Jueves 6 de Marzo, 1924
Un nuevo día despierta junto a ti, la noche anterior fue tu día libre, por lo que te sientes llena de energía.
Cuando decides levantarte de la cama, ves sobre la mesa donde sueles comer un papel que dice lo siguiente:
"Sophie, he salido a una entrevista. Ayer me olvidé de comentarte que he contactado con un hombre que podría ayudarme a montar la tienda de la que siempre te hablo. Volveré por la tarde"
Sobre la carta, hay 2$
Me levanto y camino hacia la cocina con mi habitual contoneo. Ya se ha vuelto tan acostumbrado por las noches que es como cuando uno se sube en un barco: no se lo puede quitar de encima. Veo la nota de mi hermana y tras leerla la arrugo despistadamente mientras oteo por si ha dejado algo preparado y con la mano libre cojo los 2$ y me los guardo.
Lucia siempre soñadora... si nos quedamos sin el acto doble, ¿qué voy a hacer yo? Aunque, por otro lado... que ella tenga una tienda puede significar que me mantenga, ¿no?
Suspiro y vuelvo a la habitación en busca de algún cigarrillo del paquete que me pagó el último cliente amable de la noche y tras encontrarlo lo agarro entre mis labios para devolver mis pasos a la cocina. Usando una cerilla me enciendo el pitillo y me quedo mirando por la ventana, pensando en qué demonios haré para desayunar.
¿Hay algo para desayunar que haya hecho mi hermana?
Cuando buscas algo de desayunar, ves la despensa algo vacía y nada hecho de comer. Claro, estamos a principios de mes y aún no habéis hecho la compra.
Al mirar por la ventana, ves a la gente pasar, todos parecen tener algún destino. Frente a tu edificio, ves el bar de los hermanos García, unos inmigrantes con aires de gángster. Uno de ellos, el mayor, parece un luchador de boxeo, musculado y no muy inteligente. El otro dirías que es más listo, pues siempre anda escribiendo algo o leyendo. Éste último, al que apodan "rata" por su afición a los libros, siempre que te ve por la calle te saluda.
¿Quién sabe? Tal vez podrías camelartelo para comer algo gratis. Por otro lado, quien sabe a que hora llegará realmente tu hermana.
Sacudo la cabeza y parpadeo un par de veces tras haber forzado la vista para poder ver algo.
Maldita sea... necesito esas gafas, pero estaría horrorosa con ellas.
Algo entre un suspiro y un gruñido de fastidio se me escapa y apago el cigarrillo con cuidado para poder reutilizarlo ahora al bajar. Me visto con algo cómodo que deje ver mi escote generosamente y me acicalo un poco, lo justo para intentar levantársela a Rata sin que me vea la cara de recién despertada.
Un vez hecho, me vuelvo a encender el pitillo. Eso les encanta, una mujer atrevida que se ría de las convenciones, una que suscite las habladurías. Peligrosa, pero irresistible. Cojo las llaves y bajo la escalera. Cuando llego a la calle, me paro delante del portal fumando con parsimonia, buscando al más intelectual de los hermanos con la mirada.
No necesitas buscar mucho para ver al chico, se encuentra junto a la puerta, sentado en una de las tres mesitas que hay frente al bar. Como no, tiene una taza de lo que supones café sobre la mesa, y un libro entre las manos.
Por lo que puedes observar, parece que el bar está vacío. También es normal, la gente ya ha desayunado y está trabajando.
Siento el retraso, he estado muy muy ocupado.
Me acerco a él con pasos tranquilos, contoneándome un poco. Está tan absorto que no sé si levantará la cabeza para mirarme, pero por si acaso lo hace, más vale ir ganando terreno. Cuando llego a su altura, tiro el cigarrillo a la carretera. Una pérdida sustancial, pero que podré recuperar sin demasiados problemas.
—Buenos días... —le digo con mi voz algo ronca—. ¿Una lectura interesante?