Partida Rol por web

El cielo estaba espectacular aquella noche, donde aún con algo de luz, se veía perfectamente la vía lactea y no había rastro de la luna llena que asomaría por el cielo. Todo estaba en paz. Jesse le había llevado la comida a Noah y Curtis había hecho lo propio con Emma. A un lado se amontonaban los pedazos de pan duro y las frutas o frutos secos que acabarían siendo el alimento de esa noche para los caballos.

Las infusiones de Kane salieron perfectas. Pronto él y Noah dejarían de sentir dolor. De hecho, Kane le ofreció a Emma una taza por si seguía con dolores que se la tomase antes de darle la que la haría dormir. Jesse por su parte, le dio un buen trago a la suya. Aún no se le había pasado el susto del interior de la cabaña, cuando pensó en Will aquel segundo.

Los caballos comenzaron acercarse al grupo al olor de la comida. Tenían hambre y Ojo Tuerno comenzó a darle a Marvin empujones con la cabeza para que le hiciese caso y le diese algo de aquello que olía tan bien por allí y que le calmase el apetito.

El cielo estaba espectacular aquella noche, donde aún con algo de luz, se veía perfectamente la vía lactea y no había rastro de la luna llena que asomaría por el cielo. Todo estaba en paz. La luz de la fogata cada vez estaba más cercana y las preguntas sobre quienes estarían allí y como seríais recibidos en la noche se repetían en vuestra cabeza.

Según os acercábais, pudisteis vislumbar en la lejanía que aquella fogata iluminaba una especie de edificio, pero no llegabais a ver nada más. De tener una cabaña allí, fuese quien fuese el que estuviese en su interior podría parapetarse dentro y estariais en clara desventaja. Aquello no era bueno, pero tampoco es que tuvieseis muchas más opciones.

- Se que habíamos dicho que mejor sería anunciar nuestra llegada, pero creo que antes deberíamos comprobar a dónde estamos yendo... - Comentó William. 

Acto seguido, todo lo sigilosamente que pudo, comenzó a comprobar el camino. Quería buscar huellas de la carreta para cerciorarse de que iban en la dirección correcta. También buscaba otro tipo de rastros o pisadas, que pudiera dar un poco de luz acerca de quien se encontraba en aquel campamento. Cualquier información seria bienvenida a la hora de afrontar el reencuentro, si es que se producía y  no habían llegado ante cualquier otro tipo de grupo.

Asintió; algo le daba mala espina... dejar una fogata fuera de una casa... era raro, dadas las circunstancias; podría atraer a alguien no deseado... Teniendo una casa, dejar una fogata fuera era algo que no le parecía normal.

Comprobó su arma, y procedió a comprobar sus armas, echando mano al rifle, llevando a su montura de la brida; si tenía que echar cuerpo a tierra, prefería hacerlo estando ya pie a tierra, que desde lo alto del jaco, el hostión podía ser bonito.

-Habría que echar un vistazo, de todos modos, alrededor de la cabaña esa, casa, o lo que sea, que desde aquí no se ve bien; si tienen caballos, tendremos que poder verlos, igual que la diligencia. Si quieres, quédate tu aquí vigilando lo que puedas de la puerta delantera, y cuida de los caballos. Yo daré un rodeo alrededor, y vuelvo aquí para contarte; cuando esté cerca, haré el sonido del buho para que no me pegues un tiro

... hizo su versión del sonido del buho, bajito, pero audible para Will, para que supiese lo que cabría esperar.

- Yo me encargo de las monturas. - Le dijo a su compañero de viaje mientras descabalaba.

Entonces agarró las riendas de Zorro y también las del caballo sin nombre del mejicano. Desde luego que era relamente extraña la situación en la que estaban. Habiendo un edificio en el que refugiarse, dejar una fogata fuera que podía llenar la atención de bandidos o de los muertos vivos no era para nada normal. 

- Suerte amigo... - Le dijo a su compañero asintiendo con la cabeza.

Cuando Emma puso mi mano sobre su pecho la miré a los ojos. «No me hagas esto. No podemos hacer nada y me enciendes con solo mirarme.» La confesé en silencio y tras eso pude ponerla aquella inyección. Si hubiese podido se la hubiera evitado, pero la necesitaba.

Tras la cena y el reparto de infusiones, comenzé a acusar en su cuerpo el cansancio del viaje y de estar toda la tarde ocupado haciendo cosas. Le dí de comer a los caballos lo que sacamos de las raciones de viaje y luego miré a Emma a los ojos y la sonreí. - Voy a prepararnos la cama. Tú tómate eso. Dormirás del tirón. - Le dije a la mujer mientras cogía los sacos de dormir y los colocaba en el interior de la cabaña. Había poca luz, así pues me ayudé con un farolillo de aceite para iluminar el lugar.

Cuando tuvo todo listo miré a Jesse a mi regreso. - Vosotros dos deberíais ir a dormir también... No pienso regalaros ni un minuto de mi guardia. - Bromeé con ello. - Ya es tarde y necesitamos descansar todos... menos Marvin... Dos horas y me despiertas. - Le dije al hombre.

Tras mis palabras, me puse en cuclillas junto a Emma y la cogí en mis brazos y la sonreí. Me dolía el hombro, pero la sentía ligera como una pluma en ese momento. Con cuidado de no hacernos daño, la llevé al interior de la cabaña y la recosté en el saco de dormir. Restiré sus botas y la ayudé a meterse en el saco con cuidado. «Voy a por tu rifle.»

Instantes después volvía con su arma en mis manos y la colocaba a su lado, para recostarme yo en el otro. Me retiré las botas, dejando ver aquellos tomates en mis calcetines y me quité el cinturón con el revólver, el cual dejé a mano. Sabía que haría calor allí dentro, así que me quité la ya sucia camisa y la dejé junto a mi sombrero y me recosté junto a Emma, a quien abracé acomodándola a mi cuerpo.

Solo había silencio entre ambos, su idioma y el que tendría que ser el mío en el futuro. Tendría que aprender a entenderme con ella con una mirada, con un gesto y eso hacía todo aquello más excitante e incluso divertido. Porque la complicidad era algo que era difícil de encontrar y creía que con ella existía y esperaba que hubiese más y más según pasase el tiempo.

Jesse asintió con la cabeza a las palabras de Curtis. La noche se había cerrado sobre sus cabezas y era hora de descansar. Los sacos de Noah y de ella estaban ya listos en la cabaña, así que solo tuvo que ayudar al ciego a levantarse.

- Ten buena guardia Marvin. Y ya sabes, si pasa algo, grita. Al menos dos saldremos a ayudarte... y a Noah le voy a quitar las armas ahora mismo. - Dijo la mujer dejando claro que el hombre quedaría desarmado esa noche.

No quería más sustos.

Ayudó a Noah a entrar en la cabaña y tal y como hizo Curtis con Emma, ella ayudó a Noah a tumbarse en el saco de dormir, solo que dejó que el hombre se quitase las botas, el cinturón, el sombrero y lo que dispusiese mientras ella le miraba en silencio.

Luego acercó su saco al de Noah y lo pegó al suyo.  - Otra noche juntos. - Le susurró y esperó a que se quedase tumbado para recostarse sobre él y pronto sintió como el corazón de Noah se aceleraba y Jesse cerró los ojos sonriente. - Que descanses.

Y con eso, se quedó recostada sobre el cuerpo del vaquero y se fue quedando dormida poco a poco.

Con todos acostados y a punto de dormirse, Marvin se quedó solo con los caballos a su alrededor. La noche continuaba iluminada solamente por las estrellas y la luna no parecía querer salir. Pronto el silencio se apoderó del lugar y salvo algún relincho de los caballos, no se oía nada más.

El aire no soplaba y el calor junto a la hoguera era demasiado, pero había que tenerla encendida para ahuyentar a los coyotes y tener algo de luz. Además, dos horas no eran tanto tiempo, no para alguien que había tenido que hacer guardias de cuatro horas o más cuando se dedicaba al pillaje.

Aunque de eso ya había pasado mucho tiempo y Marvin ahora se consideraba un hombre decente.

Las marcas del suelo eran sin duda de la diligencia y poco a poco os acercásteis al lugar hasta que Santana determinó que exploraría el solo. William no puso pegas y se quedó junto con los caballos, mientras que el mexicano se perdía en la oscuridad de la noche. Pero todo indicaba que eran Marvin y los demás los que estaban allí acampados... salvo que pasaran de largo aquel lugar y simplemente hubiesen pasado por allí, puesto que aquellas marcas de ruedas, llevaban horas en la tierra. Se notaban porque en algún momento sopló algo de aire y las dejó a medio cubrir y ahora mismo no había ni la más mínima brisa en el lugar. Así pues, lo único que tenían claro era que habían pasado por allí seguro...

— Sí, señor Kane. Dos horas. — respondió Marvin a Kane antes de que se fuera a dormir, ya con todos sus preparos y vicios para pasar el rato de guardia.

Estaba confiado. Tenía sentidos de lince, y aguantaba despierto todo lo que le echaran encima. Apartó el morro de Ojomuerto, que estaba intentando quitarle el trozo de pan duro que se estaba comiendo.

— Echa para allá, muchacho. — le dijo al animal — Ahí tienes comida de sobra, ¿por qué demonios tienes que comerte siempre lo que yo estoy comiendo, eh? — Pero el caballo insistía, y al final Marvin acabó dándole una parte de lo suyo. — Whisky no te pienso dar otra vez, ¿hmm? Aún recuerdo aquel día que... — estuvo a punto de empezar a contar una historia, pero no había nadie despierto que la escuchara. — Bueno, tú ya te la sabes...

Marvin bostezó, y se quedó mirando al fuego con expresión bobalicona, Winchester en el regazo. Se quedó así un tiempo indefinido, sin pensar en nada. Tenía cierta facilidad para desconectar su cerebro en algunos momentos.

- Si son ellos, será mejor que hables tú. - Le susurró a Santana antes de que se marchara. 

Lo cierto era que ahora que estaba casi seguro de que al fin habían encontrado al grupo, estaba más nervioso que nunca. No sabía como iban a reaccionar al verle, pero bien seguro que no, por lo que quizás, lo mejor sería simplemente evitar abrir la boca y que fuera el mejicano quien hiciera de intermediario y pusiera algo de paz.

- ¡No se que cojones hago aquí! - Se dijo a si mismo. - ¿Quién me manda a mi seguir a aquellos a los que no caigo bien? Ésto va a acabar bien mal, Will... bien mal.

Con la caída del sol, todo parecía diferente, más silencioso y solitario, a la vez que misterioso. La noche siempre había sido para mí el momento en el que más trabajo tenía y cuando la realidad era más patente. Vaqueros, pistoleros y simples hombres ilustres y dignos durante el día, se transformaban en asquerosas alimañas por la noche, dando rienda suelta a sus instintos, que no por ello los hacía peores individuos, sino porque se creían con el derecho divino de usarnos para satisfacerlos, traicionando su verdadera forma de ser el resto del tiempo.

Yo no creía que fuésemos simples objetos de follar y tirar, sino cortinas que les permitían continuar ocultos con sus mujeres y sus trabajos diarios, después de liberar la tensión y el hambre de sensaciones que había ido acumulándose durante días, semanas o años.

Era el momento de las palizas, los empujones contra la pared, el olvido de nuestra dignidad, algo a lo que al parecer, no teníamos derecho, a cambio de unos pocos dólares.

Pero en aquel lugar, y con Curtis, todo había cambiado. Las estrellas en el cielo iluminaban un sitio diferente y un ambiente completamente distinto. Aquí no le debía nada a nadie y era yo misma, sin tener que venderme o ser forzada de cualquier manera. Y sobre todo, tenía a mi propio hombre que me cuidaba, no porque tuviera que hacerlo, sino porque lo deseaba, porque me quería.

Me tomé la infusión con tranquilidad, dejando que el calor me ayudara a calmar los dolores que aún tenía, sabiendo que Curtis sentía dolor por otras cosas, como por no poder estar conmigo, no poder aliviar más mi dolor o ponerse en peligro. Me daba órdenes sin dármelas, porque sabía que me cuidaba como algo valioso, no para colocarme en un estante, sino para darme, y darse a sí mismo, la oportunidad de volver a vivir.

Cuando me dijo que dormiría del tirón, ladeé la cabeza, algo disconforme con ello, pero sabiendo que tendría que acceder, sobre todo si deseaba resultar útil cuando empezaran los problemas de verdad. Cuando unos momentos más tarde, Curtis se acercó y se agachó para abrazarme y cogerme, me dejé llevar, pasando mis brazos alrededor de su cuello y hundiendo mi rostro junto al suyo.

A pesar de la aspereza de su piel y la falta de afeitado, lo único que percibía era el cariño que sentía por mí, y yo por él, y eso era más que suficiente para justificar todo lo que me sucediese, con tal de intentar estar juntos. Me gustaba que cargase conmigo y me mimase, quizás porque jamás nadie lo había hecho antes o porque teniendo en cuenta lo que era, o más bien, lo que había sido, no esperaba que algo así me sucediese. Incluso algo tan sencillo como cubrirme para que no pasara frío, quitarme las botas o mirarme con aquellos ojos melancólicos, creaba en mí la certeza de lo maravilloso que había sido encontrarle. 

Por todo ello, cuando se echó a mi lado, mi beso fue simplemente un contacto entre mis labios y su mejilla, pero en ellos había más amor y pasión de lo que jamás había habido cualquier noche, con cualquier otro hombre. Él era, y sería siempre, el único.

El silencio del exterior solo era interrumpido por algún relincho de los caballos, el crepitar de las llamas o la voz del propio Marvin hablando con Ojo tuerto. La buena compañía, el cansancio del día y el calor, hicieron que poco a poco todos cayesen dormidos como si de un embrujo se tratase.

Quizás el último en quedarse dormido, preocupado por Emma y porque Marvin no se durmiese, fue Kane, pero conforme el dolor de su brazo se iba mitigando, el sueño se lo llevó con él y quedó dormido junto a su amada.

Tras la marcha de Santana todo fue silencio. Solo la respiración de ambos caballos y sus relinchos, los cuales sin duda estaban causados por el cansancio, eran todo lo que Will oía a su alrededor.

No tardó en perder de vista a Santanta y desde aquella distancia le resultaba incapaz de discernir nada que no fuese la luz de la hoguera o lo que parecía una casa a su lado.

Al menos William sabía que los demás habían pasado por allí aunque por dentro sintiese que todo era un error y que quizás debió marcharse a otro lado. La pregunta era, ¿a dónde ir? Su familia estaba en Tombstone y no podía volver ni dejarles allí... a fin de cuentas les quería.

Santana se movía con soltura por la oscuridad, llegó a la cabaña, la cual comprobó que era de madera, pero en su interior reinaba la más absoluta oscuridad, así pues, salvo varios bultos, no pudo ver gran cosa. Siguió avanzando por un lateral de la pared, amparado en las sombras y asomó la cabeza. Allí vio una diligencia, la hoguera y a un hombre de espaldas, que no tardó en girarse con su rifle y apuntarle a la cabeza. Con la hoguera a su espalda se le hacía imposible determinar quien era quien estaba frente a él, pero estaba claro que le había descubierto.

Marvin contemplaba el fuego cuando una sombra le alertó. Agudizó su oído y con un rápido giro, apuntó directo a la cabeza de la sombra que le acechaba en la oscuridad. No sabía quien era quien se ocultaba en ella, pero estaba claro que alguien que iba ocultándose en las sombras y que tenía intención de atacar por la espalda no era de fiar.

La propia oscuridad del lugar y la sombra que proyectaba Marvin sobre la figura le imposibilitaban ver a quien apuntaba, pero sin duda era su cabeza lo que estaba en el punto de mira de su rifle.

Los escasos instantes que había tardado en girarse y apuntar con su Winchester pasaban a cámara lenta en su cabeza. El dedo sobre el gatillo, a punto de apretarlo. Su mente, lenta y torpe para muchas cosas, era especialmente rápida en cuanto se trataba de disparar y matar. Estaba tenso como una puta cuerda a punto de romperse. Alguien que se acercaba por la espalda, de noche, en silencio y sin luz no podía tramar nada jodidamente bueno.

Por todos los putos diablos.

— ¡QUIETO AHÍ, DESGRACIADO HIJO DE LA GRAN PUTA! — vociferó todo lo que pudo sin bajar el rifle — ¡COMO MUEVAS UN MALDITO DEDO TE VUELO LA PUTA CABEZA! — lógicamente no le veía los dedos, pero esperaba que el mensaje se entendiese. Y por supuesto, ante el más mínimo movimiento cumpliría su promesa, desparramando los sesos de alguien por el desierto ese de un tiro.

— ¡QUIETO AHÍ, DESGRACIADO HIJO DE LA GRAN PUTA! — vociferó todo lo que pudo sin bajar el rifle — ¡COMO MUEVAS UN MALDITO DEDO TE VUELO LA PUTA CABEZA! — lógicamente no le veía los dedos, pero esperaba que el mensaje se entendiese. Y por supuesto, ante el más mínimo movimiento cumpliría su promesa, desparramando los sesos de alguien por el desierto ese de un tiro.

La voz... era inconfundible. Delante tuya estaba Marvin.

No se adelantaría y trataría de no ponerse nervioso. Confiaba en Santana y esperaba que su intervención con sus antiguos compañeros de grupo sirviera para relajar los ánimos al saber que estaba de nuevo allí. No quería ser recibido a balazos, cuchilladas o similar y quizás lo más prudente era actuar como lo habían hecho. Al fin y al cabo, cuando estuviera entregado el mensaje que tenían para ellos, salir de allí sería lo más prudente. 

- Bueno Zorro... - Acarició el morro de su fiel caballo rojo. - A ver que pasa ahora. - Resopló. - Esperemos que Jesse no quiera matarme. Al final fue ella la que se puso como una loca... - Negó con la cabeza. - Aún no puedo entender porqué diantre se puso como se puso. Que pena Zorro, que pena...