Ulfura contempló la abominación surgida de la nada. Se preguntó que era o de dónde venía. No encontró respuestas. Solo parecía surgir de algún lugar indefinido. Como un trasunto que camina entre mundos conectados de alguna forma. La mujer saltó hacia atrás. Fue puro instinto. No llevaba arco ni armas arrojadizas. No iba a bregar con aquel ser en el cuerpo a cuerpo si no era imprescindible. Así que se quedó en la entrada de la sala. El túnel era estrecho. Casi un pasadizo. Fácil de defender. Era el mejor sitio para defenderse contra un oponente de ese tamaño.
Desde allí vio como Ronan disparaba con su arco al cautivo. Esperó que aquello solucionara el problema de una forma u otra.
Motivo: Iniciativa
Tirada: 1d20
Dificultad: 11-
Resultado: 10 (Exito) [10]
Los exploradores estaban en estado de alerta máxima, con los sentidos agudizados y las armas preparadas. Malakar retrocedió ligeramente, empuñando su arma, mientras observaba con cautela la aberración que emergía sobre sus cabezas. La realidad había sido pervertida hasta el punto de ser incapaz de negar la existencia de aquella araña, proveniente del reino de las pesadillas en sus dominios.
El decadente preguntó al aire si esta criatura era la mascota del alquimista, pero las respuestas eran inciertas en ese momento. Ronan, por su parte, actuó con una velocidad asombrosa, su experiencia como cazador le dio una ventaja crucial. Tensó su arco y disparó una saeta directamente al pecho del prisionero que yacía en el suelo, atravesando su corazón en un gesto de misericordia. El prisionero emitió un único quejido antes de sucumbir, dejando que un hilillo de saliva negra como el alquitrán gotease sobre su pecho y ropas sucias.
La criatura infernal emitió un estertor horrible, como el coro de una decena de bebés moribundos, mientras caía sobre el lugar en el que antes estaban situados, pero los tres lograron apartarse a tiempo, retrocediendo hacia el pasillo estrecho, del que llegaba el humo del laboratorio, y a la salida posterior.
Cuando la criatura tocó el suelo con las ocho cuchillas de los extremos de sus patas emitiendo sendos chirridos dolorosos al tímpano, antes de comenzar a desintegrarse en humo negro y denso. Se desvaneció en el aire en pocos segundos, como si nunca hubiera estado allí, peor todos la recordarían, tanto por su espeluznante aspecto como por la amenaza aterradora que por unos instantes pareció ser.
Debían salir de allí cuanto antes o corrían el peligro de verse ahogados por el humo que les pisaba los talones.
Haced una tirada de Constitución (Malakar tiene 9, Ronan 10 y Ulfura 9) para ver si la humareda de la desintegración de la araña sumada a la del laboratorio en llamas no os afecta... Imagino que iréis corriendo por la salida al exterior.
MALAKAR, no tiras con desventaja todavía, peor por haber sacado un 1 en tu dado de Condena al usar el hechizo con el gólem, ese dado ha bajado de d6 a d4, la próxima vez que tengas que tirar ese dado, si sacas un 1 o un 2, si que pasarás a hacer TODAS las tiradas con desventaja.
Motivo: Constitucion
Tirada: 1d20
Dificultad: 9-
Resultado: 12 (Fracaso) [12]
En el mismo momento en que la flecha salió de su arco, seguro de su destino, Ronan retrocedió hasta la puerta, a tiempo de ver al desdichado rehén del alquimista exhalar su último suspiro. Miró entonces hacia la pesadilla que iba tomando forma frente a ellos justo cuando se precipitaba para alcanzarlos con las negras guadañas de sus afiladas patas. Con un salto atrás consiguieron esquivarla para ver como, con un lamento chirriante que pareció perforarles los oídos, la aberración se deshacía en una oscura y densa nube.
Sorprendido, no pudo evitar inhalar algo de aquel humor enfermizo que se mezclaba ya con el humo del incendio que se había expandido por el laboratorio de Hannon, comenzó a toser con la náusea en el estómago y se agachó intentando buscar una bocanada de aire limpio.
Motivo: CON
Tirada: 1d20
Dificultad: 10-
Resultado: 14 (Fracaso) [14]
Aquella criatura no les dejaría salir con vida de allí, pero al menos no tendrían que entablar combate o no. Malakar no sabía si era fruto de su imaginación y el ambiente del logo negro les había hecho que también sufrieran alucinaciones. Pero aquel horror era demasiado real, al menos para sus ojos. Aquella nube densa de muerte y veneno comenzó a flotar en la cueva del alquimista: no podrían quedarse allí si querían morir.
— ¡Vamos, atrás!
Motivo: Constitución
Tirada: 1d20
Dificultad: 9-
Resultado: 4 (Exito) [4]
MALAKAR, no tiras con desventaja todavía, peor por haber sacado un 1 en tu dado de Condena al usar el hechizo con el gólem, ese dado ha bajado de d6 a d4, la próxima vez que tengas que tirar ese dado, si sacas un 1 o un 2, si que pasarás a hacer TODAS las tiradas con desventaja.
¡Oído cocina!
Los exploradores habían logrado esquivar la aterradora criatura, hija de las más oscuras pesadillas, pero no estaban a salvo. La densa nube de humo negro que se desprendió de la criatura comenzó a llenar la celda, mezclándose con el humo del incendio que ardía en el laboratorio del alquimista.
Ronan, que había disparado la flecha que acabó con la vida del prisionero y su retoño de ocho patas, comenzó a toser violentamente mientras intentaba respirar, mientras avanzaba hacia la puerta. Sus ojos se nublaron, y sintió que la consciencia comenzaba a abandonarle.
Malakar, alerta y consciente de la gravedad de la situación, dio la voz de alarma. Gritó a sus compañeros que se retiraran, que debían salir de allí de inmediato. Mientras pronunciaba esas palabras, él mismo comenzó a retroceder rápidamente por el pasillo estrecho, buscando el aire fresco que les esperaba de cara a aquella salida al exterior.
Ulfura, que también había inhalado parte de los humos de la criatura, sintió un mareo repentino y una sensación de debilidad. Sus piernas vacilaron, y tuvo que apoyarse en la pared para mantenerse en pie. La oscuridad parecía cerrarse a su alrededor, y su visión se volvió borrosa.
La situación se volvía cada vez más crítica. Los exploradores estaban luchando por mantenerse conscientes antes de sucumbir al calor y humo del incendio, mientras los restos de la nube de la criatura se disipaban, incapaces de ser distinguidos del resto.
Ulfura, como creo que ya estaba en la puerta, tira 1d4, si sale 1, pierdes el conocimiento, de 2 a 4 consigues reponerte. Si te repones puedes hacer una acción.
Malakar la rebasas hasta el pasillo, peor has dejado a Ronan, inconsciente en la entrada de la celda. Tú dirás si haces algo más.
Ronan, puedes volver a tirar constitución para ver si te consigues reponer, si lo haces logras salir con tus compañeros, a rastras.
Al dejarse caer de rodillas, pues sus piernas apenas le sostenían, Ronan había logrado respirar algo del aire limpio que todavía circulaba por la parte baja del corredor, entrando desde la superficie en dirección opuesta al humo, lo suficiente para no perder del todo la consciencia y avanzar arrastrándose hasta el corredor.
Les habría podido costar la vida, de hecho todavía debían salir de aquel agujero, pero para Ronan había merecido la pena. Por fin tenía respuesta a alguna de sus preguntas y habían descubierto un arma terrible y poderosa, de la que Ulfura guardaba una bolsa entera de hojas en su mochila.
Motivo: CON
Tirada: 1d20
Dificultad: 10-
Resultado: 5 (Exito) [5]
A pesar de haberse mantenido fuera de la habitación, Ulfura no pudo evitar inhalar aquel humo tóxico. Intentó resistirse pero no pudo. Al poco rato, la mujer no calló desmayada al suelo
Motivo: Conocimiento
Tirada: 1d4
Resultado: 1 [1]
El hechicero confiaba en que sus compañeros también habían podido reaccionar a tiempo de aquel gas maldito que apestaba a muerte. Todo había pasado muy rápido, y el delgado y retorcido cuerpo de Malakar se movió como una sombre en aquella cueva del alquimista. Pero no todo fue como pensó que pasaría, y su rostro se tornó en preocupado cuando vio como sus compañeros se habían quedado atrás.
Malakar no dudó ni un momento en ir primero hacia Ronan, que poco a poco se recompuso así que lo dejó pasar hacia la salida. Pero Ulfura no corrió la misma suerte. Las ropas negras del hechicero se movían ondeantes de camino al cuerpo semiincosciente de su compañera.
La agarró como pudo y tiró de ella arrastrándola bajo las axilas. No tenía la fuerza de Ronan, no podría levantarla a peso, pero al menos podría sacarla de allí de la manera más urgente posible.
Si alguien quiere hacer los honores de tirar un 1d6 para una de esas tiradas oraculares que tanto nos gustan para ver cómo llegáis a refugio, se lo agradezco.
Motivo: Habla, Tiresias!
Tirada: 1d6
Resultado: 5 [5]
Los tres exploradores lucharon por mantenerse conscientes mientras avanzaban a través del estrecho pasadizo, que parecía llevarlos hacia el aire fresco del exterior. Ronan, arrastrándose y tosiendo, lideraba la marcha, seguido de cerca por Malakar, que llevaba a la inconsciente Ulfura en brazos.
El pasadizo era un conducto bajo, oscuro y angosto, con paredes de arcilla húmeda y suelo embarrado. Las telarañas colgaban de los rincones y las goteras lloraban a su alrededor, creando pequeños charcos a su paso. El aire allí dentro era húmedo y rancio, y el olor de las aguas estancadas se mezclaba con el de la tierra mojada y el encierro.
Ronan, con la experiencia de un cazador, mantenía un ritmo constante, deteniéndose ocasionalmente para recuperar el aliento y permitir que Malakar descansara. Cuando el hechicero necesitaba un respiro, Ronan también ayudaba a cargar a Ulfura, ya que era una mujer grande y no era tarea fácil llevarla por ese estrecho pasadizo, por el que la debían llevar de lado.
Volutas del humo del incendio corrían sobre sus cabezas, pero la luz del exterior se vislumbraba al final del pasadizo, una promesa de aire limpio y libertad, y los aventureros luchaban por llegar a ella antes de que la oscuridad y la inconsciencia los pudiese volver a alcanzar.
Ulfura terminó por recuperarse cuando ya llegaban al exterior, tomando pie y siguiendo por sí misma.
Aquellas tres almas perdidas, con esfuerzo y determinación, lograron finalmente llegar al exterior. Emergieron del pasadizo estrecho y oscuro para encontrarse frente al campo santo del pueblo. Era un lugar tan decadente como el resto del lugar, con tumbas descuidadas y cruces de madera deterioradas. La capilla cercana también mostraba signos de abandono y desolación.
Lápidas erosionadas y hierbas silvestres creciendo descontroladas entre las tumbas. El aire estaba lleno de un silencio inquietante, roto solo por el susurro del viento entre los árboles cercanos y el crepitar de las llamas, emitiendo su eco a través del pasadizo por el que habían salido.
Recuperándose poco a poco del efecto de los humos tóxicos, los exploradores tomaron consciencia de su entorno, pudiendo encontrar el camino que tomaran la noche anterior, tras las hogueras, hasta llegar a la casa que les había servido como refugio.
Algo no estaba bien. La puerta estaba destrozada y, con una sensación de inquietud, pudieron ver a su compañera, Arja, en el exterior.
La gladiadora tenía un brazo herido y su coraza estaba manchada de sangre, no toda parecía ser suya. La mujer se encontraba sentada en el suelo, recuperando el aliento y cosiéndose el antebrazo izquierdo de manera improvisada.
Arja levantó la mirada, con una mezcla de alivio y preocupación en sus ojos, alegrándose de verlos,
- Encontré un pequeño saquito escondido entre las tablas del suelo. Había algunas hojas sueltas. Lazalla se avalanzó sobre mi, las devoró y... y... tuve que hacerlo.
Los recién llegados pudieron comprender. Junto al tobillo de Arja estaba desenvuelto su látigo de sierra, también teñido del marrón parduzco de la sangre seca, su gladio mellado también sobre el firme. Al menos su compañera había sobrevivido a la escaramuza, adivinando, como Ronan, cómo funcionaba aquello.
El cuerpo de la última superviviente del cuerpo, decapitado, descansaba junto al lar, la campana que protegiera la llama la noche anterior ocultando un macabro memento de pelo negro y piel blanquecina, en un charco carmesí.
El fuego quemaba la garganta y los pulmones de Malakar, que corría con todos sus fuerza sintiendo el peso de Ulfura. El decadente hacía todo lo posible por no caer al suelo en aquella escapada, y agradeció la ayuda de Ronan cuando se recuperó de aquel tóxico gas que había impregnado la cueva del ya muerto alquimista.
La salida fue un soplo de aire fresco, literal, a pesar del ambiente que había en aquel lugar. Pero lo que más llamó la atención era la presencia de Arja, con el rostro desencajado y el arma ensangrentada. Malakar le puso una mano en el hombro y asintió, dando por hecho que entendían lo que había ocurrido y que nadie la culpaba por ello. El decadente se adentró en la cabaña para recoger algunas cosas que podrían servirles en su camino , como víveres.
Habían despertado en un lugar terrible y parecía que todavía no habían escapado de él. Los espíritus y demonios del hechicero se habían manifestado en múltiples ocasiones con distintos fines y ahora estaba cansado, también de pensar que su camino aún sería largo.
— No tenemos muchas respuestas aún, pero aquí no hallaremos nada que nos sirva. Seguiremos nuestro camino para encontrar la verdad de lo que nos ha ocurrido a pesar de que encontremos muchas trabas por el mismo, este mundo está tan podrido — bajó la voz mientras miraba al suelo —, cualquiera de nuestros corazones...
Y así, la figura del decadente, siniestra y escuálida, comenzó a caminar dejando otro escenario sombrío atrás.
La Espira de la Redención había sido un nuevo comienzo, el útero a través del que habían sido arrojados a aquel mundo que creían nuevo, en la medida en que habían sido despojados de sus recuerdos y emociones. Sus vidas seguían, sin embargo, rodando en la rueda del destino mientras sus almas se entrelazaban una y otra vez. El mismo destino que conspiraría para separar sus caminos y luego, de manera inesperada, volver a cruzarlos en bandos opuestos. Ha medida que las tensiones entre el Orden y el Caos aumentaban, quienes una vez habían sido compañeros, se verían obligados a elegir bando sirviendo a fuerzas que representaban polaridades extremas: los Duques del Caos, los Señores del Orden y la Entropía, y el siempre elusivo Equilibrio.
Pero a medida que se adentraba en el corazón del conflicto, Ronan comenzó a cuestionar sus lealtades y su propósito, hasta que la verdad, como un resplandor inquietante en la oscuridad, surgió. Descubrió el verdadero origen de sus padres naturales y la implicación de la Reina de los Elfos en la trama que causó su muerte, en un intento desesperado por evitar la profecía que pendía sobre su cabeza. La verdad era dolorosa, pero también liberadora. Ronan entendía ahora la complejidad de su destino y la razón detrás de la profecía que lo perseguía desde su juventud. Bruttelofte brillaba ahora con una gélida aura de venganza y el joven cazador bárbaro estaba listo para acudir a su llamado.
***
Un largo corredor de arces y abetos cubiertos de nieve. El agua congelada ha formado arcos y arquivoltas dando al corredor el aspecto de una majestuosa sala. Al fondo un trono de hielo. En el centro de la sala un joven de ojos claros y cabello oscuro ejecuta una coreografía macabra con su lanza, a su alrededor comienzan a amontonarse los cuerpos, muchos de ellos adornados con las plumas negras de las saetas del cazador. De repente, a una orden, todos parecieron retirarse y el cazador avanzó hasta el trono de hielo con Bruttelofte fuertemente asida en sus manos después, en un solo movimiento, arrojó la lanza con todas sus fuerzas y mientras la hoja buscaba su destino, el grito del cazador resonó en el aire gélido. Pero nadie podía oírlo.
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