La preocupación había alterado la pacifica convivencia de los thri-kreen de la ciudad de Thsty. Normalmente, esta raza de insectos antropomórficos, solían ser nómadas. Se dedicaban a la caza principalmente y solían habitar los grandes desiertos de Faerûm y el resto del mundo. Sin embargo, la aldea liderada por el señor de la guerra Tklksh, hacía ya dos décadas que se había asentado al oeste de las montañas Lortmil.
De hecho, incluso habían comenzado a comerciar con los pobladores de una aldea cercana llamada Rastor. Algo no demasiado común entre los thri-kreen. Rastor era una aldea construida al final de la carretera, en la confluencia de los dos senderos que se dirigían a las montañas. Se trataba de un lugar pequeño, rudo y embarrado y de poco encanto, lleno de habitantes toscos y peligrosos y que sin embargo servía como refugio para mucha gente. Una pequeña sociedad multicultural en la que convivían humanos, enanos e incluso algún elfo, con semiorcos y también algún que otro orco.
Allí se habían dirigido tres de los exploradores del clan. Un enano llamado Frodorik, solía intercambiar productos con ellos a cambio de marfil, pieles de reptiles y artesanía thri-kreen. Las transacciones siempre habían sido satisfactorias para todos, pero en aquella última ocasión, los tres thri-kreen no habían regresado y Tklksh ya había enviado una partida de guerreros en su búsqueda. Esa misma tarde habían regresado y Tklksh había convocado una asamblea en la que estaban citados todos los thri-kreen de Thsty.
Krath-Tk no era una excepción.
- No hay ni rastro de los tres exploradores que enviamos a vender las mercancías que recogimos durante todo el verano pasado. - Empezó hablando Tklksh en el idioma thra-Kreen. Un gutural sistema de comunicación consistente en silbidos, clics y golpes de mandíbula. - Creemos que le sucedió algo antes de llegar a Rastor y sin las mercancías que teníamos acordadas, pasaremos un invierno malo. Necesitamos recuperar lo perdido y para ello necesitamos un grupo de valientes que salgan de Thsty a investigar lo sucedido.
No sería fácil encontrar voluntarios, pues los thri-kreen no eran unos seres que se relacionaran demasiado bien con otros humanoides. Eran una raza muy cerrada con lo extranjeros y muy anclada en sus propias costumbres. De hecho, la mayor parte de los lugareños, no hablaban más que thra-kreen, por lo que los candidatos a aquel viaje en busca de respuestas, se reducía todavía más.
El insectoide había tomado un descanso de su largo viaje, quedándose ya hace varios meses en la aldea liderada por Tklksh. Aunque no le agradaba relacionarse con otras razas he incluso con sus congéneres, encontrar a los de su misma raza en un lugar tan lejos de casa y viviendo juntos le causaba algo de nostalgia al recordar sus años de niñez, tal vez por eso llevaba tanto tiempo en la ciudad de Thsty, pero el tiempo de descansar había terminado.
Krath-Tk no hacía parte del la "manada" por así decirlo, sin embargo era de los pocos que entendían el idioma de los otros humanoides y además ya sentía las ganas de seguir viajando para cumplir con las ciento veinte almas de su tributo, la propuesta del señor de guerra era la escusa perfecta para continuar con su viaje y aparte podría lucrarse con la venta de la mercancía si es que aún existía, el problema que veía era el como librarse de los otros que lo acompañasen.
Estando todos reunidos en la asamblea mirándose los unos a los otros con caras de preocupación, es Krath-Tk quien rompe el silencio y la tensión diciendo - yo voy - dice entre chasquidos - quien haya intentado robarnos, pronto va a desear no haberlo hecho -.
Khajikktj dio un paso adelante. No habló, pero se entendió que iría junto con Krath-tk en aquella misión. No se podía decir que Krath-tk y Khajikktj fueran amigos, pero si se entendían razonablemente bien. Ambos habían salido de caza en algunas ocasiones y aunque Khajikktj era bastante más inexperto que Krath-Tk en todo lo referente a la caza y la exploración, también podía deberse a que Khajikktj era bastante más joven.
Khajikktj miró a Krath-Tk y asintió con la cabeza. Estaría a sus órdenes en todo lo que necesitara. Krath-Tk sería su líder en aquella misión a menos que otro candidato de mayor rango o casta se presentara voluntario para la misión, aunque todo hacía indicar que no habría más voluntarios. Al fin y al cabo, pocos eran los que deseaban salir de la protección de su territorio.
Fue cuando el chamán iba a decretar que tan solo Khajikktj y Krath-Tk acudirían a aquella búsqueda, cuando uno de los thri-Kreen que más odiaba Krath-Tk se adelantó. Se trataba de Thkyth, un prepotente "guerrero mantis" que pertenecía a una casta superior a la de Krath-Tk. Eso sólo podía querer decir una cosa, pese a que era, en opinón de Krath-Tk, un inútil, acabaría ostentando el mando y liderazgo de la misión, pues el sistema de castas era algo realmente importante entre los thri-Kreen, algo sagrado realmente para ellos.
Fuera como fuera, ninguno de los tres tenía experiencia más allá de las montañas Lortmil. Ninguno había abandonado el seno del clan en todos sus años de vida y ciertamente, el que se convirtiera en líder y guía del grupo, asumía una gran responsabilidad. Para ellos, regresar a casa no seria difícil, pero explorar un terreno desconocido y posiblemente hostil, si se convertía en un verdadero problema.
- Yo iré. - Dijo aquel ser con forma de insecto. - Asumiré el mando de la misión si ningún thri-Kreen de superior casta se presenta para la misma. - Anunció entre silbidos, chasquidos y golpes de mandíbula.
Pasados unos instantes y cuando de evidenció que nadie más iba a ofrecerse para la misión, Thor-kreen el chamán del clan se adelantó y se acercó a los tres candidatos. En su báculo, portaba una calabaza, en cuyo interior reposaban unos aceites mágicos que el mismo había fabricado con diferentes sustancias recogidas en el desierto y alrededores. Metió una de sus garras mojando dos de sus zarpas en el líquido aceitoso ya acto seguido ungió en la frente a Khajikktj.
- Que la diosa naturaleza te sepa guiar. - Le dijo. - Que te guíe en la obediencia a quienes son más expertos que tú. Respeta la posición que se te otorga, humilde servidor.
Entonces se acercó a Krath-Tk y al igual que con el anterior voluntario, ungió su frente con aquel extraño preparado.
- Que la diosa también te guía a ti. - Le deseó. - Qué te ayude a saber cual es tu lugar y que puedas aconsejar bien a quien debe liderar por derecho de nacimiento esta misión sagrada.
Llegó el turno entonces de Thkyth y a él también le ungió la frente, pero con él hizo algo que no había realizado con el resto. Se arrodilló por un momento ante él y luego se volvió a levantar y sin mirarle a los ojos le habló.
- Tú debes liderar esta sagrada misión. Eres el líder por tu casta, por tu sangre. Es tu derecho de nacimiento. - Le desveló. - Que la diosa te guía y que sepas liderar a estos dos buenos thri-Kreen en las desventuras que os aguardan lejos del hogar.
Y dicho aquello se apartó.
- Los elegidos han sido bendecidos por el sumo sacerdote de la diosa madre. - Anunció el Señor de la Guerra. - Ahora deben partir en misión sagrada. Encontrar a nuestros exploradores, recuperar las mercancías y así asegurar que el invierno sea próspero para nuestro pueblo. - Dijo con solemnidad. - Partirán en cuanto estén preparados y regresarán únicamente una vez concluida su misión. - Alzó los brazos, los cuatro, hacia el cielo. - ¡Qué la diosa les acompañe y que el destino les sea favorable!
Fue entonces cuando todos los presentes el pueblo entero de Thsty vitoreó a los tres valientes y les deseó suerte en su búsqueda, orgullosos de ellos, pero sobre todo de quien debía asumir el mando de la misión. Un noble entre los thri-Kreen, a quien nadie metía entre las apuestas sobre quienes iban a ser los voluntarios, pero que recibieron con alegría y esperanza. Un hecho que ensombrecía la participación en aquel grupo de quien era más capaz, pues Krath-Tk se sabía mucho más apto que el noble que se había erigido como líder, para mandar sobre la expedición hacia terreno desconocido.
- ¿Derecho divino? ¿líder por su sangre? ¿derecho de nacimiento? - esas ideologías no iba para nada con su modo de pensar quien juzgaba a todos como presas o cazadores, para Krath-Tk esas cosas carecían de valor y significado sin embargo era mejor llevar la fiesta en paz, ya tendría tiempo el en viaje de deshacerse de Thkyth, en cuanto al otro podría dejarle vivir siempre y cuando no se convirtiera en una carga.
Bajo su cabeza y asintió sin decir una palabra, "aceptando" el orden de la jerarquía. Fue por su armadura y armas, justo después guardó algo de alimento para el viaje, aunque bien podría cazar de camino, y se acercó al líder de la misión y le dijo - ya estoy listo - mirándolo inexpresivamente le dice - quieres que vaya adelante siguiéndoles el rastro o prefieres hacerlo tu - él sabía que lo más sensato yendo él mismo en la vanguardia, pero no quería chocar con Thkyth tan temprano así que le dejo la decisión al inútil que tenía como líder.
Y así fue, como después de aquella asamblea del pueblo Thsty de los thri-Kreen, aquel grupo de tres exploradores capitaneado por Thkyth, partió en busca de los exploradores perdidos. No tardaron demasiado en dar con la pista de los comerciantes que salieron de la aldea hacia Rastor. Una pista que se perdió tras tres días. Las lluvias borraron todo rastro de sus predecesores y luego fue imposible retomar el camino.
Thkyth resultó ser bastante más amable y capacitado de lo que podía haber parecido en un primer momento y es más, no se las daba de líder, consultaba sus decisiones con sus dos compañeros y casi se podía decir que surgió una amistad entre ellos. Casi, pues lo que si surgió fue una relación de compañerismo y respeto, todo ello pese a que Krath-Tk no olvidaba el hecho de que él estaba más capacitado para ponerse al frente de la expedición y de que a la mínima de cambio tomaría el mando por la fuerza. Si no lo había hecho ya era por una simple razón, Thkyth no le estaba causando problemas.
No tardaron demasiado en llegar a Rastor. Los habitantes del lugar, humanos, enanos, algún elfo, orcos y semiorcos, no se mostraron demasiado colaboradores de los trhi-Kreen. No es que les tuvieran miedo, pero tampoco parecían tenerles demasiado aprecio. Pocos eran los que hablaban el idioma trha-Kreen, pero por suerte Krath-Tk hablaba común. Lograron llegar a la conclusión de que el grupo de exploradores nunca había llegado a Rastor. Sabiendo que el Señor de la Guerra Tklksh había dicho que sólo regresarían una vez cumplida su misión, siguieron explorando.
Tras unos días caminando sin rumbo, se toparon con un mercader. Éste, asustado, les confesó haberse topado con más de su raza en una zona cercana a un lugar llamado Hommlet. Por ello, y tras verificar que aquel tipo parecía decir la verdad, emprendieron la marcha hacia el citado lugar. Fue casi un semana después cuando se toparon con un cruce de caminos en el que había un puente que cruzaba un torrente y un cartel de madera que indicaba una dirección: Hommlet. Al fondo del torrente creyeron ver el reflejo de algo brillante, pero sabiendo que sus habilidades natatorias no eran de las mejores, lo dejaron correr y siguieron su rumbo.
Seguimos aquí.