Partida Rol por web

O

25 de Brisa del año 839 según cómputo de la Decarquía. Ciudad de Emedah.

El Impávido cabeceaba lentamente sobre las claras aguas de la bahía de los peldaños, meciéndose con la gracilidad de la más lujosa cuna mientras sus tripulantes atendían los quehaceres de la mañana o se relajaban con decoro en la cubierta del navío. El movimiento, suave y sedoso, era delicado hasta el extremo de que la taza cargada de té que reposaba sobre la mesa del secretario Reik apenas si ondeaba a pesar de haber sido colocada en una posición algo más precaria de lo acostumbrado, sobre un pequeño plato de porcelana blanca como la leche. Con sus dedos largos, el secretario tomó la taza y dio un profundo sorbo del delicioso líquido antes de hablar con su acostumbrada musicalidad.

Señores, es un auténtico placer tenerles a bordo de este navío. Por supuesto mientras se encuentren en él estarán bajo la absoluta protección de la Compañía de Comercio Austral y de todos los valiente marineros de este y muchos otros barcos activos y al servicio que ahora disfrutan de un agradable día soleado en esta bahía.

Dejó la taza y observó desde sus anteojos a los arcanistas presentes y se maravilló del poder que percibía en el ambiente. Una sensación chispeante que emanaba de sus invitado y que, si todo salía bien, sería puesta al servicio de la compañía. Para ello los había acomodado lo mejor posible, pidiendo prestadas varias sillas regias libres de adornos pero cómodas de la capitanía y había encendido un leve incienso perfumado para que el camarote del capitán oliese a corteza de limón y canela, por último colocó personalmente, pues era un hombre resuelto, los asientos enfrente de su mesa de caoba y añadió a la caldera dos carbones encendidos para calentar el té. Esperaba que fuese suficiente.

Les ofreceremos un aperitivo a la altura de su estatus en quizás algo menos de un cuarto de hora pero mientras tanto puedo ofrecerles un té o quizás algo más fuerte si así lo desean. Porque es costumbre en la Compañía de Comercio Austral que los negocios se atiendan tras un aperitivo a la altura de los huéspedes. ¿Y bien, qué puedo ofrecerles?

Ioanna Senatoris apreciaba la elegancia del Impávido, su movimiento a través de las aguas, y su aparente ligereza. La mujer entró con los demás arcanistas en la sala que habían acomodado hasta el extremo, demasiado bien se podría decir. A la arcanista no le solía gustar tomar té, y aunque aguardaba no tener que consumirlo, probablemente habría de tomar una taza y, quién sabe, ser amable con los otros que allí se encontraban.

- Aguardo impaciente cualquier aperitivo que usted escoja para abrir boca de cara a los negocios. - Comentó educadamente - El té será perfecto también.

Le ofreció al hombre una sonrisa traviesa mientras su sensible olfato percibió unas notas cítricas en el ambiente con otro aroma que, pese a todo, no lograba identificar con claridad. Incienso con... ¿Canela? No podía evitar encontrarlas de lo más agradables. Desde su más tierna juventud, le encantaba poder ubicar lugares por sus aromas.

Assim tomo asiento en la silla más cercana a la ventana, en todo su tiempo viajando había aprendido que la habilidad más valiosa era escapar rápido y siempre ubicaba las salidas. Prefería las ventanas sobre las puertas, pues estas últimas estaban muy bien vigiladas.

Miro de reojo a sus congéneres. No era tan común reunir arcanistas, quizá salvo en alguna reunión del Oclarum o el Camarh. No es que hubiera estado en alguna, pero imaginaba que algo así se sentía. Como si pudiera morir por decir o hacer algo inadecuado. Por lo menos había traído su túnica buena. La cual curiosamente era la única limpia que tenía. Las aventuras lo habían hecho alguien directo, y la edad no le había dado un gramo de paciencia.

Chasqueó la lengua -dudo que el agua caliente cambie la percepción de alguien... -buscó con la mirada a Anumi. Definitivamente lo dejaría morir, se lo había ganado. Alric también estaba en el barco, pero dudaba que el rico señor se enemistara con alguien a causa de su legua suelta. Si, había hecho bien en elegir la ventana.

¿Por qué diablos tenía que ser la reunión en un barco?

No es que me mareara en ellos y era bien consciente de que al aceptar venir a las islas iba a pasar tanto tiempo, si no más, en un navío que en tierra. Pero supongo que los problemas familiares te acompañan en los detalles más estúpidos de una misma. Al menos no olía como estaba acostumbrada y sin lugar a dudas la gente que me rodeaba no cuadraba en la típica tripulación.

Niego con la cabeza intentando despejarme un poco antes de recostarme en el asiento y de milagro escucho la pregunta.

- Dátiles estarían bien y el té si puede ir cargado lo agradecería.- termino por contestar de manera amable pero firme. Prefería que fuéramos directamente al asunto importante pero como siempre el anfitrión es el que manda.

El siguiente en entrar fue Alric, en un silencio casi absoluto, roto solamente en su andar por el sonido de su bastón al apoyarse en el piso. Su túnica roja, ocultaba lo delgado que era el erudito, y su cara solo se veía en contornos y sombras dentro de la capucha de la túnica.

Alric observó a su alrededor, veía alguna cara conocida, pero por sobre eso sentía las ondulaciones de la magia en el ambiente. Aquel lugar estaba repleto de arcanistas, eso podía decir que lo que allí se cocinaba era grande y que habrían problemas.

Había memorizado el camino por donde entró a aquel barco, y lo más importante, sabía que había exactamente por encima de sus cabezas.... Si era necesario ya sabía cómo salir rápidamente. No es que esperase algún ataque aquí, quizás ya era una costumbre.

Se sentó en una de las sillas y saludo con la cabeza a los presentes.

Alric escucho las palabras del secretario y correspondió a la invitación llevando la taza de te a su boca y dando un pequeño sorbo... Ahora estaba listo para escuchar.

El ambiente era ciertamente agradable en aquella recámara del Impávido, eso si no tenemos en cuenta las densas vibras de poder arcano que podían casi palparse y que de vez en cuando provocaban que algunas chispas resplandecieran en el vistoso brazalete de un metal dorado opaco que portaba Vivianne en su brazo derecho. La joven de piel morena era a todas luces la extranjera del lugar, sus ropas vistosas con franjas azules y rojas llenas de correas y aditamentos de metal la delataban.

-Es un enorme placer para el Gran Caravasar el hacer negocios con la Compañía de Comercio Austral, siempre lo ha sido y espero que las relaciones no hagan más que mejorar, señor Reik- Descruzó sus largas y tonificadas piernas para levantarse y se inclinó delicadamente sobre la mesa acercando su rostro hasta el del secretario, cerró los ojos y olfateó el té que acababa de beber su anfitrión. 

-¡Huele bien!- Volvió a sentarse cruzando las piernas luego de aquella peculiar escena -Una taza de té para mi con un par de gotas de limón, por favor- Se humedeció los labios y giró la cabeza para observar a los que allí se reunían. -Señores... Señoritas...- Expresó a modo de saludo con un leve cabeceo dedicándoles una sonrisa picaresca, para luego centrar su atención en revisar con minucia los broches y botones que portaba el brazalete. Al parecer todo estaba bien. Sus acompañantes estaban esperando fuera de el barco, junto al muelle donde yacía el Impávido, esperando la señal que les indicara cuando actuar, si es que era necesario, pues algo le decía que esta no iba a ser una mera reunión de negocios.

Huelen mal, todos. Además, la canela y el limón parecen artificiales, la madera tiene algo que la cubre e impide sentirla, y las ropas que llevan son tan extrañas que ofenden las tradiciones. Y hablan mucho. Demasiadas palabras. No se porqué este hombre se empeña en hacernos perder el tiempo, qué cambia si tenemos un aperitivo o no?

- Agua fresca, para los cuatro - respondo a secas y señalo a los dos hombres que estarán fuera, junto a la puerta. Khelem, el más robusto, seguramente estaba mirando el mar, y Zenon, el más delgado,  jugando con una serpiente enrollada en una de sus piernas, la imagen conjeturada me saca una sonrisa. Morgatz, déjalo en paz. ¹

Me siento en un rincón, la capucha me cubre el cabello y disimula las marcas en mi rostro. No quiero estar aquí, pero debo hacerlo, es un mal necesario, es el único modo. Si hubiese otro camino lo habría tomado, pero la Dama de las Aguas me ha susurrado lo que está por venir y debo estar lista. Por mi bien, y el de todos ellos. Por nuestra libertad.

Reconozco a Assim, hacia él asiento, al resto los miro simplemente. Cada cual parece venir de un lugar lejano y extraño, puedo entender que yo he de ser igual de extraña para ellos pero no me importa, ésta es mi tierra, mi agua, mi vida, ellos son los extranjeros no yo.

Zagrán miraba la escena desde su silla. Era como alguien que uno se olvida que está, pero cuando uno menos lo nota, está observando la situación con una leve sonrisa divertida. El que lo conociese... porque en ese momento, tenía un rostro bastante más serio.

La barba y el pelo colorados, se notaba cierto esmero en su cuidado, como aquellos nobles emperifollados de la corte de la Decarquía. Pero su atuendo no era el de un noble... ni de un caballero. La ropa se notaba usada, sin más adornos que una cadena al cuello, se notaba más de protección marcial y libertad de movimientos que de ostentación y estatus. Se podía decir que era el polo opuesto a Alric. En el cinto de armas, llevaba un fino estoque con guarda de protección, bastante mundana, mientras que del lado opuesto descansaba un sable de abordaje. Las botas gastadas mostraban un hombre de mucho camino y no tanto de caballo o palanquín.

Si no estuviese allí sentado entre tantos arcanistas, sin su mirada astuta y observadora, se podría decir que era un mercenario más sirviendo a alguno de los otros. Posiblemente haya sido una teoría pausible para cada uno de ellos, ya que había sido el primero en entrar, pero pasaba desapercibido. Dicen que una buena cualidad de un sirviente es pasar desapercibido... pero que se hagan las cosas.

-Aceptaré gustoso el té, que hace mucho que no me dedico el tiempo a prepararlo- dijo el joven con simpleza, enderezándose en la silla, sin que las correas de las armas emitieran sonido alguno, y le sonrió al secretario.

El casi siempre adusto secretario calibró atentamente la reacción a su propuesta y procedió a servir el té en pequeñas tazas blancas como la nieve que tan común era en su tierra natal. Acompañó el ágape con una bandeja llena de pastas de mantequilla y jugosos dátiles, deteníendose con la habilidad de un camarero experto a que sus invitados se sirvieran.

Fuera, resonaron dos gritos de Fuego! seguidos al instantes de numerosos disparos y no pudo evitar sisear con furia antes de acercarse al amplio ventanal, comprobar que sus hombres disparaban al mar  y cerrarlo con quizás más fuerza de la que debería.

Ruego que me disculpen, ejercicios de tiro rutinario para que los mosquetes no se deterioren. Durará unos cinco minutos. Me temo, por otro lado, señorita Anumi que no estoy autorizado a servir a sus compañeros y que el único lugar con agua que no sea marina son los barriles de agua con vinagre de las bodegas. Si puedo ofrecerle otra cosa...

Por otro lado apostilló pasados unos minutos noto cierto resquemor por su parte a la hora de considerar si su seguridad es absoluta. No teman, como he dicho están bajo el amparo de la compañía y esa protección se incluye en todos los ámbitos. Pero aun así continuó con voz suave y para desentrañar de manera superficial este misterio, les diré el motivo por el que los hemos invitado. como había hecho muchas otras veces, se permitió una breve pausa para dar mayor peso a las palabras que estaba a punto de decir y reparó en el rostro de todos los presentes. Por el momento y como representante de Eleus, le gustaba lo que veía. La razón por la que les hemos invitado a todos es porque queremos ofrecerles un trabajo. Y no un trabajo cualquiera, si no uno muy bien remunerado en todos los aspecto. ¿Les suena de algo el nombre de Alexcrei Balasz?

Assim, tomó solo té y lo derramó sobre sí mismo con el primer grito de los marineros y usando todo el autocontrol que pudo reunir para no salir fuera del barco se levantó un momento para sacudirse los pantalones con un paño que había sacado del bolsillo de la túnica. De alguna forma, parecía que aquella situación era bastante común.

Pasado el incidente se sentó como si no hubiese ocurrido nada. En su mente pasaban varias palabras para describir el té y comenzar la conversación: dulce, exquisito, delicioso... Pero al final presidió de halagos y siguió adelante.

- Supongamos que nadie le conoce, ¿Qué ocurre con él?

El hombre se relajó en el asiento, cruzando las piernas y recostando la espalda de la silla. La promesa de ser recompensado en todos los aspectos le llamó la atención, ¿Dinero? ¿Conocimiento? ¿Comida? ¿El favor de la Compañía de comercio Austral? Cambiaría todas esas con alguien que las quisiera por un poco más de conocimiento y por lo poco que conocía a Alric, quizá él también lo haría. Dinero no le faltaba.

Alric estaba acostumbrado a la vida en el mar, sus últimos años había sido parte de una tripulación de corsarios, por lo que aquel sobresalto lo puso en guardia pero no le hiso perder los nervios, de cualquier forma ya sabía cómo iba a salir de allí si era necesario.

Dejo de lado la taza de té, la había probado más por aceptar la cortecia que por probar el dulce líquido. Hasta que entraron en materia.

El nombre no le sonaba de nada, pero estaba seguro de que pronto iba a enterarse de quién era y por qué era importante conocerlo. Aún no habían llegado a la parte donde se hablaría de que estaban dispuestos a dar por aquel trabajo.

Ioanna tuvo que reprimir una pequeña risita cuando el secretario, furioso, cerró el ventanal. Era una estampa curiosa, sin duda. La mujer no estaba acostumbrada a que le sirviesen y, después de todo, es como si al grito de fuego saliese de una ensoñación dando un ligero respingo.

- No se preocupe. - comenzó - No creo que ninguno de los aquí presentes, entre los que yo misma me incluyo, tengamos problema alguno con sus ejercicios de tiro.

La arcanista no pudo evitar mostrar una mueca de desconocimiento al escuchar el nombre que el secreatario mencionó. Pues no le resultaba en absoluto familiar. Tendrían que darles más datos, o poco podrían avanzar más allá de lo que el Impávido les movía.

- Y... ¿Quién es ese Balasz? - inquirió la mujer - ¿Por qué su nombre debería resultarnos conocido?

A pesar de haber pedido dátiles no puedo evitar pillar también alguna de las pastas. Sonrío para mí al ver como ha interpretado lo de mi te cargado, pero no digo nada. Además el mejunje estaba más que bueno y ni siquiera los tiros rompen lo relajado del momento. Al menos para la mayoría de nosotros pues estaba claro que a nuestro anfitrión si que le tocaba la neura.

Sea como sea llegamos a lo importante y una simple pregunta no podía ser más interesante. Tantos arcanistas aquí reunidos y la mitad ni siquiera habían oído el nombre de Balasz. Eso implicaba que eran profanos en mi campo y el contrato iba más allá de exploración e investigación.

- ¿Qué tiene que ver el descubridor de Ekarié en todo esto?- comento dejando claro que sí sabía sobre la leyenda, aunque no tanto sobre el hombre.- Había oído que estaba en las islas, así que puedo asumir que somos el segundo equipo. ¿Pero para qué exactamente?

Zagrán no pudo dejar de respingarse ante los estallidos, ya que siempre estaba listo para reaccionar. Lo disimuló enderezándose en la silla, pero su mirada rápida y sutilmente fue al secretario.

Luego de lo que parecía ser sólo un simulacro, tomó un sorbo del té. Una exquisitez. Que le gustaran las cosas simples, sencillas, no le quitaba el disfrutar de ciertos placeres más exclusivos.

Cuando mencionó a Alexcrei, Zagrán asintió con la cabeza pero no dijo nada. No era necesario, ni oportuno, ya que había alguien que parecía tener referencias de él.

Sí observó al variopinto grupo: había un par de ejes en común, y ambos eran peligrosos; ahora quedaría por saber las particularidades de cada quién... especialmente si iban a trabajar juntos.

Aquellas detonaciones no parecieron afectar en lo más mínimo a Vivianne, quién estaba más que acostumbrada a las explosiones que muy frecuentemente sucedían en su taller cuando estaba trabajando. Así que simplemente continuó bebiendo aquel té que tan amablemente le habían servido mientras el secretario se encargaba de aquel percance que parecía haberlo afectado bastante.

Sólo fue hasta cuando nombraron el apellido Balasz, que reaccionó, dejando la taza de té ya vacía en la mesa.

-¿Balasz?... ¿Te refieres a Alexander Balasz?- indagó algo confundida, ya que ella relacionaba aquel apellido, pero el nombre de Alexcrei quizás era una equivocación o, ¿quizás era algun descendiente?

-Escuché sobre él... pero hace más de una década que el Gran Caravasar no sabe de él...- Atinó a especificar más para ella misma que para los demás. Entonces se quedó mirando expectante al secretario Reik, esperando que éste pudiera sacarla de sus dudas.

Fuego? En el mar? Los disparos responden mi pregunta, el sonido es fuerte, agresivo, antinatural. De qué sirven las disculpas si las balas perdidas terminan matando peces y otros animales? Si lo hiciesen para comerlos, los entendería, si los sacrificasen a los espíritus hasta los ayudaría, pero hacerlo para que sus armas no se deterioren... malditos. 

Me niegan el agua, a mi y a los míos. Con palabras dulces me niega la hospitalidad de un modo imperdonable. - Ya le dije lo que quiero, si no lo tiene, no me lo dé - Los demás comen y beben, parecen disfrutar del agasajo, allá ellos.

Vuelve a hablar, le gusta parece. Sus palabras son inútiles, sigue sin revelarnos con claridad por qué nos invita, pero menciona a alguien. He oído algo en Emedah. Otros reconocen el nombre. Cierro mis ojos y escucho, puede que el murmullo del mar despierte mis recuerdos.

- ¿Qué tiene que ver el descubridor de Ekarié en todo esto?-

Es una buena pregunta, la verdad. Y antes de que entremos en materia me gustaría poder darles una respuesta. El secretario Reik se atusó nerviosamente el cuidado bigote una sola vez antes de continuar. Balasz es un activo valioso de cierta empresa financiada por la compañía, y no solo eso, también es un amigo personal de uno de nuestros directivos. Más disparos resonaron de forma coordinada y el secretario puso los ojos en blanco brevemente, amosnestaría con severidad al instructor por semejante molestia. Iré al grano dijo paseando la mirada por todos los presentes. Han sido invitados porque me gustaría contratarlos en nombre de la compañía en calidad de asociados externos para que encuentra a Alexcrei Balasz o Alexander si lo prefieren.

El silencio inunda la habitación durante unos instantes hasta que es roto por los chillidos de protesta y alarma de las gaviotas ante una nueva salva de disparos. Por supuesto, este trabajo tendrá una recompensa a la altura y contarán con todos los medios que podamos poner a su disposición para ayudarlos en este com...

Dos suaves golpes resonaron en la puerta contraria al ventanal y antes de que pudiera reaccionar la puerta se abrió, dejando paso a un anciano de fuertes brazos que entró en silencio en la estancia llevando bien agarrada una gigantesca bandeja llena de viandas. Reik parpadeó atónito ante lo que veía pero no dijo nada, aunque por un instante un rictus de sorpresa y confusión cruzó su rostro antes de que consiguiera recomponerse.

¡Justo a tiempo! dijo con un tono más alto de lo que le hubiera gustado. Por favor, no permitan que sus estómagos sufran, por favor. Coman hasta hartarse. El sirviente se retiró sin decir nada y Reik tragó saliva.