Asiente a lo respondido por su padre mientras continúa caminando. -¿Existe alguna forma de que sean menos los implicados? ¿Reducir el riesgo?- pregunta un tanto interesada en lo que pueda suceder, aprendiendo de esta situación para saber como sobrellevarla.
-Ten por seguro querida, que si conociese la forma, hace tiempo que me habría sacrificado para apartarte de todo esto-confesó James-Pero no siempre es fácil saber cuáles son las intenciones de la Orden, ni el alcance de su maldad.
El rostro de Jules se ensombreció ante la respuesta de su Padre, era evidente que seguían atrapados dentro de esta situación que pedirá mucho más a cambio de nuestra parte. - Indefectiblemente no puedes quitarme del medio, siento que estoy íntimamente relacionada a ello... No se puede escapar de lo que con tanto énfasis te persigue. - responde en un tono algo preocupado, más aún cuando en su mente apareció aquella imagen de si misma con el medallón en su mano y una propuesta que ahora no le parecía tan descabellada.
¡VUELVE A HABLARME Y TE MATO, GILIPOLLAS!- le grité a mi supuesta hermana, incapaz de controlarme más, y aunque no me abalancé sobre ella, poco faltó para que lo hiciese… aunque inmediatamente después hubo algo que logró que no sólo logro que me calmase, sino que incluso logró hacer que sonriese.
Vaya, ya no sonríes... ¿Te has dado cuenta de cómo de jodidos estamos, imbécil?- le dije al ver como su cara cambió radicalmente de expresión al darse cuenta de la desaparición de los coches… no es que aquello hubiese dejado de preocuparme, pero al menos podía ver como aquella imbécil se daba cuenta de lo estúpida que era. Claro que no por ello la situación mejoraba, más bien lo contrario.
Sophie y su tío seguían sin aparecer, se habían quedado prácticamente solos en la cafetería y por si fuera poco, había empezado a caer aguanieve, con los que las temperaturas bajaron aún más. Y aunque casi me alegré al ver como se acercaba un coche, por desgracia era el conductor de la limusina de aquella familia loca. Y tanto Harry como el padre de aquella loca que decían era mi hermana parecía que habían decidido ya nuestro destino.
Yo no pienso ir a su casa- dije.
Aquello se había vuelto un caos, un descontrol. Su hija se había puesto a chillar y a descerrajar insultos como un carretero (cosa, por otro lado, no poco usual en ella), Sophie y su tío habían desaparecido y James y Harry estaban cada vez más nerviosos, Sara lo notaba, aunque quisieran disimularlo.
Para colmo, cuando ya decidieron qué hacer, Jane se negó a subirse al coche de James.
Quería abrazar a su hija, porque sabía lo asustada que estaría en aquellos momentos, pero de eso ya habría tiempo en el coche. Quería decirle que dejara de comportarse como si tuviera doce años, que la vida de todos iba en ello, que empezara a ver a Jules como su hermana y no como un enemigo porque tenían enemigos más importantes en ese momento... pero de eso ya habría tiempo en el coche. Quería decirle que se calmara de una buena vez, que hiciera caso a su padre y a James porque ellos eran los únicos que sabían cómo salir de aquélla, que tenían que confiar los unos en los otros y colaborar entre ellos, porque eran los únicos en los que podrían confiar, pero de eso también habría tiempo en el coche...
En su lugar, la mujer se giró hacia ella con decisión, pero con calma. Fijó en la joven una mirada brillante, decidida; una mirada a la que no se le podía decir que no. Inspiró hondo y, con voz totalmente calmada, pero gélida hasta un punto que Jane no había conocido antes, murmuró, en un quedo susurro que a pesar de todo, para sorpresa de todos era claramente audible:
-Sin rechistar. Sin volver a chillar. Sin volver a insultar. Jane, no pienso dejar que te suicides, así que sube al coche. Nos vamos de aquí. ¡Ya! -terminó, marcando claramente todas y cada una de las palabras, señalando con el brazo la limusina hacia la que James y Jules ya se dirigían.
Sin darle opción a más réplica, su madre agarró la mano de Harry con la que le quedaba libre y comenzó a correr hacia la limusina, llevando a Jane siempre por delante de ella, sin quitarle el ojo de encima. Por su mente pasaron muchas cosas mientras avanzaban... recuerdos lejanos que pasaban hacia atrás, como si rebobinaran una cinta de vídeo... reminiscencias de un pasado que había pretendido olvidar, seguidas de un negro vacío anterior que no era capaz de recordar...
Sara sacudió la cabeza, olvidó esa acongojada sensación de incertidumbre que atenazaba su estómago y su corazón y trató de ser valiente y seguir adelante. Por su hija, por su esposo... por ella misma.
James subió al coche y lo encendió.
-¡Vamos, todos dentro!
La reticencia de Jane a entrar en el coche lo desconcertó. Estaba por decirle algo cuando su madre intervino, así que esperó al ver la reacción de la muchacha. Estaba claro que tenía un problema con la autoridad, viniese de quien viniese, pero esperaba que tuviera la sensatez suficiente como para darse cuenta de la estupidez que supondría no hacer caso a su madre. Solo cuando esta terminó, se atrevió a añadir.
-Venga, ya discutiremos a donde vamos una vez nos hayamos marchado de aquí.
¿Pero donde se ha criado esta niña? ¿De donde ha sacado ese lenguaje?
Harry estuvo a punto de replicar a su hija cuando Sara intervino. Como el detective no quería echar más leña al fuego, se quedo en silencio y avanzo en silencio cogido de la mano de su esposa, dedicándole una ligera sonrisa para animarla.
Una vez en la limusina, entro en ella con su familia.
-Ya estamos James.
Un esbozo de sonrisa surgió apenas cuando Jane comenzó a insultarla, algo que solo duró apenas unos segundos mientras seguía enfrascada conversando con su Padre de algo importante. La única que quedaba mal delante de todos era ella debido a su comportamiento inapropiado, lo bueno es que tenía una Madre lo suficientemente bien parada como para frenar esos arrebatos y ponerla en su lugar. Algo que Jules agradeció en el fondo.
Ya al adentrarse en el auto, buscó estar al lado de su Padre porque no pensaba alejarse demasiado de él. James era su faro en medio de la oscuridad, el único que le brindaba calma y consciencia, siendo sus palabras una verdad que ella jamás cuestionaría aún en completo desacuerdo. Más que nada porque la relación entre ellos es tan profunda, tan fuerte y sincera en diversos aspectos donde una simple mirada bastaba para comprenderlo todo.
- Padre... ¿Es segura nuestra casa? ¿Qué haremos con la chica pelirroja y su tío? ¿Los dejaremos aquí? - pregunta un tanto preocupada, el auto ya estaba en marcha y posiblemente sea una obviedad esa respuesta.
La limosina de la familia Bartlevy presenta todas las comodidades que la gente de clase media desconoce o imagina. Candybar, teléfono satelital y sonido estéreo 2.0. Incluso un pequeño televisor de diez pulgadas se oculta en un panel lateral.
Pero nada de eso le importa a James, quien sube como una tromba al compartimento del chofer para tomar las riendas del vehículo.
William, el chofer y custodio de la familia en ese instante se encontraba afuera del automóvil, comprobando el estado de una llanta trasera cuando su jefe subió y encendió el motor. -¡Oh! ¿Pero qué mierda? – despotrica William al llegar rápidamente a la ventanilla del conductor. En momentos como estos su edad tiende a disfrazar la excelente habilidad física del custodio y chofer.
-Jefe, deje que conduzco. No se preocupe. – dice a James, quien de inmediato recapacita y va donde su hija ya un poco más calmado. Antes de partir William examina por el espejo retrovisor a los nuevos pasajeros y, al ver que no están los Stark, pregunta - ¿Y la niña miedosa y el tipo que dice ser su tío? – las palabras retumban en el silencio evidente que James y Harry evitan. Porque la respuesta a la pregunta de Willian no es nada agradable.
Segundos después con todos a bordo de la limosina el viaje inicia sin demora hacia la mansión Bartlevy, ubicada en los alrededores de Nueva York. En tan solo un par de horas arriban sin inconvenientes.