Partida Rol por web

- Bien. - Comentó Questin. - Veamos donde lleva. 

El mediano se puso enseguida manos a la obra y tomando la iniciativa volvió a pasar por debajo de la cascada y Lerissa le siguió.

Una vez al otro lado de la cascada y bastante más mojados que antes, se encontraron en una caverna natural bastante angosta y con un techo que si bien quedaba lejos de la cabeza de Himmble, algunos salientes si que golpearían con facilidad la de la tiefling. 

- Por aquí. - Señaló el mediano un pasadizo que discurría en dirección al templo.

El mediano pareció satisfecho con mi respuesta, así que se encaminó hacia la cascada y pasó por debajo de ella. No me apetecía mojarme, pero estaba claro que no había más opción que aquella, así que caminé detrás de él y aguanté la respiración hasta que la pasamos.

Después del agua había un pasillo rodeado por paredes de roca que parecían estrecharse cada vez más y amenazar con rompernos la cabeza si no teníamos cuidado.

-Me encanta la decoración. Es todo un ejemplo del mejor lugar por donde no iría nunca -comenté, mientras me agachaba con rapidez para no llevarme un golpe en la frente.

Eso sí, si nos decidíamos a huir por ahí, dudaba que los gnolls fuesen a poder pasar.

Lerissa avanzaba esta vez en cabeza seguido por el mediano. La tiefling contó algo más de ciento veinte pasos hasta que llegaron hasta una pared con una escalera de mano que ascendía unos cuatro metros hasta lo que parecía ser una trampilla que debía dar acceso a algún complejo. 

- Si este túnel no conduce al templo, dejo que me cortes una mano. - Le dijo el mediano a su peculiar y cornuda amiga.

Si lo que dice la loca de la armadura es cierto, ese Mitil todavía es más maleducado y salvaje que ella. Una pena que no esté aquí, es la clase de gente que uno quiere tener cerca cuando empiezan los problemas y un gigantesco elemental quiere destruir el mundo. En fin, qué se le va a hacer. Ya empiezo a estar acostumbrado a que los desconocidos me paguen mal por bien, del mismo modo que lo hacía todo el mundo en el Bosque Nudoso. Si es que no se puede ser amable...

Y lo mismo debe pensar nuestro regordete halfling a juzgar por la prisa que tiene por alejarse de esta nueva compañía. ¿Cómo si no se explica que esté deseando volver a encontrarse con los gnolls después de lo que le ha costado trepar hasta aquí arriba?

La semi-sátira prefiere también volver a tierra firme y el pobre Crodos se ve dividido teniendo que elegir entre sus dos amantes: la huidiza y la que le susurra promesas de amor al oído.

—No tenéis que preocuparos, parejita, yo cuidaré de los exploradores mientras vosotros os echáis una siesta —les aseguro, disponiéndome a abandonar también el refugio sobrenatural. Demasiada luz para mis sensibles ojos de pixi. Y demasiadas feromonas flotando en el ambiente.

El camino parecía no terminar nunca y esperaba que en cualquier momento, una pared de roca se interpusiera entre nosotros y el templo, como finalmente ocurrió. Pero al mirar con detenimiento, vi una escalera que continuaba ascendiendo hasta llegar a una trampilla.

-¿Y qué haría yo con tu mano, colgármela del cuello? -le dije, preparándome para seguirle hacia la trampilla.

No creía que fuese necesario afilar el cuchillo... al menos para cortarle nada, aunque quizás sí para poder evitar problemas.

Glÿnmaer salió del espacio interdimensional con la clara intención de seguir a la extraña pareja en sus incursiones a través del ejército de hombres-hiena que les estaban buscando en aquellos instantes. 

El pixi fue testigo de la temeridad de ambos, pues pese a que había innumerables patrullas de gnolls peinando la zona, ambos decidieron seguir adelante y agazapados en la maleza, se volvieron prácticamente invisibles a ojos de las híbridas criaturas.

Glÿn siguió a ambos volando a cierta distancia sobre sus cabezas y fue testigo como de forma magistral atravesaron el terreno llegando hasta la muralla y dieron una batida a su alrededor sin encontrar fisuras en la misma. 

No obstante, el mediano regordete se detuvo a hablar con la cornuda y señaló una zona en la que había un desnivel a unos cien metros de la parte trasera de la muralla del templo. Los dos se encaminaron en dicha dirección mientras  el pixi volaba sobre sus cabezas. 

Localizaron entonces lo que parecía ser un manantial y descendieron por un pequeño desnivel. Ambos se quedaron unos instantes examinando en lugar.

La zona del manantial era realmente bella y no podían creer que un lugar como aquel estuviera tan cerca del horrible templo. Hasta un zorrillo se permitió el lujo de acercarse al manantial para beber algo de agua fresca y al ver llegar a las dos figuras bípedas, que no obstante se arrastraban como culebras, salió corriendo a toda prisa. 

Hablaron unos instantes y finalmente Himmble pasó por debajo de la cascada desapareciendo de la vista de Glÿn, para volver a salir a los pocos segundos. Tiefling y mediano volvieron a hablar y finalmente los dos pasaron al otro lado de la cascada. 

Glÿnmaer se pensó entonces si seguirlos, pero ver una zona elevada a través de la que podía pasar sin mojarse, accedió al interior de lo que parecía ser una caverna natural bastante angosta y con un techo que si bien quedaba lejos de la cabeza de Himmble, algunos salientes si que golpearían con facilidad la de la tiefling. 

Lerissa avanzaba esta vez en cabeza seguido por el mediano y Glÿn a corta distancia. La tiefling contó algo más de ciento veinte pasos hasta que llegaron hasta una pared con una escalera de mano que ascendía unos cuatro metros hasta lo que parecía ser una trampilla que debía dar acceso a algún complejo. 

- Si este túnel no conduce al templo, dejo que me cortes una mano. - Le dijo el mediano a su peculiar y cornuda amiga.

- ¿Y qué haría yo con tu mano, colgármela del cuello? - Respondió la tiefling, preparándose para escalar hacia la trampilla.

Crodos se había dispuesto a abandonar el refugio con resolución total, pero claro, se le ocurrió que dejaría sola a Akta. Así pues, se quitó el yelmo y se acomodó en aquel refugio de artificio.

Y allí se hallaba, recostado en aquella pared ni dura ni blanda, cuando la sacerdotisa se acercó a él a susurrar palabras en su oído. Tan cerca que sus labios rozaron su oreja, su vello se erizó y a su mente acudió el recuerdo de una sanación a la luz de las velas. Soltó el aire muy despacio. El estúpido de Lasar seguro que intervendría con alguna osada ocurrencia. En su lugar parecía estar ese duendecillo parlanchín. Quizás también supiera cantar.

El paladín asintió y se apartó ligeramente de la mujer. No mucho, sólo lo justo como para dejar de oler de tan cerca el sugerente aroma de la sacerdotisa -que tras días de viaje olía a mujer, a metal engrasado y a polvo del camino- y poder recuperar la templanza y alejar los deseos impuros.

— De acuerdo, Glynmaer. Confío en que velarás por Lerissa. En el fondo... quizás un poco muy en el fondo, tiene un corazón noble. Marchad, ahora debo cumplir mis oraciones con Seyran.

Se acomodó de rodillas con un sonido metálico, agachó la cabeza y cerró los ojos, tratando de alejar a Akta y acercarse a su dios. Ella tenía razón. Seyran, en su infinita benevolencia, le permitiría saber si el mal había anidado en el corazón de sus nuevos aliados, y así podrían verse prevenidos y actuar en consecuencia.

Larissa fue la primera en subir por aquella maltrecha escalera llena de polvo y guano de murciélago. Por suerte, todavía parecía conservar cierta consistencia y no parecía que fuera a desmoronarse. Una vez junto a la trampilla que no era más que una losa de piedra, se detuvo a escuchar del otro lado. 

Pudo escuchar con claridad como alguien se movía ahí arriba. Se trataba de más de un individuo y estaban hablando entre ellos de forma tranquila, pese a lo gutural que resultaba aquel idioma a sus oídos. Mover la losa y abrir la trampilla no parecía ser un problema en si mismo, pero lo que pudieran encontrar del otro lado, quizás sí.

Pero no era ese el único sonido que escuchó la tiefling. También pudo percibir bastante claramente que Himmble y ella no estaban solos. Pues pudo percibir un rápido aleteo que inmediatamente relacionó con el extraño y parlanchín insecto que acababa de conocer.

Lerissa subió por la maltrecha escalera de mano, la cual estaba llena de polvo y guano de murciélago. Por suerte, todavía parecía conservar cierta consistencia y no parecía que fuera a desmoronarse. Una vez junto a la trampilla que no era más que una losa de piedra, se detuvo a escuchar del otro lado. 

La escalera era bastante consistente como para permitirnos a ambos subir sin muchos problemas. Eso sí, parecía no haberse utilizado en mucho tiempo, lo cual no era precisamente malo. Significaba que quizás muy pocos supiesen de su existencia y que la entrada a la que diese, no estaría protegida.

Cuando llegué a la trampilla, me detuve y le hice un gesto al medio para que guardase silencio. Había alguien arriba, más de uno, pues estaban hablando.

Y antes de que pudiera decidir lo que hacer, oí también algo que me costó identificar pero que tras unos momentos, logré hacer.  No sabía a santo de qué había venido hasta allí, por qué nos había seguido y cómo, sin que nos diésemos cuenta.

-¿Qué haces aquí? ¿Te aburrías en el lugar de descanso? ¿Has venido para hacernos compañía o piensas sernos de utilidad? -le susurré.

Con la tranquilidad que me da el saberme invisible a los ojos de mis enemigos (y de mis aliados también), sigo a Questin y a su amiguita cornuda y me quedo maravillado por el modo en que ambos son capaces de sortear las patrullas de hombres-hiena que merodean por la zona. Algo que me tranquiliza, porque difícilmente podría yo hacer nada por salvarlos si cayesen en una emboscada.

Por lo visto, la adrenalina que ambos liberan durante su peligrosa incursión les obliga a buscar algo de intimidad mutua en una arboleda cercana para cortejarse. La escena se pinta en mi cabeza como algo repulsivo y fascinante a la vez y me resisto a perdérmela, de modo que los sigo desde una distancia prudencial hasta que me conducen hasta un idílico escenario.

El lugar es tan bonito que durante un instante me planteo la posibilidad quedarme a vivir en él, mandando al infierno a mi príncipe verdinal y dejando que el mundo se consuma entre lenguas de fuego. ¡Qué maravilloso sería ser el amo de este enclave paradisíaco!

Sin embargo, no tengo mucho tiempo para fantasear antes de que la adorable pareja desaparezca al otro lado de la cascada, obligándome a seguirlos para ser testigo de su cortejo salvaje. Para mi decepción, lo que descubro al otro lado no son sus cuerpos contrahechos, sudorosos y desnudos frotándose el uno contra la otra, sino una caverna que por lo visto lleva de regreso al templo de los gnolls.

Siento la tentación de aparecerme delante de ellos y darles un susto de muerte, pero todavía conservo la esperanza de poder hacerlo mientras los dos están copulando, así que opto por esperar un poco más y dejar que el amor que flota en el ambiente (o quizá sea el olor a mierda de murciélago) haga su magia.

Desde su posición elevada en la escalera de mano, la tiefling se detiene aparentemente a escuchar algo y es entonces cuando sonríe y abre su boca para dirigirse a ¿él?

- ¿Qué haces aquí? ¿Te aburrías en el lugar de descanso? ¿Has venido para hacernos compañía o piensas sernos de utilidad? - te susurra.

—Pienso ser de utilidad, por supuesto —respondo a mi vez en un susurro, apareciéndome y realizando una teatral reverencia—. Aunque mi compañía también es un lujo muy cotizado. ¿Se escucha algo ahí arriba o podemos subir a echar un vistazo a lo que hay al otro lado de esa trampilla?

-Se escucha algo. Sin duda hay dos guardias al menos sobre o cerca de la trampilla. Así que supongo que tendremos que esperar -le respondo al insecto, que parecía ir sobrado de personalidad.

No sabía si su presencia estaba cotizada a o no, pero por el momento, lo único que había visto de él era que zumbaba como una mosca en el oído. Pero si decía que podía ser de utilidad, quizás lo fuese realmente.

- Si se oyen voces puede que estemos en el sitio correcto. - Comentó el mediano. - ¿Crees que pueden ser los hombres-hiena? - Preguntó interesado.

Himmble trató de pegar la oreja lo más posible al techo, pero sin escalar hasta el techo y con su escasa estatura no logró oír nada. 

- Deberíamos regresar e informar al resto. - Decretó finalmente.

Uno a uno fueron saliendo de aquel espacio creado por Redrick, al parecer la estaban impacientes y querían investigar alquel templo pero, Krath-Tk se encontraba herido y si en parte había accedido a colaborar era porque los recién llegados le iban a curar, de otra forma hubiese esperado a fuera  ya que él no necesitaba dormir.

- ¿No iban a ckurarnos? - sentencia a ver qué pasa el tiempo y no lo hacen, suponiendo que los que podrían hacerlo serían aquellos dos mamíferos que se estaban cortejando.

Vi como Crodos se alejaba de mí lo  justo para ponerse con sus rezos e hice lo propio. Desde que empecé a convivir con Mitil sentía que me había alejado algo de Seyran y este viaje me estaba sirviendo para volver a su lado. No había más que empezado con ellos, cuando la cucaracha humanoide habló.

Abrío los ojos y lo miré, tratando de no mostrar repugnancia puesto que si los insectos ya daban asco en sus versiones pequeñas, ampliadas eran más repelentes y terroríficos. - ¿No ibas a dormir o lo que fueses a hacer en ese rincón? - Le pregunté con el mismo tono de voz. - Además, yo no curo. Formo parte de la Ley, la Guerra y la Destrucción.

Dejé de usar los conjuros de curación cuando se empezaron a reír de mí por curarme raspones usándolos cuando aún era una cría. En ese momento me aparte del sendero de la sanación. Además, lo que estaba roto en mí no tenía cura o eso creía, pero Mitil me sanó en cuerpo y alma. Algo que creí que era imposible que pasase.

- Y si los heridos comienzan a irse por ahí a que les rematen, tampoco es que sea asunto mío. - Añadí por el mediano y su amiga polilla pelotera. - No cuando tienen un lugar tranquilo donde estar y descansar.

Crodos frunció el ceño en una arruga cada vez más profunda observando fijamente al insecto gigante.

— Redrick, perdonad que os distraiga de vuestra lectura. Si necesitáis curación, yo puedo procurárosla. — dijo al mago sin dejar de mirar al thri-kreen. Luego se dirigió a éste, poniéndose en pie y alzando el mentón. — Kraft, o cualquiera que sea tu nombre, también estoy dispuesto a sanar las heridas que tienes. Pero has de saber que sólo lo hago en aras de un bien mayor, no creas que no percibo tu aura de maldad. — dijo dejando entrever cierto desprecio — Sin embargo... Seyran nos enseña a que toda noche es seguida por la luz del Sol, y que todo mal puede tener su parte de luz. Lucha honorablemente en la próxima batalla y tal vez confíe en tu salvación. Pero trata de dañar a cualquiera de mi grupo o a alguien inocente y ten por seguro que afrontarás la ira del Dios Solar, pues Él es quien mueve mi brazo... y mi espada.

Al ver que el mediano se acercaba para pegar la oreja y oír algo, yo le imité. No contaba con percibir algo que nos ayudase, pero si no lo intentaba, nunca lo sabría. Desde luego, tal y como dijo, la presencia de guardias o quien quiera que estuviese arriba significaba que debíamos haber llegado. Pero subir iba a resultar complicado sin tener una visión del interior. Tarde o temprano habría que arriesgarse.

-Bueno, si él ha llegado hasta aquí, dije señalando al insecto, puede regresar y advertir a los otros. De esa manera, no nos arriesgaremos más de lo necesario -indiqué. Después de todo, volver podía ser tan peligroso ahora como antes llegar hasta aquí y ya que lo habíamos conseguido, ¿para qué jugársela?