaban. Algo después del mediodía y tras detenerse para comer algunas viandas, la extraña pareja llegó a su destino.

Hommlet se trataba de una comunidad rural y aparentemente afable. Destacaba una gran torre que sobresalía en lo alto de la colina donde había sido edificada la villa. Dicha torre dominaba el pueblo y los bloques de piedra que la conformaban parecían bastante nuevos. Un proyecto de muralla había empezado a alzarse en torno a la ciudad, aunque todavía quedaba tiempo para que pudiera proteger de algún ataque. Destacaba también que, aunque el pueblo estaba compuesto por centenares de casas y edificios, la zona sigue siendo verde, con árboles y arbustos por doquier.

Nada más adentrarse en la villa de Hommlet Lissandra se da cuenta de que más que una villa, se trata de una aldea grande. La población no debe llegar ni al millar de habitantes y en una villa de dicho tamaño difícilmente se pueden encontrar suministros de los que un avezado grupo de aventureros necesita.  

Por otra parte, en seguida se da cuenta de que se trata de un lugar agradable y pacífico. Sus gentes parecen seguras, bien alimentadas y contentas de su suerte, pues sonríen, son educados y parecen caminar sin miedo alguno mientras no detectan a los extranjeros. Sin embargo, al verlos, parecen cambiar de actitud. Sus sonrisas se borran y parecen ponerse alerta, recelosos de cruzarse con ellos. Quizás, la triste historia vivida en el pasado tenga algo que ver con dicha actitud.

Lissandra puso los ojos en blanco ante la explicación de Xaod, le había dicho exactamente cómo se llamaba, su profesión y su propósito, buscar entes malignos. Y el paladín le respondía que no confiaba en ella. Bien, ese era su problema, si no veía entes malignos dónde los había, Lissandra no se los iba a señalar con el dedo.

-Gracias, Xaod. Hasta más ver.

De modo que continuaron por el buen camino, la hechicera de hielo y su escolta, el enorme elemental. Una vez en la entrada de Hommlet, con la que estaba cayendo y las horas que eran, no encontraría a mucha gente disponible para preguntarle.

-Vamos a buscar una taberna en la que descansar, o una posada. Y luego investigaremos por ahí, a ver qué rumores podemos descubrir. Vamos.

Avanzó unos pasos hasta encontrar a algún soldado o guardia por el que preguntarle por una posada.

Lissandra se encontró pronto con una pareja de ociosos guardias. Al ser preguntados por la taberna más cercana, primero se miraron el uno al otro ante la presencia de una extraña extranjera. No obstante, enseguida respondieron. Por una razón u otra determinaron que aquella mujer no era un peligro para la villa. Si iba directamente ante ellos y les preguntaba por la taberna, es que no debía estar tramando nada.

- Claro, si sigue por esta misma calle en dirección oeste, dará con la mejor posada de la Villa, "La Bienvenida de la Moza". No tiene pérdida. - Dijo uno de ellos.

- No tiene malos precios, pero si quiere algo más económico está Terrigan, en la calle paralela a la de la Moza. - Intervino el otro. - No está lejos tampoco. ¡Nada está muy lejos aquí! - Sonrió.

-Gracias por la información, soldados.

La maga de hielo se deslizó por las calles como si flotara sobre una nube de bruma fría. Glacis lo seguía como un autómata. A fin de cuentas, era un elemental de hielo, no necesitaba pensar, solo que Lissandra le diese las órdenes que necesitaba.

-Vamos a probar en Terrigan. No me gusta el nombre de la primera -rechazó. Lissandra no había tratado mucho con aldeanos o con gente, tampoco conocía las costumbres de los pueblos o ciudades, de modo que tenía que ir con cuidado y no llamar mucho la atención-. No me importa el precio, solo quiero discreción. Y no me gusta una posada con un nombre de mal gusto. No crees, ¿Glacis?

No esperaba que le contestara, claro.

No fue difícil llegar hasta aquella taberna tras preguntar. 

Se trataba de una taberna bastante humilde. Era más bien una posada de clase baja, aunque la construcción era sólida y en piedra. Un cartel algo raído indicaba el nombre del establecimiento y en el exterior, se hallaba una cartel con una lista de precios. No parecía que sirvieran comida, como tampoco alojamiento, pues la carta tan solo consistía en una serie de precios de bebidas que iban desde las cervezas de todo tipo, pasando por licores y acabando en varios tipos de vino.

El interior era un lugar algo lúgubre, pues estaba iluminad deficientemente y había pocas ventanas y pequeñas. No estaba demasiado limpio, aunque tampoco era una pocilga. El salón estaba a un cincuenta por ciento de ocupación aproximadamente y prácticamente eran todo varones a excepción de una mujer con una verruga en la punta del mentón que reía de forma escandalosa alrededor de varios tipos y de otra moza algo rechoncha que conversaba en la barra con dos hombres feos como el culo de un trasgo.

Pero lo que más llamó la atención de Lissandra fue una mujer rodeada por tres hombres de pinta peligrosa, la cual parecía estar interrogando al mesonero de forma intensa. Por supuesto, el elemental de hielo llamó la atención de todos los presentes los cuales se giraron al momento y tras unos segundos tensos, vieron que todo iba bien y siguieron a lo suyo.