Partida Rol por web

Sonrío ante las palabras de Hundra pero las hago a un lado. Estuvo divertido robarle el beso... tal vez algún día le reclamara lo que prometió, pero ahora con el rey casi muerto es momento de pensar con la cabeza de arriba.

-Huyamos cuanto antes. En cuanto aparezca la guardia nos acusarán a nosotros de haberlo apuñalado. Recuerda que nadie además de nosotros dos ha visto a Perla aquí, esta noche.

Mientras trato de activar el mecanismo que usó la zingara para abrir la puerta secreta me quedo meditando en las palabras de la bárbara.

-La celebración... debe tener relación con el templo de Derketo. El sacerdote de allí fue el que proveyó a la traidora del veneno que hoy usó contra el rey y contra tí- me guardo muy bien de decirle a Hundra que fuimos Anhknut* y yo quienes recogimos el veneno por Perla y luego se lo dejamos servido en bandeja. -Si podemos salir de aquí, deberíamos dirigirnos allí de inmediato. Tal vez lleguemos a tiempo de impedir la ceremonia esa.

La noche ha caído pero la actividad sigue. Cada uno va a lo suyo, tratando de sacar el mejor provecho de todo esto. Que haréis vosotros?

Tras la magra bolsa conseguida en el templo, Diego planea una visita al barrio noble. Da un par de vueltas tratando de pasar desapercibido. Hay revuelo, la muerte del rey ha causado algo de caos por toda la ciudad. Los hay que aprovechan para saldar viejas cuentas y de vez en cuando hay algúna que otra escaramuza en la ciudad.

Diego aprovecha para trepar como un cimmerio por un balcón y en un momento la cerradura cede, la grasa que le ha aplicado antes hace que lo haga en silencio. Revisa la cerradura, no parece ni forzada. Buen trabajo. Si tardan en enterarse tanto mejor piensa.

El ladrón aprovecha la oscuridad mientras recorre como un espiritu las habitaciones de la casa. Según va visitando salas, va alimentando su saco con oro, plata y algunas chucherias que le parecen pueden llegar a tener algo de valor.

Entra en otra habitación, parecida a las anteriores. Lo que cambia es lo que ve. Una joven se despereza en la cama, las sabanas llacen en el suelo. Probablemente a causa del calor de la estancia. Por lo menos ahora Diego se encuentra bastante acalorado. Se pregunta si tendrá algo que ver el que la fina gasa de la muchacha se le pegue al cuerpo marcando unas formas muy femeninas. Traga saliva y... la bolsa se le escurre entre los dedos.

El sonido del metal le parece a Diego el de una campana. La muchacha se gira. Parece que no se ha despertado. Recuperando la cordura se dirige a la ventana. Ya la tiene abierta cuando su instinto le hace girarse. Unos ojazos azules le contemplan. Se siente como un ratón contemplando una serpiente.

Apenas logra balbucear - no grites por favor - la muchacha se levanta sobre unas piernas larguiiisimas, unas caderas... cuando su viesta vuelve a encontrar esos ojos azules nota que la chica sonrie.

- Un ladronzuelo. ¿Cómo te llamas?

- Diego - responde sin pensar. Por Bel, esta claro que hoy no le llega la sangre al cerebro.

- Yo soy Sarina - dice mirando el botín en su saco. Su sonrisa se ensancha - deberías refinar más tus gustos - dice jugueteando con las chucherias que ha recogido. Abre la boca, Diego ve venir la guardia, pero en vez de gritar sus labios se posan en los suyos. Mientras se acerca haciendo desaparecer la distancia entre sus cuerpos.

Sus pensamientos se nublan, la lujuria se apodera de su ser. La noche empieza a morir según entrán los primeros rayos de luz por la ventana aún abierta. La habitación hasta hace un momento tan caliente le parece algo fría ahora. Se empieza a vestir mientras recoge sus cosas. Se gira, esos dos ojazos le recorren el cuerpo tras unos mechones rubios. Diego se ruboriza. Normalmente la situación se le presenta alreves.

Unos pasos resuenan en el pasillo. Sus miradas se cruzan. Golpes en la puerta. Las miradas se giran. - ¡Ladrón, Al ladrón! - La puerta empieza a astillarse. Diego que había dudado si dejar el saco con el botín lo tiene ahora claro. Si te llevas la fama... la puerta se abre de par en par. Pero el ladrón ya está volando a mitad de camino de la calle. Resuenan voces y un par de saetas rebotan a su alrededor.

- Diablos, diablos. Bel, por que has de hacer la vida tan interesante a este humilde seguidor tuyo. - ¿hacia dónde? se pregunta sin cesar mientras empuja transeuntes y trata de zigzaguear por el Maul. - Nobles, mal negocio. Vengativos - jadea a causa de la carrera - Y con eso de Suwong los guardias se acuerdan de mi cara, todavía andarán buscandome. ¿Dónde dijeron? Las compañias libres. Si, creo que se impone un cambio de aires por una temporada.

- Ah, pero que noche por Bel - se rie, con la adrenalina aún bombeando en sus venas.

Bit recorre el barrio noble en su caballo, con el hacha en una mano y las riendas en la otra, como si dijera: Metete conmigo y tendrás problemas...
Sin embargo, la mayoria de la gente parece más interesada en saquear casas y carruajes lujosos, que en meterse en un hombre solitario y armado como él.
Al fin, a unos cincuenta metros, se alza la gran mansion del Duque Monteblanco...

Las paredes del palacete están guardadas como los muros de un castillo. Ballesteros y vigías en cada esquina y ventana.

En la puerta dos tipos grandes, un esclavo negro y otro que parece venir del oeste te cortan el paso. No son los guardias de siempre, y te ha costado un buen rato, toda tu labia y la ayuda de algún dios para que te dejen pasar. El hecho de que casi no entendieran tu idioma y la inestabilidad de la zona jugaban en tu contra.

Te hacen depositar las armas, cosa que no te ha gustado para nada, pero no hay otra opción si quieres ver al Duque. Aun así, el pequeño filo que llevas en la bota pasa desapercibido. Dejas amarrado a Jur cerca de una ventana, que disfruta pastando las finas flores del jardín de Monteblanco. Se enojaría muchísimo se lo descubriera, pero mas aun lo haría Jur si no se lo permitieses.

Escoltado por uno de los porteros, recorres los pasillos que te llevan a la sala de reuniones. Las ventanas están cerradas y atascadas con tablones de madera.

-AGH! Camello apestoso! a ti te quería yo ver!
Igor corre hacia ti. Su armadura de escamas tintinea a cada paso que da. Ni rastro de sus lujosos trajes de seda Kitana.

-Se puede saber que ha pasado? Ahora todo el mundo se cree que he sido yo el que ha matado al rey y los buitres del consejo se me están echando encima! La muy perra de su hijita ha desaparecido en algún punto del desierto y todo el mundo está loco.

Dime, pequeño lagarto escurridizo. Que cojones has hecho? Tienes a Perla?

Al ver la reaccion del Duque al verlo, Bit mira de reojo la ventana, y agradece haber dejado a Jur bajo ella en ésta oportunidad.
Tuvo que sacrificar las flores del jardin del Duque, pero al menos tiene una buena via de escape...
Calmaos, querido Duque. Dice Bit, atajandose y con las palmas en alto.
Hice lo que me pidió...dejé que Perla acabara con el rey, tal como usted quiso!
Luego, la barbara esa...Hundra, mató a Perla delante de unos cuantos testigos. Con lo cual nadie debería sospechar de uste'!
Si van al templo de Derketo, veran al cadaver de Perla, aun sosteniendo la corona del rey en su cabeza...

El Duque observaba a Bît con detenimiento. Su nerviosismo inicial cesó temporalmente.
En su mente, su genio egoista estaba valanceando los riesgos y los beneficios.

-No creo que eso nos sirva de mucho. Se las arreglarán para hacer que parezca una asesina enviada por mi, o algo así...
Maldito primo mio! si no se hubiera dejado matar como un estúpido no dudarían de mi... O lo harían igualmente.

Empezó a caminar inquieto de un lugar a otro, recorriendo el pasillo aceleradamente una y otra vez girando sobre sus talones al llegar al final.

Tal vez... Si esa perra de Jehnna... ¡SI!

Se encaminó a Bît, entusiasmado y lo cogió por los hombros, casi abrazándolo.
Ahh... viejo buitre. Me vas a tener que hacer otro "pequeñito" favor.
La sonrisa de oreja a oreja del Duque te hizo pensar que no iba a ser pequeño.*

Encuentra y traeme a la hijita del rey. A un secuestrador de niñas como tu no le costará mucho encontrarla en medio del desierto, verdad?

Claro que no mi querido **Duquito...Tan solo unas cuantas platas más para los gastos...

Y así, embozado en una armadura tan bella como la nueva barda de Jur, y con las alforjas repletas a rebozar de nuevas platas, cortesía del Duque, Bit abandonaba una vez más la ciudad de las mentiras...
En el desierto, Bit Yakin, el shemita, el aventurero de profesión, el nómada...encontraría a la pequeña Jehnna, la traería en contra de su voluntad, de regreso a la artera Shadizar, pero terminaría enamorándose de ella antes de alcanzar los muros, ganándose a su vez su virginal corazón, consumando el innoble amor entre tormentas de arena y ruinas antiquísimas, y viendo repentinamente una corona en su inquieta cabeza y un sin fin de nuevos enemigos y problemas.
O quizás no...

Pero esa es otra historia, y deberá ser contada en otro cuento...*