Partida Rol por web

Glÿnmaer había captado la atención de los reptilianos, éstos le siguieron tratando de darle caza, pero el nixi oscuro tenía muchos recursos para huir de ellos. Era rápido y podía volar y aunque los hombres lagarto le lanzaron piedras, no lograron dar en el blanco. Minutos después se cansaron de perseguirle y simplemente regresaron al lugar del combate. Tampoco es que se hubieran alejado demasiado, pero si lo suficiente como para que Krath-Tk pudiera desaparecer de allí a toda velocidad. 

La intervención del pixi oscuro posiblemente salvara la vida del thri-kreen. La razón de que le prestara su ayuda la desconocía, pero estaba seguro de que volvería a ver a aquella criatura. Las muerte de sus dos compañeros había sido un contratiempo, aunque si le había dolido o no, eso sólo lo sabía él.

Fuera como fuera, una hora después de aquel incidente, Krath-Tk se encontraba descansando en un lugar apartado del camino, oculto entre unos árboles y sentado sobre una roca. Hacía ya bastante que había perdido la pista de los reptilianos y aunque las heridas sufridas seguían siendo bastante molestas y su estado general no era el mejor, al menos seguía vivo. 

Glÿnmaer le rondaba sin que él lo supiera. El pixi oscuro era sin duda una criatura experta en camuflaje y sigilo y podía ser literalmente invisible cuando quería. Y querer quería algo sí. Que lo obtuviera dependería mucho de la forma en la que se acercase a Krath-Tk y como le demandara su colaboración. Eso ahora, sólo dependía de él.

Después de las últimas experiencias que he tenido recientemente opto por mantenerme varios pies por encima de mi interlocutor, lejos del alcance de sus peligrosas garras, que ya he visto en acción hace un rato.

—Hola, tú —le saludo en lengua Común, rezando a los dioses de la naturaleza para que me entienda. No debe ser un ser estúpido si ha sabido quedarse tendido en el suelo fingiendo estar muerto cuando su vida peligraba y escapar en cuanto ha tenido la oportunidad—. No sé si hablas mi idioma pero, si es así, me alegro de haberte salvado la vida y ayudado a escapar. ¿Entiendes lo que te digo?

»Soy Glÿnmaer, el terror de los lagartos —me presento, llevándome una mano al pecho y haciéndole una teatral reverencia desde el aire—. ¿Y tú eres?

Había mordido más de lo que podía comer y eso casi que le cuesta la vida, de no ser por ese pequeño ser estaría tendido en el suelo junto a sus inútiles compañeros, las heridas dejadas de aquella batalla eran graves y profundas; sin embargo el sangrado interno se había detenido y ningún órgano había sido comprometido por lo cual si vida no corría peligro.

Luego de correr sabrá Dios cuanto tiempo, se detiene a descansar apartado del camino, quería vengarse de aquellos hombre lagartos pero la pista para encontrarlos se había perdido, ademas en el estado que se encontraba no aguantaría si quiera un solo ataque de ellos. Mientras divagaba en sus pensamientos una voz aguda le llama, Krath-Tk aún precavido se pone en guardia mirando hacia todos lados sin lograr ver a su interlocutor, este le sigue hablando así que después de ubicarlo en lo alto se tranquiliza al ver que era el mismo pequeño de que antes le había salvado la vida, luego le contesta.

- Soy Krath-Tk - a pesar de hablarle en común tenía un acento, por así decirlo, muy peculiar ya que tenía muchos castañeteos y chasquidos producidos por su mandíbula, - ¿por qué me has ayudado? - era cierto que gracias a él estaba vivo pero.... - ¿cuáles serán sus verdaderas intenciones? - pensaba desconfiado ya que solía juzgar a través de su mismo actuar, y él jamás de habría arriesgado en salvar a otra criatura viva.

—Podría decirte que por tu cara bonita. O porque me has caído simpático. O porque me has parecido un gran guerrero. Pero hasta ahora no me ha ido muy bien diciéndole a la gente lo que quiere oír, así que te diré la verdad simple y llanamente. Te he ayudado porque viéndote pelear en inferioridad numérica y sin posibilidad de victoria, me has parecido la clase de loco que podría ayudarme con un asunto que me tiene muy preocupado.

»He tenido unos sueños muy raros de un elemental tuerto con iba a tragarse el mundo con su cuenca del ojo vacía —he contado esta historia tantas veces y siempre de una forma distinta que ya no sé cuál de todas es real y cuál un delirio acrecentado por mi propia narrativa—. El caso es que vive en un templo y yo tengo un mapa para llegar hasta allí. Quiero ir a hacerle una visita para convencerle de que si quiere destruirlo todo a mí me parece bien, mientras deje mi bosque tranquilo.

»No es que piense que ni tú ni yo podemos enfrentarnos a un tipo que puede destruirlo todo, por supuesto. Pero los caminos son peligrosos y además hay gente muy desagradecida a la que he intentado ayudar y me lo ha pagado tratando de capturarme. Gente a la que me gustaría evitar o ver crucificada bocabajo, no te voy a mentir.

»Y ahí es donde entras tú, mi leal amigo. Por supuesto, siempre cabe la posibilidad de que tú también intentes devolverme mi favor con una afrenta. En ese caso, ya te adelanto que me iré y buscaré a alguien dispuesto a vengarme. Y así, hasta que encuentre a alguien con sentido del honor, o que sea capaz de quitarme la vida.

El insectoide incapaz de contenerse ríe a carcajadas - JAJAJAJAJAJA - ¿cara bonita? ¿Elemental gigante tuerto? ¿Destrucción del mundo por la cuenca del ojo vacío? Aquel pixi decía tantas cosas raras pero con tal convicción que le creyó por loco, sin embargo fuese como fuese le había salvado de una muerte prematura y tenía una deuda que pagar. Siguiéndole el juego al chistoso pixi le dice - ¡llévame donde el tuerto destructor de mundos! -.

Glÿnmaer extrajo el plano que portaba consigo. El mismo que había tomado prestado de la casa de aquel sabio con lascivas intenciones. Estuvo revisándolo y supuso que se encontraría en algún punto del camino hacia Hommlet que procedía del suroeste. Regresar a Hommlet era un tremendo error dadas las circunstancias, por lo que sin más, decidió emprender el camino hacia Nulb. Aquella ciudad parecía un buen punto de partida para seguir recabando información. Tomarían la vieja carretera en desuso, la que atravesaba el bosque y llegaba hasta su destino. No tenía pérdida y en no mucho estarían allí. Igual en menos de veinticuatro horas ya estaban en aquel emplazamiento.