Partida Rol por web

La miro llegar, asiento en silencio y me muestro amable - Eres bienvenida -

Que estemos llegando es una buena noticia, así podré ver a mis hombres y a Morgatz. Tiene razón cuando dice que escuchar a los de la Compañía es un fastidio, pero aún tengo una conversación pendiente con el secretario, pondré a prueba mis dones de Oidora con él.

Camila menciona otro motivo, su prudencia habla bien de cómo piensa. Niego con firmeza - Te prometí algo, lo cumpliré - extiendo hacia ella la mano con el cuenco y le hago una seña para que lo tenga. Entonces saco el bastón que llevaba en la espalda envuelto en un paño y comienzo a desenvolverlo lentamente con respeto y delicadeza. La punta filosa de una lanza es lo primero en asomar.

Sostengo el arma con ambas manos y la alzo, pronuncio un par de frases en Kunnedh, y luego la coloco en el piso delante mío. De mi cintura cuelga una bolsa de cuero resistente, de ella saco el corazón de piedra, lo alzo y repito las mismas palabras, luego lo dejo sobre la lanza. No tengo la daga pero si los colmillos que cuelgan de mi collar, todos son filosos y elijo el más largo para hacer un tajo en la palma de mi mano, la sangre brota lentamente, las gotas comienzan a caer sobre el corazón mientras recito las palabras nuevamente. Entonces me agacho y poso mi oído sobre la lanza.

Silencio. Nada de nada. Mis ojos se abren de par en par, reflejo de mi sorpresa. Guardo lentamente el corazón en mi bolsa - No he escuchado nada- comienzo a envolver el arma en la tela que la contenía -Pero no desanimes, el silencio también habla - le ofrezco la lanza y espero a que me entregue la daga.

- Me temo que tienes en tus manos un objeto poderoso, su fuerza es tal que impide que pueda escuchar los susurros de los Antiguos. Alégrate, pocos mortales son tan bendecidos como tú - le digo con extrema sinceridad, portar un artefacto de la isla es un privilegio.

Assim estaba a punto de marcharse, hasta que se fijó en que Anumi iba a accionar su don de arcanista, entonces optó por agacharse de espaldas a la baranda (no fuera a caerse) y observar en silencio.

Entendía que aquella piedra era un catalizador, como el que tenían la mayoría de arcanistas, pero la forma de activarlo le pareció extraña ¿Sería un objeto mágico? Le encantaba ver a otras personas activando sus dones. En sus viajes había escuchado una vieja leyenda sobre el origen de los poderes arcanos, y su relación con el mundo espiritual. Nunca le daba crédito a las leyendas, pero tampoco las descartaba.

Se levantó agarrado de la baranda. Tenía miedo de salir despedido en cualquier momento, no le gustaban los barcos.

—¿De Emedah? —preguntó señalando la bolsa donde había guardado el corazón de piedra. Y antes de que la mujer tuviera tiempo de responder, respondió a la pregunta que le había hecho —No estoy seguro, pero puede haber algo importante.

Él tenía una teoría formada al respecto sobre como funcionaba el mundo, los diferentes planos y lo que debía buscar. 

Cierto ya habían comentado que era un explorador.... Pero algo más debía haber para ser tan importante.

Alric se mantuvo en silencio viendo el juego de ajedrez, el viejo era bueno, algo prepotente pero con un gran manejo de la posición en el tablero... Y la mujer, pues había sido derrotada pero no podía decirse que fuese por qué no jugaba bien, la defensa que ejecutó había sido casi perfecta. Casi.

Cuando llegó la comida, todos volví a a interesarse en lo mismo... Pero comer era algo secundario para Alric, quizás por eso siempre habia sido delgado... 

- Excelente partida, si la travesía es larga creo que podre disfrutar de acompañarla en el tablero.

Zagrán, luego de haber comido y degustado cada plato, más como un viajero que vista distintos paisajes para deleitar sus ojos, se acercó a Alric.

-Disculpe, ¿Alric dijo llamarse?- preguntó intentando ser respetuoso, ya que aquel hombre tenía algún aura de autoridad, aunque sólo fuera por la edad que aparentaba, ya que no estaba seguro de cuánto sería en realidad -¿Así que se conocen con Asim? Por mi parte va a ser la primera vez que trabajo con cualquiera de ustedes-

Alric observaba a todos disfrutar del alimento pero con los primeros bocados de lo primero que trajeron ya su apetito estaba saciado.

Eran todos un grupo bastante distinto, quizás tenía algunos intereses en común con Assim, pero de resto todos se veían distintos. Aunque tenían algo en común, a su forma todos eran arcanistas, Moldeadores de la urdimbre mágica de la.quebse componía el mundo.

Casualmente el que tenía menos aspecto de arcanistas fue quien se acercó a buscarle conversación.

- Es correcto, Alric es mi nombre.

No era fácil precisar la edad de aquel endeble erudito, su cuerpo parecía el de un anciano, pero sus ojos mostraban la vida y la fuerza de la juventud. 

- He trabajado un par de veces con el... Puede parecer a veces un alegre hablador, pero es un dotado en su arte y eso le ha ganado mi respeto.

Respeto... Aquello lo era todo entre arcanistas. Siempre habrían envidias, odios y traiciones. Pero el respeto era la más importante.

La opípara comida terminó cuando los platos estuvieron cerca de estar vacíos y fueron retirados por el tan silente como atento personal. Terminadas las negociaciones, el anciano se despidió de ellos con una sonrisa y desapareció tras la puerta por la que había desfilado el resto del servicio.

Sus señorías, por aquí si les place. les llamó un envarado oficial de aspecto y porte de guardia real de acento histako. Bajo el amparo del hombre y una comitiva de cuatro fusileros, los arcanistas fueron conducidos hasta la enorme cubierta del "impávido", donde les esperaba la afable figura del secretario Reik junto a la todavía más afable figura del sirviente anciano del que parecía emanar un aura de reverencia bajo la luz del sol.

Distinguidos asociados, esperamos que hayan disfrutado de la experiencia de bienvenida. Entonó Reik con una pronunciada reverencia. Ahora, ha llegado el momento de que elijan un capitán y lo que es más importante, un navío que los lleve al éxito de esta empresa. Por aquí.-

La comitiva descendió por la lujosa escalinata hasta el blanco empedrado del puerto de Emedah y se dirigió hacia el primero de los navíos que aguardaban cabeceando débilmente sobre las limpias aguas de la bahía. La nave aunque de la mitad de tamaño que el impávido, estaba limpia y varios cañones se alineaban en los flancos de la cubierta. Un hombre joven de aspecto atlético y sonrisa canalla los observaba apoyado en uno de esos cañones. ¡Aioi, viejo y estirado! dijo a modo de saludo agitando la mano. Ilustres invitados... ¡Dio Szadko! se autopresentó con una ancha sonrisa que se ensanchó todavía más al ver el ceño fruncido de Reik. ¡Capitán de la Pinta Escarlata, la nave más rápida y discreta de toda la compañía! Se agarró entonces a un cabo suelto estratégicamente colocado a su lado y descendió de un salto, alzando la vela escarlata que daba nombre a la nave y aterrizando suavemente al lado de Vivianne de Berak, cuya mano tomó y beso suavemente. Un auténtico placer conocerla... conocerles a todos. Ronroneó.

Me uno al grupo junto a Assim, tras el llamado de Camila. El viejo nos guía por el puerto, sigue hablando de elegir Capitán como si ya no tuviésemos uno. Le dedico una mirada fulminante pero no gasto más saliva en el asunto.

El primer barco es aceptable, pequeño, discreto, veloz, tal vez sea adecuado. El tal Dio cae bien, ha molestado a Reik y eso me agrada. Parece que siente debilidad por algunas mujeres, por suerte para él no es mi mano la que toma sino la de Vivianne, de lo contrario su nariz estaría sangrando.

- La Pinta Escarlata está muy bien para un lindo paseo por las islas, pero soportará una dura tormenta? - miro seriamente al hombre de labios mimosos - Además, si encontramos el barco que buscamos necesitaremos remolcarlo o al menos cargar lo que haya dentro de él como fruto de su exploración, y esta nave no parece tener fuerza para mover un bote siquiera... cómo solucionamos eso Dio? - Me da curiosidad saber si este Capitán será un hombre listo o tan sólo un mujeriego.

- O tenemos que pedirle a viejo Reik que nos muestre otra embarcación? - Hay muchos navíos, pero seguro todos son buenos, no van a arriesgar su valiosa misión dándonos una porquería. Lo que me interesa es que quién venga con nosotros tenga celo por lo que hace, compromiso y algo de cerebro, no quiero un idiota acompañándonos.

Zagrán miraba interesado a Alric, al que prontamente respondió cuando le habló de Assim.

-Oh... ¿y dotado en qué arte precisamente?- dijo el joven mercenario -¿Y usted? ¿Tiene también alguna especialidad como Assim?-

Estaba sinceramente interesado. Ese hombre que tenía frente a él, emanaba sabiduría, y a la vez poder y debilidad. Era una sensación extraña.

Ya luego, cuando los escoltaron a conocer las que podrían ser las naves de la expedición, Zagrán observaba todo como niño, aunque uno serio. O tal vez no era seriedad, si no simple parsimonia.

Al llegar frente a La Pinta Escarlata, puso las manos en los bolsillos de su pantalón, y sonrió. Era pintoresca, y aún más el joven Capitán. Estaba claro que no viajaría allí.

-¿Qué me puede contar de Dio?- le preguntó en un susurro al secretario -Así, entre nosotros- 

Miraba la escena con cierta gracia, aunque deseaba que ninguno, o ninguna, cayera bajo las apariencias.

- El arte, mi estimado. Esa es nuestra especialidad y objetivo de vida. Estudiamos la magia desde su forma primordial hasta la última forma de usarla.

Cada quien la usaba para fines distintos, o la practicaba de formas distintas... Pero todos allí usaban la urdimbre, algunos sin siquiera saber cómo o por qué hacían lo que hacían. Los eruditos estudiaban la raíz de todo, estudiaban la urdimbre.

Mientras conversaban llegaron ante el primer navío... Alric vivía la mayor parte de su vida a bordo por los que conocía algo de barcos. Aquel barco pequeño se veía rápido y suficientemente armado, con un capitán eficiente podría perseguir cualquier barco en alta mar y desgastarlo a cañonazos sin dejarse atrapar. Pero su bodega era pequeña si querían transportar un gran botín. Aunque no iba a ser usado para los usos que más acostumbraba Alric.

Al capitán era cuando menos pintoresco, aunque eso no decía si era buen o mal capitán... Habría que ver las opciones y evaluar a los capitanes.

Avanzó con el resto ante el llamado de Reik, no estaba segura de si nos estaban contratando o comprando. La comida de lujo y ahora a escoger nuestro barco preferido. Sinceramente de barcos siempre había intentado saber lo justo, una cabezonería personal que estaba demostrando ahora sus inconvenientes. Solo iba tener de referencia lo que me contaran y siempre se perdía algo en el intercambio.

Sin embargo lo que si podía calar era la gente, y el tal Dio era sin lugar a dudas un capitán. Fanfarrón, orgulloso y encima seductor, definitivamente cuadraba en la descripción de uno y no me veía con fuerzas de tener que aguantarle. Por otra parte, si lo que decían del barco era cierto, no podía pedir mejor navío. Necesitábamos ser rápidos para seguir un rastro que ya estaba frío y que además pudiera dejar atrás a tripulaciones rivales.

Suspiro algo cansada y viendo como las preguntas ya las están haciendo otros por una vez me mantengo en silencio atenta a las reacciones del resto.

Assim no sabía nada de barcos, pero en su inexperta opinión parecía que Anumi tenía razón.

—A la compañía parece no importarle el barco, los tesoros o nada de lo que podamos encontrar más allá del diario —alza la voz mirando al secretario. A él tampoco le importaba, y le interesaba que el barco fuera lo más veloz posible. Pero en caso de que haya algunos artefactos dignos de estudio, si necesitarian de toda la capacidad posible.

—Para muchos aquí, lo que se pueda sacar de la misión es más importante que la buena paga que ofrecen ¿Será ese barco suficiente? —ahora miraba a Alric al que había visto mirando el barco. Él tenía una tripulación, y viajo por mucho tiempo en uno. Lamentaba ponerlo en la mirada del público, pero era la única persona de los presentes cuyo opinión de barcos respetaría. Bueno, quizá al propio secretario o a Zagrán Dinar. La vida de mercenario debía pagar dividendos de algún tipo.

El joven capitán se retiró un instante con agilidad sorprendente y clavó la mirada en la nativa con una mezcla de curiosidad y respeto. La Pinta ha navegado a través de muchas costas y soportado muchas tormentas. Se desliza como se desliza la lengua de un hombre...

¡Capitán! lo amonestó el secretario fuera de sí. ¡Contenga su lengua en presencia de superiores! Szadko se cuadró con un saludo burlón y sacó la lengua, provocando un torrente de risas de los marineros de cubierta.  A sus órdenes, ¡Secretario peluquín pero señor, a los hombres y a mi nos gustaría saber si son ciertas las habladurías de que guarda un mapa del tesoro debajo... preguntó resoplando por contener la risa. El rostro del secretario Reik se puso rojo como un tomate. Usted... usted va a pagar muy cara... farfulló.

El capitán Dio Szadko, distinguidos invitados es la propuesta del mismísimo Comandante para esta empresa. Explicó con tono formal el sirviente anciano. Es un capitán curtido que además conserva la juventud y es especialista en el subterfugio. Además, la Pinta Escarlata es un navío que puede remontar ríos gracias a su tamaño, lo que seguramente les sirva de ayuda.

Y tenemos a la mejor tripulación que se pueda pedir. Señaló el capitán con orgullo. Elegida y adiestrada personalmente por su señoría.

El secretario Reik se las arregló para recomponerse y dio un taconazo antes de hablar para hacerse oír. Además, el capitán Dio es de absoluta confianza para la compañía. dijo a regañadientes. Su único problema es su talante insubornidado y su larga lengua, como ya han podido ver. No obstante, hay otros tres capitanes que pueden conocer en este puerto si así lo desean.

Ioanna se unió a los demás y le costó mucho contener la risa ante los comentarios del capitán y los demás de a bordo. Probablemente acabaría siendo un viaje muy divertido. Examinó el barco como pudo, partiendo de su inexperiencia al respecto.

- Parece un buen barco. - señaló.

Se quedó con el resto del grupo y aguardó a lo que vendría ahora.

Zagrán hizo un esfuerzo por no mostrar tanta simpatía por el capitán, aunque no pudo evitar esbozar una leve sonrisa. Era un artista... ojalá que fuera un buen capitán también.

-Creo que es una muy buena opción, especialmente si el mismísimo Comandante lo recomienda, y la elocuencia de Dio- dijo con soltura y simpleza -De todas formas, me gustaría conocer los demás barcos y capitanes- miró a sus compañeros -Si no les molesta, claro está- y dejó las mano colgando de los pulgares enganchados en uno de los  cintos de armas.

Siempre prefería alargar los circuitos que pudieran darle más información, para recién ahí decidir. No confiaba del todo en un hombre tan expansivo como ese capitán, pero si era bueno en lo que hacía...

Me reafirmo en mi primera impresión mientras Dio sigue hablando, por otro lado la información extra estaba bien y sin lugar a dudas cumplía todo lo que podía pedir. Al fin y al cabo no tenía pensado entrar en batallas marinas como para necesitar un galeón.

Por supuesto la prudencia de mis futuros compañeros de viaje me resulta acertada.- Y si encima no inflábamos el ego de este hombre mejor que mejor...

- Me parecería un feo no ver todas las opciones. Un placer, capitán.- es lo único que digo dispuesta a seguir al secretario hacia las otras embarcaciones.

Me gusta el tono en el que me responde el Capitán, más aún me gusta cómo se dirige al Secretario. Me cae bien, lo admito, de todos modos mantengo mi expresión seria y desafiante. El Comandante había elegido a Dio para la expedición, también a cada uno de nosotros, incluso a mi, ese hombre debe tener algo especial, ha de estar un poco loco.

- Parece que no fuiste convincente, Dio - le digo y me llevo la mano al mentón como si estuviese preocupada - Ni la recomendación del Comandante fue suficiente, será que tan mala impresión nos diste que mis compañeros quieren ver al resto de las Capitanes? - 

- Si te sirve de consuelo, a mi me convenciste - agrego y le guiño un ojo con complicidad - La próxima hazlo mejor, si? Tal vez ayude si aprendes a besar las manos de los caballeros... - le digo entretenida. 

Viajaremos en la Pinta, es un buen barco, rápido y discreto. Además, el Capitán no se lleva bien con el Secretario y es listo, quiero a alguien así para que nos asista en la capitanía, no me interesa uno que se arrastre con la Compañía o al que no se le caiga una idea cuando haya problemas. Parece que tendré que convencer a los demás en el camino.  

Assim se encoge de hombros riéndose abiertamente —Tiene razón, si hubieras besado nuestras manos estaríamos más convencidos.

Si el barco y la tripulación eran expertos en navegar rápido y silenciosamente, podían evitar muchos peligros. Por como hablaba el secretario era probable que existieran otros interesados en conseguir lo que ellos buscaban y la forma más segura y barata era quitárselo a ellos o impedir que lo encontraran.

—Veremos las demás opciones por cortesía —le guiña el ojo al secretario.

- Parece que no fuiste convincente, Dio - le digo y me llevo la mano al mentón como si estuviese preocupada - Ni la recomendación del Comandante fue suficiente, será que tan mala impresión nos diste que mis compañeros quieren ver al resto de las Capitanes? - 

Dio sonrió con una mueca divertida mientras se despedía con una suave reverencia. Puede ser... o también puede ser que me hay esforzado para no ser convincente y así no tener que ir rebotando por las islas con un montón de arcanistas durante quién sabe cuanto tiempo. Pero solo puede ser, ¿eh? contestó en voz alta desatando una nueva mirada de furia del secretario. ¡Dadle saludos a Urmendarr de mi parte! se despidió girándose para subir al barco. En la parte trasera de la amplia zamarra de capitán la figura de una araña con las patas extendidas cubría toda la espalda hasta terminar aferrada en las hombreras.

Bajo la cálida luz del mediodía, la comitiva avanzó por el largo muelle con el secretario al frente dejando atrás más de una decena de naves de la compañía que se afanaban por descargar y cargar mercancías procedentes del mercado. En cada navío, el capitán, oficial o los propios marineros saludaban al secretario con un ¡Radiantes días y prósperos viajes, su señoría! que casi nunca era respondido por Reik, quien dedicó su tiempo a disculparse por la actitud del capitán Szadko. Aunque sea un excelente capitán tales comportamientos no son adecuados para alguien de su posición, maldito sea.  ¡Ensucia el nombre de esta honorable compañía! despotricó buscando la aprobación de sus invitados.

En ese momento un hombre de rostro duro y ropas sencillas sin distintivos de mando de ningún tipo se acercó a ellos cojeando. Capitán Reik, habéis engordado. Espetó con tono grave y serio, abrazándolo con fuerza segundos después. Yo también me alegro de verle, capitán Urmendarr. respondió Reik mientras trataba de zafarse del abrazo. Urmendarr se retiró hacia atrás cojeando ligeramente y dedicó a los arcanistas una mirada crítica y seria. Urmendarr El Rojo me llaman, caballeros y señoritas. Se presentó rascándose la cabeza con desgana. Mi nave está anclada allá en el fondo del muelle y he decidido venir a interceptaros para daros la bienvenida. Explicó mientras los guiaba hacia un enorme navío negro comparable a un gardoleón histako. La efigie de un esqueleto encadenado en oxidados grilletes y cadenas los recibió con una mirada de malignidad.

Distinguidos invitados, capitán. los invitó a ascender por una escalinata de madera hacia la alta cubierta. Bienvenidos al Segador Encadenado.

Sobre la cubierta más de una decena de marineros se afanaban en limpiar la cubierta, zurzir velas y limpiar la docena de cañones y la gran bombarda que descansaban sobre los enormes afustes. Grabado en la vela mayor, el mismo esqueleto encadenado lo observaba todo con una mirada negra e insondable, como si juzgara a los insignificantes seres que moraban debajo. Mecido por las suaves olas, la nave tan solo era un poco más pequeña que el Impávido y no costaba imaginarse la visión de aquel monstruoso buque como el triunfante ganador de una gran batalla naval. 

Una opción era un barco pequeño, veloz y con un capitán irreverente. La otra era un barco grande, acorazado, lento y con un capitán lameculos.

Independientemente de las capacidades de ambos capitanes, era más útil aquel barco pequeño pero rápido y maniobrable. La ventaja de aquel gigante era la capacidad de carga,

Alric se acercó a Assim, y le dejo escuchar su voz... No era un secreto, los que estaban alrededor podían escuchar.

- Si me lo preguntas a mi prefiero el barco pequeño, es más maniobrable.