Partida Rol por web

Aquel muelle en decadencia no les ofrecía nada, salvo madera podrida y barcos hundidos. Encogiéndose de hombros asiente a la petición de su pequeño compañero, a lo mejor contarían con más suerte yendo en otra dirección, aún estaba en la de algo que le curase sus heridas.

Me llevo dos dedos al puente de la nariz y niego con la cabeza. Esto no me puede estar pasando a mí... Ni siquiera es capaz de decidir entre dos opciones simples.

—Anda, sígueme y no te quedes retrasado. Tarde o temprano terminaremos encontrando algo útil en este sitio —afirmo, más para darme ánimos a mí mismo que a mi compañero—. O nos marcharemos a otro lado donde haya un ambiente más animado.

Sin esperar confirmación por su parte, echo a andar hacia el sur, confiando en no volvernos a encontrarnos con la antipática joven de antes.

De nuevo había empezado a llover, aunque de forma muy leve y casi ni se percibían las gotas cayendo del cielo. Hacía algo de frío, aunque soportable y la neblina que envolvía aquel emplazamiento, seguía ahí sin haber desaparecido en ningún momento de su agradable visita por la tranquila y casi pacífica villa de Nulb.

Los dos extraños compañeros siguieron su camino entre la desolación que reinaba a su alrededor. Dejando atrás el barco encallado, tomaron el camino del sur. Las edificaciones guían siendo ruinosas y con maderos podridos. Nada se movía en el sur de aquel pueblo fantasma, nada salvo alguna que otra rata que correteaba por delante de ellos escondiénsose en algún agujero antes de ser cazada por tan extraños individuos.

La zona con construcciones finalmente acabó, aunque el camino continuaba alejándose de la villa. Para ese entonces ya había empezado a anochecer y ciertamente tenían hambre. Su visita a aquella villa no había sido todo lo fructuosa que hubieran deseado y salvo un par de encuentros con seres hostiles o dementes, nada habían sacado en claro salvo una cosa, la vida era efímera y le gustaba golpear con dureza a Karath-Tk.

No parece que este pueblo abandonado tenga mucho más que ofrecernos como no queramos entrar chabola a chabola a rebuscar lo que pueda quedar en su interior, que me figuro que será muy poco.

Fuera llueve suavemente pero a mí me gusta la lluvia y permanecer al aire libre. No puedo entender por qué los humanos se encierran en cajas de madera que tienen más de ataúdes grandes que de refugios.

Busco una rama a la que encaramarme y me siento sobre ella balanceando alegremente los pies mientras echo mano a mi interminable saquillo de provisiones.

—Perdona que no te ofrezca, pero es que... No hay suficiente para los dos —le digo al insecto gigante, que me mira desde el suelo como el zorro al cuervo en aquella famosa fábula—. Deberíamos buscar un sitio tranquilo en el que pasar la noche y mañana dirigirnos al sur a echar un vistazo a lo que queda de ese templo. Aunque solo sea para ver si es verdad que hay grandes trasgos allí.

Tanto el día como la noche no suponían un problema para Krath-Tk, pero gracias al estado en el que se encontraba era mejor buscar refugio así como decía el pequeño pixi. Viendo que el diminuto saco de provisiones que tenía su compañero no le iba a servir de nada, se aleja para buscar algo de comida y sin tardar mucho tiempo regresa con los restos de un roedor entre sus garras.

Ya con la barriga llena le dice a Glynmaer ​​​​​​- pasemos la noche en aquella casa - no había diferencia entre quererse en una casa u otra, por lo que señala la más próxima a ellos.

La noche transcurrió tranquila salvo por los ladridos. Ambos seres escucharon durante toda la noche aullidos y ladridos. Al mirar por una de las ventanas de la construcción, una de las más sólidas de toda la villa con la que se habían encontrado, observaron una manada de perros salvajes. Pudieron contar no menos de diez diferentes y aunque rondaban el edificio e incluso rascaban con sus garras contra puertas y paredes, no lograron entrar. Sin duda alguna estaban hambrientos, aunque por suerte, Krath-Tk y Glÿnmaer no se convirtieron en su cena.

Para cuando amaneció, habían dormido bastante mal por los continuos sonidos de la noche protagonizados principalmente con los ladridos como protagonistas. No obstante, el descanso fue reparador, sobre todo para el thri-Kreen, quien comenzó a observar como sus heridas empezaban a cerrarse, aunque ciertamente, estaba todavía muy lejos de encontrarse del todo recuperado. Por suerte, con el amanecer de un nuevo día, no quedaba un solo cánido en los alrededores.

Me levanto cansado y malhumorado. Más de una vez a lo largo de la noche me planteé la posibilidad de buscar otro lugar en el que dormir o emprenderla a pedradas con los sucios perros y ahora me arrepiento de no haber hecho ambas cosas.

Mi amigo insecto parece de mejor humor y más recuperado de lo que se acostó anoche pero ese es un pobre consuelo para mí. Más que alegrarme por él, lo que siento es envidia malsana.

Bostezo ruidosamente mientras me rasco una de mis delgaduchas nalgas y, a continuación, desenrollo el mapa que conseguí en Homlet.

—El Templo del Mal Elemental no está lejos. ¿Qué te parece si vamos a echarle un vistazo mientras hay luz? Si no nos gusta lo que encontremos, siempre podemos volver aquí. Aunque dudo que sea peor que este pueblucho fantasma de mala muerte.

La noche llego y con ella al frío arribó más cerca de ellos, los actores más comunes se hicieron presentes, el chirrido de los grillos, los murciélagos deambulando, el croac de las ranas, lo más extraño seguramente fueron los aullidos de una jauría de perros que inspeccionaron el pueblo en búsqueda de comida; por suerte el insectoide se encontraba dentro de una casa y la puerta de esta no sucumbió pese a los rasguños de uno que otro perro.

El trinar de los pájaros delataba la llegada de la mañana, ve cómo su pequeño compañero se despierta y estira sus diminutas extremidades con cara de pocos amigos, al parecer había pasado una mala noche pero eso no le impedía ser tan parlanchín como siempre. Después de escuchar lo que tenia por decir le contesta - vamos a inspeccionar pero… - hace una pausa para enseñarle las numerosas heridas que se le dibujaban a lo largo del cuerpo - al menos indicio de problemas me retiraré, aún sigo muy herido y no aguantaré un combate - se queda pensando un momento y concluye - no estaría mal que me curaras con ese pequeño aparato, así como ya haz hecho antes -.

—¿No tengo pinta de clérigo de Ilmater, verdad que no? Pues mientras seas capaz de andar por ti mismo, es mejor no malgastar recursos limitados que puedan hacernos falta más adelante. Podría darte una explicación muy sesuda acerca de cómo funcionan esta clase de artefactos mágicos tan delicados pero, como me caes bien, te la voy a ahorrar. Quédate solo con que ahora no es el momento oportuno. ¿No te he dejado morir hasta ahora, a que no? Pues eso, tú hazme caso y ya me lo agradecerás más adelante.

En ese preciso momento se abrió la puerta del edificio donde aquellas dos extrañas criaturas del mal habían pasado la noche. Una pequeña y rechoncha figura se apresuró para entrar y cerró la puerta tras de si quedando pegada a ella, como tratando de escuchar del otro lado y mirar a la calle a través de las rendijas de la desvencijada madera de la puerta. Tras unos segundos pareció relajarse y se dio media vuelta descubriendo sobresaltado que no estaba solo. 

- ¡Por Tempus! - Exclamó asustado mientras desenfundaba su espada larga, que en sus manos, más parecía un mandoble debido al tamaño del dueño, que no era otra cosa que un mediano con el cuerpo y parte del rostro, plagados de cicatrices. - ¿Qué sois y qué pretendéis? - Les conminó a que respondieran.

Me llevo un susto de muerte cuando ese tipo feo como el culo de un troll entra en nuestro refugio, perseguido por vete tú a saber qué.

—Te diré lo que no somos, barrilete, no somos pastelitos de miel de esos que te hacía tu mamá; así que descansa, soldado, aquí hay muy poca carne a la que hincarle el diente. ¿Por qué no nos cuentas qué es lo que te da tanto miedo de ahí fuera? Quizá podamos ayudarte a ahuyentar a lo que sea que te persigue mientras piensas en cómo nos lo vas a agradecer.

- Hay algo allí afuera. - Dijo aquella criatura. - Algo malo. Es como... - Tragó saliva. - Es si me mirasen. Esta villa está maldita... - Afirmó rotundamente. - Me perdí y he acabado aquí. - Resopló. - Ha sido terrible. Unos perros me persiguieron. - Informó. - Questin Himmble. - Dijo entonces. - Me llamo... - Aclaró.

—Ah, sí, los malditos perros... Menuda nochecita nos han dado. Si tú también quieres verlos fritos en un espetón, eres de los míos. Glÿnmaer, Glÿn para los amigos. Él es Txkrq... —pruebo fortuna con algunos sonidos imposibles antes de darme por vencido—. Es igual, no hay quien pronuncie ese maldito nombre. Cosas de insectos gigantes, ya sabes.

»Bueno, pues es tu día de suerte Himmble, porque da la casualidad de que nosotros tenemos un mapa; así que se acabó eso de irse perdiendo. Vaya a donde vayas, puedo decirte cómo llegar. Pero primero, mi amigo y yo vamos a echar un vistazo a las ruinas de un templo llenito de tesoros y no nos vendría mal alguien con quien compartir su peso. ¿Qué dices? ¿Quieres regresar a tu casa cargadito de dinero y joyas?

Estaban debatiendo lo que iban a hacer en la mañana, cuando de repente un mediano asustado entra a la casa donde se encontraban, parecía ser un guerrero retirado ya que no se podía decir que se encontraba en forma. Ni bien entra cuando saca su espada debido a la sorpresa pero no fue el único en ponerse en guardia, Krath-Tk se agazapa clavando sus ojos bifaceos en el recién llegado, sus cuatro garras le apuntan belicosamente y su mandíbula se abre y cierra como si mordiese el aire, un sonido producido por su tráquea junto con un siseo - kkgrsstrakzzz - no había nada más peligroso que un animal herido y acorralado. La tensión se podía palpar y cualquier movimiento incorrecto decantaría en un combate inminente.

Es Glynmaer quien empieza a hablar con el mediano, claramente tenía muchas más habilidades sociales que las que podría reunir el insectoide en toda su vida. No apartar la mirada del “intruso” y continúa en guardia a la espera de la reacción de este, tal vez para el pixi era fácil resolver este tipo de situaciones por medio del diálogo, ya que a fin de cuentas si las cosas no salían como esperaba, bien podría volverse invisible y escapar volando, pero la mantis súper desarrollada no contaba con esa opción.

- ¿Un templo en ruinas? - Se llevó la mano a la boca como rumiando algo. Justo después se rascó la cabeza pensativo. - Viajaba a Hommlet. - Dijo entonces. - Creo que allí están mis padres. - Apretó los dientes con gesto de ira. - Me abandonaron. - Apretó el puño. Era evidente que les guardaba rencor. - Puede que... - Gruñó algo entre dientes. - Pues que consigamos algo que vender en la villa. - Miró a su alrededor. - No en ésta. Aquí nadie compraría nada, no. En Hommlet. - Asintió con la cabeza. - Iré con vosotros. - Le ofreció la mano al pixi oscuro, aunque seguía mirando receloso a Krath-Tk.