Partida Rol por web

Acheron ya había decidido reventarle el labio a Akona de un brutal puñetazo antes de que esta replicase siquiera. El bárbaro no era un tipo de reflexionar demasiado en las consecuencias de sus acciones. Al fin y al cabo, la vida era sufrimiento. Avanzar era destruir al paso. No tenía mucho sentido lamentarse por nada ni por nadie. Nada ni nadie lo haría por ti.

Unos cuantos golpes secos aplicados con rabia justificarían ante el viejo Bayne que aquella niña no había conspirado con él. Un par de moretones y cicatrices evidenciarían que Acheron no tenía espacio en su carcomido y podrido corazón para nadie más que él. Y aun así, era dudoso que el propio Martillo Negro tuviese demasiado aprecio por sí mismo. Sí, unos cuantos huesos rotos convencerían al Destructor de que la niña no tenía nada que ver.

Acheron ya había decidido pagar su rabia interior con Akona, cuando la joven dijo algo que le hizo mirarla en inexpresivo y enigmático silencio.

¿Necesitarla?

Él no necesitaba a nadie.

Vivir. Morir. Ambas cosas se hacían en rigurosa soledad.

Y sin embargo, pensó, ¿por qué había concebido darle aquella salvaje paliza en su retorcida mente para salvarle la vida?

-No necesito recoger nada-, dijo en tono cortante, avanzando hacia la espesura sin esperarla. -Tengo todo lo que necesito-, sentenció echándose el martillo al hombro, siendo recompensado con un metálico resonar en cuanto el cabezal chocó con la espinada hombrera de su coraza.

Así fue como Acheron emprendió la marcha hacia su destino. Si Akona le seguía o no, era algo que le traía sin cuidado. No la necesitaba. Nada que pudiera darle le era imprescindible. Una mujer no le haría sombra y si en algún momento necesitaba tomar alguna para saciar sus necesidades más básicas, lo haría sin demasiado problema. Él cogía lo que necesitaba y no sentía remordimiento alguno por destrozar una o mil vidas. El mundo era cruel y él también. No había más...